En la mañana del 26 de julio de 2023 la guardia presidencial nigerina tomaba el control del palacio presidencial, capturando al presidente Mohamed Bazoum y dando comienzo a un golpe de Estado en Níger que sumiría al país, y posteriormente a la región, en una profunda crisis. Tras un largo día de incertidumbre, esta acción llevó a la proclamación de una nueva junta militar, el Consejo Nacional de Salvaguardia de la Patria (CNSP). Níger se une, por lo tanto, a la creciente lista de juntas militares establecidas en África Occidental en los últimos años incorporándose a las filas de Mali, Burkina Faso y Guinea Conakry.
Crisis en África Occidental: los acontecimientos
La reacción internacional no se ha hecho esperar. En los días siguientes al golpe la Unión Europea y Francia anunciaron la suspensión de diversos programas de apoyo al país africano, pero el momento clave llegaría con la cumbre extraordinaria de la Comunidad Económica del África Occidental (CEDEAO/ECOWAS), el principal bloque internacional de la región, celebrada el 30 de julio en Abuja, la capital de Nigeria. Los días anteriores a la cumbre de la CEDEAO se generó una notable expectación puesto que el presidente nigeriano, Bola Ahmed Tinubu, había declarado tan solo tres semanas antes, durante su discurso inaugural al tomar el cargo de presidente del bloque, que no toleraría más golpes de Estado en África Occidental.
Esta promesa se ha visto reflejada en las decisiones tomadas por la organización en la cumbre de Abuja donde se suspendió la membresía de Níger, se anunció un duro paquete de sanciones y se lanzó un ultimátum de una semana, que llegará a su fin el próximo 3 agosto, exigiendo que la junta militar se disuelva y devuelva el poder al presidente Bazoum o se autorizará todo tipo de medidas, incluyendo el uso de la fuerza.
La amenaza de una intervención militar en Níger ha provocado una pronta y ardua respuesta por parte de las otras juntas militares de la región. En la noche del 31 de julio, Burkina Faso y Mali anunciaron su apoyo a la CNSP, asegurando que una intervención militar en Níger sería considerada como una declaración de guerra contra sus países y que mandarán apoyo militar a Niamey en caso de que esta se lleve a cabo. Por su parte, el CNRD, la junta militar de Guinea, también emitió un comunicado respaldando a la junta nigerina, aunque sin comprometerse a dar apoyo militar, sosteniendo que una invasión de Níger supondría el fin de la CEDEAO.
Todos estos acontecimientos muestran que se está produciendo una grave escalada de tensiones en la región lo que ha llevado a que, durante la mañana del 1 de agosto, varias capitales europeas, encabezadas por París, hayan anunciado la evacuación de sus ciudadanos de Níger ante el posible de la situación. Pero, ¿por qué el golpe de estado en Níger ha provocado esta reacción y los de Burkina Faso, Mali, Guinea o Chad no?
Golpes de Estado: ¿efecto dominó?
La sucesión de golpes de Estado exitosos en el Sahel durante los últimos años, denominada por el Secretario General de Naciones Unidas como “una epidemia de golpes”, ha provocado una notable inquietud entre las autoridades de los países de África Occidental.
Las raíces de este temor podemos encontrarlas en la “teoría del efecto dominó”, una teoría surgida y popularizada durante la Guerra Fría. Esta teoría, utilizada en primera instancia para explicar la expansión del comunismo por Asia y justificar la intervención estadounidense en Indochina, afirma que los cambios de régimen político se extienden a sus países vecinos en cascada, como si fueran fichas de dominó cayendo una tras otra.
La (re)aparición en los últimos años de un “cinturón de golpes” en el Sahel, que abarca desde las orillas del Mar Rojo en Sudán hasta las del Atlántico en Guinea Conakry, provoca por lo tanto un considerable temor en los gobiernos ubicados a lo largo de la costa del Golfo de Guinea, especialmente ante la expansión de la amenaza yihadista hacia el sur puesto que la incompetencia a la hora de gestionar esta amenaza a la seguridad ha sido utilizada como argumento, entre otras cuestiones, por los militares de Mali, Burkina Faso y Níger para justificar sus golpes de estado.
