
Escrito por Alejandro López.
La Guerra de Yemen es, sin duda, uno de los conflictos más relevantes de la época contemporánea a pesar de su olvido mediático, uno de los mejores medidores de tensión en Oriente Medio, un eje de la política internacional regional y uno de los asuntos tan escabrosos como silenciados que se pueden estudiar hoy en día. El pueblo yemení no ha terminado de consolidar un Estado, unificado entre la diversidad nacional pero sin consideración de la realidad territorial.
Un desastre humanitario sobrevenido que explicaremos detalladamente. La guerra no ha hecho sino actuar de sinergia con la pobreza. Las consecuencias son patentes: epidemias, falta de infraestructuras, hambruna… Este 2020 al hambre hay que sumar la devastadora plaga de langostas del desierto, que está actuando especialmente en Maarib, Hadramout, Mahra y Abyan. Pero la Guerra de Yemen es mucho más.
La convulsa historia del Gran Yemen
Yemen: del Imperio otomano a la Guerra Fría
El Imperio otomano fue una potencia en Oriente Medio y el Norte de África desde el siglo XIV hasta su derrota en la I Guerra Mundial en el siglo XX. Los conflictos con las tribus zaidís del noroeste del actual Yemen se sucedieron desde entrado el siglo XVI hasta la firma del Tratado de Daan, en 1911, otorgando al imanato zaidí autonomía sobre los territorios que controlaban, pero dentro del Imperio otomano. A la caída del Imperio otomano, la región conformó el Reino de Yemen, controlado por los zaidís, hasta que una revolución apoyada por el Egipto nasserista hizo surgir la República Árabe de Yemen en 1962, bajo los principios del panarabismo moderado. El Estado árabe, con capital en Saná, vivió en guerra civil contra los elementos monárquicos hasta 1990 bajo el liderazgo de Ali Abdullah Saleh, un personaje que será relevante en las dos guerras civiles de Yemen. Estos sectores monárquicos contaban con el apoyo de Arabia Saudí y Jordania. En el sur y la zona oriental, por el contrario, existía un dominio británico: el Protectorado de Adén. El norte confrontaba con el sur desde la época del Reino de Yemen, buscando arrebatar Adén a los británicos. Tras la retirada inglesa y posteriores conflictos por el control del territorio, acabó conformándose la República Popular Democrática de Yemen, el primer país socialista del mundo árabe, con capital en Adén. La historia de Yemen del Sur fue la del socialismo: alfabetización, lucha contra la pobreza, inclusión de la mujer y lucha contra el tribalismo. Pero, asimismo, era un país muy pobre y se agravó ya que tuvo que soportar bloqueos e intervenciones extranjeras.

El nacimiento de la República de Yemen
Hasta 1990 no tuvo lugar la unificación de Yemen bajo la que sería la República de Yemen, perfilando su frontera con la anexión al norte de parte del territorio saudí en el año 2000. Ali Abdullah Saleh llevaba siendo presidente de Yemen del Norte desde 1978 y siguió siéndolo del nuevo Yemen unificado desde 1990 hasta 2011.
Los hutíes son un grupo conformado por musulmanes chíies, siendo en torno a un tercio de los yemeníes chiíes de la rama zaidí. Toman su nombre del clérigo zaidí Hussein Badr Eddin al-Houthi, quien en 2004 protagonizó una revuelta para lograr autonomía en la región de Sadah, en el noroeste fronterizo con Arabia Saudí. Había antecedentes que arraigaron en la región, heredera del imanato zaidí en el norte. Al-Houthi fue asesinado por las fuerzas de seguridad tras la captura ordenada por el gobierno de Saleh, convirtiéndose en mártir. Oficialmente conforman el grupo llamado Ansar Allah.
Por un lado, al calor de la Primavera Árabe, los grupos hutíes comenzaron a protestar decididamente contra el gobierno de Saleh –ya llevaba habiendo descontento varios años- puesto que la élite islamista suní estaba marginando y empobreciendo a la población chií, así como se realizaban múltiples acusaciones contra Saleh por corrupción y tratos con los líderes tribales, que ante un gobierno tan débil eran quienes llevaban la economía de las regiones.
