La monotonía de los procesos electorales bielorrusos ha desaparecido tras el convulso arranque de la carrera hacia la jefatura del Estado. Las manifestaciones contra la detención de algunos posibles candidatos han protagonizado los primeros episodios de unos comicios poco convencionales para los estándares del país.
La policía arrestó a decenas de personas mientras participaban pacíficamente en dichas movilizaciones. Esta respuesta de las autoridades aumentó la irritación de una ciudadanía cada vez más implicada en las cuestiones políticas. El próximo 9 de agosto, los bielorrusos votarán en un contexto que también estará marcado por la incipiente crisis económica y el malestar ante la gestión gubernamental del coronavirus.
La gran sorpresa de estas elecciones ha sido la irrupción de tres adversarios que están ganando cada vez más popularidad y avivan el debate en las calles. Dos de ellos provienen de la propia élite política y económica bielorrusa: Valery Tsepkalo, diplomático y Víktor Babariko, exbanquero y filántropo. Serguéi Tijanovski, el tercero en cuestión, es un famoso bloguero que presenta el canal de Youtube, “Un país para la vida”. Los tres candidatos tienen una algo en común: abogan por las buenas relaciones con Rusia y también con Occidente.
Tijanovski recorrió el país para denunciar, a través de su programa, las difíciles condiciones de vida de muchos bielorrusos, la corrupción y la falta de independencia de los tribunales, según sus propias declaraciones. Precisamente, el popular bloguero se ha centrado en retratar los problemas de los habitantes de zonas rurales, una de las principales bases de apoyo de Lukashenko.
De los tres, solo Tsepkalo está en libertad. Babariko se encuentra actualmente en la sede del KGB y Tijanovki puede enfrentar 6 años de prisión.
Ver excandidatos opositores encarcelados no es nada nuevo en Belarús –tras las presidenciales de 2010 la oposición no reconoció los resultados, se organizaron protestas y varios rivales de Lukashenko acabaron entre rejas– pero los arrestos nunca se habían realizado antes de la cita con las urnas. Además, la campaña electoral propiamente dicha no ha comenzado, ni tampoco se conocen de manera oficial los nombres de los aspirantes que podrán concurrir contra el actual mandatario.
Los comicios bielorrusos se desarrollan en varias fases. Las personas que quieran presentarse deben aportar los documentos necesarios y contar con la autorización de la Comisión Electoral Central (CEC) para iniciar el proceso de recolección de firmas; se necesitan un total de 100.000. El pasado 19 de junio terminó el plazo y siete personas presentaron sus avales. Se espera que el 30 de este mes la CEC designe a los aspirantes tras la verificación de las firmas. El proceso sigue abierto.
Complot Exterior y Maidán
El 8 de mayo se conocía la fecha exacta en la que se celebrarán las elecciones presidenciales. Dos días antes, Serguéi Tijanovski era condenado a quince días de arresto por participar en una manifestación no autorizada contra la integración con Rusia el pasado mes de diciembre de 2019. Cuando su esposa, Svetlana, fue a entregar los documentos para registrar a Tijanovski –que estaba detenido- se lo denegaron y ella asumió la candidatura.
Tras la pertinente autorización, los aspirantes y sus equipos comenzaron a recolectar firmas por todo el país. Lukashenko alcanzó 200.000 durante los primeros cuatro días. Pero la continua afluencia a los “piquetes” donde se recogían los avales para los opositores aumentaba cada jornada. Se formaron colas de hasta un kilómetro a pesar de que el Covid-19 sigue expandiéndose en Belarús. Ya se han superado los 59.000 contagiados en un país que ronda los nueve millones de habitantes.
El 29 de mayo, en la ciudad de Grodno, Serguéi Tijanovki es arrestado de nuevo por la supuesta agresión a un policía durante un acto en apoyo a la candidatura de su mujer. Varios miembros del equipo fueron detenidos junto a él. Ese mismo fin de semana surgieron las primeras protestas dentro de la campaña de recolección de firmas.
Alexander Lukashenko, consciente de todo ello, lanzó una advertencia a los “fanáticos de Maidán”, señalando que haría todo lo posible para mantener la situación del país estable. El presidente bielorruso sugirió que la injerencia de fuerzas extranjeras, tanto de Occidente como de Rusia, estaban detrás de estos actos y también de los posibles candidatos.
Tijanovski, que precisamente era calificado como un candidato prorruso –en varias entrevistas se le preguntó por este asunto y aseguró que su presencia en las elecciones no era para ocupar el cargo, sino para tener la posibilidad de protestar de manera legal- volvió a los titulares después de que la policía anunciase que había encontrado 900.000 dólares en su apartamento. Fue entonces cuando lo acusaron de representar intereses extranjeros.
