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Los talibán muerden la mano a Pakistán

Soldados pakistaníes en la frontera con Afganistán. Fuente: VOA

2022 ha terminado en una sangrienta escalada entre Pakistán y los talibán pakistaníes (TTP), la cual amenaza con arrastrar a Afganistán y que se suma a otros problemas estructurales de la región. El presente artículo trata de analizar brevemente la situación actual como el último capítulo de la historia de esta compleja frontera.

Durante más de una década, el TTP ha estado en armas en las zonas tribales de Pakistán, especialmente en su parte de Sur, reclamando la imposición de un Islam radical, una mayor autonomía de las zonas tribales y el fin de la represión del estado contra sus miembros. Si bien el conflicto tuvo su punto álgido hace una década, terminando en una sangrienta victoria pakistaní, durante los últimos años diversos elementos han permitido el regreso del TTP.

La Línea Durand, una eterna pesadilla (1893-2010)

La Línea Durand es la porosa frontera de 2670 kilómetros que separa hoy en día a Afganistán y Pakistán. Fue trazada por los británicos en 1893, deseosos de asegurar una frontera estable tras dos guerras con Afganistán dentro del denominado “Gran Juego” con Rusia. Sin embargo, la misión desde un principio fue difícil. A la falta de control estatal e inestabilidad se sumó la invasión afgana de 1919 que, si bien fracasó, revivió el espíritu rebelde de las tribus fronterizas.

Estos grupos eran y son principalmente pastunes, una etnia mayoritaria en Afganistán y localizada en esta región de Pakistán. ¿Por qué se trazó una frontera así? La razón es que los británicos absorbieron un estado sikh que había derrotado al antecesor de Afganistán, arrebatándole su territorio oriental con su flamante capital de invierno (Peshawar) y soñando con avanzar hacia Asia Central. Pero los pastunes no son el único grupo étnico partido por la Línea Durand, ya que los baluches se encuentran en una situación similar: sin estado y divididos entre las nuevas entidades.

Cuando surge Pakistán en 1947, al calor de los referéndums que se dieron, en ambas regiones hubo movimientos que pedían desde un estado independiente a una mayor autonomía, aparte de algunos movimientos pastunes que abogaban por unirse a Afganistán o incluso permanecer en la India. En el nuevo estado, las áreas pastunes se dividieron en la Provincia de la Frontera Noroccidental y en las Áreas Federales Tribales, mientras que el territorio baluche conformó la inmensa provincia de Balochistán, donde desde un principio hubo movimientos separatistas.

La Línea Durand trazada en 1893 y vigente hasta hoy separa a los pastunes afganos de los pakistaníes. Fuente: National Geographic

Para ampliar: Artículo previo sobre las áreas tribales de Pakistán

Durante el siglo XX la región pudo haberse estabilizado, pero no fue así por la debilidad endémica del estado y, sobre todo, porque la región se convirtió en la retaguardia estratégica de grupos islamistas en los conflictos que han barrido Afganistán durante los últimos 40 años: la invasión soviética en 1979, las guerras civiles entre muyahidines y la invasión de la OTAN en 2001. En esta etapa cuajó en la zona tribal la ideología talibán, estallando un conflicto con el estado pakistaní que dura hasta hoy y cuya primera fase analicé en 2017 en el artículo que podéis leer en este link: Las áreas tribales de Pakistán, el corazón de la insurgencia yihadista.

En este conflicto surgió el TTP, el grupo paraguas de los talibán pakistaníes, cuya insurgencia estuvo muy activa de 2007 a 2010, con un progresivo declive debido a la presión del ejército, los ataques de drones estadounidenses y a que las perspectivas eran más atractivas en el campo de batalla afgano. Durante estos años, Pakistán se esforzó por diferenciar entre los talibán afganos, con quienes gozaba de una buena relación, y los talibán pakistaníes, a los que abogaba por someter.