Por otro lado, ante el desplazamiento del poder de los líderes de Yemen del Sur, en 1994 resurgió un deseo independentista y fue duramente aplacado por el Norte. De hecho, tanto los hutíes como los herederos del Partido Socialista de Yemen del Sur perdieron completamente la influencia, el poder y la calidad de vida que pudieron tener con el imanato zaidí del norte y la República Popular Democrática de Yemen, respectivamente. Además los socialistas fueron perseguidos por el salafismo de una Al Qaeda recién instaurada en el país a su vuelta de la lucha contra el Afganistán socialista, con la connivencia del propio Saleh, que desmanteló las instituciones sureñas. Se habían sembrado los ánimos que germinarían en la II Guerra Civil Yemení.
La Primavera Árabe y el estallido de la Guerra Civil yemení
La segunda revuelta hutí
Ante las protestas de 2011, tanto desde los hutíes como desde el sur se pedía la salida de Saleh. Las movilizaciones durante la Primavera Árabe destacaron por su organización, el empleo de cintas rosas para simbolizar el apoyo a la revuelta de Túnez y la búsqueda de autonomía por los sectores marginados. La situación de protesta escaló y Saleh se vio forzado a marcharse, recayendo el poder en su vicepresidente Abdu Rabu Mansur Hadi. Sin embargo, la corrupción siguió acechando, junto a nuevos y viejos retos que ya coleaban como la irrupción de Al Qaeda de la Península Arábiga desde 2009 o el desafío sureño desde 1994.

El movimiento hutí comenzó a contar con el apoyo de algunos sectores suníes y ya controlaba la región de Sadah. Hadi aseguró en 2014 que emprendería una reforma de Yemen para conformar un Estado federal con seis regiones reconocidas, pero no contentaba a los hutíes ya que alteraba sus fronteras históricas, sus intereses económicos y les privaba de salida al mar. Ese mismo año los hutíes lograron derrotar al islamismo suní de Al-Islah –que explicaremos más tarde- en la región vecina a la Sadah que controlaban, Amran. Sin embargo, el cambio de gobierno había sido teórico. El equipo fue continuista y parte del ejército, que seguía siendo cercano a Saleh, se aproximó a las protestas contra Hadi para reponer al presidente depuesto. Las protestas continuaron y pedían un gobierno representativo de las distintas facciones del país. El éxito militar logrado por los hutíes les impulsó en otras regiones del país y, al calor de las protestas, tomaron la capital, Saná, entre septiembre de 2014 y enero de 2015, cuando cae el Palacio Presidencial de Saná y el gobierno dimite.
El nacimiento de la Coalición Árabe
En el momento del estallido del conflicto en Yemen, Oriente Medio y el norte de África no se encontraban en la óptica del arabismo frente al islamismo, sino en una lucha liderada por Arabia Saudí contra Irán. Las monarquías del Golfo Pérsico acercaban sus posturas con Israel y Estados Unidos, olvidando la antigua óptica antisionista por la causa de Palestina. Estados Unidos en 2015, sin embargo, deseaba en parte concentrar sus esfuerzos en otras áreas de Asia oriental como Corea. Destaca el hito de la firma del Acuerdo Nuclear (JCPOA) con Irán por parte de Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, Alemania y la Unión Europea. La normalización de lazos con Irán que condujo a uno de los periodos más diplomáticos entre Occidente e Irán hizo que Arabia Saudí fuera quien tomara las riendas de la lucha sobre la influencia iraní. Los hutíes eran considerados un proxy iraní y era de imperiosa necesidad eliminar una amenaza como la conversión de la frontera sur saudí en área de influencia iraní.
El reino wahabita ha estado financiando desde el principio y sosteniendo políticamente al sector gubernamental de Hadi, inyectando cantidades milmillonarias de dólares al Banco Central de Yemen para evitar el desplome del rial yemení. Desde que Riad se posicionó a favor de la intervención en Yemen en 2015, creó y lideró una Coalición Árabe Internacional que ha protagonizado la Guerra Civil yemení. Aunque más que un conflicto puramente civil, los bandos han contado con un fuerte apoyo de grandes potencias extranjeras y potencias medias regionales. La actividad de la Coalición Árabe Internacional ha sido protagonizada por Arabia Saudí, pero también ha habido presencia humana o material en menor medida de Emiratos Árabes, Catar, Bahréin, Egipto, Kuwait, Jordania, Marruecos, Sudán, Senegal, Pakistán y otros mercenarios.

