La estrategia bélica no es un campo estático. Normalmente se tiene el concepto general de las guerras como conflictos armados directos en los que las partes en disputa se enfrentan hasta que uno logra vencer al otro e imponer su voluntad. Sin embargo, ésta no es la única modalidad de guerra existente. Si seguimos la teoría realista de las relaciones internacionales, los conflictos son inevitables dado que los estados siempre ansían mayores cuotas de poder, y sus intereses pueden colisionar de tal manera que el conflicto sea la única manera de resolverlo. Por otro lado, el derecho internacional y el equilibrio de poderes actual hacen que los conflictos directos sean más costosos y complicados de llevar a cabo. Pero existe una alternativa: las guerras por delegación. Sus inicios se remontan al siglo XIX y actualmente se ha constituido como una de las formas de conflicto preferidas por los estados.
Definición
La proxy war o Guerras por delegación son alianzas formadas por actores estatales y no estatales que poseen capacidades asimétricas y que implican el intercambio de recursos. Un estado proporciona a un grupo implicado en el conflicto armas, financiación, capital político y acceso a bases a cambio de que acepte luchar en su lugar en el conflicto. Uno de los requisitos para poder considerar un conflicto como una guerra de proxies es que debe establecer una relación duradera en el tiempo entre los estados en conflicto indirecto y los actores beligerantes.
Este tipo de conflictos se enmarcan en las llamadas “guerras no convencionales” aunque muchas veces impliquen a ejércitos convencionales. Todos los conflictos son cruentos, pero las guerras por delegación se vuelven especialmente extensas en el tiempo ya que el flujo constante de dinero, armamento y efectivos alargan la confrontación por encima de la duración que se daría habitualmente si solo interviniesen los actores locales.
En algunas ocasiones es difícil diferenciar entre una relación de proxies y una relación de alianzas. Normalmente hay una relación preexistente que lleva a que se ofrezca una intervención proxy. Sin embrago las relaciones proxies son mucho más estratégicas, volátiles y oportunistas que una relación de alianza tradicional
Teóricamente, en las guerras por delegación la potencia mayor entrega financiación y armamento pero no sus propias tropas. En la práctica, la guerra por delegación es un espectro, y en un conflicto el equilibrio entre las fuerzas de un estado patrocinador y un actor local a menudo cambia.
En conflictos actuales se ve está dinámica, ya que en varios escenarios como Siria o Ucrania se ha visto a soldados rusos o estadounidenses participando activamente en el campo de batalla, cuando teóricamente solo se encontraban allí por motivos de entrenamiento.
Soldados estadounidenses en Oriente Medio ( vía: New York Times)
Ventajas e inconvenientes de la guerra por delegación
La guerra de proxies genera grandes ventajas para estados que buscan imponerse sobre otros, pero para los que un conflicto directo sería demasiado peligroso o con un alto coste. Los actores que son utilizados para luchar en el conflicto son financiados y armados, pero una vez que termina el conflicto o los intereses cambian, pueden ser fácilmente desarmados e inutilizados.
Un punto fundamental es que las potencias no están atadas al conflicto, por lo que pueden retirarse en cualquier momento. Este comportamiento se pudo ver en el momento en que Estados Unidos decidió abandonar Siria y a los actores que estaba financiando, porque intervenir en ese conflicto no le era beneficioso estratégicamente.
Sin embargo esta estrategia de abandono de los aliados no se puede hacer de manera constante, ya que puede perjudicar futuras alianzas pues es visto como una traición.
Las guerras por delegación abaratan los conflictos en comparación con una guerra de confrontación directa, pues los gastos se reparten. El presidente Eisenhower una vez llamó a las proxy warfare “el seguro más barato del mundo”, mientras que el ex presidente paquistaní Zia-ul-Haq las consideró necesarias para “mantener la olla hirviendo” en las zonas de conflicto existentes.
Los países mantienen rivalidades en su eterna lucha por la hegemonía regional o mundial. Sin embargo resulta mucho más eficaz mantener el conflicto fuera de las fronteras nacionales y limitar al mínimo la intervención directa, ya que es muy fácil que se acabe convirtiendo en un conflicto directo.
Durante un periodo de tiempo, es posible ocultar la implicación del país en el conflicto. Por ejemplo, en el conflicto en Donbass Rusia negaba estar armando y financiando a opositores al gobierno de Kiev.
