Nudo estratégico fundamental para la proyección naval de China, territorio insular a escasas 18 millas náuticas de la costa de India, luego condicionando su seguridad, Sri Lanka produce, además de té, arroz y vestuario, su propia geografía. Sumergido en un mar de deuda, sin reservas de divisas, con la inflación desbordada, Sri Lanka es, según los especialistas, una economía clásica de doble déficit. Además del fiscal, tiene el comercial; es decir, importa más de lo que exporta. También para eso sirven sus puertos, objeto de disputas entre China, India y Japón. Fue el primer país del mundo en implementar una producción agrícola totalmente orgánica. Un experimento que ha durado entre abril y noviembre de 2021, contribuyendo para el empeoramiento de la crisis. Distorsiones de las “Vistas de prosperidad y esplendor”, el título del programa electoral que llevó al poder, en 2019, el actual presidente Gotabaya, uno de los Rajapaksa, la familia que ejerce el poder en el país desde 2005.
Entre Singapur y Taiwán
Cuando hay problemas en Sri Lanka, y por problemas debe entenderse crisis políticas y económicas, protestas, toques de queda, declaraciones de estado de emergencia, atentados terroristas, lo más normal es asociarlos a un conflicto en el que intervienen terceros países. En este contexto, Sri Lanka sería el campo de batalla, no tan neutral, donde determinadas potencias regionales -o no tan regionales- probarían su poder e influencia. En términos geopolíticos, la posición de Sri Lanka es muy clara: el punto de encuentro de las trifulcas entre India y China. Esta posición condiciona la dimensión inevitable de su destino: explotar la competencia internacional, intentando mantenerse al margen de un eventual conflicto entre las principales potencias. Sri Lanka produce muy pocas cosas al margen de su geografía. Por ello, muchos analistas, en una prospección optimista, le atribuyen un futuro similar al de Singapur, es decir, un centro logístico de transporte marítimo. Otros, tomados por el poder de las analogías, lo simplifican mucho: Sri Lanka sería el Taiwán de India.
La influencia de China sobre Sri Lanka contaría con una correa de transmisión que iría más allá de la relación entre Estados: la estrecha relación con los hermanos Rajapaksa, quienes, de facto, ejercen el poder en la isla desde hace más de quince años. Mediante la concesión de líneas de crédito para la construcción de infraestructuras, Pekín ha intensificado su presencia en el país. La pieza central sería el puerto de aguas profundas construido en Hambantota, un lugar comercialmente pobre pero estratégicamente valioso para una potencia como el gigante asiático que quiere proyectar su influencia naval en el Índico. Pero Hambantota es algo más que un lugar estratégico; es la ciudad natal de Mahinda Rajapaksa, el hombre fuerte de Sri Lanka, presidente entre 2005 y 2015, bajo cuyo mandato, y con su hermano, Gotabaya Rajapaksa, actual presidente, ocupando el cargo de ministro de Defensa, las Fuerzas Armadas de Sri Lanka -no sin una amplia asistencia china- derrotaron a los Tigres de Liberación del Eelam Tamil, poniendo fin a la larga guerra civil de 26 años. Una victoria militar aplastante, marcada por acusaciones de crímenes de guerra, que aislaron internacionalmente al país, reforzando su relación con China, que pasó a ser entendida como el salvavidas de Mahinda y, consecuentemente, de la isla.
Mahinda ocupó el cargo de primer ministro hasta el pasado 9 de mayo de 2022, cuando tuvo que resignar presionado por las violentas protestas que se propagaron por todo Sri Lanka como consecuencia de la profunda crisis económica que atraviesa el país. El que fue el hombre más poderoso de la isla, con una notable popularidad entre la población mayoritaria cingalesa, tuvo que refugiarse en la base naval de Trincomalee, después de que manifestantes saqueasen su residencia oficial de Temple Trees. La causa de la actual crisis en Sri Lanka -que muchos consideran la peor desde su independencia en 1948- es tan venal como sencilla: la falta de dinero, en concreto, de divisas y un elevado endeudamiento. La mayoría de los especialistas -entre los que también se incluye el Banco Central de Sri Lanka- coinciden en la determinación del momento cronológico de su inicio: la pandemia del Convid-19. Al final, las dos principales fuentes de ingreso de Sri Lanka son su relativamente lucrativa industria turística y las remesas de los emigrantes. Con la pandemia, ambas se han visto truncadas. Pero hay razones que sitúan el origen de la crisis en circunstancias anteriores a la pandemia. Así, las causas radicarían en la mala gestión económica de los sucesivos gobiernos que permitieron que se generase y conservase aquello que en el lenguaje económico se denomina “doble déficit”, es decir, una combinación de déficit fiscal y déficit de la balanza comercial.