El príncipe Mohamed Bin Salman fue especialmente agresivo a la hora de bombardear Yemen, un país ya de por sí empobrecido y asolado por la corrupción y el terrorismo. Estos bombardeos lograron agudizar el efecto del empobrecimiento masivo mediante las continuas matanzas y la destrucción de infraestructuras. Uno de los puntos más estratégicos de Yemen, que da paso al Mar Rojo, es el estrecho de Bab el-Mandeb, por eso es tan importante tener a Yemen en el área de influencia como hicieron los británicos con la zona costera del sur. El bloqueo marítimo aplicado por Arabia Saudí tenía como objetivo evitar la llegada de ayuda para los hutíes desde Irán, aunque ambos han negado sus vínculos. Para Arabia Saudí, era Irán el responsable de la desestabilización, como potencia chíi regional que enviaría armamento a los rebeldes hutíes. El bloqueo impidió la llegada de alimentos y logró que millones de personas pasaran a estar en situación de inseguridad alimentaria. Pronto llegaría una de las mayores crisis por la hambruna.
Los bombardeos llamaron ligeramente la atención internacional con los lamentos de la UNESCO, ya que la comunidad internacional ignoraba deliberadamente el clima yemení por la conveniencia de mantener buenos lazos con Arabia. Los bombardeos sobre territorio hutí destacaron por la destrucción provocada en la Ciudad Vieja de Saná, ciudad milenaria del antiguo Reino de Saba y Patrimonio de la Humanidad reducida a escombros. Y aún quedaba una herida más que asestar con el sable saudí: varias epidemias infecciosas entre las que destaca la epidemia de cólera de mayor dimensión y más rápida jamás registrada. La guerra había destruido la infraestructura de alcantarillado y saneamiento, con lo que el acceso a aguas salubres se convirtió en una odisea en el desierto.

El estancamiento del conflicto
El dimitido presidente Hadi huyó a Adén tras la toma de Saná por los hutíes, declaró su continuidad como líder presidencial y, posteriormente se exilió en Arabia Saudí en marzo de 2015, cuando los hutíes llegaban a las puertas de Adén. Los hutíes y las fuerzas leales a Saleh confluyeron y se tomó el aeropuerto de Adén, lo que propició la huida de Hadi del país por vía marítima. La ofensiva se estancó tras el asalto fallido sobre Adén, que duraría hasta julio de 2015, cuando las fuerzas de Saleh y los hutíes fueron expulsados del área.
Nuevos actores: El nacimiento del STC y el colapso de la alianza del norte
En 2017 comenzaron a tener lugar una serie de cambios en la suerte de las alianzas. En el mes de abril, se produjo una declaración desde la ciudad sureña de Adén por la que se anunciaba la fundación del Consejo de Transición del Sur (STC) como capitalización de las luchas de la resistencia sureña. En ella se celebraba el éxito de las fuerzas del sur en su colaboración con la Coalición Internacional para liberar al sur de las fuerzas de Saleh y las milicias hutíes. Sin embargo, se criticaba que, a pesar de tal éxito, el sur seguía marginado del acceso a las cuotas correspondientes de poder en el gobierno de Hadi. Se acusaba directamente a la Hermandad Musulmana de jugar un gran papel en la exclusión de la resistencia sureña y al gobierno de Hadi de corrupción, mal gobierno y falta de recursos básicos en el sur. Asimismo, se declaraba contar con apoyo de Emiratos Árabes y Arabia Saudí. Sin embargo, el Consejo de Cooperación del Golfo condenó la declaración, Kuwait se ofreció como mediador entre las partes y la Liga Árabe expresó su profunda preocupación.
