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El mes de mayo es hasta el momento de los más convulsos e importantes del año, principalmente debido a un sólo acontecimiento de gran relevancia: la cuarta guerra de Gaza. Pero junto a este también debemos prestar atención a toda una serie de crisis menores que suponen puntos importantes de tensión y advierten de una tendencia hacia una crisis de mayores dimensiones en los distintos escenarios.
Enero – Febrero – Marzo – Abril – Mayo – Junio – Julio – Agosto – Septiembre – Octubre – Noviembre – Diciembre
Crisis
La primera crisis que tuvimos durante el mes de mayo fue la de Jersey entre Reino Unido y Francia en el Canal de la Mancha. Este hecho es relevante por ser un preludio de futuras tensiones que puede haber en la era pos-Brexit por las disputas alrededor de la pesca u otras cuestiones marítimas, además supone una llamada de atención para quien creyera que todo estaba resuelto para un divorcio sin litigios. El pequeño enfrentamiento por el retraso de las licencias de pesca a los faeneros franceses llevó a ambos países a desplegar navíos de guerra para vigilar las acciones contrarias alrededor de la isla de Jersey, a la que el premier británico juró proteger. En esta situación, con protestas del sector pesquero francés en las orillas de Jersey, Francia llegó a amenazar con cortar el suministro eléctrico a la isla. La disputa saco a la luz también el delicado equilibrio entre los intentos de buscar una solución a través de los canales secundarios y el uso político que tuvo internamente para ambos gobiernos. El ejecutivo británico, con las elecciones locales al día siguiente, necesitaba titulares positivos en las prensa. Mientras el presidente francés se enfrenta a una carrera de desgaste contra Le Pen a un año de las presidenciales y con una situación interna cada vez más crispada con los manifiestos firmados por militares.
Para extender: Ascenso de Le Pen camino a las presidenciales: ¿Sedición militar?
Entre Armenia y Azerbaiyán hemos tenido la crisis de Syunik, la primera de grandes dimensiones desde la firma del alto al fuego por la segunda guerra de Nagorno-Karabaj. La importancia de esta estriba en que ya no es una crisis por el territorio del enclave de Karabaj, sino que es una crisis dentro del propio territorio soberano armenio. La pérdida del enclave ha abierto la caja de pandora, ahora Azerbaiyán se atreve en poner cuestión el estatus de territorios armenios y la necesidad de un corredor terrestre con la república autónoma de Najichevan. Esta situación abre una nueva etapa en el conflicto, que es consecuencia de la derrota militar de 2020, en el que Rusia debería estar mucho más implicada por la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (CSTO). De hecho, Rusia ya ha hecho de mediador y se esta planteando la idea del despliegue de más tropas rusas, tras Nagorno, que aseguren la integridad fronteriza. Como resultado de todo esto la situación interna de Armenia continúa deteriorándose con unas elecciones parlamentarias en junio que serán decisivas, y han traído de vuelta al ruedo político a la anterior generación de líderes políticos.
En tercer lugar tenemos la crisis de Ceuta. Producto del reinicio de las hostilidades en el Sáhara el pasado año, Marruecos hizo uso de la herramienta de presión migratoria sobre España como respuesta a la decisión de dar tratamiento médico al Presidente de la República Árabe Saharaui, Brahim Gali, enfermo de Covid-19. El gobierno español habría aceptado, a petición de Argelia, dar asistencia médica a Gali, que en un principio ingreso con un nombre falso en un vuelo desde Argel. Marruecos ha considerado esta acción como una provocación en un momento en que Marrakech ha intensificado su ofensiva en el Sáhara Occidental buscando sellar el clave estrecho del Guerguerat. En la ciudad autónoma de Ceuta, enclave que se encuentra en el norte de África y hace frontera con Marruecos, fue donde se produjo la crisis con la intención de arrancar concesiones a Madrid. Marruecos lanzó a 10.000 migrantes abriendo las puertas que usualmente guarda, el gobierno español reaccionó mandado al ejército. Las relaciones entre España y Marruecos se han visto seriamente dañadas tras este incidente, con el que Marrakech ha mostrado su disposición a hacer valer sus reivindicaciones y señalar sus discrepancias con la línea actual de la política exterior española. Aunque el incidente en sí mismo se resolvió con el acuerdo de más fondos de ayuda para la cooperación en materia migratoria, con el desembolso de 30 millones de España a Marruecos, la situación sigue tensa ante la posible salida de Gali de España hacia Argelia y las instancias judiciales presentadas por marruecos para enjuiciarle.
