La incertidumbre se apodera de los afganos mientras los talibán prometen una “amnistía general” y un “gobierno inclusivo”
La periodista Beheshta Arghanda aparecía esta mañana en el plató de Tolo News, uno de los medios de comunicación más grandes de Afganistán, para entrevistar a Abdul Haq Hammad, miembro del gabinete de prensa de los Talibán. Durante la jornada de hoy varias mujeres se manifestaron en una calle de Kabul a favor de sus derechos bajo la atenta mirada de los militantes talibán. Las patrullas del grupo –conduciendo vehículos de la policía afgana– se han desplegado por toda la capital para “mantener el orden” y los talibán han puesto a disposición de los ciudadanos números de teléfono para denunciar los posibles desmanes de sus combatientes. Además, varios oficiales talibán asistieron a un evento religioso chiíta en el barrio de los hazara en Kabul. Sin lugar a dudas, esta última es una imagen muy poderosa. La minoría hazara ha sido una de las más atacadas por los talibán durante los últimos años.
El grupo, consciente de que el mundo está pendiente de sus acciones, ha decidido mostrar su versión “más diplomática”. Los talibán tienen amplia experiencia en esta materia, han mantenido reuniones al más alto nivel con representantes de las principales potencias y saben perfectamente cómo quieren ser vistos. La cuestión es saber si realmente hay un cambio en su visión o simplemente todo es un espejismo.
Dos días después de la histórica entrada de los talibán en Kabul y a punto de cumplirse el veinte aniversario del final de su anterior gobierno, el enigmático portavoz talibán, Zabihullah Mujahid, compareció ante la prensa para hablar sobre el futuro del país. “Estamos trabajando para formar un gobierno fuerte, islámico e inclusivo en el Emirato Islámico de Afganistán” afirmó Mujahid.
En su primera declaración oficial ante los periodistas, Mujahid explicó cuáles son sus prioridades: proteger la seguridad de las misiones diplomáticas extranjeras, garantizar que ninguna organización utilice el territorio de Afganistán contra la seguridad de otras naciones, integrarse en la comunidad internacional para mejorar la situación económica del país, acabar con la producción de droga y buscar alternativas al cultivo de la amapola con ayuda de otros países. Las nuevas “autoridades afganas” quieren traer la estabilidad y la seguridad al país, o al menos eso afirman. Los medios de comunicación podrán continuar con su trabajo, declaró Mujahid, y pide a los periodistas que sean neutrales, respeten los valores islámicos y no atenten contra la unidad nacional. Aseguran que permitirán las críticas de los medios a su gestión.
La situación de las mujeres bajo el “Emirato” también ha sido comentada por el portavoz: podrán estudiar y trabajar; “los talibán están comprometidos con los derechos de las mujeres dentro del marco de la sharia”. Estas manifestaciones contrastan con los reportes que llegan desde Kandahar o Herat, donde los talibán habrían prohibido que las mujeres acudiesen a sus puestos de trabajo. La credibilidad de estas declaraciones, sobre todo en lo referente a la situación que se vaya a imponer en el interior del país, está en duda.
Los talibán son muy conscientes del poder que tiene el discurso y la propaganda, su portavoz ha reconocido que “tienen más experiencia y una perspectiva diferente” cuando le preguntaron por las diferencias del grupo entre los años 90 y hoy en día. Sin embargo, reconoce “que la ideología y las creencias son las mismas”.
El movimiento talibán entiende las dinámicas de las redes sociales, los medios y la importancia de la comunicación. Han tratado de proyectar una imagen de sí mismos que resulte cómoda para la comunidad internacional. Los líderes del grupo en Doha han concedido entrevistas en multitud de ocasiones y responden en inglés a las preguntas de las entrevistadoras. Por lo tanto, lo que se está viendo estos dos días no debería ser tan sorprendente. La actitud de los talibán pone de manifiesto que la estrategia, en este sentido, estaba muy clara desde hacía tiempo.
Los líderes del grupo están siendo muy cuidadosos para no levantar fuertes críticas y de esta manera establecerse como un gobierno más en el mundo. Su legitimación internacional comenzó en Doha hace dos años. Estados Unidos firmó un Acuerdo con ellos al margen del gobierno afgano, esa histórica ceremonia fue retransmitida por todos los medios de comunicación. A media que Washington aportaba más datos sobre la retirada de sus tropas, la prensa internacional acudía a los representantes talibán para recoger sus declaraciones. La primera victoria de los Talibán fue pasar de ser un “grupo terrorista” al que había que combatir para convertirse en representantes afganos legítimos.
“Amnistía general” y derechos de las mujeres
La amnistía prometida no llega para todos. Sohail Pardis trabajó con el ejército de Estados Unidos como traductor durante 16 meses y fue decapitado por los Talibán el pasado mes de mayo. Pardis había confesado a sus amigos que recibía amenazas del grupo. Muchas de las personas que han colaborado con las tropas internacionales, no solo los intérpretes, temen represalias. El caos en el aeropuerto de Kabul, donde ya han muerto unas 40 personas, pone de relieve el temor de muchos afganos a perder la vida tras la llegada de los Talibán al poder. Los países occidentales preparan a marchas forzadas la evacuación de su personal diplomático y van con retraso para ayudar aquellos nacionales afganos que arriesgaron su vida por la seguridad de los extranjeros. Lo más probable es que muchos se queden atrás.
La ofensiva talibán en las zonas rurales se intensificó tras el anuncio de la retirada sin condiciones de las fuerzas de Estados Unidos el pasado 14 de abril. Muchos distritos fueron cayendo bajo control talibán y, de nuevo, lo que llegaba desde estas zonas contrasta con las proclamas actuales del grupo. En julio varias mujeres alertaban de su situación bajo las “leyes” de los talibán. “Los talibán les han dicho a las mujeres trabajadoras de Badakhshan que no pueden ir a sus oficinas bajo ninguna condición” apuntaba Arefa Navid, jefa de la oficina de la Comisión Independiente de Derechos Humanos en Badakhshan. En la provincia de Fayab, Monira de 26 años afirmaba: “Los talibán dicen que debemos ir acompañados de un escolta masculino si salimos de casa. Debemos cubrirnos”. Los medios de comunicación locales también han sido controlados por los talibán, y muchas periodistas han tenido que abandonar sus puestos de trabajo. Cada vez será más complejo saber lo que ocurre en Afganistán más allá de Kabul y las principales ciudades.
Todavía es demasiado pronto para saber si los Talibán realmente han cambiado, pero sus promesas ya han sido incumplidas en múltiples ocasiones. El grupo había asegurado que no atacarían las capitales provinciales y en solo nueve días se apoderaron de casi todas. Mientras asistían a las reuniones en Doha, Moscú, China o Pakistán y enarbolaban el discurso de su supuesto respeto hacia las conversaciones de paz, los combates para conquistar más territorio seguían su curso en Afganistán. El 5 de julio Zabihullah Mujahid anunciaba en Reuters que presentarían su plan de paz al gobierno de Kabul en el plazo de treinta días. Pero un mes y diez días después ese gobierno ya no existe. Los talibán han tomado el control de todo el país y solo queda la provincia de Panshir como posible foco de resistencia antitalibán.
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