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La política exterior de Rusia; el Oso vuelve a las grandes ligas

Tras el colapso de la Unión Soviética y la dura transición del modelo económico, Rusia perdió su papel como superpotencia mundial que ejercía como contrapeso a Estados Unidos. A su llegada al Kremlin, el 31 de diciembre de 1999, el Presidente Vladimir Putin puso como prioridad, estabilizar la nueva Rusia, y tras esto, que Moscú recuperase el sitio que cree que se merece en el mundo, el de una potencia internacional de primer orden. A la vista está que lo ha conseguido, ya que Rusia es actualmente, junto con Estados Unidos y China, los países que más influencia tienen en los acontecimientos del planeta. En este artículo se analizarán los principales escenarios donde Rusia exhibe su bien engrasada política exterior, evidentemente hay más, pero la amplitud como potencia de Moscú es tal, que ha sido necesario priorizar unos casos sobre otros.

Rusia y la UE, una relación de desconfianza

Las relaciones entre Rusia y la UE siempre han sido difíciles, aunque tras la desintegración de la URSS, hubo un intento de acercamiento que a lo largo de los años se fue diluyendo. Una hipotética relación ruso-europea fuerte no es bien percibida, ni dentro de la propia Unión Europea (por la clara influencia que ejerce el atlantismo), ni por otros actores internacionales, como Washington, que en ningún caso permitiría un acercamiento entre Moscú y Bruselas.

Tras el final de la Guerra Fría, los europeos buscaban una “Rusia europeizada”, es decir, un Moscú que aceptase el conjunto de normas, principios, valores, políticas en definitiva, que aportaba la Unión Europea. También equivalía a una cooperación en materia de política exterior, donde los intereses rusos y europeos confluyesen. Esto no quería decir una Rusia dentro de la UE, sino un Moscú como socio seguidor de Bruselas. Aunque con la Rusia presidida con Yelstin, sí pudimos ver esa Rusia que se acercaba a Occidente, la llegada de Putin supuso un giro más nacionalista y más activo en política exterior, que hizo más incompatible el acercamiento.

En cambio, Rusia pensaba en términos de una “Gran Europa”, con un espacio económico común entre la Unión, Rusia y el espacio post soviético. En términos de seguridad, Moscú buscaba un alejamiento de Europa de la OTAN, favoreciendo así una política más independiente de Estados Unidos. En ese sentido, Rusia quería tener su propia política exterior que le ayudase a volver al tablero de las grandes potencias en el sistema internacional. Todo esto, claro está, no ha ocurrido, más bien ha involucionado con un crecimiento de la desconfianza mutua.

La declaración de intenciones de Moscú vendría en la Conferencia de Munich de 2007, donde el Presidente Vladimir Putin, puso claramente las bases del discurso ruso en política exterior. A destacar;

  • EE.UU. trata de imponer sus reglas y su voluntad a otros países, pero el modelo unipolar es imposible y totalmente inaceptable en el mundo moderno.
  • La expansión de la OTAN tiene un carácter provocativo y reduce el nivel de confianza mutua.
  • Rusia siempre ha desarrollado una política exterior independiente y tiene la intención de continuar siguiéndola.

La tensión en las relaciones entre Rusia y Europa tuvieron su primer capítulo importante con la intervención militar rusa, tras el intento de Georgia de hacerse con el control de las repúblicas autoproclamadas de Osetia del Sur y Ajbasia en 2008. Fue digamos, el primer aviso de la vuelta de Rusia al panorama internacional proactivo. Aunque el momento clave fue la anexión de Crimea y la posterior Guerra de Ucrania. Detalle relevante, a pesar de la crisis ucraniana, la comunicación entre los principales líderes europeos, como Merkel y Macron, con el Presidente Putin, nunca cesó. Esto contrasta con la posición de la Administración Obama en aquel momento, por ejemplo.

Las relaciones entre la Unión Europea y Rusia al comienzo de 2021 no es que hayan empezado con mal pie, es que directamente están nuevamente en crisis. La muestra más palpable ha sido la visita del Alto Representante Josep Borrell a Moscú, en donde el Ministro de Exteriores atacó sin contemplaciones a su interlocutor ante las críticas por el caso Navalny. También hay que decir que esto es consecuencia de años de desconfianza y ataques mutuos.

