Escrito por Alejandro López.
La guerra proxy
La Guerra de Yemen ha sido un conflicto con una considerable dirección externa. Los actores locales son relevantes para entender la correlación de fuerzas pero en muchas ocasiones no dirigen la estrategia. Los hutíes son la fuerza más asertiva en su dirección, tomando el poder en el sector del expresidente Saleh. Aun así se les suele considerar una fuerza proxy iraní. El sector de Hadi es completamente dependiente de Arabia Saudí y cuenta con el respaldo de la Hermandad Musulmana por la presencia del partido Islah. Por su parte, el volátil sector sureño se mueve como una extensión de los Emiratos Árabes Unidos, aunque cuenta con el apoyo de algunos sectores de la antigua guardia de Saleh.
Para saber más: Proxy War: conflictos a la sombra de potencias.
El otro participante con presencia en Yemen es el yihadismo. Al Qaeda de la Península Arábiga (AQAP) es una de las agrupaciones más importantes de la marca desde la fusión de las ramas saudí y yemení en 2009. Su capacidad técnica y su extensión por el tablero yemení ha convertido a AQAP en la franquicia central del mundo, combatida desde multitud de países como organización de la que emanaban yihadistas a otros conflictos bélicos. Tras la caída del Afganistán socialista, la llegada de grupos derivados a los muyahidines afganos, entre los que se encontrarían los talibanes, significaría la creación de Al Qaeda. De hecho, Al Qaeda siempre mantuvo un fuerte vínculo con la Península Arábiga, ya que el fundador Osama bin Laden, oriundo de Riad, proviene de una familia cuyos orígenes residen en la misma Yemen y sus vínculos empresariales eran muy cercanos a la familia real saudí. Incluso aquella relación vinculaba sus negocios no solo con los Al Saud sino con los Bush en Estados Unidos. Al Qaeda mantuvo su potencia en otros países de la región pero Yemen fue un importante centro logístico, especialmente tras la caída del Yemen socialista. El presidente Saleh pudo aprovechar las cuitas internas en el país para expulsar a los sureños del poder mientras Al Qaeda eliminaba a los socialistas, aunque posteriormente se propuso combatir a la organización yihadista junto con Estados Unidos y Emiratos Árabes, principalmente.
Esta retórica tuvo su punto de inflexión en el 11-S, cuando la relación entre Estados Unidos y Al Qaeda se truncó. Desde entonces su persecución ha propiciado disputas internas, la escisión del Estado Islámico (ISIS), con sus respectivas franquicias enfrentadas a las de Al Qaeda, la lucha por la hegemonía entre los grupos yihadistas y la financiación de múltiples y nuevos grupos yihadistas proxies desde las potencias medias, especialmente en el contexto de la Guerra de Siria y la ruptura intra-suní. En Yemen ha sido habitual ver a ambos grupos compitiendo en el mencionado marco de la lucha por la hegemonía del yihadismo mundial. En muchos países se busca la rendición o la alianza con grupos locales que ofrezcan su lealtad a una u otra marca. Estado Islámico ha llevado la delantera en muchos escenarios, destacando Irak y Siria, que dan nombre a la organización, pero mantiene estrechas alianzas en otros muchos como Nigeria, donde Boko Haram ofreció su lealtad a ISIS, o la explosión que se vive en el Sahel por el control entre JNIM (Al Qaeda) y EIGS (ISIS) de Malí o Burkina Faso. En Yemen, sin embargo, AQAP ha sido el grupo hegemónico por su posición bien asentada y la importancia resurgente del tribalismo como tejedor de alianzas. No obstante, ninguna de las dos organizaciones ha estado libre en Yemen de las mismas dinámicas proxy de las que han disfrutado en su desarrollo por el resto de regiones. Y ambos grupos han atraído miembros de países como Arabia Saudí –en su mayoría-, Egipto, Somalia, Pakistán o el Sudeste Asiático, entre otros.