La reforma administrativa (2010 – 2020)

Por primera vez en la historia, tras el duro conflicto bélico que nunca se apagó del todo, Pakistán se dispuso a gobernar efectivamente las áreas tribales. Con este fin se promulgó una reforma administrativa que en 2010 cambió el nombre de la Provincia de la Frontera Noroccidental por Khyber Pakhtunkwa, y en 2017-18 eliminó las Áreas Federales Tribales, uniéndolas a la nueva provincia. Esto suponía el fin de un estatus especial a nivel jurídico, la llegada de notables inversiones para el desarrollo y la implementación efectiva del estado.

Hubo una oposición de diversos partidos políticos locales, partidarios algunos de crear una nueva provincia aparte, pero en las elecciones de 2018 el PTI de Imran Khan, favorable al cambio, barrió. Imran Khan siempre ha sido favorable a una salida negociada y muy crítico con los ataques de drones estadounidenses. El resultado de todo el proceso ha sido una gran provincia fronteriza de más de 100000 kilómetros cuadrados y con una población ascendente de 35 millones de amplia mayoría pastún.

Por su parte, en la provincia de Balochistán, el triple de grande que la anterior pero poblada por solo un tercio de habitantes, una insurgencia separatista, más secular y más independiente de las dinámicas afganas ha sido notable durante todos estos años. El principal grupo que actúa es el Ejército de Liberación Baluche (BLA), que acusa a Pakistán de ser un estado depredador que roba los recursos de una región muy rica mientras su población vive en la pobreza y es sustituida por otras etnias. En este papel, ha tenido un importante papel China, que considera la región clave en su Ruta de Seda, por lo que ha invertido grandes cantidades en infraestructura y sus intereses se han convertido en un objetivo de los insurgentes.

Los distritos de la nueva provincia de Khyber Pahtunkhwa, creada en 2018 al fusionar las Áreas Tribales con la Provincia de la Frontera Noroccidental. Los talibán son muy activos en el tercio Sur.

Los espacios son tan enormes y difíciles, y las fronteras con Afganistán e Irán tan porosas, que el estado pakistaní es incapaz de controlar unas insurgencias con un importante apoyo popular. Para tratar de cambiar la situación, como antes los emperadores chinos o romanos, en 2017 Pakistán decidió embarcarse en una obra monumental para evitar los ataques transfronterizos: la construcción una valla y posiciones militares en toda la frontera. La construcción levantó ampollas y protestas verbales en Afganistán, donde reconocer la Línea Durand es anatema, pero, aunque está incompleta y es muy débil ante ataques, ha avanzado mucho.

¿Qué ha cambiado en el conflicto de 2020 a 2022?

Mientras el mundo estaba atento al COVID y a la Guerra de Ucrania, Afganistán y Pakistán han dado un giro de 180º estos dos últimos años que ha afectado gravemente a la estabilidad de la frontera que comparten. Hay seis elementos novedosos que dibujan un conflicto muy distinto:

1. La victoria talibán en Afganistán. En el siguiente apartado me detendré en sus implicaciones directas, pero lógicamente los talibán pakistaníes esperan un apoyo similar al que ellos llevan brindando durante tres décadas a los afganos. 

2. Los retos del Emirato Islámico de Afganistán (EIA) pueden llevar a los talibán a utilizar el conflicto del TTP con Pakistán. Los talibán tomaron el poder en agosto de 2021, y todavía no han sido reconocidos internacionalmente, recogiendo más bien condenas por su interpretación rigorista del Islam. Además, a nivel interno existen rumores de posibles fracturas en su liderazgo (Akhundzada, Mullah Yaqoob, Sirajudin…) que podrían ser aprovechadas por Pakistán, en caso de operaciones contra el TTP, o por los opositores al gobierno talibán. Hablamos de rumores, ya que el tradicional hermetismo talibán da poco espacio para más.