El Alto Representante Josep Borrell , con su homólogo ruso Sergei Lavrov, en su visita a Moscú

No olvidar que las autoridades rusas, junto con sus medios de comunicación desde el comienzo de la pandemia del coronavirus, han ido lanzando el mensaje de la respuesta eficaz que han dispensado estados como Rusia y China, en comparación con las democracias occidentales de Occidente. Bruselas ha sido señalada como incapaz de gestionar la crisis, o de prevenir que los distintos estados miembros llevasen a cabo políticas que beneficiasen a la Unión en su conjunto. Recordemos las imágenes de militares rusos por Italia en los primeros momentos de la pandemia, o el uso de la vacuna Sputnik V como “soft power” por parte de las autoridades rusas.

En Bruselas y en varias capitales europeas ha sido percibido por una nueva estrategia de Rusia para intentar desestabilizar a la Unión Europea. La situación de desconfianza entre Moscú y Bruselas se ha ido fraguando durante meses, sin embargo, el principal catalizador de la crisis ha sido sin dudas el caso Navalny.

La crisis diplomática entre la Unión y Rusia comenzó a principios de septiembre, cuando la canciller alemana Angela Merkel, en un comunicado, aseguró que Navalny había sido envenenado por el agente nervioso Novichok, con el objetivo de silenciarlo. El señalamiento a las autoridades rusas quedaba evidente. Esta acción fue percibida en Moscú como un ataque directo de Alemania, más aún cuando las relaciones con Berlín estaban en su mejor punto desde hacía años por el proyecto del gaseoducto Nord Steam 2. Rusia evidentemente respondió acusando a Alemania de no cooperar para aclarar lo sucedido con Navalny, además de subrayar que el activista ruso había sido envenenado en territorio alemán.

Para ver más; Alemania, ¿una política exterior geopolítica o meramente comercial?

El caso Navalny ha supuesto que un tema de política doméstica rusa se convierta en un asunto de “suma importancia” para las relaciones bilaterales entre la Unión Europea/Alemania y Rusia. No deja de ser curioso cuando Navalny nunca ha podido ser considerado en el pasado como “pro-europeo”, después de todo su activismo se ha centrado en atacar al partido del gobierno Rusia Unida, pero apoyando decisiones de ámbito nacionalista, por ejemplo, la anexión de Crimea de 2014.

Ante este escenario, Rusia rechaza taxativamente la discusión de sus asuntos internos con la Unión Europea, o con cualquier país occidental. La respuesta de Lavrov ante la visita de Borrell fue clara, Moscú no acepta la deliberación del caso Navalny con sus homólogos europeos, cualquier mención será respondida con dureza. Los ataques personales a la figura de Borrell también pueden dejar entrever un intento de aislar a Bruselas de las relaciones que tiene Moscú con los demás estados miembros. Sin embargo, la expulsión de los diplomáticos alemanes, polacos y suecos, parece haber unido más a los países europeos.

Las recientes sanciones europeas por el caso Navalny, junto con la elección del demócrata Joe Biden, hacen pensar que las relaciones entre Europa y Rusia no mejorarán. Desde Moscú se ve cada vez más a Bruselas como un “actor punitivo”, mientras Washington continuará presionando para alejar a la Unión de Rusia.

Rusia y su flanco Occidental; Bielorrusia y Ucrania

Bielorrusia es un aliado militar estratégico de Rusia, esto es así desde hace décadas, como detalle desde finales de los 70, Moscú realiza con Minsk los llamados ejercicios militares Zapad. La importancia de Bielorrusia para el Kremlin, radica principalmente en su posición geográfica. Bielorrusia hace frontera con tres estados miembros de la UE, y de la OTAN, además de Ucrania. Moscú necesita tener un flanco occidental seguro y acceso total al territorio bielorruso, el enclave ruso de Kaliningrado, aislado en el territorio de la Unión tiene mucho que ver.