Por último tenemos las crisis entre Bielorrusia y la Unión Europea. Cuando Belarús hizo aterrizar en Minsk a un avión de Ryanair Atenas-Vilna que sobrevolaba el espacio aéreo bielorruso para detener al opositor Roman Protasevich desencadenó una cadena de reacciones desde las capitales europeas, preocupadas por la integridad de sus vuelos y el control del espacio aéreo europeo. El Consejo Europeo, en una reunión de emergencia, establecía medidas rápidas para castigar al gobierno de Lukashenko: (1) las aerolíneas de las Unión Europea evitarían el espacio aéreo bielorruso, (2) las aerolíneas bielorrusas tendrían prohibido usar el espacio aéreo comunitario, (3) sanciones económicas contra Belarús y contra personas y entidades bielorrusas; además de pedir la liberación Protasevich y una investigación del incidente. La crisis empeoraría no solo escalando a nivel comunitario con una reacción conjunta de la Unión, sino que el apoyo de Rusia a Belarús, desviando vuelos a Rusia evitaban el espacio aéreo bielorruso, haría temer una crisis de bloques en que Rusia tomara represalias contra la el bloque comunitario. La operación contra Protasevich, un opositor al gobierno de Lukashenko que ha apoya a la organización neo-nazi Batallón Azov en sus combates en el Donbass, se especula que las autoridades rusas podrían haber tenido algún tipo de participación. La crisis muestra en definitiva una creciente brecha entre Belarús y la Unión Europa, así como el bloque occidental en general, y un cada vez mayor acercamiento a Rusia. Lukashenko abandona así su intento de política de puente que intento construir para sustituir el papel antes ejercido por Ucrania.
Dos importantes eventos
Tras las crisis debemos hablar de dos eventos de gran importancia en el mes de mayo que tendrán consecuencias de mayor recorrido en los próximos meses y a las que debemos prestar atención. En primer lugar las protestas de Colombia. A finales de abril se iniciaban, o más bien se reanudaban las protestas de noviembre de 2019, enormes manifestaciones contra la reforma tributaria del gobierno de Iván Duque. Inmediatamente se despacharon tropas a Cali, tercera ciudad del país, para reprimir el epicentro de las protestas. Pocos días después, como viene siendo habitual cuando la calle ejerce mucha presión, Duque anunciaba cambios a su propuesta y pedía diálogo. Cuando las protestas continuaron exigiendo la retirada total de la reforma el gobierno volvió a responder con represión, así en un tira y afloja termina por dimitir el Ministro de Finanzas y retirándose la reforma. Pero, como decimos, las protestas tienen raíces muy profundas en un hartazgo general por la situación económica agravada por la pandemia de coronavirus a lo largo de 2020. Una vez el momentum de protesta se volvió a activar el gobierno no ha sido capaz de sofocarla, ni de arrastrar a la negociación a la clase media con la que siempre pacta. Para lo primero ha militarizado Cali desplegando 7 mil tropas además de fuerzas paramilitares y fuerzas de seguridad vestidas de civil, y ha dejado que se conozca 61 muertos, más de mil heridos y cientos de desaparecidos. Las protestas continúan en el mes de junio con una huelga general en la que deberá verse si los objetivos de los manifestantes se cumplen, se estancan en algún punto o el gobierno consigue algún tipo de negociación.