Doble déficit y la trampa de la deuda
En un documento de trabajo publicado en marzo de 2019, el Banco Asiático de Desarrollo (ADB, por sus siglas en inglés) identificaba a Sri Lanka como una economía clásica de doble déficit, cuyas principales características son elevados niveles de deuda, una excesiva dependencia de los flujos de capital extranjero, una depreciación constante de su moneda y altas tasas de interés. Son problemas que parecen tener una solución difícil, ya que entre 1965 y 2016 Sri Lanka firmó con el FMI 16 acuerdos para la implementación de programas de rescate. Precisamente, una de las soluciones para hacer frente a la crisis actual es un nuevo préstamo del FMI, supeditado a un inevitable programa de reformas. Lo que nos lleva a la supuesta “diplomacia de la trampa de la deuda”, como suele caracterizarse la relación de Pekín con las autoridades de Colombo.
Pese al hecho innegable de que en la última década China prestó a Sri Lanka cerca de 6,5 mil millones de dólares para la construcción de infraestructuras integradas en la Franja Económica de la Ruta de la Seda, una parte de los cuales a través del Asian Infrastructure Investment Bank, lo cierto es que China es solo el quinto principal acreedor externo de Sri Lanka. La mayor parte de su deuda externa pertenece a Bonos Soberanos Internacionales (ISBs, por sus siglas en inglés), mercados financieros, el mencionado Banco Asiático de Desarrollo y Japón. Por ello, habrá tenido mayor repercusión sobre el bloqueo del acceso de Sri Lanka a los mercados internacionales de capitales -uno de los factores que llevó a la actual escasez de reserva de divisas- el hecho de que las agencias de calificación crediticia Fitch, Moody`s y Standard & Poor’s hayan rebajado, sucesivamente, a lo largo de 2020, la calificación de Sri Lanka hasta el nivel de calidad crediticia muy pobre, con la posibilidad de algún tipo de impago, que la supuesta “trampa de la deuda” de China. Una deuda externa que asciende a alrededor de 50 mil millones de dólares y cuyo pago el Banco Central del Sri Lanka anunció que suspendía temporalmente el pasado mes de abril de 2022. Solo durante este mismo año de 2022, el Sri Lanka tiene que desembolsar casi 7 mil millones de dólares para cubrir los pagos de la deuda.
Fertilizantes, té y arroz
A principios de 2021, la economía de Sri Lanka parecía estar recuperándose de la contracción inducida por la pandemia en 2020, como destacaba el Banco Central de Sri Lanka en su informe anual referente a 2021. Pero algo sucedió el 27 de abril de ese mismo año. En un momento como el actual en el que los principales países productores agrícolas se enfrentan con dificultades para garantizar el suministro de fertilizantes debido a los espectaculares aumentos de precios, en abril de 2021, Sri Lanka decidió prohibir la importación de fertilizantes, pesticidas y herbicidas químicos y reemplazarlos por insumos y métodos orgánicos.
Con su decisión de prohibir todas las importaciones de fertilizantes inorgánicos y agroquímicos con efectos inmediatos a partir de finales de abril de 2021 -convirtiendo a Sri Lanka en el primer país del mundo en hacerlo-, los hermanos Rajapaksa empezaron a perder la base de apoyo de la población rural, clave para que su familia controlara la política de Sri Lanka en el último lustro. Si bien era una medida incluida en el programa electoral -denominado, enfáticamente, “Vistas de prosperidad y esplendor”– que condujo Gotabaya a una victoria incuestionable en las elecciones presidenciales de 2019, también es cierto que el uso de fertilizantes orgánicos en toda la agricultura de Sri Lanka era un proyecto escalonado en el tiempo, cuya implementación se haría a lo largo de diez años. Gotabaya decidió hacerlo de una sola vez, a mediados de 2021, cuando la economía de la isla daba tenues señales de recuperación, impulsada, precisamente, por un importante crecimiento de la producción agrícola. Las protestas de los agricultores fueron inevitables y masivas, alcanzando su mayor intensidad entre octubre y noviembre de 2021, meses en los que se registró un suceso que ilustra la posición contradictoria de Sri Lanka como punto de encuentro de las disputas entre India y China.
