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Año electoral 2020 (IV): Debate en el fango

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Escrito por Alejandro López.

Debate Trump - Biden en vivo: Elecciones presidenciales USA 2020, en  directo - AS USA
Debate electoral entre Donald Trump y Joe Biden. Foto: AS USA.

Cuestión judicial

El primer debate presidencial comenzó con un tema que ha sido central en campaña: la renovación del asiento de Ruth Bader Ginsburg en el Tribunal Supremo estadounidense. El enfoque de Donald Trump fue certero: él había ganado las elecciones y tenía la prerrogativa para nominar al miembro vitalicio de la Corte superior de justicia por estar en ejercicio de la presidencia, en este caso Amy Coney Barrett. Joe Biden no pareció negar el inapelable derecho legal haciendo referencia al caso de 2016, cuando los demócratas no nominaron al candidato al Supremo, y entró en el marco situado por Trump. La réplica de Biden se centró en la inconveniencia de las medidas que de esa elección se derivarían en las sentencias pendientes. Kamala Harris apoyaba desde las redes con el mismo discurso. La cuestión del Supremo es demasiado relevante ya que afectaría al derecho a la salud de más de 100 millones de personas.

Cuestión sanitaria

Las cuestiones más candentes sobre la mesa del Supremo son el Obamacare y el aborto. El debate sobre el Supremo desapareció en favor del sanitario sin entrar en la cuestión sobre la importancia electoral que realmente alberga. El demócrata criticó que se trataba de desmontar el Obamacare y atacar el derecho a la salud. Mientras Trump aseguraba que habían bajado los precios de los medicamentos en su mandato, se lanzó la pelota sobre el tejado de Biden por el supuesto de que quería eliminar los seguros privados y socializar la medicina bajo los preceptos de Bernie Sanders. Biden corrigió que el Estado solo aseguraría la sanidad a las personas sin recursos, no eliminaría los seguros privados y rehusó cualquier acercamiento a la izquierda del Partido Demócrata. De nuevo, se veía la apuesta por ganar las elecciones por el centro.

El debate sanitario siguió monopolizando la primera parte del debate. Donald Trump logró hacer calar los mensajes de que Biden no tenía un programa para haber atajado la pandemia de coronavirus, todo habría sido peor si Biden hubiera ocupado el Despacho Oval –poniendo de ejemplo la pandemia de gripe H1N1- y acusó de la responsabilidad del COVID-19 a China. Biden prefirió apelar al siempre efectivo pero poco natural sentimentalismo en las pérdidas de vidas de las familias a causa de la gestión de Trump. Biden aseguró no fiarse de las vacunas prometidas por Trump, a lo que el presidente se escudó inteligentemente tras el prestigio de la ciencia y las farmacéuticas. Es insólito que Trump, apoyado por numerosos negacionistas del virus, haya puesto a Biden a la defensiva teniendo que aclarar que sí apoya a la ciencia. Donald Trump, sin embargo, tuvo que empantanar su inesperado momentum sanitario asegurando que Biden quería cerrar el país y los Estados mientras que él apostaba por la economía. Una estrategia contradictoria que no iba a granjearle beneficios entre sus seguidores pero sí espantar a los votantes que pudiera haber arrancado a Biden por su defensa de las vacunas.

Los ataques personales de Trump a la carrera y la inteligencia de Biden fueron continuos e irrespetuosos pero el ruido incómodo se convirtió en argumento cuando convirtió el empleo de pequeños mítines por Biden a causa de la pandemia en una muestra del poco o nulo interés que estos despertaban entre sus seguidores. La gente quiere escuchar lo que Trump tiene que decir en los mítines. Ese es el mensaje que quedó, a pesar del claramente diferenciado perfil de comportamiento entre las bases de ambos líderes con respecto al virus. Biden tenía parte de razón pero no supo defenderlo.

Cuestión económica

En cuanto a la proclamada recuperación en V por Donald Trump, Biden atacó de manera efectiva con un argumento sencillo. La recuperación sería para los millonarios como Trump y sacó a relucir su falta de pagos impositivos. Esta cuestión es especialmente polémica en Estados Unidos ya que los presidentes suelen hacer públicas sus declaraciones de impuestos y Trump no lo hizo. Habría pagado solo 750$ en impuestos federales sobre la renta en 2016 a pesar de su fortuna millonaria. Según Trump, pagó “millones de dólares” en 2016 y 2017 en concepto de impuestos federales. El presidente cayó en la trampa y aseguró que él no quería pagar impuestos cuando era un empresario, como haría cualquiera, justificando su postura en las leyes fiscales de Obama. Trump perdía un punto por convalidar una mentalidad de elusión fiscal como algo mainstream. Sin embargo, se equiparaba eficazmente con el aparato demócrata, que sostuvo esas leyes y cuya distancia resultaría puramente electoralista. Con respecto a la microeconomía, Donald Trump apostó por mantener abiertos los comercios y negocios de a pie para mantener la vida económica del país.

La recuperación económica de Obama fue puesta en tela de juicio. Trump aseguró que fue la más débil desde el crack del 29. Biden, quien ocupaba la vicepresidencia del gobierno durante ese periodo, acusó a Trump de haber destruido esa recuperación económica. La economía era la gran baza de Trump, pero en 2020 se ha truncado. Sin ello, Trump tenía más complicada su reelección. Pero sacó un as de la manga: la industria. Trump aprovechó el debate en Ohio para defender la creación de cuantiosos empleos en Michigan y Ohio. Este tirón es de especial importancia como guiño a quien le dio los votos electorales claves en 2016: el Rust belt, la región desindustrializada del medio-oeste. Biden no entró de lleno en la cuestión industrial cuando le preguntaron por su política de desregulación de mercado. La cuestión de la supuesta corrupción familiar de Biden estuvo presente como si de un bloque exclusivo se tratara. Los negocios en China, en Ucrania y en Moscú. El hijo de Joe Biden volvió a ser un punto de debate.

