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Nancy Pelosi en Taiwán, la respuesta de China y el statu quo en el estrecho

Poco más de 19 horas. Eso es lo que duró el viaje de Nancy Pelosi a Taiwán, la visita de más alto nivel que se realiza en la isla desde 1997. Pese a la brevedad, la decisión de la presidenta de la Cámara de Representantes tendrá repercusiones en el estrecho, en Asia-Pacífico y en la relación sino-estadounidense en los próximos años. Da prácticamente igual los ejercicios militares que haya podido realizar el Ejército Popular de Liberación (EPL) estos días. Lo que importa serán las estrategias políticas, económicas y militares que China desarrolle a largo plazo como consecuencia de la “provocación” de Washigton. “Si juegas con fuego te vas a quemar. Espero que la parte estadounidense lo vea claro”, advirtió Xi Jinping durante una conversación telefónica con Joe Biden días antes de producirse la crisis.

Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, en el aeropuerto de Shongshan poco después de aterrizar. Fuente: EFE / EPA

El itinerario de Pelosi ha estado caracterizado por el secretismo, la ambigüedad y la incertidumbre hasta última hora. Tampoco ayudó el hecho de que se produjera una cierta descoordinación en la administración demócrata. Muchos sectores de la Casa Blanca, el Pentágono y las Fuerzas Armadas se oponían al viaje porque consideraban que no era conveniente abrir un nuevo frente con China en un momento en el que Washington está centrado en responder a la invasión iniciada por Rusia en Ucrania. De acuerdo con numerosas fuentes, Pelosi estaba dispuesta a interrumpir la visita si Biden se oponía de forma pública. No obstante, el presidente únicamente se limitó a manifestar que “el ejército cree que no es buena idea en este momento” con el objetivo de prevenir una mayor división interna y evitar proyectar una imagen de debilidad ante los aliados en la región Asia-Pacífico. En este contexto y pese a las amenazas de China, Pelosi acabó aterrizando en el aeropuerto internacional de Shongshan. Tres pueden ser las razones principales de la escala en la isla de Formosa. 

Primero. Responder a cuestiones electorales. La confrontación con China es un asunto cada vez más importante en la política estadounidense y los republicanos han criticado a Biden por su falta de apoyo a Taiwán. La visita de Mike Pompeo a Taipéi el pasado mes de marzo, asimismo, puso una gran presión sobre los demócratas que sentían la necesidad de responder realizando un gesto de mayor envergadura. Cabe recordar que en noviembre son elecciones de mitad de mandato y el partido gobernante está en el punto de mira: el índice de aprobación de Biden se sitúa por debajo del 30% y solo el 13% de la población cree que Estados Unidos se dirige en la dirección correcta, según una encuesta realizada por The New York Times. En resumen, se trata de demostrar a la opinión pública quién es más duro con el gigante asiático, un enemigo nacional que puede ser utilizado como chivo expiatorio de los problemas propios que atraviesa el país y el sistema internacional. 

Segundo. Existe la percepción entre la clase política estadounidense de que Estados Unidos está siendo constantemente desplazado y contestado por potencias regionales que han elaborado una política exterior más asertiva en los últimos años. Teniendo en cuenta que continúa considerándose a sí mismo como una gran potencia –fruto de una identidad nacional construida en un periodo en el que ha mantenido casi de forma ininterrumpida la hegemonía global– Washington estima que tiene la capacidad y la obligación de participar de forma activa en prácticamente todos los frentes de importancia existentes a nivel global.

Tercero. Pelosi siempre ha sido muy crítica con China. En 1991 viajó a Pekín junto con los congresistas Ben Jones y John Miller donde exhibieron una pequeña pancarta negra en apoyo a “aquellos que murieron por la democracia” durante las protestas que se organizaron dos años antes en la plaza Tiananmén. El viaje actual puede servir para consolidar su legado antes de poner punto y final a su carrera política. “Debemos apoyar a Taiwán, que es una isla de resiliencia. Sin embargo, de manera preocupante, esta democracia vibrante y robusta está bajo amenaza. La solidaridad es más importante hoy que nunca, no solo para los 23 millones de habitantes de la isla, sino también para millones de otros oprimidos por la República Popular China (…) Hacemos este viaje en un momento en que el mundo enfrenta una elección entre la autocracia y la democracia”, argumentó Pelosi en un artículo publicado por The Washigton Post.

