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El estallido de Sudán hacia una guerra civil

Acción militar sobre Jartum, capital de Sudán
Acción militar sobre Jartum, capital de Sudán. Fuente: redes sociales

La crisis política de Sudán sigue sin tener visos de resolución. La mañana del 15 de abril de 2023 se consumaba un nuevo paso hacia la descomposición política. La bicefalia de la junta militar llevaba meses tratando de alcanzar un acuerdo que permitiera a Sudán avanzar hacia una transición a un gobierno civil. La primera semana de abril, este proceso fracasó y fue pospuesto mientras los paramilitares de las Fuerzas de Acción Rápida (RSF) se desplegaban por Jartum, la capital.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

La junta militar de Abdelfattah al Burham ha permanecido en el poder desde el golpe de Estado contra Omar al Bashir en 2019, perdiendo legitimidad en dos momentos muy concretos de represión contra los manifestantes que defendían la presencia civil en el poder desde entonces. Uno de los puntos de inflexión fue el segundo golpe de Estado de Burham en 2021. En este caso tras romperse la diarquía cívico-militar en la que Al Burham y su segundo, Mohamed Dagalo “Hemedti”, compartían el poder con uno de los hombres más importantes de ese periodo: Abdalla Hamdok.

Tras el autogolpe de 2021, los militares perdieron el apoyo de gran parte de la sociedad civil y las protestas se convirtieron en enfrentamientos continuos con distintos picos de actividad y muertes en 2022. Los grupos rebeldes con los que se habían acordado distintos procesos de paz tras la salida de Al Bashir en 2019 también empezaron a ver la situación de la bicefalia militar con preocupación y denunciaron la erosión de sus derechos ante el incumplimiento de los compromisos adquiridos.

Destacaron así los desencuentros en Jartum –y su ciudad hermana, Omdurmán– ya que tradicionalmente ha representado la concentración de los grandes poderes en el centro del país. Por su lado, los grupos rebeldes fueron alternativamente llegando a importantes acuerdos con el gobierno militar, destacando el Acuerdo de Juba de 2020 que llevó a algunos de los ex líderes militantes al gobierno conjunto o a la gobernación de Darfur, como fue el caso de Minni Minawi.

Hemedti y sus paramilitares habían estado vinculados directamente con las distintas masacres que tuvieron lugar en Darfur por lo que una de las grandes críticas al gobierno transicional hasta 2021 fue no haberse deshecho definitivamente, por un lado, de los lealistas a Al Bashir y, por otro, de las RSF y Hemedti. La caída de Abdalla Hamdok con el golpe de octubre de 2021 trató de ser compensada con acuerdos con su sector de apoyo para un regreso que apaciguase las protestas en noviembre pero finalmente dimitió de manera definitiva en enero de 2022.

El propio Hemedti mostró en 2023 algunos signos de arrepentimiento por la realización del golpe de Estado de octubre de 2021 –precedido por un intento previo en septiembre de 2021– ya que los intentos de reconducir el golpe de 2019 se escaparon de su control y pareció acercarse a algunos sectores civiles con la intención de acelerar la transición a un nuevo gobierno dual. Pero el gran punto de discordia, igual que ocurriese en otros procesos de paz como el de Sudán del Sur, sería la integración de las RSF en el ejército regular. Ante el naufragio a principios de abril de esta vía, Hemedti se apresuró a poner en alerta y movilizar a sus fuerzas en Jartum.

La lucha de facciones en Sudán

Desde la mañana del 15 de abril fueron reportados ataques cruzados entre los militares y los paramilitares de las RSF, con un intento de las fuerzas gubernamentales de asaltar la base de las RSF en Soba, al sureste de Jartum. Poco después llegaban los reportes de que las RSF estaban tomando distintos puntos de la capital así como infraestructuras por el país, no solo el aeropuerto clave de Jartum, sino también en Kordofán del Norte. Los primeros puntos donde las RSF lograron imponer control parcial fueron en Merowe, localidad en el norte del país con bases militares y un aeropuerto internacional, y en El Obeid, en Kordofán del Norte. Rápidamente el Servicio de Inteligencia General sudanesa (GIS) declaró “grupo rebelde o amotinado” a las RSF y se sucedieron los bombardeos del gobierno de la junta militar contra el grupo dentro de la misma capital. De hecho, las RSF declararon haber asaltado el Palacio Presidencial, pero no se pudo confirmar la toma de ningún puesto político.