Cuestión racial

La cuestión racial era el punto fuerte de Biden, con gran apoyo entre los afroamericanos y con un fuerte acercamiento al movimiento Black Lives Matter, pudiendo perfectamente mostrar un discurso de tolerancia, diversidad y convivencia. Sin embargo, Trump olvidó a las víctimas de la violencia policial y se centró en las consecuencias de la misma: los ataques recibidos por la policía. “Las peores ciudades están gobernadas por los demócratas”, dijo Trump tratando de vincular a Biden con el ataque contra la policía como institución, a lo que el demócrata matizó que se trataba de casos aislados. Donald Trump consideró radical la sensibilidad racial asegurando que esas ideas buscaban enseñar a la gente a odiar a su país. “Eres un racista”, trató de colocar Biden para ganar el bloque. El republicano trató de nuevo de contraponer a Biden frente a “la ley y el orden” poniendo de ejemplo los problemas con las protestas en ciudades gobernadas por demócratas. Según Trump, Joe Biden no quería pronunciar “ley y orden” porque si lo hacía “perdería a sus seguidores radicales”. Nada más lejos de la realidad, ya que este mensaje iba dirigido exclusivamente a convencer a las bases republicanas más conservadoras del supuesto radicalismo de Biden. Trump atacó la falta de propuestas demócratas de apoyo a la policía y pidió de nuevo a Biden que mencionara algún grupo policial que le haya apoyado. Biden rehusó.

Ante los conflictos en las calles, Antifa y la izquierda fueron calificados como “grupos radicales peligrosos” por Trump, mientras que Biden recordó que el director del FBI lo ha rechazado como movimiento, ya que representa más una idea. Trump no quiso equiparar la violencia de derecha y de izquierda en las calles, evitando hablar de los supremacistas blancos y condenando categóricamente a los segundos como componentes esenciales de la violencia.

Las continuas interpelaciones de Trump a Biden le convirtieron en el verdadero moderador. Joe Biden trató de no entrar en los requerimientos de Trump y se dirigió a la audiencia todo el tiempo que pudo. Un campo claramente cómodo para Donald Trump que el público debió de notar. Biden apeló a las mejoras de su mandato como vicepresidente y dejó a Trump como títere de Putin, sin explicar en ningún caso el porqué. En su lugar, volvió a hablar de sus hijos como ejemplo por su participación en la guerra y la superación de problemas de drogadicción. Joe Biden hizo un valiente alegato sacando este tema cuando no se hablaba ya de él, poniendo uno de sus puntos débiles personales en la palestra motu proprio, lo cual resultó inteligente y beneficioso. Eso sí, situó el periodo de Trump como un generador de pobreza, violencia interna y división. Otro punto para Biden.

Cuestión climática

El cambio climático fue despejado por Donald Trump hacia el problema de la contaminación del aire, los incendios masivos que han hecho historia en 2020 y el coste de la industria automovilística eléctrica. Todos ellos representan problemas ambientales y tangibles, lo cual para sus bases podría suponer un punto positivo por entrar en cuestiones de calidad de vida pero sin entrar en el tema del cambio climático. Un despeje suficientemente potable para el equipo de Trump. Joe Biden, sin embargo, fue hacia la reducción de la huella de carbono con una política verde y de bajas emisiones, con apoyo en las clases acomodadas. Cada contendiente hablaba para su público. Ante la mención de un Green New Deal, Joe Biden hablaba de crear buenos puestos de trabajo respetuosos con el medio ambiente, atajando los problemas de las catástrofes como los huracanes y las inundaciones. Para lograr ello, Biden pedía volver al Acuerdo de París, pero Trump acusó a Biden de pretender un gasto billonario con un Green New Deal, así como le criticó no haber implantado esta política durante su presencia en el gobierno. Sin embargo, Biden rechazó el Green New Deal, entrando en las disquisiciones de Trump sobre que se trata de un plan radical de gasto público. Pretendía presentar un plan propio, pero quedó como un programa sin concretar. Trump no perdió un bloque donde no le era nada fácil a priori.

Cuestión electoral

Por último, en cuanto al crucial tema del reconocimiento del resultado electoral, Joe Biden dio certezas sobre que reconocería tanto su victoria como su derrota si ocurre. Pero Donald Trump no había asegurado una transición si perdía la elección. De hecho, cuando llegó el turno del republicano, no solo no rechazó la acusación sino que la amplificó: habló de fraude electoral organizado mediante el servicio postal y la pérdida de papeletas. Por eso Biden llamó a un voto masivo y, si era posible, presencial para facilitar que la victoria sea tan holgada como para que no pueda negarse el resultado. Ante la urgencia postal por la pandemia de coronavirus es previsible un incremento de la importancia del voto por correo. Y Biden mostró su preocupación por que el Senado, con la posible mayoría republicana por 6-3 frente a los demócratas, decidiera el destino de la elección. La pregunta clave fue sobre cómo garantizar que no habrá choques en las calles hasta que no haya un recuento completo sin declarar la victoria de ningún candidato. Joe Biden cumplió su papel cordial y garantizó la lealtad. Pero Donald Trump dijo no poder aceptar una elección donde se destruyan papeletas, si se da el caso, por ser ésta de carácter fraudulento. El campo ya está enfangado para que el juego se dé en noviembre. Seguramente después de las elecciones del 3 de noviembre.

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