Para ampliar: Guía para entender las operaciones aéreas de China en la ADIZ taiwanesa

China se ha visto obligado a responder para no mostrar una imagen de debilidad en un contexto marcado por la creciente rivalidad con Washigton y evitar críticas a nivel interno. Dado que el nacionalismo está muy extendido en el gigante asiático, podría ser perjudicial para la reputación del Partido Comunista de China (PCCh) no hacer frente a una “grave interferencia en los asuntos internos”. Hasta la fecha Pekín ha reaccionado con:

  • Ejercicios militares alrededor de la isla que simulaban un bloqueo aero-naval. Las zonas de exclusión marcadas por las autoridades chinas se han situado cerca de los principales puertos taiwaneses y las rutas marítimas que Taipéi necesitaría para recibir ayuda del exterior en una hipotética invasión a gran escala iniciada por China.
  • Lanzamiento de misiles hacia el estrecho y las aguas cercanas a la costa este de Taiwán. Cinco proyectiles cayeron en la zona económica exclusiva de Japón. 
  • Coerción económica contra Taiwán prohibiendo las exportaciones e importaciones de decenas de productos.
  • Suspender o cancelar la cooperación con Estados Unidos en ocho áreas, incluyendo las conversaciones entre comandantes de alto rango, la prevención del crimen transfronterizo y la lucha contra el cambio climático.
  • Sancionar a Pelosi por “socavar la soberanía y la integridad territorial”.
  • Llevar a cabo ciberataques contra entidades oficiales taiwanesas como el Ministerio de Defensa o el Ministerio de Asuntos Exteriores.
  • Cruzar más de 140 veces la línea media que separa el estrecho con aviones militares del EPL.

No obstante, China ha querido mantener un equilibrio porque no le favorece que se produzca una escalada militar con Estados Unidos a escasos meses de celebrarse el XX Congreso Nacional del PCCh. En las semanas previas al cónclave los líderes chinos –especialmente Xi Jinping dado que asumirá un tercer mandato como máximo dirigente del país– quieren que haya una relativa estabilidad a nivel externo para poder hacer frente a los enormes desafíos domésticos que atraviesa el país y gestionar las luchas de poder que se originan en el seno del Partido. Asimismo, tampoco les interesa que se produzca una alineación total entre la clase política-empresarial y la sociedad taiwanesa como consecuencia de una posible acción desmesurada. De hecho, la finalidad de la coerción económica que Pekín ejercerá contra la isla es debilitar al Partido Democrático Progresista (PDP) de Tsai Ing-wen de cara a las elecciones presidenciales de 2024 poniendo en su contra a la burguesía local –que verá sus intereses comerciales en peligro– y difundiendo la idea de que son la formación gobernante y Washington quienes han modificado el statu quo. “La comunidad internacional”, señalaba una portada del periódico People’s Daily, “puede ver claramente quién está cambiando el statu quo en el estrecho y quién está socavando las relaciones sino-estadounidenses”.

Esta es, precisamente, la percepción que el oficialismo chino quiere propagar y que, hasta cierto punto, conseguirá que sea interiorizada por numerosos países del sistema internacional, especialmente en el Sur Global. Muchas capitales consideran que el viaje de Pelosi ha sido una decisión unilateral de Estados Unidos que únicamente conseguirá provocar una mayor desestabilización en la región Asia-Pacífico al traspasar una de las líneas rojas marcadas por China. El Ministerio de Exteriores de los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, calificó la visita de Pelosi como una “provocación”. Incluso en Japón, uno de los mayores defensores de Taiwán, hay funcionarios que piensan que “no era una buena idea”.

Para ampliar: La relación sino-taiwanesa: 70 años de rivalidad

Mapa con las zonas marcadas para los ejercicios militares y los lanzamientos de misiles realizados por la Fuerza de Cohetes del EPL (PLARF) alrededor de Taiwán el pasado 4 de agosto. Fuente: CIGeography

Para ampliar: No, China no invadirá Taiwán a corto plazo

La respuesta más importante del gigante asiático será a largo plazo. La relación entre China-Taiwán y China-Estados Unidos estará marcada por el viaje de Pelosi y es previsible que Pekín modifique algunas estrategias políticas, económicas y militares como consecuencia. Es más que probable, por ejemplo, que normalice la presencia militar en la región –como ha ocurrido en el Mar Meridional o en la Línea de Control Real (LAC)–, que reaccione con mayor agresividad cuando representantes extranjeros aterricen en la isla, que ejerza una mayor coerción contra Taiwán o que intensifique los intentos de aislar diplomáticamente a Taipéi en el sistema internacional. La réplica de esta semana es solo el principio de una mentalidad mucho más asertiva que, al menos por ahora, no ha encontrado ninguna oposición sustancial. La administración Biden actúa como si no se hubiera producido ninguna escalada y denuncia que el gigante asiático está “actuando de forma exagerada” por un acontecimiento que, desde esta perspectiva, no tiene nada de anormal. Sin entrar en el debate sobre quién está en lo cierto, la realidad es que el PCCh percibe la visita como una clara injerencia en sus asuntos internos y, a diferencia de cuando se produjo la tercera crisis del estrecho en 1996, ahora tiene los recursos necesarios a su disposición para responder en base al contexto regional e internacional. Si bien la Casa Blanca lo niega, el Zhongnanhai considera que Washington ha modificado el statu quo y que por ese motivo tiene la legitimidad para establecer una nueva normalidad en el estrecho dirigida a evitar que se produzca una intensificación del apoyo a las “fuerzas separatistas”.

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