El bombardeo de Jartum por parte de su propio gobierno se intensificó notablemente y la organización de las fuerzas militares destacó frente al grupo de Hemedti. La crisis abierta entre facciones militares encajaba con la pretendida reversión del curso del golpe de 2021 por parte de Hemedti para integrar a sus fuerzas en el Estado y conceder peso a socios civiles. Una de las tesis que circulaba era que un sector militar no necesariamente alineado con Al Burham había lanzado el primer ataque a las RSF en Soba y, ante la respuesta de estas tomando infraestructura clave en Merowe, el sector gubernamental organizó la campaña de ataques contra posiciones de las RSF. De hecho, la toma de aeropuertos y bases por las RSF implicó zonas que contenían aviación egipcia, especialmente tras la creciente colaboración entre los gobiernos de Sudán y Egipto desde las tensiones con Etiopía entre 2020 y 2022 cuyo punto de máxima colaboración comenzó en 2021. Sin embargo, la otra tesis era que las RSF comenzaron con el asalto a la base de Merowe ante la presencia egipcia, tomando incluso prisioneros egipcios y, en respuesta, las fuerzas militares sudanesas lanzaron los asaltos en Soba.

Ante el éxito de las fuerzas aéreas para destruir la infraestructura de las RSF en Tiba y Soba –ambas en Jartum–, los militares lanzaron un ataque sobre Merowe para recuperar su control. Tras el bombardeo del gobierno sobre el aeropuerto de su capital, en apenas una mañana emitían una comunicación declarando el retorno del control sobre todos los aeropuertos y la destrucción de grandes fuerzas de las RSF. El edificio de la televisión sudanesa también fue bombardeado por el gobierno al poco tiempo de registrarse combates entre las distintas fuerzas por su control. Asimismo, se registraron combates en las regiones de Darfur del Norte y Nilo Blanco pero el gobierno aseguró haber retomado el control general de las instalaciones de las RSF sin resistencia.

¿La caída del hombre fuerte de la junta militar?

Hemedti realizó su primera aparición pública en Al Jazeera y denunció un golpe de Estado por parte de la facción de Al Burham en el Consejo Soberano de Sudán –órgano de gobierno militar transicional– contra él: “No atacamos a nadie, y nuestra lucha fue una respuesta al asedio y asalto [contra las RSF]”. Hemedti dejó claro quién era el responsable de toda la campaña de ataques y llamó a la deserción de sectores de las fuerzas armadas para detener al presidente de Sudán, Abdelfattah al Burham, lo que dejaba fuera de juego la posibilidad de que fuera un tercer grupo de militares los que habían tomado la iniciativa de la batalla contra las RSF. De hecho, al mismo tiempo salió a la luz un vídeo de Al Burham dirigiendo personalmente la campaña de intensos bombardeos sobre Jartum y otros puntos bajo control de las RSF, demostrando que, efectivamente, la situación se había convertido en una batalla armada y directa entre los dos hombres fuertes de Sudán: el presidente del Consejo Soberano Al Burham y el vicepresidente Dagalo Hemedti.

Desde el sector de Burham se oían voces clamando por la detención de Hemedti mientras éste aseguraba haber neutralizado a los aviones que participaban en la campaña aérea, seguir controlando los aeropuertos para evitar su uso como base de lanzamiento de misiles y clamaba por continuar hasta que Al Burham fuera ajusticiado. Los ataques se reportaban incluso en torno a las residencias de los líderes. Pero Al Burham también acudió a Al Jazeera para reclamar que su bando mantenía, a pesar de lo declarado por Hemedti, el control del Palacio Presidencial, el Aeropuerto Internacional de Jartum y la sede central del ejército.

La propaganda efectista de las RSF basada en la comunicación periódica y abierta se truncó a la tarde emitiendo vídeos con horas de retraso para confirmar detalles en duda sobre su control sobre la base de Merowe. Además, los informes perdieron la cadencia temporal. Por ejemplo, el reclamo de la toma de nuevas instalaciones, como la de la capital de Darfur del Norte, El Fashir, se realizó sin imágenes probatorias. Junto a este reclamo llegó el de la toma por las RSF de la base de Jabal Awliya, desde donde el ejército estaba lanzando varios ataques sobre la capital a unos kilómetros de distancia.