En diciembre de 2017 tuvo lugar otro giro en los acontecimientos. Tras el comienzo de la agresión de la Coalición Internacional contra Yemen de lado del gobierno de Hadi, el ex presidente Saleh y sus sectores más cercanos se habían unido a los hutíes para conformar un Consejo Político Supremo conjunto, desde Saná, para establecer un gobierno con aspecto más legítimo que el de Hadi. Pero en el mes de diciembre los sectores más cercanos a Saleh comenzaron a distanciarse de nuevo y, según Ansar Allah, el ex presidente Saleh negoció con la Coalición su salida de Yemen a cambio de situar a su hijo como presidente y la entrega de Saná. Los hutíes asesinaron a Saleh en su huida hacia Maarib, desde donde pretendería huir hacia los Emiratos Árabes Unidos.
La ruptura con Catar

La crisis de Catar de 2017 fue uno de los primeros momentos centrales para la disgregación de la Coalición Internacional. En este año Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Bahréin y Egipto, junto a sus aliados, rompieron los lazos diplomáticos con Catar debido a múltiples factores. Entre ellos destacaban los negocios gasísticos con Irán y la cercanía a Turquía. Precisamente Donald Trump en 2017 apoyó en Riad las consignas saudíes contra los chiíes apoyados por Irán, las milicias en Siria e Irak, el Estado Islámico y los Hermanos Musulmanes. Este apoyo pudo ser clave para que todos los aliados árabes decidieran cortar con Catar y su alianza con la Turquía dominada, precisamente, por el islamismo de la Hermandad Musulmana.
Para saber más: La nueva era de Catar tras el bloqueo.
La postura de Egipto también venía justificada por su persecución de la Hermandad, que gobernó Egipto entre 2012 y 2013 hasta el golpe de Estado contra Mohamed Mursi que aupó al actual presidente Al-Sisi. La Hermandad fue prohibida en Egipto y Mursi fue juzgado en 2017. Emiratos Árabes, por su parte, refleja su rivalidad con la Hermandad, en parte con el choque de intereses con Turquía en Libia. Pero destaca el movimiento Al-Islah, vinculado a la Hermandad y con importante presencia en Emiratos. El gobierno emiratí lleva luchando contra Al-Islah durante décadas, pero especialmente desde 2012 cuando apoyó la lucha internacional contra la Hermandad. Catar estrechó sus vínculos con Turquía e incluso con Irán a raíz de esta crisis.
Para saber más: Emiratos Árabes frente a Turquía: el origen de una rivalidad.
La ruptura con Emiratos Árabes y Sudán
El otro momento central para la ruptura de la Coalición internacional fue la ruptura de intereses con Emiratos Árabes de 2019. Arabia Saudí y Emiratos chocaron en el proceder dentro de la propia guerra de Yemen. Emiratos pretendía desde su anuncio en julio de 2019 pasar a un apoyo diplomático, saliendo de la esfera militar. Sin embargo, Hadi acusó a las fuerzas sureñas apoyadas por los Emiratos de bombardeos en Adén. En agosto de 2019 se terminó por tomar la ciudad de Adén. Arabia bombardeó Adén en respuesta y se firmó una tregua mientras se conformaba un gobierno independentista en la ciudad. Finalmente la salida emiratí del sur de Yemen se produjo mediante una reunión en la ciudad saudí de Jeddah en octubre de 2019, que cristalizó en el posterior Acuerdo de Riad. Las fuerzas apoyadas por Emiratos Árabes en lo que se conocía como Cinturón de Seguridad -en el sur- y la Coalición Internacional firmaron un acuerdo de paz para que Emiratos pudiera retirar sus tropas de Yemen, quedando el sur bajo control de Arabia Saudí, a la que seguiría ofreciendo apoyo diplomático.
Sudán también comenzó a retirar sus tropas de Yemen, pasando de unas 15.000 tropas repartidos entre el sector emiratí en Adén y el saudí en la frontera con norte de Yemen, hasta menos de 5.000. Durante 2020 pasaría a una presencia de unos 600 efectivos sudaneses en tierra.
Para saber más: Los Emiratos Árabes Unidos retiran tropas de Yemen. ¿Comienza una nueva fase de la guerra?