La detención del exbanquero, Víktor Babariko, se produjo durante la mañana del 18 de junio. Justo una semana después de los registros en Belgazprombank, la entidad bancaria que ha dirigido durante 20 años y cuyo principal accionista es el banco ruso Gazprombank. Las autoridades bielorrusas arrestaron a 15 altos cargos por evasión fiscal y lavado de dinero .
El aspirante a la presidencia y su hijo, Eduard, jefe de la campaña, fueron trasladados sin la presencia de sus abogados al Departamento de Investigaciones Financieras del Comité de Control del Estado (KGC). Un día antes de que terminase la recolección de firmas, Babariko ya había marcado un récord consiguiendo que más de 400.000 personas le dieran su apoyo.
Aunque en un primer momento la operación de Belgazprombank no tenía nada que ver con Babariko, las autoridades lo terminaron vinculando con este caso judicial. Varias horas después de su arresto, el nuevo director del KGC, Iván Tertel, acusaba formalmente al candidato de: organizar actividades ilegales, influir en los testigos, ocultar pruebas de delitos anteriores, fraude y evasión fiscal.
Durante la rueda de prensa, Tertel aseguró que los “grandes jefes de Gazprom” y otras personalidades de alto nivel, estaban detrás de estos hechos. Gazprombank emitió una queja formal, pero desde la vecina Rusia no hubo grandes manifestaciones políticas sobre el asunto. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, se limitó a recordar que la elección del presidente depende de los bielorrusos.
Mientras Babariko continúa en la sede de la KGB, su equipo de campaña lanzó un vídeo grabado antes de la detención en el que propone realizar un referéndum nacional para volver a la Constitución de 1994, que establecía la limitación de los mandados. Se necesitan 450.000 firmas, pero la iniciativa deber recorrer un camino burocrático complejo para que pueda ser una realidad.
La importancia de esta propuesta radica en la tenacidad de un aspirante que, por ahora, está decidido a continuar en el proceso, a pesar de que ya había denunciado una “persecución política” contra él y sus allegados.
Tras esta detención, Lukashenko dijo que se había frustrado un complot extranjero. Los “títeres y titiriteros” estaban expuestos, sentenciaba el presidente. Pero el encarcelamiento del posible candidato opositor más popular desató la agitación den las calles.
Las protestas tomaron forma de kilométricas cadenas humanas en las grandes ciudades y también en pequeñas localidades. Los bielorrusos exigían la liberación de los presos y unas elecciones justas. El 19 de junio hubo 270 detenciones en Belarús según el Ministerio del Interior. A pesar de ello, las movilizaciones y los arrestos continúan.
Valery Tsepkalo, también estuvo presente en las movilizaciones de Minsk. Este diplomático es el más cercano a Lukashenko y llegó trabajar en la Administración Presidencial. Fue embajador en Estados Unidos y dirigió el Hi-Tech Park –el Silicon Valley bielorruso- uno de los sectores productivos del país que mas ha crecido en los últimos tiempos.
Tsepkalo mencionó que no descarta ser detenido; Lukashenko aseguró tener unas pruebas que podrían desprestigiarlo. En una reciente entrevista con el medio ruso RBC, Tsepkalo, hizo alusión al estancamiento económico del país y al hartazgo social del “reinado de un solo hombre” como los principales motivos detrás las protestas.
El actual presidente ha endurecido su discurso durante las últimas semanas agitando los fantasmas del Maidán –las protestas que se iniciaron en Ucrania durante 2013 fueron de gran ayuda en su última reelección cinco años atrás, ya que el país mantiene un nivel de seguridad y estabilidad elevado desde hace décadas– y recordando los caóticos años 90, muy alejados de las nuevas generaciones que forman cadenas de “solidaridad” en las calles del país.
Lukashenko hace continúas referencias a las amenazas extranjeras que quieren acabar con la soberanía y la independencia. “Proteger la Patria, mantener la estabilidad y la armonía en la sociedad. Esta es mi orden”, declaró durante un encuentro con los militares en Brest.
La policía y el ejército son pilares básicos de la estabilidad del mandatario y hasta ahora siempre le habían mostrado su absoluta lealtad. Sin embargo, recientemente han circulado varias imágenes por las redes sociales de supuestos miembros de las cuerpos y fuerzas de seguridad que dan su apoyo a las protestas. Lógicamente, no hay ningún modo de corroborar su autenticidad. Lo curioso es que estas fotografías aparecieron después de que el presidente firmase un decreto por el que autorizaba a la empresa de seguridad privada, GardService, a “comprar, almacenar y transferir armas a sus empleados, tanto oficiales como civiles”.