En segundo lugar el golpe de Estado en Malí, o el golpe dentro del golpe. Tras el golpe militar de agosto de 2020 la recién establecida junta militar aceptó pactar con las principales fuerzas políticas establecidas, las élites ligadas a la metrópoli francesa, y establecer una ruta de transición con un gobierno civil y la abolición de la junta militar. Este paso tiene tanto el apoyo de Francia, y de otros socios europeos que participan en las operación de contra-insurgencia, como de los organismos regionales (CEDEAO, Unión Africana). Este delicado equilibrio político se mantiene con un gobierno de transición en que los militares golpistas retienen posiciones clave en ministerios de seguridad mientras se realizan una serie de reformas y acuerdos de cara a las elecciones de 2022. Sin embargo, este acuerdo sufriría la presión constante de la verdadera fuerza detrás de la caída del gobierno de Keita en 2020: el Movimiento del 5 de junio-Unión de Fuerzas Patrióticas (M5-RFP). a opositor M5-RFP, marginado en el acuerdo del gobierno de transición, incrementaría en mayo la presión con protestas por la situación económica con apoyo de importantes sindicatos y manifestaciones programadas contra el gobierno de transición. En respuesta las élites civiles del gobierno de transición anunciarían una importante reforma y reorganización del gabinete en el que los militares de la antigua junta militar (el Comité Nacional para la Salvación del Pueblo – CNSP) serían expulsados de las posiciones clave que mantenían y en su lugar ocuparían sus cargos otros militares en un intento de cambiar el rumbo de la transición. La respuesta de los militares que dieron el golpe en agosto de 2020 fue inmediata: un nuevo golpe de Estado contra el gobierno de transición. El Presidente, Bah Ndaw, y el Primer Ministro eran obligados a dimitir tras su arresto y en su lugar un nuevo reparto de poder que cambia el equilibrio de fuerzas de manera radical aparece, los militares del CNSP tantean un pacto con el M5-RFP en que estos ostente el cargo de Primer Ministro mientras Assimi Goita, el líder de los militares del CNSP, toma cargo de la posición de Presidente de la transición.
Esto tiene sus consecuencias inmediatas también en el plano internacional, fueron Francia y sus socios quienes favorecieron el anterior arreglo político con lo que reaccionaron suspendiendo a Malí de la Unión Africana, de la CEDEAO y París suspendiendo todas las operaciones militares en el país. Los militares del CNSP marginan ahora a las antiguas elites pro-francesas y se acercan a la oposición civil que ha protestado repetidamente contra la presencia francesa en el país y apoya un acercamiento a Rusia. Está claro que si los militares malienses pierden el apoyo militar galo buscarán nuevos socios, y Rusia parece encajar como el más claro contendiente si el nuevo arreglo político con el M5-RFP triunfa. Esto podría estar más claro de lo creemos si, además, Francia pudo dar el visto bueno al cambio político que instigó el gobierno de transición, pues el Presidente Bah Ndaw hizo la jugada después de un viaje a París. Los militares golpistas hacen bien en preocuparse, pues según la constitución maliense el golpe de Estado en un crimen para el que no existe un plazo de prescripción. El cambio político en Malí puede traer consigo un profundo giro a la francáfrica.
La cuarta guerra de Gaza
Desde abril la tensión en Jerusalén entre la comunidad palestina y la israelí venía creciendo, esto desembocó, debido a las crisis políticas internas de Israel y Palestina, a principio de mayo en un enfrentamiento armado de 11 días entre las fuerzas palestinas de la Franja de Gaza, principalmente Hamas, y el Estado de Israel. Por el lado de Israel las políticas de ocupación, desplazamiento y hostigamiento sobre la comunidad palestina, con duras restricciones durante el mes del Ramadán limitando el aforo en la explanada de las mezquitas o poniendo puntos de control en la Puerta de Damasco, provocaron disturbios entre la población palestina de Jerusalén y la policia israelí. Estos enfrentamientos fueron avivados por los ataques de grupos de extrema derecha israelíes, como Lehava y los Kahanistas, y el veredicto sobre el desalojo de familias palestinas del barrio de Sheij Yarrah en medio de una profunda crisis política en Israel tras las cuartas elecciones en 2 años. Por parte de Palestina los distintos grupos políticos habían acordado celebrar las primeras elecciones en 15 años a la Autoridad Palestina, pero el acuerdo entre Hamas y Fatah se rompió cuando el Presidente Mahmoud Abbas suspendió las elecciones por la incertidumbre sobre si Israel permitiría la votación en Jerusalen Este. La decisión, calificada de golpe de Estado, provocó un nuevo cisma entre Gaza y Cisjordania.