Sin embargo, la credibilidad de los anuncios en torno a Darfur ganaron peso al cabo de unas pocas horas cuando Chad cerraba la frontera con Sudán y se publicaron imágenes de las RSF en zonas fronterizas, confirmando su control en más áreas de Darfur. Parecía entonces que Hemedti aún tenía mucho que decir y su entrevista en Al Jazeera había servido para despejar dudas tras el aparente éxito que los de Al Burham estaban ostentando tras la oleada de bombardeos en Jartum y el asalto al aeropuerto de Merowe.

En rojo las principales zonas de importancia política de Sudán y el Aeropuerto Internacional de Jartum. En naranja, la base de las RSF en Soba.
En rojo las principales zonas de importancia política de Sudán y el Aeropuerto Internacional de Jartum. En naranja, la base de las RSF en Soba.

La política de comunicación de ambos se movió en los términos propagandísticos habituales en un clima bélico pero resultando especialmente crítica dada la potencialidad de un avance rápido de la toma del poder en un país cuyas instituciones están fuertemente centralizadas en Jartum. De modo que en el mismo día Hemedti acudía a Sky News con el ánimo de dejar fuera de juego al ejército, al asegurar que la inmensa mayoría de las instalaciones militares estratégicas sudanesas estaban bajo control de las RSF mientras los combates en su contra los estaban dirigiendo grupos islamistas no gubernamentales.

Los objetivos de ambas estrategias de comunicación política –una vez quedaba claro que todos los reportes resultaban contradictorios y ya no solían aparecer acompañados de pruebas visuales– pasaban por controlar las posibles deserciones negándolas y asegurando que el rival se encontraba a punto de caer con el objetivo de animar a que dichas deserciones se sucedieran entre sus filas.

Sudán, cruce de caminos en África

A pesar de que ambas partes –como parte de esa pugna por el control del mismo órgano militar conjunto que se pretendía construir– habían apostado por mejorar las relaciones de Sudán tanto con Estados Unidos como con Rusia, cada actor disponía de sus propias conexiones. Desde luego el más llamativo argumento de la propaganda contra Hemedti era su cercanía con el grupo ruso Wagner para la explotación de minas de oro en Sudán.

Sin embargo, tanto Hemedti como Al Burham formaban parte de la nueva cúpula posterior al régimen de Al Bashir que trató de enmendar los lazos con Estados Unidos. Aquella coyuntura, especialmente destacada desde 2020, les movió a un acercamiento notable tanto con Emiratos Árabes como con Israel mediante la firma de los Acuerdos de Abraham. En los años posteriores, el sector civil de Hamdok arrojó un jarro de agua fría sobre las intenciones fuertemente promovidas tanto por el sector de Hemedti como el de Al Burham. El gabinete de Hamdok reconoció que se había cedido al acuerdo con Israel como paso obligado para normalizar los vínculos con Washington tras un periodo de ostracismo mundial desde la acogida de Al Bashir a Al Qaeda en Sudán y su implicación en los atentados contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania en 1998. Hamdok, frente a los militares, no tenía intenciones reales de desarrollar sus relaciones con Israel. Cabe recordar que uno de los principales problemas territoriales del país era la arabización promovida por las élites de Al Bashir por su papel en la motivación de numerosas masacres contra población no árabe y el desencadenamiento de multitud de ellas en Darfur, donde grupos como las RSF habían estado en la vanguardia hasta el Acuerdo de Juba de 2020.

De modo que la estrategia del momento pasaba por devolver a Sudán al escenario internacional y, aunque Rusia se beneficiaba del desarrollo de programas pretendidos durante el antiguo régimen como el desarrollo de una base en Port Sudán, no había la menor evidencia de la implicación de Wagner ni en el estallido ni en el desarrollo de los choques armados de abril de 2023, al menos en los compases iniciales. Hemedti era un asiduo a reuniones con perfiles rusos y había visitado Moscú varias veces.

