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Año electoral 2020 (III): ¿Qué hay tras Biden y la realidad del Partido Demócrata?

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La entrada al mes de septiembre marca la cuenta regresiva hacia el evento electoral más importante del año 2020, la elección estadounidense del 3 de noviembre, la cual ya abarca las principales portadas de grandes diarios en el mundo, con extensos análisis y predicciones sobre resultados, ventajas y las consecuencias de los posible triunfos de uno u otro candidato.

La rivalidad entre las candidaturas del presidente Donald Trump, quien busca la reelección por el partido Republicano y Joe Biden, candidato por el partido Demócrata y ex-vicepresidente de Barack Obama, promete ser de las más parejas que se han visto en los últimos años, teniendo en cuenta la cantidad de estados que hoy están en pugna, aunado a recientes acontecimientos sociales y a factores que pueden provocar cambios en la intención de voto.

Ambos personajes se han alzado con las nominaciones en medio de realidades partidistas totalmente diferentes. Mientras que el partido Republicano ha consolidado una unidad casi monolítica alrededor de la figura y decisiones de Trump, el partido Demócrata enfrenta uno de los períodos de mayor incertidumbre de su historia, con múltiples muestras de fisuras y visiones encontradas, lo cual se ha evidenciado en la dificultad ha tenido la candidatura de Biden para alzar vuelo. Ante esto debemos preguntarnos:

¿Cómo llegan los Demócratas a la elección de noviembre?

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Joe Biden y Kamala Harris, candidatos del Partido Demócrata. Fuente: Reuters/Carlos Barria

Con 192 años a sus espaldas, el partido Demócrata concurrirá a las elecciones presidenciales n° 59 en Estados Unidos teniendo un presente en donde las dudas son mayores a las certezas.

Tras años en donde la conducción de Barack Obama le otorgó a la plataforma un amplio liderazgo en todo el país y la capacidad de llevar a cabo muchos de los proyectos ligados al ideario del partido, tales como la protección en materia de salud, de inmigración, etc., la llegada del huracán político que ha sido Trump para el mundo entero ha terminado por revelar problemas de gran profundidad que pudieran amenazar la posibilidad del regreso a través de Biden y el rumbo posterior a la elección dentro de la organización.

La postulación y posterior elección de Joe Biden como candidato atiende a la necesidad de las altas jerarquías demócratas por encausar el rumbo de un partido que hoy se encuentra pasando por diversos dilemas en cuanto a identidad, formas y propuestas. Ante los grupos internos que piden movilizarse hacia la izquierda del espectro ideológico o un plan político de mayor polarización, el tradicionalismo demócrata se aferra a un Biden de corte conservador, caracterizado por la búsqueda de consensos, alejado del foco mediático y cercano al trabajo en la sombra, elemento perdido en la política norteamericana desde la llegada de Trump en 2016.

Si Trump fue el huracán de la política estadounidense, Biden busca plantarse como la calma después de la tormenta. Esta significación es la que se le ha venido otorgando a la candidatura de Biden desde el partido Demócrata, resaltando la necesidad de regresar al país a la conducción racional y sosegada, siendo a la vez una proyección de la necesidad interna por acallar los múltiples problemas generados en los últimos años en torno al liderazgo y a la generación de un proyecto conjunto de conducción nacional.

A primera vista el mayor problema que afronta el partido demócrata tiene que ver con el vencimiento de los liderazgos de importancia que otrora lo condujeron al poder y al liderazgo del país. Salvo Obama, quien atrajo a gran cantidad de personas con su discurso en el tercer día de la conferencia demócrata, no es posible encontrar otras figuras de peso que calen en la ciudadanía de forma tan masiva y le sirvan de soporte a un Biden que necesita de todos los apoyos posibles en una elección tan cerrada.

A priori, gran parte del capital político que ha colocado arriba en las encuestas a Biden proviene del rechazo a la presidencia de Trump, siendo un indicativo demasiado volátil en la búsqueda de asegurar el triunfo del ex-vicepresidente, teniendo en cuenta la capacidad que ya ha demostrado el actual presidente para imponerse a través de lo que califica como “la mayoría silente”

Así las cosas, a pesar de tener un importante protagonismo, la llegada de voces como Pelosi o Clinton se ha reducido, en ocasiones por diferentes escándalos y a menudo por ser enfrentadas no solo por sus contendientes republicanos sino también por los nuevos actores dentro del partido demócrata, quienes plantean el segundo gran problema: muchas figuras exigen que los de arriba de un paso al costado y se permita renovar la imagen de la organización.

El resultado de la colisión entre los dos puntos explicados anteriormente se puede observar electoralmente en el inicio de campaña, en donde Biden tuvo que luchar ante un Bernie Sanders que parecía poner en aprietos al “establishment” demócrata, fracasando en su intento de “asaltar” la conducción del partido pero llamando la atención de una realidad irremediablemente adversa para la unidad de la organización.

La dinámica en donde “los de arriba” no convencen pero no se mueven y “los de abajo” presionan para encontrar los espacios pudiera jugarle en contra a un Biden que se avizora como el último bastión de la etapa liderada por los demócratas una década atrás.

¿A todos les conviene una victoria de Biden?