Para expandir: Israel y Palestina rompen todas las líneas rojas
Hamas vio en la crisis de Jerusalén su oportunidad de capitalizar el descontento con Fatah y reconstruir puentes con la población palestina de los territorios ocupados de Jerusalén y Cisjordania lanzando la operación Espada de Jerusalén. Tras un ultimátum a Israel para que retirase sus fuerzas de la explanada de las mezquitas y anulase el desahucio de Sheij Yarrah Hamas lanzaba sus primeros cohetes sobre Jerusalén desde la tercera guerra de Gaza de 2014. Se iniciaba así la cuarta guerra de Gaza que duraría 11 días en los que las fuerzas palestinas de la Franja dispararían 4.360 cohetes contra múltiples ciudades de Israel, como Tel Aviv, en que 12 civiles, 9 israelíes, murieron y 114 fueron heridos. Las IDF tuvieron un soldado muerto y 3 heridos. Esto se debió a que la mayoría fueron interceptados por el sistema de defensa Cúpula de Hierra. Las fuerzas armadas israelíes llevaron a cabo unos 1.500 ataques aéreos, principalmente, terrestres y marítimos, en los que 256 palestinos murieron y más de 2 mil resultaron heridos, y al menos 75 mil palestinos fueron desplazados. Además de derribar 4 importantes torres y destruir 40 escuelas, 4 hospitales y el único centro de pruebas de coronavirus de Gaza.
Pero lo realmente destacable de esta escalada militar, a diferencia de las tres anteriores, ha sido que el momento excepcional de crisis ha dado lugar un levantamiento de protesta dentro de Israel por parte de la población árabo-israelí (palestinos con ciudadanía israelí), que constituyen más de un 20% del total. En ciudades como Lod, pero también en Rahat, Ramla, Nasiriyah, Tiberias, Haifa o Acre, se sucedieron fuertes enfrentamientos intercomunales entre la población judía y palestina provocando un estado de inseguridad en el que el Estado israelí, a veces al borde del abismo, no pudo retener el monopolio de la violencia. En muchos de estos casos fueron grupos de extrema derecha judíos los que salieron al paso con la complacencia de la policía israelí. Lod fue sin duda el epicentro de estas protestas palestinas, con el gobierno viéndose en la necesidad de declarar el Estado de Emergencia por primera vez sobre una comunidad árabe en Israel desde el final de la administración militar sobre los árabes en 1966. Esto ha roto completamente la imagen de integración y de convivencia que promociona el Estado israelí. Uno de los efectos inmediatos es que por un momento el Primer Ministro en funciones, Benjamín Netanyahu, logró extraer réditos de la situación interna del país al anunciarse la ruptura de las negociaciones entre los partidos de la oposición. Pero finalmente los antiguos aliados de derecha pro-colonos de Netanyahu, Yamina, anunciaron una coalición de gobierno para echarle del poder junto al liberal-sionista Yesh Atid y el partido islamista-árabe Ra’am, entre otros.
La escalada militar llegó a su fin tras las fuertes presiones de Estados Unidos y otros socios a Israel para que aceptara un alto al fuego, no sin antes haber llegado a barajar una operación terrestre sobre Gaza. Ambas partes reclamaron la victoria, por parte de Israel puede decirse que consiguió a nivel material y de seguridad cierto éxito pues dañó la red de túneles de Hamas, destruyó importantes infraestructuras, así como material bélico como lanzaderas obligando a las facciones palestinas de Gaza a perder buena parte de su almacén de armamento, se calcula que un tercio, todo ello consiguiendo sostener muy pocas bajas y unos daños mínimos a estructuras civiles y militares gracias a la Cúpula de Hierro. Sin embargo, el costo monetario de la defensa si que ha sido elevado por lo cara que resultan recargar las baterías de misiles del sistema de defensa, Israel habría solicitado a Estados Unidos, que se comprometió como parte del alto al fuego, mil millones para reponer los almacenes. Hamas por su parte puede reclamar una victoria en términos políticos, lo cual es cualitativamente más importante. Frente a Fatah y Abbas Hamas ha conseguido establecerse como el principal defensor de la causa de liberación nacional palestina, los últimos acontecimientos en Cisjordania, y dentro de la propia Israel, muestran que puede alcanzar un considerable apoyo y romper los 15 años de cisma entre la Franja y Cisjordania. En las propias filas de Fatah ya empieza a ser evidente el inconformismo con Abbas y el temor a perder una mayor base social ante el avance de su rival.
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