A este temor se suma una creciente presión política sobre la CEDEAO, puesto que la organización ha sido arduamente criticada por la inconsistencia en su reacción a los golpes de Mali, Guinea y Burkina Faso. Esto ha provocado que, poco a poco, el bloque haya ido endureciendo el tono en su retórica contra las juntas militares durante presidencias de Ghana (2020 – 2022) y Guinea-Bissau (2022 – 2023) hasta pasar a una aparente postura de tolerancia cero con la actual presidencia de Nigeria (julio de 2023).
Este cambio de postura por parte de la CEDEAO, nos sirve a su vez para entender el por qué de las acciones de las juntas de Burkina Faso, Mali y Guinea, puesto que si se llevase a cabo una intervención exitosa contra el CNSP en Níger esto podría poner en peligro la supervivencia de todos los regímenes golpistas de la región. Pero hay otros factores que debemos tener en cuenta a la hora de analizar el por qué la región ha llegado a este punto de inflexión.
La lucha contra el yihadismo y la ola antifrancesa
La lucha contra el yihadismo se encuentra en el núcleo de la política regional de África Occidental desde hace más una década protagonizando portadas, iniciativas regionales e intervenciones extra-regionales. Por lo tanto, no resulta sorprendente encontrar que la situación actual de la lucha contra el yihadismo, crítica según cualquier parámetro, se encuentre también en el centro de la actual crisis.
Los Estados del Golfo de Guinea muestran preocupación por la incapacidad mostrada por los gobiernos sahelinos de contener la propagación de la insurgencia yihadista y existe un notable escepticismo, con cierto fundamento si nos basamos en los datos más recientes, sobre que las juntas militares sean en modo alguno más eficientes que sus contrapartes democráticas a la hora de luchar contra esta amenaza a la seguridad regional. Además, la ruptura de relaciones entre el grupo costero y el grupo sahelino de la CEDEAO dificulta enormemente cualquier tipo de nueva respuesta regional contra esta amenaza colectiva. Sin embargo, el factor más relevante que conecta la evolución de la lucha antiyihadista con la crisis actual no lo encontramos en esta disputa.
Francia ha mantenido, entre 2013 y 2022, un importante despliegue militar en África Occidental, iniciado con la Operación Serval en Malí (2013), que ha tenido como principal objetivo combatir el incremento de la insurgencia yihadista en el Sahel. Un despliegue, cuyo principal elemento fue la ya concluida Operación Barkhane, que es considerado como un rotundo fracaso y que ha llevado a París a lanzar un proceso para replantear toda su política hacia la región.
El fracaso de Francia no se hace notar solo en el incremento de la actividad yihadista en el Sahel, y su extensión hacia la costa del Golfo de Guinea, sino también en la (re)aparición y crecimiento de un importante movimiento trasnacional de rechazo a la influencia tradicional de París en la región y a la presencia de sus fuerzas armadas en África Occidental, aunque no debemos vincular este tan solo al fracaso de la intervención en el Sahel puesto que tiene raíces mucho más profundas y complejas. Este movimiento de rechazo se tradujo en primera instancia en protestas antifrancesas en Malí que se extendieron con el tiempo a otros países, como Burkina Faso o Níger. Sin embargo, estos no serían sino los primeros indicios de un fenómeno que tomaría unas dimensiones mucho más grandes al sucederse los diversos golpes de Estado en la región puesto que las nuevas juntas militares utilizarían este sentimiento antifrancés para consolidar sus bases de apoyo popular.
La junta militar de Malí entre 2022 y 2023 ha cancelado la cooperación en defensa con Francia, exigido la retirada de las tropas galas del país, expulsado al embajador francés del país y eliminado el francés como lengua oficial. La junta de Burkina Faso ha sido igualmente explícita en su rechazo a Francia replicando la mayoría de las acciones de Mali como la expulsión del embajador o de las tropas francesas en el país. Y las protestas antifrancesas en apoyo al golpe de Estado de Níger hacen sospechar que el país seguirá el camino de sus vecinos en el futuro próximo, al menos si consigue superar la actual crisis.
La evolución de esta dinámica regional pone al gobierno francés, y a la mayoría de sus socios occidentales, en una encrucijada. Cualquier potencia occidental que apoyase la intervención de la CEDEAO en Níger, estaría poniéndose en la mira del legítimo resentimiento popular con la intervención francesa y dificultaría su capacidad de maniobra en la región en el futuro próximo. Sin embargo, en caso de no actuar las posibilidades de éxito de los socios regionales disminuyen notablemente lo que también podría ahondar en el resentimiento contra Occidente.