Como se ha explicado, Bielorrusia es de suma importancia para Rusia, y viceversa, pero esto no quiere decir que las relaciones Moscú-Minsk hayan estado exentas de problemas. Lukashenko, líder de Bielorrusia, desde hace años ha intentado mantener la distancia con el Kremlin, al mismo tiempo que mostraba su lealtad y compromiso con Rusia. Tras la crisis ucraniana, Moscú ha deseado que Bielorrusia se convierta en su base militar con el objetivo de disuadir a la OTAN. Sin embargo, dicha estrategia ha chocado con las intenciones de las autoridades bielorrusas, ya en 2015 por ejemplo, el Presidente Lukashenko rechazó el establecimiento de una base aérea rusa en su territorio.

Previamente a las elecciones presidenciales, y posteriores protestas de agosto de 2020, la relación Minsk-Moscú no pasaba por su mejor momento. Las negociaciones en el marco del Estado de la Unión se habían truncado, el precio del gas y petróleo ruso, además de cuestiones comerciales y fiscales fueron los principales puntos de fricción. Lukashenko, además, amagó con un acercamiento a Occidente para el suministro energético. Cuando se han producido fricciones con Rusia, Minsk no ha dudado en usar a Occidente como contrapeso frente a las demandas rusas. La tensión entre ambos países alcanzó quizás su punto más álgido, cuando Lukashenko acusó a Rusia de querer desestabilizar el país, con la presencia de mercenarios de la PMC Wagner, en plena campaña electoral durante el verano de 2020.

El Presidente bielorruso Alexandr Lukashenko y su homólogo ruso Vladimir Putin. Vía Sputnik News

No es de extrañar por tanto, que el Presidente ruso, Vladimir Putin, deseara un cambio en Minsk, un nuevo Presidente que no diese tantos problemas y se mostrase más abierto a las demandas rusas. De hecho, candidatos opositores importantes como Tijanovski o Babariko, eran considerados claramente prorrusos. Sin embargo, la entrada en escena de la UE, especialmente de Polonia, Lituania y Letonia (países muy atlantistas), a favor de Svetlana Tikhanovskaya, encendió las alarmas en Moscú. Tras una serie de llamadas, Putin respaldó a Lukashenko, llegando a poner sobre la mesa una intervención militar rusa si fuese necesario. Lukashenko salvaba su situación gracias al Kremlin.

Para ver más; Lukashenko busca su sexto mandato presidencial en medio del descontento social y las protestas, y El grito de Bielorrusia.

Actualmente, las movilizaciones opositoras han perdido mucho fuelle y Lukashenko parece el claro ganador de la partida. Por su parte, Moscú tiene claro que su objetivo es evitar que Occidente pueda tener algún tipo de influencia en el destino de Bielorrusia. De momento, el Kremlin continuará apoyando a Lukashenko siempre que sirva a sus intereses.

Otra de las cuestiones fundamentales para Rusia en su flanco occidental es Ucrania. Desde 2014, la crisis ucraniana es uno de los principales temas en la actualidad internacional europea. Es el terreno de interés de Estados Unidos y Rusia, además de la Unión Europea, siendo un foco de tensión muy a tener en cuenta.

Al igual que pasa con Bielorrusia, la importancia que tiene Ucrania para Moscú es capital. Rusia cuenta con fuertes lazos comerciales y económicos con su vecino, de hecho, Ucrania sigue siendo su principal socio comercial. En el terreno social, se siguen manteniendo vínculos afectivos, pues es habitual tener familia en ambos países, además, Rusia es el principal destino de los inmigrantes ucranianos.

Ante estos datos, a Rusia le interesa tener una buena relación con su vecino y que no se aleje de su esfera de influencia. Sin embargo, la continua inestabilidad en la política ucraniana no ayuda a que se pueda fraguar una buena relación Moscú-Kiev. El interés ruso se manifiesta en el deseo del establecimiento de una élite política ucraniana fuerte, y predecible con la que poder tener una relación de confianza y de negocios (proyectos gasísticos por ejemplo).

En ese sentido, las cuestiones del Donbass y Crimea son un obstáculo para los deseos rusos. La posición de Moscú ante estos escenarios es clara, todo pasa por la implementación de los Acuerdos de Minsk (Diálogo, elecciones y estatus especial para el Donbass) y que no se hable de Crimea, es decir, la península es territorio ruso y no hay posibilidad de discutirlo. En cuanto a la primera cuestión, Rusia quiere dejar claro a Ucrania su capacidad como potencia para mediar y resolver conflictos armados, y por el otro Crimea es de una importancia clara para Moscú.