La guerra llega a Arabia Saudí
El conflicto avanzó de una defensa de posiciones hacia una ofensiva, continuando la dirección del foco sobre la matriz real del enemigo: Arabia Saudí. A pesar de los golpes recibidos, los hutíes volvieron a demostrar su sorprendente poderío al lograr no solo resistir la inferioridad técnica frente a tantas y tantas potencias sino su capacidad de respuesta. Los hutíes han lanzado en numerosas ocasiones ataques contra Arabia Saudí. En varias de ellas se alcanzaron objetivos de importancia media en el sur de Arabia, pero que demostraban simbólicamente la capacidad de los hutíes. Sin embargo, en 2017 se produjo la explosión de un misil balístico directamente contra la capital vecina, Riad. El corazón de un reino acostumbrado a intervenir a su antojo en países como Siria mediante milicias rebeldes es atacado por unos rebeldes cercanos a Irán. El golpe simbólico contra Arabia Saudí es demoledor. También en 2017 se lanzó un misil contra la central nuclear de Al-Barakah, en construcción en Abu Dabi, Emiratos Árabes.
El gobierno de Hadi y Arabia Saudí se prepararon para subir el ritmo de las agresiones dada la renovada agresividad de la resistencia hutí. Se lanzó una campaña para la toma de Al-Hudayda, uno de los puertos más importantes de Yemen, bajo control hutí, en junio de 2018. Pero el puerto y la ciudad no cayeron.

Pero aún se pudo hacer más daño a los saudíes. El reino del petróleo adolecía cada golpe contra un oleoducto o una refinería de petróleo. También fue atacado el Aeropuerto Internacional de Riad. Sin embargo, el golpe más profundo llegará en septiembre de 2019. Los hutíes lanzaron ataques con drones contra instalaciones clave de la petrolera más importante del mundo, la estatal saudí Aramco. Una decena de drones atacaron la planta petrolera más grande del mundo, en Abqaiq, y la mina de extracción de crudo de Khurais. El golpe obligó a Aramco a reducir su capacidad de producción en un 50%, el equivalente a unos 5’7 millones de barriles de petróleo. El mismo Donald Trump reconoció que el incidente afectó a la economía mundial. Arabia padeció tanto aquel golpe que acusó a Irán directamente de su consecución, rescatando las tensiones entre sus aliados e Irán que continuaron incrementando hasta que en enero de 2020 hubo una crisis completa de Estados Unidos con Irán. Los ataques hutíes han seguido hasta 2020, cuando se lanzaron nuevas campañas sobre aeropuertos y otros objetivos energéticos saudíes.
Las rebeliones del STC
Ya desde principios de 2018 se agudizaron las tensiones entre el sector del STC y el gobierno de Hadi. Las Fuerzas de Resistencia del Sur (SRF), grupo armado leal al STC, declararon el Estado de Emergencia en Adén con intención de comenzar un proceso que derrocara a Hadi. En esta primera escalada de tensiones, el STC aseguraba continuar con su apoyo al gobierno reconocido en su lucha contra los hutíes, pero al mismo tiempo no toleraría la presencia de elementos cercanos a la Hermandad Musulmana –mediante su brazo político Al-Islah- y en ese contexto lucharía contra ambos elementos para recuperar la presencia política del sur. También hubo discrepancias entre los miembros del STC sobre la cercanía con sectores del antiguo gobierno del asesinado presidente Saleh, al verlo como una oportunidad o como una interferencia norteña, alternativamente. Pero las protestas continuaron tras las contiendas en Adén de agosto de 2019, para arengar al STC a luchar por un sur independiente. Los hutíes en 2019 habían asesinado a un comandante separatista en Adén al tiempo que Emiratos había salido de la Coalición pero intensificó sus fuerzas desde el STC contra hutíes e islamistas.

Como se ha mencionado anteriormente, las partes –gobierno de Hadi y STC- acercaron posiciones mediante las negociaciones que se materializaron con el Acuerdo de Riad, firmado el 5 de noviembre de 2019. De nuevo, era una oportunidad de establecer un frente unido, acabando las peleas entre sectores sureños pro-saudíes y pro-emiratíes. Se acordó la unificación de ambos bajo un gobierno único, que respondiera ante los Ministerios de Justicia e Interior del gobierno previo de Hadi y en el que la parte militar sería conjunta. Hadi celebró el acuerdo porque suponía la renovación del apoyo saudí para con su legitimidad. Arabia Saudí también lo celebró porque podía centrar las unidades de combate en todos los frentes contra los hutíes y restablecer la capital. Por su parte, los sureños debían ser integrados de manera considerada y efectiva en la toma de decisiones de la nueva entidad gubernamental, ya que sus reclamos de la independencia tenían por objetivo la mejora drástica de la calidad de vida de las poblaciones olvidadas en el sur.