Soldado en zonas minadas de Donbass (vía: Reuters) (Autor: Ermochenko)
El Derecho Internacional y el Derecho de la Guerra dan una jurisprudencia muy vaga sobre lo que es legítimo o no en las guerras por delegación. Desde la creación de la Sociedad de Naciones en 1920 se ha tratado de evitar los conflictos directos, sin embargo no se ha legislado en la misma medida para este tipo de enfrentamientos. Los estados han encontrado un vacío legal que les da la oportunidad de tener un amplio margen de maniobra.
En el frente interno también posee importantes ventajas, ya que la opinión pública normalmente se muestra reticente a una implicación directa en un conflicto, sobre todo si se da en periodo de malestar económico. El agotamiento de la opinión pública con respecto a intervenir en guerras extranjeras, enviando una gran cantidad efectivos, se pudo ver en la sociedad estadounidense durante los años 70, conocido como “el Síndrome de Vietnam”. Existía la posibilidad de influir en la opinión pública para que aceptase futuras intervenciones directas, ya que usaron esta estrategia para cambiar la percepción de los estadounidenses hacia su intervención en la Segunda Guerra Mundial. No obstante, las sucesivas administraciones optaron por la proxy warfare para poder seguir luchando por la hegemonía mundial pero sin aumentar el Síndrome de Vietnam.
La guerra por delegación es una forma de mantener la imagen pública dentro del país y a la vez poder intervenir en el conflicto. En algunas ocasiones, la intervención en una guerra mejora la imagen de liderazgo en el aspecto interno, lo que reporta en un aumento del rédito político.
Las alianzas tradicionales tienden a hacer públicos los términos de las mismas. No obstante, en las alianzas de proxies los aspectos de la alianza son secretos, y se pueden dar casos en los que la alianza es conocida pero se desconocen los términos exactos de la misma.
La decisión sobre si hacer pública en su totalidad la alianza se puede ver influida por la política interna, dependiendo del rédito político que pueda extraerse de la misma. Por ejemplo, el propio gobierno de Assad es un gran aliado de la causa palestina y lo utiliza como propaganda en su política interna, ya que la resistencia al sionismo es vista con buenos ojos entre la población.
Sin embargo los estados han de tener en cuenta las consecuencias exteriores de su implicación en el conflicto. Es posible que se dé el caso de que esta estrategia sea bien recibida en el interior del país y al mismo tiempo su imagen exterior se vea dañada. En el caso del apoyo iraní al gobierno de Assad, ésto ha erosionado su imagen y atractivo en Medio Oriente y ha generado acusaciones de comportamiento sectario.
Una de las principales desventajas de la proxy warfare nace de la propia relación entre los bandos en conflicto y los estados que los financian. Los actores en lucha no son una maquinaria totalmente obediente, sino que tienen la capacidad de trazar sus propias estrategias: a menudo los grupos locales persiguen sus propios intereses a la vez que reciben el apoyo. Como ya se expuso, los terceros estados realizan un despliegue mínimo sobre el terreno, por lo que es muy difícil controlar totalmente lo que está haciendo un aliado proxy.
Los bandos en conflicto son conscientes de que los estados que les apoyan los necesitan, lo que puede ser utilizado como arma de presión para hacer participar a los estados financiadores en operaciones que no tenían previstas. Esto provoca que involucrarse en un conflicto de manera indirecta no sea garantía de un éxito seguro: como en el resto de estrategias de la guerra, existe un factor de azar. Se entiende que los actores locales no son meras marionetas de los estados que los financian, como algunos académicos sostienen, sino que son un ente con sus propios intereses y puede actuar de manera más independiente de lo que les gustaría a los estados que los financian.
Historia reciente y actualidad:
La proxy war, al menos en una forma primitiva, existe desde el siglo XIX. El ejército británico informaba de cómo el ejército del Zar ruso apoyaba a los cosacos para servir como fuerzas proxy o como ejército paralelo. Sin embargo, en este trabajo nos centraremos en el siglo XX. Desde 1945 la proxy warfare adquirió una mayor relevancia ya que daba comienzo la Guerra Fría. Estados Unidos y la Unión Soviética poseían armamento nuclear, por lo que una confrontación directa habría tenido consecuencias devastadoras para todo el planeta.