La península de Crimea, que cuenta con una base naval muy importante, da acceso a las aguas del Mar Negro. Cabe destacar que históricamente, uno de los objetivos de la política exterior rusa ha sido tener puertos en aguas calientes. Tampoco hay que olvidar la importancia que tiene Crimea, en la construcción del nacionalismo ruso, en la península se bautizó en el siglo IX, el Gran Príncipe Vladimir, quien instauraría el cristianismo en la Rus de Kiev, la histórica Rusia y Ucrania. En ese sentido, tampoco hay que descartar el uso del pasado para legitimar la anexión de Crimea en 2014. En la actualidad, la península cuenta con problemas de suministro de agua y electricidad, debido al bloqueo comercial y de transporte que mantiene Ucrania.

Conmemoración del quinto aniversario anexión de Crimea el 18 de marzo de 2019. Vladimir Putin lideró la celebración. Vía Infobae

También hay que comentar la posición de Rusia frente a los derechos de los hablantes rusos en Ucrania. Desde el Maidán, la situación de los rusoparlantes en el país ha empeorado considerablemente, las élites ucranianas apoyan la idea de una nación ucraniana, en las que se excluye a este segmento de la población. Para Moscú, tanto internamente, como externamente, es un asunto de suma importancia, por su concepción del “mundo ruso”, así como herramienta de “soft power” al presentarse como defensora de las minorías.

Como se ha podido observar, los puntos de conflicto entre Moscú y Kiev son considerables, y de hecho la tensión entre ambos países ha aumentado. Actualmente el gobierno ucraniano ha dado apoyo a la Plataforma de Crimea, para que la cuestión de la Península vuelva a estar en el centro de la discusión internacional, y evidentemente, con el objetivo de presionar a Moscú. Además el gobierno de Zelensky quiere alterar los marcos negociadores de Minsk y Normandía para integrar a Estados Unidos en la cuestión, para intentar conseguir mejores condiciones. Un Estados Unidos con una Administración más propensa a apoyar a Kiev a que continúe su política de enfrentamiento con Moscú.

Para ver más; Ucrania lanza la “Plataforma de Crimea” para intentar presionar a Rusia.

Todo esto coincide además con una escalada en las tensiones en el frente del Donbass, donde las violaciones del alto el fuego se han multiplicado considerablemente. A esto hay que sumarle el gran movimiento de tropas en ambos bandos. Una reactivación del conflicto a largo plazo, sin llegar a una gran escalada, es bastante plausible en estos momentos.

Nagorno Karabaj vuelve a estallar, el ejército ruso vuelve al Caúcaso

El Cáucaso, donde se encuentra Nagorno Karabaj, es otra las de las regiones claves para la política exterior rusa. El Cáucaso es, desde tiempos del Imperio ruso, una de las principales zonas de interés de Rusia, es su “frontera salvaje”, un flanco a proteger, ya que más allá de sus montañas se encuentran las estepas rusas, difícilmente defendibles ante una invasión. Durante siglos, Rusia se ha enfrentado a multitud de enemigos, como principados menores o los turcos, con el fin de mantener una posición importante. Más allá del sentido estratégico-geográfico, el Cáucaso cuenta con importantes recursos naturales (particularmente hidrocarburos) de gran interés para Moscú.

Si bien la influencia de Rusia en la región se vio disminuida tras la disolución de la URSS, Moscú ha permanecido siendo un actor clave principalmente debido a sus lazos económicos-comerciales en la zona. Rusia además ha ejercido un papel mediador importante para intentar resolver los conflictos en Georgia y Karabaj. También destacar su relación estrecha con los dos principales países del entorno, Armenia y Azerbaiyán. Aunque evidentemente, hay que destacar el binomio Moscú-Ereván, ambos países están integrados en instituciones transnacionales como la Unión Económica Euroasiática (UEE) o la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (CSTO). Esta última siendo una alianza militar, liderada por Moscú. Sin embargo, desde la Revolución armenia de 2018 que supuso la llegada del Primer Ministro Pashingyan, con inclinaciones hacia occidente, ha enfriado la relación entre Armenia y Rusia.