Conflicto intra-yihadista en Yemen
La Guerra de Yemen se ha caracterizado en diversas fases por la liquidez de las alianzas. Saleh con Hadi, los hutíes con Saleh y sectores suníes, las fuerzas sureñas con Hadi y antiguos sectores de Saleh, Hadi con Islah, etc. Pero las relaciones se iban truncando según aparecían las desavenencias entre los titiriteros que las coordinaban desde fuera, especialmente Arabia Saudí en su relación con Irán, Catar y Emiratos Árabes Unidos.
Como se comenta, AQAP mantuvo su dominancia frente a Estado Islámico en el escenario de Yemen mientras perdía en tantos otros. ISIS no supo calar con el factor tribal de Yemen tan bien como AQAP, además de causar rechazo por su exacerbado sadismo. De modo que las escisiones desde 2014 no fructificaron y para 2017 había quedado reducido a un pequeño núcleo de la región occidental de Bayda, hoy controlada mayoritariamente por los hutíes. No había una rivalidad armada entre ellos hasta que surgió un conflicto más por las posiciones personales, materiales, y las propiedades que por diferencias ideológicas en sí. Ese mismo año, tuvieron lugar una serie de envites que pretendían acabar con la intención de reorganización del grupo. En octubre llegaron una oleada de ataques aéreos estadounidenses contra los dos principales campos de ISIS en Yemen, eliminando sus capacidades. Además, se congelaron los activos en el extranjero y se sancionó a sus líderes desde una asociación conjunta entre Estados Unidos, Arabia Saudí, Catar, Emiratos Árabes, Kuwait, Bahréin y Omán. Estos Estados firmaron un memorándum de entendimiento en 2017 dando pie a la colaboración entre los Estados Unidos y los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo en un nuevo Centro contra la Financiación del Terrorismo (TFTC). Desde el TFTC se pretendía focalizar los esfuerzos sancionadores sobre entidades como ISIS, Hezbollah y los Taliban, así como explicitar las amenazas provenientes de Irán, la Siria de Al-Assad y Yemen.
En 2017, esta serie de ataques estadounidenses también había reducido la capacidad de AQAP pero ISIS en Yemen fue reducida a la mínima expresión. Sorprendentemente, ISIS reapareció en 2018 con una metodología y una coordinación diferente a la del grupo de Bayda, lo que hacía sospechar que contaba con apoyo externo al grupo. Sus ataques se centraron en Adén y se focalizaron contra la presencia emiratí. Desde entonces, los ataques reivindicados por AQAP han sido persistentemente inferiores a los achacados desde fuera como provenientes de la organización. La lucha interna del grupo dificultaba el mantenimiento de una comunicación uniforme, así como se podía tratar de grupos aislados o ex miembros de la organización, por lo que se les asociaba la autoría. Pero aquí llega la otra clave del conflicto yihadista en Yemen: la falsa bandera. No solo es que algunos grupos pudieran coordinarse con actores externos sino que en ciertas ocasiones los ataques podían responder a los intereses de uno de los contendientes de la guerra, pero ser inculpados al yihadismo para evitar escaladas. ISIS realizó una serie de ataques en Adén pero su coordinación sugería la ayuda de algún sector norteño contra los separatistas, presumiblemente la guardia del asesinado presidente Saleh.