Sin embargo, el STC, como conjunto de milicias independentistas y regionalistas del sur, aunque aceptaba la presencia saudí, se negó al regreso a su territorio de las tropas del gobierno de Yemen dirigido desde Riad por Hadi. Estas reticencias también tienen su explicación en el corte independentista que adolecía el sur entrenado militarmente por los Emiratos. El acuerdo habría facilitado una coalición en el gobierno yemení a partes iguales entre ambos sectores, incluso funcionarios yemeníes revelaron que Arabia quería incorporar el STC al gobierno. El sur habría recibido un peso sustancial en el gobierno de Yemen, la reivindicación histórica desde que perdieron toda la influencia política con la unificación en 1990. La situación continuó bajo una tensa calma hasta que en abril de 2020 el STC rompió con el gobierno de Hadi y los saudíes, buscando así la independencia de Yemen del Sur -reunificado con el Yemen del Norte en 1990-. Los independentistas del STC tomaron en esta segunda revuelta la ciudad de Adén, capital de Yemen del Sur, y varias regiones sureñas, incluyendo partes de Abyan y la estratégica isla de Socotra, enfrentándose a las fuerzas del gobierno de Hadi.

Con la llegada del coronavirus, el STC había terminado de tomar la decisión de su ruptura ante la falta de compromiso de conformar un gobierno mixto. Arabia Saudí se abría a un gobierno más representativo de Yemen, lo cual alentaba un alto el fuego con los hutíes. Pero ante la falta de unidad con el STC y su beligerancia con los hutíes, la guerra continuó ya que no existía compromiso de Hadi con el STC ni del STC para un alto el fuego con los hutíes, que continúan su acercamiento a la ciudad de Maarib. Llegado el mes de julio de 2020, los separatistas de Yemen del Sur acordaron retomar el espíritu del acuerdo de Riad con Hadi y la parte saudí, conformando un gabinete conjunto como se proponía desde 2019. Esta relajación de las tensiones suponía la enésima vuelta a la mesa de negociaciones, para centrar los esfuerzos en la lucha contra los hutíes, tras garantizar las aspiraciones sureñas de poder mediante la vía pacífica saudí-emiratí. Como muestra del retorno a Riad, las partes se daban 30 días para la conformación del gabinete y la retirada de tropas de Adén.
Para saber más: Entrevista a Ahmed bin Fareed, representante en la Unión Europea del STC de Yemen del Sur.
Implicaciones geopolíticas en la actualidad
Emiratos Árabes ha desarrollado una visión estratégica muy potente y su retirada militar de Yemen se produjo en un contexto de escalada de tensiones en el Golfo Pérsico, por lo que el repliegue podría facilitar su dominio del estrecho de Ormuz frente a Irán. Pero su mantenimiento del apoyo diplomático al STC le permite asegurarse también la presencia en el estrecho de Bab el-Mandeb por el acceso al Mar Rojo. En su competición con Turquía también se asegura la competencia con el movimiento islamista Al-Islah dentro del sector de Hadi y el establecimiento de lazos con Somalilandia frente a las costas del sur de Yemen –Somalia es aliada de Turquía-. En este contexto es donde la isla de Socotra se vuelve excepcionalmente geoestratégica y es donde se concentró la pugna con el gobierno de Hadi tras el asentamiento de Adén.