Las dos superpotencias eran conocedoras de esa realidad y por eso utilizaron el método de la proxy warfare para debilitar a su adversario sin pasar por un conflicto directo. Durante todo este periodo de confrontación indirecta, en la mayor parte de las guerras que se desarrollaron a lo largo del mundo las superpotencias apoyaban a uno u otro bando. La estrategia de proxy warfare daba la oportunidad de aumentar las ventajas en política exterior sin que la supervivencia del propio Estado estuviese en juego. Ésto permitía ir ganando cuotas de poder progresivamente sin que supusiese un gran daño para el país. Después de la desintegración de la Unión Soviética y el fin de la Guerra fría, las dos potencias han seguido aplicando lo que aprendieron durante ese periodo de tiempo en conflictos como Siria, Irak, Yemen, Libia, Afganistán y Ucrania.
En la actualidad, las guerras por delegación suponen una manera de conflicto limitado, ganando mucho terreno frente a las guerras convencionales de siglos atrás.
La competición por la hegemonía mundial ha resurgido, pues a Estados Unidos le ha salido un nuevo competidor con el que posee enormes vínculos de dependencia comerciales y económicos, China.
El ascenso del gigante asiático no solo ha sido rápido sino también silencioso. Anteriormente las potencias aparecían después de periodos de confrontación militar como Estados Unidos, o tras un proceso de colonización agresiva por parte de ese estado como es el caso de Gran Bretaña. Por su parte, China ha evitado una confrontación militar directa con los estados, lo que rompe con el molde preestablecido de las superpotencias.
Los países que se lanzaron a una frenética carrera por la hegemonía mundial continuaron poniendo en práctica la guerra por delegación en varios conflictos, tanto para atacar los intereses del adversario como para promover los suyos propios. Al mismo tiempo otros países, como potencias medias, han adoptado esta técnica de guerra encubierta como es el caso de Irán o Arabia Saudí.
El cambio, en las condiciones necesarias para que una guerra sea legítima y por lo tanto no sancionable por la comunidad internacional ha hecho que los conflictos directos se vuelvan menos numerosos. En cambio, los estados han encontrado un arma muy eficaz en la subcontratación de una amplia variedad de actores que permitan mermar las fuerzas del adversario.
Durante la época de la Guerra Fría el número de compañías de seguridad privada (PMC en inglés) era más reducido. Desde la caída del bloque soviético los ejércitos redujeron su número de efectivos y muchos de ellos se transfirieron al sector privado. Actualmente, Estados Unidos y Rusia son los principales ejemplos de la utilización de estas compañías que se encuentran desplegadas en los países donde éstos tienen un especial interés.
Existe una mayor aceptación socioeconómica del uso de servicios privados para mantener la seguridad, lo que les da estas compañías un amplio margen de maniobra. Los analistas de seguridad declaran que las PMC tienen capacidad para actuar “como representantes de la política exterior para los gobiernos que no pueden o no quieren desempeñar un papel directo y abierto”.
Las compañías de seguridad privada no solo cumplen la función de minimizar el riesgo para los estados sino que también proporcionan ventajas económicas adicionales, debido a que las PMC tienen costos iniciales y operativos más bajos que los despliegues militares nacionales. Además, los estados no tienen la obligación de proporcionar fondos de pensiones a los contratistas privados, cosa que sí sucede con los soldados de los ejércitos regulares.
Compañía de seguridad privada Wagner en Siria (vía: Zamal al Wasi)
Desde la época de la Guerra Fría ha tenido lugar una gran proliferación de grupos no estatales, como grupos separatistas, islamistas y yihadistas. Esto ha proporcionado a los Estados un mayor número de opciones para dañar los intereses de los rivales. Si nos remitimos al caso Sirio, Turquía daba apoyo a los grupos islamistas porque le resultaba muy beneficiosa la caída del gobierno secular de Damasco y su sustitución por un gobierno islamista.
El ciberespacio ha abierto también una ventana importante para la guerra por delegación ya que existen muchos vacíos legales en torno a los ciberataques, y la red siempre da la posibilidad del anonimato. Actualmente no es extraño que los estados contraten a equipos de hackers u otros estados con alto capital tecnológico para llevar a cabo acciones contra otros países, los cuales reciben el nombre de ciberproxies.
Esto no quiere decir que las guerras convencionales de enfrentamiento directo hayan caído en el olvido, sino que han sido modificadas para ser más encubiertas y sutiles.
Conclusión
La estrategia de guerra ha cambiado enormemente en menos de un siglo. Las guerras por delegación se han convertido en la norma, y los análisis apuntan a que la tendencia seguirá así durante un largo periodo de tiempo. Este cambio en la manera de hacer la guerra nos obliga a repensar el concepto de conflicto armado, en su desarrollo y las consecuencias que puedan tener.
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