La fuerza de Hemedti en la región también creció al calor de Rusia gracias a la guerra civil de República Centroafricana. En la frontera con Chad y en la triple frontera entre Sudán, República Centroafricana y Chad se refugiaban grupos rebeldes cruzados, en ocasiones empleados por élites de los tres países para ganar influencia en materia de seguridad y presionar a sus vecinos. Especialmente ha sido así durante los periodos bélicos previos en Sudán y la guerra de Darfur.

Con la inclusión de uno de los líderes locales, Minni Minawi, en la gobernación de Darfur con el nuevo régimen, el salto de Hemedti a Jartum fue más sencillo, pero durante la lucha por la influencia a nivel interno, y tras el asalto del sector de Al Burham a Merowe y la zona norteña, toda esta histórica influencia facilitó a las RSF ganar presencia en Darfur, el oeste y el sur del país. Tras reclamar la toma de El Fashir, la capital de Darfur del Norte, la clave residía en la zona tradicionalmente convulsa de Darfur del Sur. Apenas en un día los choques armados llegaron a su capital, Nyala, con la supuesta deserción de cuadros militares de Darfur del Sur hacia las RSF.

De hecho desde 2022 Hemedti ha incrementado sus contactos con el gobierno centroafricano de Faustin-Archange Touadéra a causa de la convulsión de grupos armados en la triple frontera. Hemedti habría tratado de impedir reclutamientos en Sudán para los grupos rebeldes centroafricanos que llevaban años luchando contra el gobierno de Touadéra. A cambio de ello grupos leales a Bangui se habrían hecho cargo de la frontera con Sudán, impidiendo la proliferación de campos de entrenamiento hostiles a Bangui y las RSF. Varios señores de la guerra sudaneses habrían estado implicados en el apoyo o el freno de los rebeldes centroafricanos en Sudán, manteniendo alto el nivel de la violencia en Darfur, especialmente notable tras cierto relevo de capacidades en la misión de la ONU en Sudán (UNITAMS).

El cierre de la frontera con Chad durante el estallido de los combates en Sudán en abril de 2023 también resulta significativo en este sentido dada la cumbre personal de Hemedti con el gobierno chadiano en 2022 buscando acuerdos transfronterizos similares a los objetivos con República Centroafricana. El control de estas porosas fronteras resulta absolutamente esencial para manejar las dinámicas de las zonas tensionadas del oeste y sur de Sudán, especialmente crítico para el sector de Hemedti.

Por otro lado, aunque todos los actores relevantes en Sudán expresaron su preocupación y llamaron a la contención de las hostilidades, Egipto y Arabia Saudí eran dos países importantes que mantuvieron un perfil no demasiado destacado durante los primeros momentos. Tanto Arabia Saudí como Emiratos Árabes querían mantener buenas relaciones con quien resultase vencedor de la pugna militar interna. Pero Egipto había desarrollado una relación estratégica con las élites sudanesas, sobre todo desde que Sudán dejó la mediación entre Egipto y Etiopía por la crisis de la Presa del Renacimiento Etíope en 2020 para unirse a las demandas egipcias. Tras unos años de ejercicios militares conjuntos Sudán-Egipto, acusaciones de injerencias cruzadas entre Etiopía y Sudán a causa de sus grupos rebeldes en Nilo Azul y Kordofán (Sudán) o Benishangul Gumuz y Tigray (Etiopía), en 2023 con el fin de la guerra en Tigray se produjo otro deshielo entre los militares sudaneses y el gobierno etíope de Abiy Ahmed a causa de la presa.

La posición de Egipto se debilitaba tímidamente pero la detención por parte de las RSF de militares egipcios en Merowe en el estallido de abril, así como la captura de sus cazas de combate en la base militar norteña, demostraba que algunos cuadros paramilitares veían como un riesgo la colaboración más estrecha entre Egipto y Al Burham, llegando a hablar de que el gobierno sudanés estaba controlado por extranjeros. La postura egipcia quedaba muy comprometida con este estallido así que, a pesar de dichos actos por parte de las RSF, El Cairo ofreció mediación en el conflicto. Hemedti declaró en Sky News que el contingente egipcio no era considerado enemigo y se rindió sin ofrecer resistencia. De igual manera actuó Sudán del Sur, país implicado en las negociaciones de paz cruzadas con Sudán desde su independencia y con un problema similar de unificación de grupos paramilitares en estructuras estatales para la consecución de su propio plan de paz.