3. La debilidad de Pakistán. Es un país en ruina financiera y caos institucional que este 2022 ha vivido además una catástrofe natural y la traumática moción de censura a Imran Khan, defenestrando a un primer ministro muy popular que ha hecho un amago de romper la baraja. El nuevo gobierno Shariff tiene pánico a lo que pueda ocurrir en las elecciones de este 2023, y no es de descartar aventuras o juegos para conseguir amasar popularidad por ambas partes y que esta situación sea explotada por el TTP.

4. El ya mencionado conflicto de Baluchistán. Un frente abierto que se ha reactivado en los últimos años, probablemente gracias a la larga frontera con Afganistán y con posiciones en Irán. De coordinarse de alguna manera con el TTP, formaría un combo mortal para el estado y, en este sentido, el TTP opera regularmente en la provincia, sobre todo en las zonas pastunes del norte, e incluso algún grupo baluche se les ha unido recientemente.

5. La sombra del ISKP. La filial de ISIS en la zona, si bien no es fundamental ni tiene la presencia de años atrás, tiene una gran capacidad de dar golpes de efecto. En las últimas semanas ha realizado ataques sangrientos contra los talibán afganos.

6. El liderazgo del TTP. Recurrentemente decapitado por los ataques de drones, en 2018 fue ocupado por Noor Wali Meshud. Este experimentado insurgente cogió la organización en horas muy bajas, pero supo reorientarla primero infiltrándose en las ciudades al no controlar territorio tribal por la presión militar, después evitando ataques masivos a civiles centrándose en las fuerzas de seguridad para diferenciarse del ISKP y, finalmente, usando la victoria afgana para unificar las numerosas escisiones bajo su mando.

Para ampliar: Artículo previo sobre la rápida victoria talibán

La toma de Afganistán por parte de los talibán ha sido un punto de inflexión en la región cuyas consecuencias aún están por ver.

El camino a la confrontación

Tras la rápida victoria talibán en Afganistán en verano de 2021, el TTP intensificó sus ataques en Pakistán, envalentonado por la nueva retaguardia segura y con un buen número de sus combatientes experimentados que fluían desde los frentes ya silenciados. Además, este fortalecimiento del grupo ha dado al liderazgo un prestigio que ha hecho que al menos 22 grupos menores se unan, muchos de los cuales eran escisiones del TTP y alguno de origen baluche.

La situación era delicada para el nuevo Emirato Islámico de Afganistán, preocupado por consolidar su estado y con pocas ganas de ver a dos de sus escasos aliados despedazarse. Desde luego una traición al TTP, fiel aliado durante dos décadas de guerra, es considerada impensable. Por ello, los talibán afganos decidieron usar sus buenas relaciones tanto con el gobierno pakistaní como con el TTP para patrocinar un proceso de paz entre ambas fuerzas.

En un principio las negociaciones parecieron fructificar, con un alto el fuego declarado en mayo de 2022, que en junio se convirtió en indefinido, y la liberación de cientos de prisioneros. Aunque estas conversaciones no han sido en absoluto transparentes, se sabe lo que cada bando exigió. Por un lado, el TTP la retirada de las fuerzas pakistaníes de las áreas tribales, su aplicación extremista de la sharia y la liberación de sus presos. Por otro, el gobierno exigía la disolución del grupo, el fin de las relaciones con otros grupos armados, la aceptación de la constitución de Pakistán y la colaboración de Afganistán para evitar que su territorio fuera usado como retaguardia por grupos insurgentes que atacan a su país.

Las exigencias de ambos bandos llevaron al proceso a un punto muerto, mientras que la violencia, si bien se redujo, nunca desapareció del todo, con ambos bandos realizando operaciones y ataques supuestamente “defensivos”.

Un mes de hostilidades

Finalmente, el 28 de noviembre el TTP anunciaba el fin del alto el fuego argumentando que las operaciones militares en las áreas tribales eran constantes y ordenando a sus miembros que atacasen a lo largo del país. La escalada ha sido evidente durante este mes de diciembre, tanto en número como en la localización de los ataques, extendiéndose más allá de las zonas tribales. Algunos de sus ataques más importantes han sido un ataque suicida en Islamabad, numerosos ataques a patrullas militares en Khyber Pakthunkhwa o el asalto a varias comisarias en la misma zona, especialmente la de Bannu, que tuvo que ser asaltada dejando más de 30 muertos.

