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Por Alejandro López Canorea y Jorge González Márquez
El año 2020 es año electoral en Estados Unidos y, como cada cuatro años, debido a la posición del país como primera gran potencia mundial, gran parte de los acontecimientos políticos se encuentran directamente relacionados con la campaña electoral. Pero antes de llegar a la cita del 3 de noviembre, debemos atravesar un largo proceso político en el que los dos principales partidos estadounidenses, los Republicanos y los Demócratas, eligen al candidato a la carrera por el control del Despacho Oval.
Importante: En esta ocasión los Republicanos apuestan por la reelección del presidente, Donald Trump, esto implica que, aunque se esté llevando a cabo un proceso de primarias en el partido, éste no resulte particularmente relevante. Es por ello que centraremos nuestra explicación sobre el funcionamiento de este proceso en torno a las primarias de los Demócratas.
Cómo funciona el sistema de primarias estadounidense
La elección del candidato a las elecciones presidenciales se realiza en la Convención Demócrata del mes de julio. Para llegar ahí, cada estado tiene libertad para elegir las normas por las que realiza un sistema de elecciones a modo de primarias, que pueden ser caucus o primarias sensu stricto. En ambos procesos se eligen una serie de delegados que representan a los precandidatos demócratas. Su elección se fija en cada Estado según un sistema mayoritario –el precandidato que gana, se queda todos los delegados que reparte ese Estado- o proporcional –los delegados se reparten en función de los votos directos, bajo un mínimo fijado en el 15%- en función de las normas electorales. El Partido Republicano combina los modelos, pero el Demócrata emplea el proporcional.
Asimismo, existen diferencias metodológicas para la elección de los delegados: los caucus son asambleas organizadas para la conformación de agrupaciones de electores mientras las primarias son un sistema de elección directa. Los caucus encierran una realidad algo más intrincada al tratarse de elecciones a mano alzada de representantes que apoyan a los diferentes precandidatos, con dos rondas de votación a nivel local y una elección indirecta a nivel estatal. La afluencia a las primarias es mayor por su carácter secreto y depender de las administraciones locales y estatales, mientras que los caucus son organizados por el partido y suelen contar con una asistencia menor, con debates prolongados toda la tarde y asistentes de perfil mucho más comprometido con las diferentes campañas. La inmensa mayoría de los delgados en ambos partidos son elegidos por el sistema de primarias. No obstante, ambos sistemas representan un sistema de democracia indirecta con respecto a los precandidatos puesto que los delegados deben mostrarles su respaldo en la Convención a nivel federal, a modo de representatividad electoral indirecta –triple en el caso de los caucus-.
La irregularidad normativa de los caucus
Los caucus tienen toda una serie de normas particulares propias de cada estado, especialmente para resolver los empates. En Iowa, en caso de empate, el último delegado se decide tirando una moneda al aire mientras que en Nevada la decisión se toma con un juego de cartas en el cual el que saque la carta de valor superior consigue el delegado.
Perfil de los principales candidatos demócratas
Bernie Sanders
Senador por Vermont. 78 años. Sanders fue el gran rival de Hillary Clinton durante las primarias de 2016 y llega al Super Martes en el primer lugar por número de delegados a pesar de que durante los últimos meses ha estado habitualmente el segundo en las encuestas. Con un programa considerado políticamente del ala izquierda del partido, Sanders aboga por reducir la influencia de los más ricos mediante subidas fiscales para que paguen lo que les corresponde en función de su riqueza, acabar con la política de masivas exenciones fiscales a los ricos, ampliadas por Trump, y numerosas medidas para universalizar incipientes sistemas de sanidad y educación con protección pública en Estados Unidos. El Medicare for All ha recibido una oleada de apoyos populares y ha supuesto un antes y un después en la política norteamericana, después del descafeinado Obamacare y las limitaciones impuestas a los programas Medicaid y Medicare. Pese a que tradicionalmente el establishment demócrata ha estado en contra de las políticas de Bernie Sanders, en los últimos años el senador de Vermont ha obtenido el respaldo de un grupo de nuevos y jóvenes senadores y congresistas demócratas entre los que destaca la conocida Alexandria Ocasio-Cortez. Para Sanders la victoria en Nevada fue fundamental: se cumplió lo esperado porque las políticas de Sanders para con los migrantes latinos son vistas con gran cercanía y se prevé que solamente Sanders podría movilizar este voto, que a menudo resulta clave para la victoria y que está generalmente anclado en la abstención. Además, California y Texas, los dos mayores caladeros de votos, tienen una composición demográfica similar a Nevada. Por esto resulta un Estado clave con todas las letras y en mayúsculas. Ha logrado un gran resultado en los Estados “blancos” y, aunque no logró la hegemonía, sí ha salvado parte del electorado afroamericano en Carolina del Sur.