Un gobierno leal para tiempos inciertos
A principios del mes de junio Lukashenko presentó su nuevo gobierno. El presidente consideró oportuno mostrar a los bielorrusos quienes serían las personas que trabajarían junto a él antes de las elecciones. Despidió al primer ministro, Serguéi Rumas, que había trabajado con Babariko y también substituyó a varios ministros por funcionarios relacionados con los servicios de seguridad (siloviki). Lukashenko destacó la lealtad y el patriotismo de sus nuevos colaboradores durante la primera reunión del ejecutivo y aprovechó esta ocasión para recordar los sucesos de Andijan, cuando el expresidente uzbeko, Islam Karimov, reprimió las manifestaciones en el país disparando a la gente.
La salida de Rumas y otros cargos de ala “reformista” no tiene porque suponer un cambio transcendental en las políticas del país y las posibles reformas. La función del gobierno en Belarús es básicamente operativa, ejecuta las decisiones que se toman en la Administración Presidencial. Desde 2019, este organismo está dirigido por un antiguo miembro del KGB, Igor Sergeenko.
“El significado del cambio de gobierno es mantener la situación bajo control en vísperas de unas elecciones tensas y, además, fortalecerlo. Se puede suponer que Lukashenko se deshizo de los ministros y del primer ministro, por las dudas sobre su lealtad total. En su lugar nombró nuevas personas, en cuya lealtad confía más” declaró el analista, Valery Karbalevich, en el medio bielorruso Navini.by.
Roman Golovchenko ocupó el cargo de presidente en la Autoridad Estatal para la Industria Militar, ha sido un buen administrador y ahora es el primer ministro. Ivan Tertel, es el nuevo presidente del Comité de Control del Estado y anteriormente trabajó en la sección de economía del KGB.
El nuevo ejecutivo es una apuesta por la lealtad pero también por una administración eficiente frente a un situación económica poco favorable.
Una especie de contrato social entre Lukashenko y los bielorrusos se mantuvo vigente durante más de dos décadas. La falta de libertades era tolerada por las mejoras económicas y la seguridad. Pero la respuesta tardía y poco efectiva a la pandemia causó un gran malestar social.
Las polémicas declaraciones del presidente sobre la “coronapsicosis”, las burlas sobre la pandemia y la falta de material en los hospitales, no han gustado a los ciudadanos. El gobierno llegó a bloquear una campaña de recogida de fondos para comprar material a los sanitarios.
Con el cierre de fronteras muchos emigrantes han regresado a Belarús y las expectativas laborales son poco esperanzadoras. Lukahsenko se muestra firme a la hora proteger lo que se ha creado en el país, pero con una economía cada vez más asfixiada, no puede seguir ofreciendo mejoras sociales a gran escala.
Estancamiento económico
“Podemos salvar al país y salir de esta situación solo a través de nuestra disciplina, apretando los dientes” proclamó el presidente. Convencido de que el sector económico comienza a recuperarse, Lukahsenko quiere lograr que se cumplan los objetivos de crecimiento “a un ritmo superior al promedio mundial.”.
La sustitución de las importaciones por las exportaciones –que tradicionalmente se han dirigido hacia el mercado ruso– es uno de los puntos clave para los próximos cinco años.
Pero los números no sostienen la visión económica de Lukshenko: el Banco Mundial prevé que el PIB bielorruso bajará un 4% durante este año, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, un 5%, y el Fondo Monetario Internacional, un 6%.
En el informe publicado el pasado 8 de abril por el Banco Mundial, se aborda el impacto que la crisis económica derivada de la pandemia puede tener en el país. “La desaceleración económica mundial causada por el coronavirus reducirá la demanda de exportaciones bielorrusas a la Unión Europea, Rusia y otros mercados” sostiene el documento.
Además, la caída de los precios del petróleo “reducirá drásticamente los ingresos del comercio exterior” aunque Rusia reanudase por completo el suministro de crudo. Las perspectivas del crecimiento económico “seguirán siendo débiles incluso con la reanudación de la actividad económica mundial y el aumento de los precios del petróleo”, afirman los expertos de la institución internacional.
La pérdida de empleo este año será una de las principales consecuencias de la crisis. Muchos sectores de la población sentirán la caída de su poder adquisitivo. El salario mínimo en Belarús es de 375 rublos bielorrusos (140 euros).
Uno de los principales problemas del sector económico nacional es la poca productividad de sus empresas. Muchas de ellas son de propiedad estatal o con una alta participación del Estado. Algunas se han podido mantener gracias a las subvenciones a pesar de su ineficiencia.
En el pequeño sector empresarial privado se generaron, en 2019, más de 35.000 nuevos contratos, mientras que las grandes empresas crearon más de 600.000 nuevos puesto de trabajo pero un total de 736.100 personas fueron despedidas. Las ayudas del gobierno durante la crisis sanitaria no han tenido mucho efecto en las pequeñas empresas y se destinaron sobre todo a las grandes compañías. Hace escasos días, Lukashenko prometió ayudar a las pequeñas empresas que trabajan “honestamente” para el país.