Los ataques, combates con fuerzas de seguridad y asesinatos han marcado el mes, generando una importante alarma en todo el país y más de un centenar de muertos. La sociedad civil de la provincia parece dividida entre quienes apoyan a los insurgentes, especialmente en algunos distritos, y una gran mayoría acobardada por ellos que ha protagonizado algunas manifestaciones pidiendo la paz y el establecimiento de la ley.

El ministerio del interior pakistaní cifra en entre 7.000 y 10.000 los insurgentes activos del TTP, a los que suma unos 25.000 simpatizantes. La fuerza del grupo se ha evidenciado durante estas semanas en ataques usando elementos de visión nocturna, abundantes suicidas, una organización militar avanzada y la conformación de una especie de gobierno talibán en la sombra.

Pero no solamente el TTP ha chocado con las fuerzas pakistaníes, en la frontera ha tenido lugar el mayor choque, y otros menores, con los talibán afganos hasta el momento: entre el 11 y el 15 de diciembre tuvieron lugar dos choques en el paso fronterizo de Spin Boldack – Chaman donde murieron 7 personas y más de 30 resultaron heridas.  

Mapa de los ataques monitorizados en Pakistán durante el mes de septiembre. Puede consultarse en vivo en el siguiente link.

Como hemos visto, durante años se ha considerado a los talibán afganos buenos, con los que se podía negociar y a los que se podía utilizar, frente a los nefastos talibán pakistaníes. El gobierno prosigue con esta narrativa, pidiendo al Emirato Islámico de Afganistán que evite que el TTP use su territorio, siguiendo los Acuerdos de Doha con EEUU. Sin embargo la realidad está rompiendo esa ficción, y durante las últimas semanas a las escaramuzas fronterizas se está sumando un importante choque dialéctico a nivel diplomático.

El ministro del Interior pakistaní ha afirmado que Pakistán tiene derecho a cruzar la frontera afgana para defenderse, mientras que los talibán afganos prometían repeler cualquier ataque y se ofrecían a mediar entre ambas partes por enésima vez. Además, se han producido hechos contra la población afgana que vive refugiada en Pakistán, destacando la detención en calabozos insalubres de docenas de madres con sus hijos, lo cual ha llevado a protestas diplomáticas de los talibán. El hecho de que estas diferencias se aireen en público indica que las negociaciones entre bambalinas no van precisamente bien y la histórica alianza puede estarse resquebrajando.

Perspectivas para 2023

Después de 40 años en los cuales desde Pakistán se ha intervenido en Afganistán, parece que las tornas se han vuelto, con una facción talibán amenazando al estado pakistaní desde la seguridad de tener una retaguardia segura en Afganistán. Las perspectivas actuales son una respuesta militar pakistaní a unos ataques insurgentes constantes con un TTP fuerte y con recursos. Probablemente el gobierno pakistaní esperará el mejor momento para sí mismo y sus fuerzas armadas, lanzando una operación militar que busque como mínimo mantener el control real sobre las antiguas áreas tribales, lo cual sin duda afectará al lado afgano, siendo probables ataques e incluso incursiones que crucen la frontera. Según la profundidad y éxito de ello, el gobierno talibán en Afganistán podría tambalearse y dividirse en facciones con apoyos externos.

Especialmente en caso de producirse esta operación, pero aún en caso de no, este 2023 va a ser fundamental para la consolidación o no del modelo de gobierno talibán en Afganistán y del gobierno contrario a Imrán Khan en Pakistán. El conflicto con el TTP se encuentra justo en medio, atrapando a ambos actores en una danza mortal que ambos desean evitar y a la vez se ven tentados de usar en beneficio propio.

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