Además de en Adén, el rumbo en 2018 de los nuevos grupos de ISIS en Yemen fue contra la propia AQAP, diferenciados de las escaramuzas contra los hutíes en 2017 en Bayda. ISIS acusaba a AQAP de colaborar con el ejército yemení de Hadi y se enzarzaron en una hostilidad abierta entre julio de 2018 y 2019, consumiéndose ambos a mayor velocidad. Resultaba chocante para los reclutas el hecho de confrontar a grupos más cercanos ideológicamente que los hutíes, de la rama chií zaydí, por lo que ideológicamente eran enemigos religiosos naturales. De hecho, según un informe de la ONU publicado en 2020, los hutíes habrían establecido una cooperación con ISIS para favorecer su lucha con Al Qaeda en Yemen, ya que ese escenario les era favorable en Bayda. Según la ONU, los hutíes habrían ofrecido “ayuda táctica, cooperación, intercambio de prisioneros y entrega de campamentos militares bajo supervisión hutí” a ISIS, tras sucesivas derrotas de estos últimos ante AQAP. Además se asegura que AQAP estaba en esa dinámica contra ISIS ya que habría estado trasladando sus capacidades desde Marib hacia Bayda para armar a los grupos contrarios a Estado Islámico. Mientras tanto, varios grupos seguían recibiendo armamento contra los separatistas sureños en Abyan, demostrando su presencia contra la ofensiva antiyihadista lanzada por la Coalición Árabe y el Cinturón de Seguridad del que formaba parte el Consejo de Transición del Sur (STC). Uno de los ataques más significativos de 2019 fue el producido sobre Adén por los hutíes, donde mataron a un comandante pro-emiratí y otros militares sureños. Una investigación de la ONU no encontró evidencias de estas armas pero este importante conflicto fue sucedido por una inusual actividad creciente de ISIS en Adén –la práctica totalidad de sus ataques se concentraba en Bayda hasta entonces- y sirvió para agravar las tensiones entre el sector de Hadi y el STC, que proclamó su autoridad sobre el sur de Yemen en agosto de 2019.
Asimismo, se reportó en el informe la presencia de individuos procedentes de Arabia Saudí en sectores de AQAP en la región de Hadramaut. De hecho, algunos líderes tribales afirman que la Coalición Árabe financiaba a tribus cercanas a AQAP e ISIS para que posteriormente lucharan contra los hutíes y que la lucha por esa financiación pudo originar el fratricidio, al recaer en mayor medida sobre las cercanas a AQAP que a las cercanas a ISIS. Se mencionan casos donde los residentes verían camiones de armamento dirigidos desde la Marib controlada por la Coalición Árabe hacia puestos de AQAP, soliviantando las aspiraciones de ISIS e incrementando la tensión interna. Tanto es así que en 2019 se desplegaron suicidas de ISIS contra posiciones de AQAP, matando a sus comandantes. AQAP respondió atacando varias bases y se produjo una circunstancia sin precedentes tras aquel ataque: una tribu leal a Al Qaeda puso una recompensa de $20.000 por la cabeza del líder de ISIS en Yemen.
El año 2020 supuso otro cambio en las luchas del yihadismo, pasando de ocupar gran parte de sus recursos para atacarse entre sí a ocuparlos en la lucha contra otros actores. A finales de 2019 solo la mitad de las operaciones de ISIS en Yemen confrontaron a AQAP, frente a la inmensa mayoría durante el resto del año. En 2020, las operaciones de ISIS ya enfrentaban de manera casi completa a los hutíes de nuevo, aunque todos a pequeña escala y sin dejar evidencia ni mayores testimonios de los ataques. Además, en febrero de 2020, Donald Trump anunció el asesinato del líder de AQAP, Qassim Al-Raymi, en una operación de ataque sobre Yemen. La organización había perdido su posición a la vanguardia de Al Qaeda en el mundo, ya que desde el liderazgo de Al-Raymi en 2015 había perdido parte de su capacidad organizativa. Al-Raymi provenía del norte de Yemen y pudo unificar a los sectores saudíes y yemeníes pero no contaba con la conexión local de su predecesor, que provenía de la sureña región de Abyan y supo conectar con las tribus. La caída de ambos dejaba a AQAP escasa de líderes experimentados en la yihad afgana de los años 90, en una posición muy debilitada con respecto a hace un lustro, cuando experimentó un gran crecimiento al calor de la guerra civil y, cada vez más, encuentra sus designios en manos de otros actores superiores. La lucha entre ISIS y Al Qaeda en Yemen se centra en un conflicto por la hegemonía, ya a nivel local, en la región circundante de Bayda. El grupo AQAP ha quedado devastado moralmente por los ataques de las potencias extrajeras, la guerra civil entre sectores yihadistas y la psicosis interna por espionajes y deserciones múltiples potenciales. Precisamente la lucha contra ISIS representa el primer foco de la actividad de AQAP, en la región de Bayda, seguido de la lucha contra los grupos del entorno del STC en Abyan. Los hutíes ocupan un lejano tercer puesto a pesar de su identidad chií, ya que los yihadistas consideran el secesionismo como un subterfugio político de los infieles socialistas sureños.