A finales de octubre de 2021, una agencia gubernamental de Sri Lanka -el National Plant Quarantine Service- rechazó un cargamento de 20.000 toneladas de fertilizantes orgánicos suministrados por la compañía china Qingdao Seawin Biotech Group, al haber detectado en una muestra la presencia de bacterias nocivas para los cultivos de zanahorias y patatas. La decisión llevó a que Seawin Biotech exigiese una compensación económica de 8 millones de dólares, a cuyo pago parcial –cerca de 6,9 millones de dólares- el gobierno de Sri Lanka accedió a principios de enero de 2022, en vísperas de la visita del ministro de Relaciones Exteriores de China a la isla. La escasez de fertilizantes orgánicos que supuso el rechazo del cargamento chino, obligó Sri Lanka a pedir ayuda a India: en la primera quincena de noviembre, en pleno auge de las protestas de los agricultores, Nueva Delhi entregó, por vía aérea, 100 toneladas de nano nitrógeno líquido para ser utilizado como fertilizante. El gobierno derogó, finalmente, su decisión inicial de prohibir la importación de fertilizantes químicos el 24 de noviembre de 2021, pero ya era demasiado tarde para que no resultasen afectadas las cosechas de té, especialmente del conocido té de Ceilán, y arroz, dos cultivos imprescindibles para la economía de Sri Lanka.
En marzo de 2022, la producción de té en Sri Lanka alcanzó un total de 22 mil toneladas, casi 7 mil toneladas menos que la producción de marzo de 2021. Entre enero y marzo de 2022, la producción acumulada de té totalizó poco más de 63.000 toneladas, registrando una disminución significativa de 11.000 toneladas en relación al mismo periodo del año anterior. Probablemente, ni toda la reducción de producción esté justificada por la sustitución repentina de fertilizantes químicos por orgánicos. Sin embargo, es mucho más que una coincidencia que entre 2020 y 2021 la producción de té haya sufrido una disminución de 21.000 toneladas. En la actualidad, se estima que tres millones de ceilandeses dependen directa e indirectamente de la industria del té, de los cuales 500.000 serían beneficiarios directos. El Sri Lanka tiene casi 22 millones de habitantes.
Además del té, otro cultivo que se ha visto afectado por la prohibición de importación de fertilizantes químicos fue el arroz. En noviembre de 2021, en pleno auge de las protestas de los agricultores, se estimó que el rendimiento anual de la cosecha de arroz -que suele cultivarse entre octubre y abril, conocida como la estación Maha – se reduciría, aproximadamente, un 40 %. Se estima que el cultivo de arroz ocupa dos millones de agricultores de Sri Lanka y, según los datos del USDA, una superficie de un millón de hectáreas. A partir de noviembre de 2021 las importaciones de arroz empezaron a aumentar significativamente, excediendo las 100.000 toneladas en diciembre de 2021. Según los pronósticos del USDA de febrero de 2022, las importaciones de arroz de Sri Lanka podrían aumentar entre 453.000 y 600.000 toneladas, los niveles más altos desde 2017, año en el que se registró una sequía severa.
En su último informe de mayo de 2022, el USDA estimaba que la producción de arroz de la temporada de 2021/2022 sería un 2,43 % inferior a la de la temporada anterior. Al margen de la repercusión real que la prohibición del uso de fertilizantes químicos tuvo sobre la producción agrícola, no es una coincidencia que las protestas de los agricultores hayan sido más intensas, precisamente, a partir de octubre de 2021, cuando empezó la estación Maha, la más importante temporada de cultivo de arroz. El 20 de mayo de 2022, Japón anunció una contribución de 1,5 millones de dólares para el Programa Mundial de Alimentos de la ONU con la finalidad de distribuir asistencia alimentaria, durante tres meses, a la población ceilandesa más necesitada. Entre los alimentos que serán distribuidos se encuentra el arroz fortificado.
El comercio marítimo mundial en la frontera entre India y China
Hub es una palabra clave para entender la posición logística de Sri Lanka en el comercio marítimo mundial. Frente al cuello de botella que supone el Estrecho de Malaca, Sri Lanka es un sacacorchos. Más que un centro, es un intercambiador. De ahí que, entre las prioridades del gobierno se encuentre la mejora de aspectos específicos de las infraestructuras portuarias, como patios de contendores, almacenes de reenvío e instalaciones de abastecimiento, desarrollando, al mismo tiempo, puertos secos -conectados a carreteras y ferrocarriles- y puertos naturales, como los de Galle, Kankasanthuraya y Trincomalee. Sri Lanka es un territorio disputado porque es imprescindible para los flujos marítimos que se mueven entre el Oriente y el Occidente: 300 barcos por día, tres puertos de aguas profundas, entre los cuales, el puerto de Colombo, el 24º puerto con más tráfico de contenedores del mundo y el más importante en el sur de Asia. Precisamente, el puerto de Colombo, ese terreno anfibio donde India y China libran una disputa de fronteras.
