El último mes del año deja un panorama frágil, entre la recuperación económica pos-pandémica y la incertidumbre de un mundo en que parece que se abre un nuevo ciclo político. Tras el primer año de Joe Biden la sombra de Trump continúa muy presente, a la vez en Alemania es el fin de la era Merkel, Francia se encamina a unas elecciones decisivas y China apunta a revalidar un tercer mandato de Xi Jinping mientras continúa su aislamiento del exterior con una política de «cero COVID dinámica» que se ha mostrado efectiva. Pero en diciembre estas cuestiones han quedado de lado frente a otras crisis menores y no tan menores que cierran un año con acontecimientos que marcaran, como Afganistán, pero que podemos calificar respecto a 2020 de transición y rearticulamiento de potencias.
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¿Momento decisivo en Europa?
Las tensiones en el este de Europa han continuado creciendo, con la amenaza de la guerra en Ucrania cada vez más presente. Rusia ha continuado desplazando material bélico y batallones, pero la cuestión primordial ahora mismo es la diplomacia, parece que antes de que hablen la fuerza de las armas se sentarán a negociar en Suiza. Sin embargo, tenemos que tener muy presente que este no es un farol ruso, los borradores que Moscú ha entregado a Estados Unidos dejan muy claro que sus preocupaciones no tienen que ver con ninguna situación coyuntural ni se limitan a Ucrania. La Federación Rusa se encuentra profundamente insatisfecha con el orden de seguridad establecido desde el desplome de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas hace ahora 30 años, y esta dispuesta a reclamar su reorganización a cañonazos si hiciera falta. La cuestión clave aquí por lo tanto es: ¿hasta que punto esta dispuesto Estados Unidos a acomodar los intereses rusos en el este de Europa? Todo parece indicar que Estados Unidos podría estar interesado hasta cierto punto en ceder en algunos puntos, como mínimo discutirlos, pues los intereses y atención de Washington deben dirigirse al Pacífico. También ha quedado claro que en caso de ofensiva rusa el apoyo de la Casa Blanca a Kiev no se trasladará en soldados sobre el terreno, lo que no quita otro tipo de apoyo militar o presión económico. Es en la amenaza de sanciones donde parece estar la principal arma que esgrime Washington, siendo la desconexión del sistema de telecomunicaciones bancario SWIFT el botón nuclear. Lo cierto es que Rusia quiere evitar ese escenario, lo poco que saque en la mesa de negociaciones tendría más valor que enfrentar las consecuencias de invadir Ucrania. Pero también es cierto que hay unas garantías mínimas que desde el Kremlin ven necesario que se cumplan, como son el fin de ejercicios estratégicos de la OTAN en sus fronteras, el no despliegue de misiles balísticos de medio alcance y la no expansión de la OTAN hacia el este, con especial consideración a los países ex-soviéticos y Finlandia. Para aplicar aún más presión Rusia ha reducido el flujo del gas a Europa en medio del invierno, afectando seriamente a las reservas que estaban por sí mismas en mínimos por la pandemia. Pero esta también ha sido una herramienta de presión al nuevo gobierno alemán, que ha paralizado la apertura del gasoducto Nord Stream 2, de hecho con los verdes a la cabeza del ministerio de exteriores todo indica que las relaciones con Berlín será más complicadas que con Merkel debido al perfil atlantista de los verdes.
Para expandir: Crisis en el Este de Europa: ¿rumbo hacia una nueva guerra? / Rusia lanza su órdago: análisis de los borradores de acuerdo Rusia – OTAN y Rusia – EEUU
Por su parte Ucrania, aunque no es la única razón de la crisis, si es el punto más delicado y también debemos tener en cuenta las dinámicas internas de este país. El presidente Zelensky tiene unos índices de popularidad muy bajos, se presento con la promesa de resolver la cuestión del Donbas y cada vez está más cerca de reactivar el conflicto y no ha podido avanzar en el proceso de Minsk II ni con el Cuarteto de Normandía, por lo que sus socios están cada vez irritados. Las perspectivas de futuro del país parecen sombrías, en un ambiente donde cada vez se cierran más medios opositores y las minorías étnicas y lingüísticas tienen menos garantías.
Para expandir: Ucrania: ocho años de crisis (I)
Conflictos y crisis
En el continente africano hemos tenido varios acontecimientos de importancia durante el mes de diciembre a los que habrá que prestar atención en 2022. Por un lado, tras el autogolpe del presidente tunecino Kais Saied este por fin ha revelado su hoja de ruta y todo indica que pretende mantenerse en el poder por un largo tiempo y reformar el sistema político según sus aspiraciones declaradas. En primer lugar habrá una consulta abierta a nivel nacional sobre la reforma constitucional que durará de enero a marzo. Más adelante un comité designado por el presidente evaluará las propuestas, que serán presentadas en un referéndum el 25 de julio, es probable que este implante un nuevo sistema presidencial en el que el parlamento sea elegido por los entes locales, trasladándose a ese nivel la política diaria. Por último habrá elecciones parlamentarias en diciembre, no esta claro que esta hoja de ruta pueda cumplirse ante la creciente insatisfacción popular, la situación económica y el desempleo. En la vecina Libia se han suspendido las elecciones presidenciales que debían celebrarse el 24 de diciembre y el proceso político libio auspiciado por las Naciones Unidas parece abocado al fracaso si no encuentra un salvavidas rápido que aborte la posibilidad de un conflicto, pues la crisis de legitimidad del Gobierno de Unidad Nacional es inminente. Es por está razón que ya comienzan a configurarse de nuevo bandos, camarillas y facciones tras un año de paz que no ha resuelto los problemas de fondo de Libia tras 10 años del derrocamiento de Gaddafi.