Para saber más: La olvidada Guerra de Yemen.
La nueva debilidad de Al Qaeda
Sin embargo la perspectiva parece continuista para el conflicto intra-yihadista. Lejos queda el dominio absoluto de AQAP, favorecido por los vínculos que supieron tejer con algunos sectores tribales contra los hutíes o el propio ISIS, que no lograba reunir apenas una treintena de militantes armados en algunas escenas o que horrorizaban con su excesiva brutalidad. En 2020, parece que ISIS estaría finalmente de reorganización en Yemen, con algo menos del centenar de militantes en Bayda.
Al Qaeda tiene un nuevo líder en la Península Arábiga tras el asesinato de Qassim Al-Raymi. Se trata de Khalid Batarfi, con un perfil menos popular y quien ha visto cómo se suceden las deserciones. Este escenario junto con el retroceso desde Bayda hacia Marib y la línea del sur podrían estar favoreciendo la reorganización de ISIS en Yemen. Igualmente, no se trataría de un resurgimiento de ISIS sino un demérito comparativo de AQAP. Al Qaeda sufrió una dura deserción en 2020 de 18 combatientes hacia Estado Islámico, junto a dos grupos aislados completos que cambiaron su lealtad. Precisamente Yemen es un escenario donde se encuentra otro grupo yihadista, Ansar al-Sharia, al que Estados Unidos considera facción asociada a AQAP y no como grupo separado, a pesar de su reporte como desertado de la misma Al Qaeda en 2015 en favor de ISIS en Yemen. En agosto de 2019, Ansar al-Sharia realizó un ataque contra las posiciones sureñas en Abyan tomando una base militar y mantuvo su lealtad al líder de AQAP hasta su muerte en 2020.
Para saber más: Al Qaeda y Estado Islámico: Disputa por el territorio.
A pesar de que la retórica belicista intra-yihadista de Yemen responde a cuestiones materiales y posiciones de poder, la central de ISIS sí mantiene una competencia internacional ideológica con Al Qaeda. Destaca la visión territorial como intrínseca de la política más que instrumental, pues ISIS considera el control del territorio como pieza nuclear para la instauración del Califato. El Estado Islámico atribuye la nueva debilidad de Al Qaeda a su fijación por su contraparte yihadista en lugar de concentrar sus esfuerzos sobre Occidente. Al Qaeda habría mantenido tantos vínculos con las potencias financiadoras que quien apuesta por incrementar la lucha contra ISIS alcanza mejores posiciones y quien apuesta por la guerra santa es eliminado en las “operaciones antiterroristas” extranjeras, según se afirma desde el propio ISIS sobre el espionaje interno y la infiltración occidental y árabe de Al Qaeda. El discurso de ISIS combina algunos relatos de los desertores y una estrategia de propaganda para abanderar la lucha por la yihad islámica frente a los “pro-occidentales”. En abril de 2020 publicaron un vídeo donde pretendían evidenciar la colaboración entre AQAP y el ejército yemení del sector de Hadi mediante la confesión de varios miembros. Pero la conveniencia de aquel vídeo fue cuestionada ya que tal acusación colaboracionista entre la Coalición Árabe y Al Qaeda coincidió con la nueva ruptura del sector pro-emiratí del STC y el vídeo se canalizó por vías yihadistas no convencionales.
La actividad de ISIS se encuentra bajo mínimos y concentrada casi completamente en Bayda, pero muestra una mayor presencia mediática internacional que Al Qaeda y, sobre el terreno, parece estar ganando el pulso a su desaparición a manos de una menguante Al Qaeda de la Península Arábiga. Pero en cualquier caso ambas fuerzas se encuentran inmersas en una pelea intestina que cae ante el avance hutí de agosto de 2020, ya casi absoluto en la región de Bayda.
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