Como muestra de la gran influencia que tiene Moscú en el Cáucaso, cabe destacar su papel como mediador la Guerra de Nagorno Karabaj. Recordar que este conflicto tiene su origen en los 90 en las reclamaciones que tienen Armenia y Azerbaiyán sobre el territorio de Nagorno Karabaj. La primera guerra se saldó con una victoria de Armenia, aunque se alcanzó un alto el fuego, auspiciado por Rusia, aunque la paz nunca llegó a materializarse y la región se mantiene en disputa.

Para ver más ;La Segunda Guerra de Nagorno Karabaj.

Reunión trilateral presidida por Vladimir Putin con el Primer Ministro armenio, Nikol Pashinyan, y el Primer Ministro azerí, Heydar Aliyev, enero de 2021 . Vía Ruptly

El 27 de septiembre de 2020, se produce el estallido de la Segunda Guerra de Karabaj, que acaba en un alto el fuego humanitario el 9 de noviembre por mediación de Moscú. El alto el fuego supuso una victoria para Rusia, ya que el acuerdo establece el despliegue de efectivos del ejército ruso (1.960 soldados, 90 vehículos blindados y otros 380 vehículos) en la región desde la caída de la Unión Soviética. Sin lugar a dudas, Moscú gana influencia en el Cáucaso, aún así, queda por ver como se resuelve la crisis armenia surgida tras la derrota, quizás con una vuelta de Ereván al redil ruso.

Rusia vuelve a ser importante en Oriente Medio; Siria

Si ponemos todo sobre la mesa, probablemente el principal elemento del retorno de Moscú a la escena internacional ha sido su intervención en el conflicto de Siria. Hay que tener en cuenta que Rusia es un tradicional aliado del gobierno sirio, alianza que se remonta a la Guerra Fría. El apoyo (diplomático, venta de armas…) brindado a Damasco por parte del Kremlin ha sido clave para que el Ejército Árabe Sirio resistiese en los peores años de la guerra.

En 2015, tras varios reveses sufridos por el gobierno sirio, como la pérdida de Idlib o la caída de la histórica ciudad de Palmira, unido a los problemas en el reclutamiento del ejército sirio, Moscú decide intervenir militarmente para ayudar a Damasco en el conflicto. La intervención rusa supuso un cambio de paradigma en la guerra, ya que el gobierno sirio volvió a tener la iniciativa, y actualmente es el claro ganador de la contienda.

Para Rusia, Siria es más un medio para una mayor influencia regional que un fin en sí mismo. La base naval de Tartús (la única que tiene en el Mediterráneo) y la aérea de Latakia, dan a Moscú una formidable plataforma para proyectar su poder militar. Además el conflicto sirio ha servido como campo de pruebas para su importante industria armamentística. El papel errático de Estados Unidos en Oriente Medio, ha permitido a Rusia convertirse en un actor clave, tanto en Siria, como en la región. Moscú ha conseguido convertirse en un referente para los distintos actores de Oriente Medio, es escuchado, consultado y temido.

Soldados rusos en Siria. Vía Middle East Online.

Actualmente los intereses de Rusia en Siria pasan por la reconstrucción del país y la resolución del conflicto. La mediación con Turquía, como representante de los rebeldes, es fundamental para tal fin. Para Damasco es una prioridad acabar con el bastión de los rebeldes en Idlib, y así poder proclamar su victoria en la guerra oficialmente. Sin embargo, esto choca con los intereses de Moscú y Ankara, pues los últimos no desean que un fin pronto a la guerra (necesidad de proveerse de combatientes sirios para otros frentes y arrancar prerrogativas a Rusia para otros escenarios), mientras que los primeros desean ejercer un equilibrio con Turquía, para alejar a estos de sus aliados de la OTAN. Desde la crisis de Idlib de marzo de 2020, no se han producido hostilidades importantes entre el Ejército sirio y los rebeldes, pero las escaramuzas son continuas. Queda por ver si en un corto-medio plazo, Damasco decide organizar una nueva operación en el bastión rebelde.

Para ver más; La crisis de Idlib y Un nuevo acuerdo para Idlib.