La pandemia ha acentuado la mala situación económica que arrastra el país desde hace una década. Por este motivo, el gobierno bielorruso está en plena negociación para conseguir financiación de varios organismos internacionales. Minsk solicita 900 millones de dólares al FMI, 300 millones al Banco Mundial y 300 millones al Banco Europeo de Inversiones, según la agencia BelaPAN.
Bruselas condiciona su ayuda al establecimiento de mediadas más estrictas para contener el coronavirus y también el FMI ha exigido al presidente decretar una cuarenta. Pero Lukahsenko dijo: “no bailaremos al son de nadie”. Por ahora, no se han establecido nuevas medidas para frenar los contagios.
Belarús tiene unas reservas de oro y divisas valoradas en 7.8 mil millones de dólares; durante los tres primeros se meses del año han disminuido un 17%. El dinero se destinó a pagar la deuda pública y al refuerzo de la moneda. El Estado se está quedando sin recursos económicos para sostener y mejorar los principales servicios sociales, lo que significa que Lukshenko no tienen margen suficiente para poder satisfacer a los ciudadanos como ocurría antes.
El contrato social parece quebrarse y la subida de la pensiones anunciada por el gobierno, así como la construcción de viviendas de alquiler a bajo precio para maestros y médicos, no van a contentar a toda la sociedad.
Rusia y Occidente
Dos cuestiones fundamentales fueron las responsables de la tensión durante las últimas negociaciones entre Rusia y Belarús en el marco de Estado de la Unión. El precio del gas y del petróleo ruso y la compensación por la maniobra fiscal son los principales puntos de discordia. Tras la falta de acuerdo, Lukashenko comenzó a buscar apoyo en Occidente para diversificar su economía y adquirir suministros energéticos alternativos a los rusos. Por primera vez compró petróleo a Arabia Saudita y tras las visita del Secretario de Estado, Mike Pompeo, un cargamento de crudo estadounidense llegó al país. A pesar de la buena y reciente sintonía comercial con EE UU, esto no ha evitado que la Casa Blanca extienda las sanciones contra Lukashenko. Durante la última visita del presidente húngaro Viktor Orban, a Minsk, el mandatario bielorruso también mostró su interés en formar parte de la Asociación Oriental impulsada por la UE.
Alexander Lukashenko mira a Occidente cuando tiene problemas con Rusia, en Moscú debe estar acostumbrados a ello. Pero el presidente bielorruso es consciente de que su aliado es Moscú y así lo ha manifestado en muchas ocasiones. A pesar de los habituales exabruptos de Lukashenko contra la vecina Rusia ,el embajador bielorruso en Moscú manifestó su intención de volver a la mesa de negociaciones. Hace pocos días, Serguei Lavrov, el ministro de exteriores ruso, firmó un acuerdo de reconocimiento mutuo de visas con su homólogo bielorruso.
Después de la detención de posibles candidato, hubo declaraciones condenatorias desde la Unión Europea, Reino Unido y Estados Unidos. Si Lukashenko continua tensando los acontecimientos y reprimiendo las protestas, muy difícilmente recibirá la ayuda financiera que tanto necesita y podría verse obligado a aceptar las condiciones rusas en las próximas negociaciones.
El proceso electoral ha sido definido como imprevisible por primera vez desde que Lukashenko ocupa el cargo. El nivel de confianza hacia el presidente, en Minsk, era del 24% en abril según el Instituto de Sociología de Belarús. Teniendo en cuenta la tendencia general en el resto de estados, es muy probable que ese nivel de confianza haya bajado a consecuencia de la gestión de la crisis sanitaria y las detenciones de los opositores.
Las encuestas en Belarús solo pueden ser realizadas los organismos acreditados y no hay datos públicos sobre la intención de voto. Algunos portales hicieron encuestas a través de internet, pero los resultados son poco fiables por la metodología empleada. Aun así, la actividad durante la recolección de firmas y la afluencia a las protestas, muestran que Lukashenko puede haber perdido apoyos en diferentes sectores sociales, lo que no significa que vaya a dejar la presidencia
El 20 por ciento de los bielorrusos son campesinos, este es el estrato social del que proviene el presidente y el más cercano a él. La gran mayoría de los jubilados también se identifica con Lukashenko. Hay que tener en cuenta, además, el alto número de funcionarios que hay en el país, incluidas sus familias. Es posible que algunos trabajadores públicos teman perder sus trabajos si otro candidato llega al poder.
A falta de poco más de un mes para la celebración de las elecciones pueden surgir más protestas. Sobre todo cuando el CEC designe a los candidatos. En este momento solo uno de los siete aspirantes que consiguieron las firmas tiene asegurado su puesto en la carrera electoral.
Quien ocupe la presidencia va a tener que enfrentarse a un serio problema económico que si no es bien gestionado, puede dinamitar el paciente ánimo de la sociedad bielorrusa.
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