Elizabeth Warren
Senadora por Massachusetts. 70 años. Abandera un perfil progresista con sus propuestas de sanidad pública, subidas fiscales a los millonarios y control del poder de Wall Street. Llegó a superar a Biden en las encuestas y se ha mantenido entre la segunda y la tercera posición hasta que comenzaron los caucus y las elecciones primarias. Su propuesta política es considerada ambiciosa en comparación con la de la mayoría de candidatos, pero bebe en gran medida de la de Sanders, ya que fue a rebufo con el Medicare For All. Sin embargo, adelantó al senador de Vermont por la izquierda en la cuestión educativa cuando al principio de la campaña propuso eliminar las deudas universitarias de los estudiantes. Su propuesta fiscal para financiar sus planes sociales comenzó siendo más progresiva que la de Sanders, con impuestos para los empleadores según el salario de sus trabajadores. Sin embargo, hoy Elizabeth Warren representa una candidatura debilitada. Su posición ideológica es estratégicamente positiva para ganarse el favor del electorado demócrata desmovilizado y de las clases populares, por lo que su imagen debiera ser mucho más fuerte. Sin embargo, su solapamiento en el espectro con Bernie Sanders, puso a ambos en un brete. Pese a que ella partía con la ventaja de encajar en el imaginario identitario, apoyado desde el Partido Demócrata, al tener la posibilidad de poder ser la primera mujer presidenta de los EEUU, ha perdido fuerzas ya que carece de carisma político. Warren ha demostrado ser incapaz de reconocer algunos errores básicos de campaña y, lo que es aún peor, de reponerse de crisis de imagen pública, como la que supuso la suplantación de la identidad nativa americana algo que, a buen seguro, coparía los cara a cara con Trump en caso de ganar la candidatura. Sin embargo, Warren se ha movido aceptablemente bien en los debates y ha moderado ligera pero perceptiblemente su programa, aunque manteniendo su apuesta por la sanidad como derecho básico que el Estado debe garantizar en su contrato social para con la ciudadanía. Es de gran interés ver cómo se ha desdicho en varias ocasiones sobre la ambición de sus medidas, reconociendo que es una candidata capitalista que quiere mejorar fuertemente la protección social estatal, pero renegando del imaginario socialista. Tratando de evitar un nuevo escándalo por falta de reacción ante las acusaciones, ha publicado información sobre sus actividades como asesora de grandes empresas en su época como profesora universitaria. Entre ellas figuran $2 millones en ganancias como experta en bancarrotas para empresas con problemas de reputación como la eléctrica Enron, el banco First Commercial o la química Dow Chemical. Esto choca con su actual liderazgo de la lucha contra el poder de las grandes empresas, lo cual muestra una profunda deriva ideológica desde que dejó el Partido Republicano en 1995.
Joe Biden
Ex vicepresidente de Estados Unidos con Barack Obama. 77 años. Ha liderado en las encuestas desde la precampaña hasta el éxito electoral de Sanders en febrero. Se presenta como perfil moderado que aspira a atraer al electorado republicano menos reaccionario y más descontento con Donald Trump. Sus problemas para mantener el puesto de favorito del ala derecha del Partido Demócrata provienen de varios factores: por un lado su pobre desempeño en los debates, por otro su posición demasiado conservadora en la agenda social que Warren y Sanders lograron colocar sobre el tablero, por otro la fragmentación de la derecha y la amenaza constante de irrupción de un candidato más fuerte a la derecha como Bloomberg –que finalmente se materializó- y por otro el Ucraniagate y el proceso de impeachment abierto contra Trump. La caída de Steyer, Buttigieg y otros candidatos moderados reforzaron su papel en la derecha. Joe Biden fue, además, el encargado de manejar la crisis ucraniana durante el mandato de Obama. La sucesión de eventos que propició el impeachment contra Trump comienza cuando Hunter Biden, hijo de Joe, accede a la gasística Burisma en Ucrania, quedando sus negocios de manera muy opaca. El gobierno ultraderechista surgido del Maidan facilitó cambios judiciales para evitar investigar esta cuestión y fue desde entonces que Donald Trump intervino para tratar de sacar a relucir sus trapos sucios. Contra todo pronóstico para un ciego Partido Demócrata, el impeachment que no iba a prosperar, acabó dañando la imagen de Joe Biden en plena precampaña. Pero el factor determinante para su resurgimiento ya en campaña, tras el profundo declive que sufrió desde New Hampshire, se debe a su fuerza entre el electorado afroamericano, de difícil movilización. Su cercanía mediática a líderes afroamericanos de Carolina del Sur y su imagen de herencia ideológica de Barack Obama han triunfado y, en plena caída en las encuestas, ha logrado mantener el apoyo de ese sector tan cotizado, así como ganar a Sanders por casi 30 puntos porcentuales. Teniendo en cuenta el débil desempeño de Bloomberg en los debates y su postergada aparición hasta el Super Martes, el único candidato en liza desde la derecha era Buttigieg, pero su caída se precipitó al certificar su fuerte impopularidad entre latinos y afroamericanos. Biden ha pasado de estar casi amortizado en Nevada a ser la esperanza de la derecha, que a buen seguro retomará la quizá no tan errada estrategia de “el centro gana las elecciones”, buscando un candidato que protegiera el espectro demócrata de un todopoderoso Trump y alertando del radicalismo de los candidatos a la izquierda. Ese perfil ideal sería Biden.