Arabia Saudí está manteniendo un perfil discreto durante el año 2020 por el gran debilitamiento de su posición. Hace tiempo que busca una salida digna de un conflicto que le ha dado más de un quebradero de cabeza, le ha valido la inversión de cantidades ingentes de dinero, le ha costado la división de sus aliados más cercanos y le ha dañado fuertemente en su corazón económico petrolero. A esto se suma la relajación de las tensiones con Irán, cuyo potencial proxy en Ansar Allah era objeto de recelo desde el reino wahabita. Pero la interrupción de su capacidad de refinado con episodios dramáticos como el de Abqaiq se suma a la debacle del petróleo desde la confrontación con Rusia de principios de 2020 que inició una guerra de precios y el posterior desplome añadido por la crisis del coronavirus. Arabia necesita sanar sus heridas y no tiene éxitos que vender de su intervención en Yemen. Hadi y su círculo cada día están más distanciados de Mohamed Bin Salman y Turquía asoma como potencial simpatizante para Al-Islah y como rival del STC pro-emiratí. Arabia Saudí, siguiendo ese perfil bajo en 2020, ha solicitado la marcha del personal que acogía en Riad y Yeddah, cortándoles la financiación. Arabia no encuentra la salida en Yemen después de todos los problemas que le ha dado ese conflicto.
Esta salida del conflicto buscada por las partes se venía contemplando desde 2019, al entreverse contactos de ambas potencias regionales por la normalización y una salida pactada. Emiratos Árabes ya había hecho declaraciones sobre los hutíes como una fuerza yemení, por lo que cabía entender que podía negociarse un pacto sobre la reconstrucción de Yemen con una división de las esferas de poder entre las distintas facciones o incluso la concesión de autonomías reales. La hemofílica Arabia Saudí directamente ha mantenido contactos con los hutíes en el vecino sultanato de Omán. La herida de Aramco nunca terminó de sangrar por su petróleo y no pudo cicatrizar.
Yemen se enfrenta a una Guerra Civil que no acabará con la salida de Arabia Saudí –si se produce-. El peso del asentamiento de Al Qaeda de la Península Arábiga es considerable en regiones centrales del heterogéneo tablero yemení, cerrando el territorio del gobierno de Hadi mediante un eje norte-sur que llega desde la frontera con Arabia hasta el Océano Índico. Ningún gobierno de Yemen del Norte o Yemen del Sur podría controlar el territorio que había consolidado antes de 1990. Esta sección de Al Qaeda es una de las consideradas como más peligrosas por su capacidad técnica, su alcance y su expansión en Yemen aprovechando los conflictos multipolares. De hecho, es esta facción la responsable de los ataques a Charlie Hebdo en París, según reivindicó en 2015. Lucha por la hegemonía salafista contra el Estado Islámico en Yemen, que también tiene presencia en el territorio.
Para saber más: Guerra civil del yihadismo en Yemen.

Los hutíes continúan avanzando hacia Maarib en el este y se encuentran en una buena posición negociadora para con el gobierno de Hadi, en el caso de que Hadi busque negociar y no encontrar una nueva potencia regional que patrocine su regreso a Yemen. Pero incluso aunque se lograra parar la guerra y negociar una solución federal o de imposición gubernamental por alguno de los bandos, queda la cuestión sureña. El STC también se encuentra en una posición ventajosa y culturalmente existen diferencias que permitirían estructurar fácilmente un Estado independiente con capital en Adén. Sin embargo vastas extensiones de desierto y la frontera con Omán están en manos de Hadi, a pesar de sus lazos tradicionales con Yemen del Sur. Una negociación o una alteración de las fronteras de 1990 se harían imprescindibles. El análisis se antoja incompleto si no se contempla la multiplicidad de escenarios internacionales donde pueda albergar intereses la parte emiratí, por lo que cabe entender la sucesión de acuerdos y rupturas gubernamentales entre los sureños pro-emiratíes y los sectores apoyados por Arabia Saudí. Especialmente relevante es la pausa que Emiratos necesite en Yemen por su contienda, crítica en mayor nivel, sobre Libia. En la coyuntura de un acuerdo con la parte saudí, la partición entre sur y norte queda prácticamente descartada, apostando por una óptica suní-chií o entre este-oeste. La disyuntiva entre la República federal o la ruptura debe ser tratada. Yemen del Norte y Yemen del Sur han funcionado de facto -mejor o peor- durante el último siglo. La cuestión será tratada, pero se hará cuando se despejen el polvo y el humo que ha levantado la guerra. Sin embargo, lo que nunca podrá aceptar la parte emiratí y pro-emiratí de la ecuación es la presencia en el debilitado sector pro-saudí del islamismo de Islah y sus vínculos con Turquía. La sombra de Libia es muy alargada.
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