Rusia en el continente africano, el caso libio

Desde mediados de la década pasado, Rusia ha incrementado notablemente su influencia en el continente africano. Cada vez tiene lazos comerciales más estrechos con los países africanos, además de su gran interés en realizar grandes inversiones en recursos naturales. En este apartado nos centraremos en Libia, que se enmarca dentro del“modelo africano” de intervención rusa. También hay que mencionar el papel ruso en República Centroafricana, o el establecimiento de una base militar rusa permanente en Sudán el pasado noviembre, siendo la primera en el continente africano.

Para ver más; El tablero africano (I): La Federación Rusa en África, Cobertura República Centroafricana

La crisis del coronavirus ha aumentado los vínculos entre Rusia y el continente africano. Más de 30 países africanos han pedido ayuda a las autoridades rusas en la lucha contra la pandemia. Moscú ha respondido enviando tests, suministros médicos, personal sanitario, laboratorios móviles… Y por supuesto, Rusia ha procedido a enviar cargamentos con su vacuna Sputnik V.

La estrategia de Rusia en Libia se ha basado en la negociación con ambos bandos, por un lado el Ejército Nacional Libio (LNA) y por el otro el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA). Si bien es cierto que Moscú ha mostrado más su apoyo al LNA, con el envío de combatientes de la Empresa Militar Privada (PMC) rusa “Wagner” para ayudarles en el frente. También han dado cierto apoyo económico con la impresión de moneda en Rusia para el Gobierno de Tobruk (LNA). Como podemos ver, es una aproximación distinta a la intervención en Siria, donde Moscú sí estuvo activo militarmente, en el caso libio, se han limitado a terciarizar el conflicto y ofrecer apoyo diplomático y económico.

Para ver más; La Segunda Guerra libia

La entrada de Rusia en la Guerra Libia ha sido en gran parte consecuencia del papel errático de Estados Unidos en la misma. Tras el asalto a la embajada norteamericana en Bengasi en 2012, Washington ha intentado distanciarse del escenario libio, centrándose en mantener campañas contra las milicias yihadistas. En lo que se refiere a los apoyos, Estados Unidos ha ido variando, de apoyar al GNA, a acercarse al LNA cuando parecía cerca de conquistar Trípoli, a volver a apoyar al GNA. Esto último incentivado por el incremento de la participación rusa en la guerra tras el envío de los mercenarios Wagner en 2019. Hay que destacar que Rusia ha rebajado su apoyo al LNA, principalmente por la postura de su líder Khalifa Haftar, que en ocasiones ha intentado actuar fuera del mandato de Moscú. En este punto hay que señalar la mediación entre Rusia y Turquía, principal apoyo del GNA, para poner en marcha acuerdos de alto el fuego.

Reunión entre los Ministros de Defensa y Exteriores de Rusia y Turquía en Moscú para patrocinar las conversaciones de paz en Libia, en enero de 2020. Vía EFE.

Actualmente la guerra en Libia se ha detenido gracias a la última iniciativa de paz lanzada por Naciones Unidas, el Foro de Diálogo Político Libio. Se ha conformado un gobierno de unidad provisional con el objetivo de aguantar hasta la celebración de elecciones el 24 de diciembre. Evidentemente, los actores internacionales que intervienen en el conflicto han tenido su cuota de participación. Como ganadores, hay que señalar a Ankara y a Moscú, este último gracias a su política de “tener huevos en todas las cestas”, además de haber conseguido debilitar a potencias como Francia. Aún así, el nuevo gobierno es muy precario, si colapsa antes de las elecciones, podría producirse una nueva escalada en la guerra, con intervención directa de las potencias extranjeras.

Como conclusión final al artículo, Rusia a día de hoy es más proactiva que antes en lo referente a su política exterior, no solo por su propia capacidad y buen manejo del juego geopolítico, sino también porque el contexto internacional le favorece. Es decir, un sistema internacional multipolar, donde el declive de Estados Unidos, y los países europeos ayuda el resurgimiento de actores como Rusia. Todo parece indicar que en los próximos años estas dinámicas continuarán, y por tanto podríamos seguir viendo un aumento de la influencia de Moscú en el mundo.

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