Michael “Mike” Bloomberg
Empresario, novena persona más rica del mundo y ex alcalde de Nueva York. 78 años. Bloomberg ha sido el último candidato en llegar a la campaña y ya tiene experiencia en procesos electorales puesto que se presentó, y ganó, por los republicanos, la alcaldía de Nueva York en 2001. De hecho apoyó a personalidades como George Bush durante su etapa en el Partido Republicano. Inicialmente, su entrada en campaña tenía como objetivo evitar el ascenso de algunos de los candidatos situados más políticamente a la izquierda. Si bien ha adaptado su discurso a la narrativa demócrata en muchos aspectos, se considera que sus posturas se encuentran cercanas al ala moderada de los republicanos. Mike es, con una considerable diferencia, el candidato que más ha invertido en su campaña electoral ($464 millones), más que todos sus rivales actuales juntos, y ha asegurado poder invertir cifras milmillonarias, todo de su bolsillo. Su campaña bebe, en gran medida, de su pasado como alcalde de Nueva York hasta 2013. Goza de gran aceptación en el centro del espectro debido a su ambivalencia ideológica: apoya políticas económicas claramente liberales y muy cercanas al Partido Republicano, pero su simpatía como demócrata se debe a su fuerte campaña por el control de armas, donaciones millonarias a campañas a favor de la legalización del aborto, la aprobación del matrimonio igualitario y los derechos LGTB, así como su renovado alegato a favor del medio ambiente. Las principales polémicas que le persiguen, son una sombra de las políticas identitarias que no logró arraigar: declaraciones profundamente machistas y políticas acusadas de racismo en su etapa de alcalde, permitiendo la detención y registro indiscriminado, así como la concentración de los mismos sobre barrios marginales. Incluso ha defendido posteriormente sus medidas asociando la criminalidad a las minorías étnicas. Sea como fuere, su popularidad se disparó en Nueva York al ser considerado un alcalde fructífero para los intereses de la urbe y el siempre eficiente lavado de imagen que ofrecen las políticas identitarias y las filantrópicas. Su actual campaña está poniendo el foco en el electorado de estos colectivos con los que la distancia era mayor, pero su inversión se ha centrado esencialmente en los Estados grandes. La inversión ha sido ingente en California, donde ha realizado masivas contrataciones para su campaña, al ser un Estado que reparte 494 delegados. También está realizando inversiones sin precedentes en Nueva York y Texas, donde supera en un 600% al segundo que más ha invertido.
Polémica en la Convención Nacional
Las últimas primarias demócratas fueron decididas por el voto de los superdelegados en la Convención Nacional a favor de Hillary Clinton, quien era la favorita del establishment demócrata. Esta tendencia de que los superdelegados favorezcan al “favorito” del partido, a pesar que otros candidatos hayan podido conseguir más delegados durante el proceso convencional de primarias, ha provocado profundas críticas a todo el sistema de elección.
En 2016, el DNC Rules Committee votó abrumadoramente (158 – 6) a favor de una reforma del sistema de superdelegados fruto de un compromiso alcanzado entre los equipos de campaña de Bernie Sanders y Hillary Clinton. Dos años más tarde, en agosto de 2018, se acordó el establecimiento de un nuevo reglamento en el que se especificaban las normas deberían seguir los superdelegados para votar durante la Convención Nacional dependiendo del escenario que se hubiera dado en las primarias.
En la normativa actual se contemplan tres escenarios:
- Si un solo candidato gana al menos 2,268 delegados: los superdelegados podrán votar en la primera votación, ya que su influencia no puede anular a la mayoría de los delegados comprometidos.
- Si un solo candidato gana entre 1.886 y 2.267 delegados: a los superdelegados se les prohibirá votar en la primera votación, que será decidida únicamente por la voluntad de los delegados ya comprometidos.
- Si ningún candidato gana más de 1,885 delegados: Esto dará como resultado una convención disputada, donde los superdelegados tienen prohibido votar en la primera votación formal, pero recuperan su derecho a votar por su candidato presidencial preferido para todas las votaciones posteriores necesarias hasta que los delegados lleguen la mayoría.
Para expandir: Cobertura – Política estadounidense
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