El 30 de septiembre de 2021, el conglomerado indio Adani Group firmó un acuerdo de 700 millones de dólares con la Autoridad Portuaria de Sri Lanka (SLPA, por sus siglas en inglés), de propiedad estatal, para construir y operar la Terminal de Contenedores Occidental del puerto de Colombo. Fue un premio de compensación para India, después de que, en febrero de 2021, el presidente Gotabaya anunciara que la Terminal de Contenedores Oriental del mismo puerto de Colombo sería propiedad exclusiva de la Autoridad Portuaria de Sri Lanka, rompiendo así lo acordado en el memorando de entendimiento celebrado en mayo de 2019 entre Sri Lanka, India y Japón. En dicho memorando se establecía la propiedad compartida de la Terminal, en la que Adani Group tendría un papel importante. La volatilidad de las decisiones fue tan trepidante que, en enero de 2021, el presidente Gotabaya anunció que el proyecto de la Terminal Oriental avanzaría según lo acordado con India y Japón en mayo de 2019; y, diez meses después, en noviembre de 2021, el mismo Gotabaya determinó que la empresa China Harbour Engineering Company -de capital estatal chino- llevaría a cabo la construcción de la Terminal Oriental del puerto de Colombo.
Entre el FMI y la ayuda humanitaria
Al mismo tiempo que Sri Lanka iniciaba negociaciones con el FMI sobre la posibilidad de la implementación de un programa de rescate, el embajador chino en Colombo anunciaba, en marzo de 2022, que China estaba considerando la posibilidad de la creación de una nueva línea de financiamiento mediante la concesión de un préstamo de mil millones de dólares y una línea de crédito de 1.500 millones de dólares destinados a la compra de bienes procedentes de China. Las negociaciones entre Sri Lanka y China fueron, aparentemente, suspendidas a finales de abril de 2022, una demostración más de la oposición de Pekín a participar en operaciones respaldadas por el FMI. Siendo uno de los principales acreedores externos, China se niega a reestructurar la deuda de Sri Lanka. La forma como Pekín concibe su ayuda a Colombo es, eufemísticamente, humanitaria. Pero a principios de mayo se anunció la posibilidad de que el Asian Infrastructure Investment Bank, la misma institución financiera que el gobierno chino viene utilizando para financiar su programa de construcción de infraestructuras en la isla, concediese 100 millones de dólares como ayuda de emergencia. Sin embargo, ha sido India el primer país en conceder ayuda inmediata a Sri Lanka, mediante una línea de crédito de 1.500 millones de dólares para la importación de bienes de primera necesidad.
Además de India y China, Japón es otra potencial fuente de asistencia financiera, ya que históricamente es uno de los principales proveedores de ayuda al desarrollo de Sri Lanka, desempeñando un papel importante en la última crisis económica de la isla, en 2016. Pero principalmente porque son japoneses quienes dirigen el Banco Asiático de Desarrollo (ADB, por sus siglas en inglés) que tenía previsto entregar a Sri Lanka, junto con el Banco Mundial, una ayuda de emergencia de 500 millones de dólares. Parece así evidente que, para hacer frente a la crisis, Sri Lanka -que, según el gobernador del Banco Central, ha entrado en una situación de “default preventivo”– solo tiene dos opciones: recurrir, una vez más, como lo ha hecho 16 veces entre 1965 y 2016, al FMI, o depender de la generosidad interesada de los poderes económicos regionales, entre los que se encuentra China y todos los demás que quieren socavar la influencia de China en el país.
Dentro de ese grupo están algunos de los integrantes de la Iniciativa de la Bahía de Bengala para la Cooperación Técnica y Económica Multisectorial (BIMSTEC, por sus siglas en inglés), que agrupa, además de Sri Lanka, Bangladesh, Myanmar, Tailandia, Nepal, Bután e India. En el ámbito de la cumbre celebrada en Colombo el pasado 29 de marzo de 2022, el ministro de Relaciones Exteriores de India enfatizó la necesidad de paz y seguridad internacionales, reivindicando la obligación de ampliar y profundizar la cooperación entre los varios países integrantes de la BIMSTEC. Tres días después, el 1 de abril de 2022, el presidente de Sri Lanka declaró el estado de emergencia en todo el país. A partir de ahí, ya se sabe lo que ocurrió. No es extrapolable a ningún otro lugar del mundo, pero hay el temor de que Sri Lanka pueda ser el primero de una ola de impagos que se extienda por países con una inflación galopante, dependientes de importaciones y, por tanto, expuestos a una crisis de suministros. Hay varios en la lista.
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