La sombra del oportunismo ruso
A la sombra del repliegue de París en África Occidental encontramos el crecimiento de la influencia de un rival oportunista que ha visto en la ola de descontento antifrancés, a menudo fomentándolo directamente mediante campañas propagandísticas y de desinformación, una oportunidad para medrar en la región. El gobierno de Rusia, a través de sus empresas militares privadas entre las que destaca Wagner, se ha convertido en uno de los socios principales de las juntas militares de Mali y Burkina Faso que se ven necesitadas de socios internacionales que las respalden, especialmente ante las Naciones Unidas, y que echen la vista a un lado ante la violencia contra la población civil.
El crecimiento de la influencia rusa en África Occidental, sin embargo, no nace dentro de la misma, sino en otra región de la “Francáfrica” donde el resentimiento contra Francia y la desconfianza en las intenciones de París llevó a otro gobierno a buscar el apoyo de Moscú.
La historia del establecimiento de las excelentes relaciones existentes en la actualidad entre República Centroafricana y Rusia comienza con el asalto a la capital centroafricana, Bangui, por la coalición rebelde Seleka en el año 2013. Los acontecimientos posteriores, entre los que destaca el desinterés galo por restablecer el control gubernamental sobre el país y el descontento con la Operación Sargaris, llevarían a que el gobierno de Faustin-Archange Touaderá, llegado al poder en marzo de 2016, buscara el apoyo de Moscú que se materializaría en el despliegue de diversas empresas militares privadas en el país que, durante la campaña rebelde de 2020 – 2021, acabaron ayudando al gobierno centroafricano a recuperar el control de la mayor parte del territorio nacional y cimentarían la aparición de la “Rusáfrica”, la nueva esfera de influencia de Rusia, en el corazón del continente africano.
Los éxitos de Wagner contra los insurgentes en República Centroafricana servirían al grupo para promover sus servicios por todo el continente lo que llevo a que, a finales del año 2021, Wagner se desplegara en Malí entrando en el país al mismo tiempo que salían las tropas francesas. Este movimiento, sumado a las extensas campañas propagandísticas pro-Rusia en la región, ha llevado a que se produzca un cierto grado de entrelazamiento entre los movimientos antifrancés y prorruso dando lugar a manifestaciones como las ocurridas en Niamey, la capital de Níger, en apoyo a la junta militar donde además de carteles con eslóganes anti-Francia también había numerosas banderas de Rusia y reclamas llamando a la intervención rusa en el país.
Una manifestación clara del crecimiento de la influencia rusa en la región lo encontramos en las declaraciones del presidente de la junta burkinesa, Ibrahim Traoré, que durante su visita a San Petersburgo en el transcurso de la cumbre Rusia – África, celebrada en el mes de julio de 2023, declaró su apoyo a la invasión rusa de Ucrania y se refirió a Rusia como “un verdadero amigo del pueblo burkinés”. Pese a todo, resulta fundamental remarcar que Rusia no está detrás de los sucesivos golpes de Estado en la región, que se explican por las dinámicas regionales y las circunstancias internas de los distintos países, sino que es un actor oportunista que tiene una creciente influencia gracias al desarrollo de los acontecimientos sobre el terreno.
¿Cuál es el futuro de África Occidental?
La evolución de las dinámicas regionales durante la última década han llevado a la región de África Occidental a un punto de inflexión. Una intervención de la CEDEAO en Níger podría provocar una guerra regional, al haberse posicionado las juntas militares a favor de sus homólogos nigerinos, con consecuencias difíciles de predecir, pero que difícilmente serían positivas para la estabilidad regional.
Sin embargo, llegados a este punto, una retirada del ultimátum por parte de la CEDEAO podría ser fatídico para la supervivencia de la organización, y de varios de los gobiernos que la conforman, puesto que esta sería vista claramente como un organismo débil incapaz de controlar los desarrollos regionales. Los socios occidentales de la CEDEAO, principalmente Estados Unidos, la Unión Europea y Francia, se encuentran también atrapados en una encrucijada donde tanto intervenir como no hacerlo puede tener consecuencias negativas para sus intereses en la región.
Por último, pero no por ello menos importante, Rusia se posiciona como un potencial vencedor en la mayoría de los escenarios puesto que un deterioro de la posición occidental en la región jugará, por lo general, a su favor y solo la destrucción de sus redes clientelares en Mali y Burkina Faso podría ser un resultado verdaderamente en detrimento de Moscú.
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