¿Una nueva guerra civil en Sudán?

La contención parecía lejos de las posibilidades reales ya que los objetivos de ambos grupos habían pasado rápidamente a ser maximalistas: la disolución de las RSF por parte de Al Burham y la detención de Al Burham por parte de las RSF. Sin embargo, el sector de Al Burham aseguraba haber logrado imponer su control no solo sobre la importante batalla de Merowe al norte, sino también sobre Port Sudán –donde los combates fueron más intensos desde el día 16 de abril– y El Obeid, la capital de Kordofán del Norte.

Estas zonas son relevantes para el establecimiento de redes con grupos locales por la presencia de miembros de los mismos en el Consejo Soberano o en el Acuerdo de Juba como Malik Agar de la sección firmante del Movimiento de Liberación Popular de Sudán (SPLM-Norte) –especialmente en Nilo Azul–, Minni Minawi del Movimiento de Liberación de Sudán (SLM-MM) –papel mediador entre Hemedti y Al Burham en la gobernación de Darfur– y el Movimiento Igualdad y Justicia de Gebreil Ibrahim –con presencia en Darfur y Kordofán–. Aunque con los representantes del este del país se había llegado a acuerdos en el primer consejo, posteriormente estos se romperían y darían lugar a protestas y bloqueos cuya resolución quedaba aparentemente lejos para ambos sectores militares sin contar con grupos civiles.

Tanque en las cercanías del palacio presidencial de Sudán.
Tanque en las cercanías del palacio presidencial de Sudán. Fuente: anónima, redes sociales

Otros grupos rebeldes rechazaron a ambos sectores militares desde el comienzo del estallido por formar parte de la misma élite militar que socavó el primer Consejo Soberano con presencia civil, por tumbar al gobierno de Hamdok y por no entrar en sus demandas de inicio. Entre ellos destacaban Abdul Wahid al Nur desde su sección del Movimiento de Liberación de Sudán (SLM-AW) –que abandonó en 2022 las negociaciones de Juba– y Abdelaziz al Hilu desde su sección del SPLM-Norte –que en 2021 accedió a un principio de acuerdo para integrarse en los puntos de Juba, pero rechazó entrar al gobierno tras el segundo golpe de Estado–.

Pese a que estos son los dos únicos grandes grupos que no quisieron entrar en el consejo transicional, siguen siendo facciones con control territorial, –aunque Al Nur se encuentre en el exilio– y son partícipes del 60% de la violencia política que sufrió el país entre 2022 y 2023. Su rechazo a ambas facciones era patente pero el principal escollo que se encontró en sus respectivas negativas a la entrada al gobierno transicional fue la permanencia de Hemedti en la vicepresidencia así como la falta de voluntad para acudir a la raíz del problema de la violencia en Darfur, Kordofán y Nilo Azul.

Es decir, los grupos rebeldes rechazaban la continuidad de estructuras que habían formado parte de la violencia militante, especialmente en Darfur –donde habían destacado las RSF–, por lo que pedían, junto a otros líderes firmantes, la desarticulación de las mismas, la autodeterminación de zonas concretas de Kordofán, el fin de la desintegración política de Darfur o una apuesta por el respeto étnico y el secularismo tras la etapa de islamismo y arabización. Por otro lado el acercamiento retórico de Hemedti a grupos civiles las semanas anteriores al estallido de 2023 también podían responder a este propósito, especialmente implicados en Jartum y Omdurmán.

Atender a las principales críticas al proceso de paz puede allanar el camino de potenciales giros de lealtades, frentes unidos ante un enemigo común o incluso que una ruptura definitiva entre Al Burham y Hemedti pudiera facilitar la negociación de paz con actores marginados. El conflicto armado parecía inicialmente destinado a estar confinado a una pugna entre golpes de Estado en el área metropolitana de Jartum. Pero con la entrada en juego de todos los factores analizados, un alargamiento del estallido, la reorganización de ambos bandos para recalibrar sus recursos y la consolidación de territorios y estrategias al medio plazo, se abre la posibilidad de que Sudán entre definitivamente en una guerra civil por todo el territorio del país.

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