Para expandir: Diez años de guerra en Libia
Por otro lado, en el Cuerno de África continúa la guerra de Etiopía que tras la contraofensiva gubernamental que supo revertir el carácter defensivo y el inminente asedio a la capital ahora se sitúan claramente con la iniciativa mientras las Fuerzas de Defensa Tigray (TDF) en retirada en todos los frentes. La razón de este cambio se debe al éxito de la estrategia de pinza del gobierno de federal, pero sobre todo porque las líneas de aprovisionamiento de las TDF estaban claramente sobrextendidas y expuestos. Esto, junto a la ayuda vital de drones sofisticados desde Emiratos, China, Turquía e Irán ha sido factor decisivo para dar la vuelta al conflicto. De nuevo las fuerzas Tigray se encuentran asediadas en su territorio, prácticamente expulsadas en su totalidad de Afar y Amhara, el único consuelo para los insurgente es que la retirada a tiempo ha evitado una sangría y les permite estar en posición de mantener su núcleo. Sin embargo, el gobierno federal, que parece decidido ha obtener una victoria absoluta sin ningún tipo de concesión, no invadirá esta vez Tigray por lo que han declarado. Habiendo aprendida de la ocupación de diciembre de 2020 no quieren volver a enfrentar al enemigo en territorio hostil contra una guerrilla que hará imposible un control efectivo. La estrategia por lo tanto será de asedio, desgaste y hambruna contra la región.
Mientras Somalia continúa su crisis electoral y constitucional, incapaz de terminar el proceso de elección de representantes. El presidente Farmaajo continúa perpetuándose en el cargo, a pesar de que su mandato expirará a principios de 2021. De nuevo la posibilidad de un enfrentamiento armado entre las facciones en pugna hace peligrar a un gobierno nominal que apenas tiene el control del país y que totalmente dependiente del apoyo internacional. La última crisis ha explotado debido a acusaciones de corrupción contra el primer ministro Roble, lo que ha escalado con su «destitución» a manos de un presidente dudosamente en el cargo que busca volver a tener el control sobre el proceso electoral para asegurar una mayoría favorable que le de un segundo mandato. Lo cierto es que está política de grandes clanes que se reparten el poder es endémica en Somalia. A medida que el gobierno títere pierde la poca legitimidad que pueda tener Al- Shabaab avanza y la retirada de las tropas de la AMISOM, misión renovada de nuevo, llegará en algún momento que puede ser el mismo 2022 o 2023.
Otros acontecimientos
Durante el mes de diciembre la República Popular China ha conseguido una gran victoria: el reconocimiento de Nicaragua. La decisión del gobierno de Ortega parece vinculada a la creciente presión de Estados Unido, con sanciones, la búsqueda de nuevos socios que aporten inversiones y un apoyo más decidido a su gobierno que la República China (conocida como Taiwán) no estaba dispuesto a dar. La victoria de Ortega en las recientes elecciones, sin apenas rivales (procesados judicialmente), y las negativas de Taipéi a apoyar a Managua en la inauguración de la sede del Banco Centroamericano de la Integración Económica han terminado de cambiar la balanza en favor de Beijing, a pesar de las fuertes inversiones taiwanesas en el país. Para Taiwán es un golpe muy duro, pues pierde uno de sus grandes apoyos en Centroamérica y queda con escasos 14 reconocimientos a su favor. Otro de los acontecimientos en relación ha sido el anuncio de un boicot diplomático a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 que se celebran en Beijing por parte de Estados Unidos bajo acusaciones de violaciones de derechos humanos.. Esta acción consiste en no enviar delegaciones diplomáticas oficiales a los juegos, en una señal de enfriamiento de las relaciones, pero los atletas acuden por lo que no tendrá mayor peso. Al final es un gesto que servirá de poco y terminará por perjudicar a EEUU al aislarse de eventos que tienen bastante importancia y ayudan a la diplomacia con el espíritu olímpico. A los estadounidenses se les han unido los gobiernos británicos, australianos y canadienses, lo cual es poco significativo.
Para expandir: Taiwán, un obstáculo en las relaciones entre Estados Unidos y China
También tenemos que destacar la normalización de relaciones entre Armenia y Turquía, como parte de una tendencia de bastante importancia en la que Ankara esta buscando estabilizar sus relaciones con algunos de sus vecinos. También demuestra el peso de Rusia en el Cáucaso Sur, que es capaz de imponer después de una segunda guerra cierta distensión y negociaciones. A su vez para Armenia forma parte de un largo proceso en que debe ajustarse a una nueva realidad en que es el socio menor de Rusia en la zona, además de la parte débil en el conflicto con Azerbaiyán. Por último, Bosnia y Herzegovina ha dado señales de alarma a unos meses de sus elecciones generales, la crisis por el actual sistema federal es evidente, y la figura anti-democrática y extranjera del Alto Representante que controla el poder ejecutivo en el país es cada vez menos sostenible. La parte serbobosnia de la federación amenaza con la secesión y su parlamento ya ha pedido al gobierno de República Srpska que se retire de la unión judicial, de seguridad y la Hacienda federales, lo que permitiría al gobierno una desconexión parcial de la federación con sus propias fuerzas armadas.
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