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Kamala Harris, candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos. Fuente: Infobae.

A pesar de que la victoria de Biden sobre Sanders hace unos meses y los buenos comentarios que salieron de la convención Demócrata dieron la sensación de que se venció la tormenta de la división para el tradicionalismo demócrata, esta pudiera solo haber empezado.

Cuando se oyen nombres como el de Pete Buttigieg, Beto O’Rourke o la mismísima Alexandria Ocasio Cortez, se produce un inevitable choque comparativo con la actual dirigencia del partido, no solo por ideas, formas o tipos de liderazgo, sino por la aproximación que estos últimos han tenido a sus predecesores, siendo esta limitada y en ocasiones nula. En el cálculo político personal, ¿es conveniente una victoria de los de siempre para ellos? o una derrota de Biden les abriría las puertas definitivamente a tomar los roles de mando para el futuro del partido y sepultar políticamente a los moderados inmóviles?

El riesgo que constituye dejar la suerte de una elección de gran importancia como esta, solo en el rechazo a la figura del contendiente mientras no se trabaja en sumar a los liderazgos que han tenido buena repercusión en el electorado podría dejar comprometidas las opciones de victoria de Biden una vez la elección llegue a su momento culmen y la ciudadanía reclame más y mejores soluciones, percibiendo en cambio la desconexión entre el pasado y el futuro.

En este sentido, parecido en el fondo pero no en las formas pudiera ubicarse la situación de Kamala Harris, quien ha sido nombrada candidata a la Vicepresidencia de los Estados Unidos por los demócratas. Su figura es integral, siendo una de las políticas con mayores cualidades discursivas y aprobación entre dos secciones de votación fundamentales como son la afroamericana y la femenina. Si el perfil de Biden es el de la moderación y la reorganización, el de Harris apunta a ser el de la movilidad y el progreso racional hacia los nuevos objetivos que plantea una sociedad ansiosa por respuestas.

Su histórica candidatura como Vicepresidenta la deja en una posición de avanzada con respecto al presente y al futuro. Si se termina logrando la victoria de Biden, ocupará un cargo que serviría para ampliar la repercusión de su imagen a nivel nacional y cimentar el terreno para una candidatura en el 2024. Con un perfil político asociado a la búsqueda de la justicia y al quiebre de estructuras dentro del sistema estadounidense, la mujer de las primeras veces representa una oportunidad para que la candidatura de Biden reciba el apoyo de quienes desde la moderación exigen dinamismo.

A pesar de esto, si Biden termina perdiendo la carrera presidencial, Kamala Harris tendría una buena base para asumir lo mejor de los bandos que hoy pugnan dentro de las filas demócratas: podría adherir apoyos del establishment actual, así como también podría sumar a muchos de los jóvenes líderes que cada vez toman más fuerza en lugares como Denver o Nueva York. En perspectiva la derrota de Biden no es una condena para Harris, sino que abre un camino de mucho trabajo pero que puede estar muy bien recompensado.

Si bien volver al poder es fundamental para los demócratas, la visión de Biden como candidatura trampolín o de transición no ha podido dejar de posarse sobre su imagen, que hoy se alimenta más del rechazo a la gestión de Trump y a los porcentajes de desaprobación que ha levantado a raíz del manejo del Covid-19 que de las propuestas o liderazgo que posee un hombre al que le cuesta emparentarse definitivamente con el electorado estadounidense.

¿Hacia dónde va el Partido Demócrata?

Por último el problema ideológico que atraviesan los demócratas resulta difícil y tiene pocas posibilidades de resolverse en corto tiempo. Mientras hay un amplio sector que se mantiene en el centro del espectro político, apuntando a visiones socio-liberales y asociadas al progresismo, existe un gran movimiento que cada vez se acerca más a la izquierda del espectro político, resaltando a figuras como Ilhan Omar y a la congresista Ocasio Cortez quienes se han declarado abiertamente socialistas.

La elección de Biden o su fracaso serán un punto de inflexión en cuanto al rumbo ideológico que seguirá en los próximos años el partido demócrata, teniendo en cuenta que gran parte de su caracterización como candidato contra Trump ha sido la moderación, una derrota supondría la necesidad de tomar un rumbo más enérgico ideológicamente por parte de quienes dirijan en el futuro los destinos de la organización en pro de la reconquista del poder.

A día de hoy la posición de los partidos tradicionales en Estados Unidos no puede estar más alejada. Por un lado, y haciendo referencia a la polémica alrededor de la salida de Leo Messi del Barcelona y contraviniendo a quienes decían que ninguna figura está por encima de la institución, Trump se ha colocado por encima del partido Republicano y ha ubicado en esta la fórmula electoral de su confianza. Esta no es precisamente una formula sana para la democracia en cuanto el liderazgo se convierte en personalismo, pero es la que le ha resultado en los últimos años.

Por su parte, en los demócratas no se puede identificar ni a la figura ni a la institución por delante, pues ninguno cuenta a día de hoy con las herramientas para brindar una ruta que otorgue mayores seguridades y expanda el camino que les permita volver al poder. La apuesta hoy parece confiar en los apoyos de siempre y en una lejana promesa de renovación para el futuro, la cual será gradual al triunfo o al fracaso que tenga Biden en dos meses.

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