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Crisis constitucional en Somalia (II): Violencia política

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Los Presidentes de Somalia, Hassan Sheikh Mohamed (izquierda), Mohamed Abdullahi Mohamed (centro) y Sheikh Sharif (derecha) el 22 de febrero de 2017, durante la toma de posesión de Farmaajo en Mogadiscio. Fuente: UNSom.

Escrito por Alejandro López.

Vacío de poder

La amenaza opositora se confirmó el 8 de febrero, con el rechazo a la legitimidad de Farmaajo como Presidente de Somalia. El líder somalí había cumplido con su mandato, iniciado con su investidura el 22 de febrero de 2017. Tras cuatro años, la coalición de candidatos opositores anunció que ya no le reconocía como Presidente tras expirar su presidencia sin un acuerdo para reemplazarle en unas elecciones. Pero al mismo tiempo, el grupo de opositores se había negado a la pretensión de aprobar una extensión en el mandato de Farmaajo. La decisión habría llegado tras una reunión en Mogadiscio la noche anterior entre los principales candidatos opositores: Sheikh Sharif –líder del Consejo de Candidatos Presidenciales y ex Presidente durante el régimen de los Tribunales Islámicos-, Hassan Sheikh Mohamed –ex Presidente durante el régimen de la República Federal actual y antecesor de Farmaajo-, Abdirahman Abdishakur –líder del Partido Wadajir- y Hassan Kheire –ex Primer Ministro con el mismo Farmaajo-. Según Radio Dalsan, los líderes opositores habrían pretendido situar al Presidente del Parlamento como Presidente federal interino.

El mismo día, tras eliminar el reconocimiento del Presidente, el Consejo de Candidatos Presidenciales llamó a la creación de un Consejo Nacional de Transición que pudiera gobernar transitoriamente el país hasta la celebración de unas elecciones que Farmaajo no ha logrado convenir. Para lograr la legitimidad de dicha demanda, el grupo propuso que este gobierno interino estuviera formado por los líderes regionales –algunos de los cuales se habían enfrentado al propio Presidente-, los líderes de las Cámaras parlamentarias, miembros destacados de la sociedad civil y de los propios grupos opositores.

Farmaajo podía quedar desplazado ante la disparidad de reacciones del poder local pero días antes, entre el ruido por el potencial fracaso de la cumbre de Dhusamareb, afirmó que no habría ningún vacío en el poder. Y ante la tibia respuesta internacional –más allá del siempre socorrido recurso de la acusación de injerencia contra Kenia-, Farmaajo se vio con la posibilidad de ocupar la presidencia. Por un lado, el Consejo transicional opositor-regional debía aún coordinarse para elegir un candidato interino, y él ejercía de facto el control de los pocos territorios bajo jurisdicción federal en la práctica habitual. Y por el otro lado, los detractores de Farmaajo ya avisaban desde Puntlandia, Jubalandia, las sedes parlamentarias y el Consejo de candidatos opositores, de que no tolerarían una solicitud de extensión del mandato presidencial una vez extinguido formalmente el 8 de febrero. Líderes opositores como Abdirahman Abdishakur, del Partido Wadajir, calificó de “golpe indirecto” la pretensión del Presidente de mantenerse en el poder fuera de la legalidad. Asimismo, el ex Presidente de Somalia, Sheikh Sharif, llamó a las fuerzas de seguridad a que no obedecieran las órdenes de un presidente “fuera de mandato” y advirtió al Parlamento sobre las consecuencias de aprobar una extensión del mismo. Por su parte, el Estado de Puntlandia fue el primero en dejar de reconocer a Mohamed Farmaajo como Presidente de Somalia, incrementando su choque con el gobierno federal, con el que no llegaron en su momento a un acuerdo para la organización de elecciones.

Para saber más: Tribalismo e Islam: Somalia en el laberinto.

Nueva cumbre

Sin embargo, el Presidente jugó su baza y logró mover el debate político somalí que tanto le perjudicaba. No fue necesario cruzar la línea roja de la solicitud de la extensión. La resolución que le dio el mandato de buscar la organización del proceso electoral le daba tiempo hasta alcanzar el consenso necesario, sin fechas límite pre-establecidas. Farmaajo lo tomó como un subterfugio para poder extender su mandato sin solicitarlo y, ante la esperada reacción de sus detractores, lanzó un nuevo proceso negociador. Esta vez sería el 15 de febrero en la ciudad de Garowe, Puntlandia. La iniciativa podría llegar al mismo punto muerto que los intentos anteriores, ya que Farmaajo no quería contar con la oposición en los encuentros ni con algunos miembros del Legislativo, además de que Puntlandia –la sede ofrecida- se vería desplazada a una encrucijada. La elección de Garowe no era casual: si Puntlandia se negaba a una cumbre, podría terminar de mover a los observadores internacionales, especialmente a los enviados de EEUU y la ONU, a poner a la región norteña como barrera para el acuerdo; pero si Puntlandia aceptaba, podría considerarse una aceptación de la legitimidad de Farmaajo para organizar las conversaciones como Presidente aún en el cargo.

Mohamed Abdullahi Mohamed Farmaajo, Presidente de Somalia entre 2017 y 2021. Fuente: Kalshaale.

La respuesta de Puntlandia también permite su análisis particular. El anuncio de Farmaajo se habría realizado tras una conversación que habría mantenido con el Presidente del Parlamento para evitar un vacío de poder y sin haber consultado, efectivamente, al gobierno de Puntlandia si acogería esta reunión. El gobierno de Puntlandia no solo confirmó que no se les consultó en ningún momento sino que en unas horas ya había rechazado la posibilidad de ofrecer su capital, Garowe, como sede que acogiera la cita, evitando involucrarse de manera protagonista en unas conversaciones donde se les estaba poniendo en el centro de la tormenta, ya que Farmaajo acusaba concretamente a Puntlandia y Jubalandia de no querer consensuar el proceso electoral. En el mismo momento, el gobierno de Puntlandia acogía de buen grado la propuesta de una nueva reunión para negociar, consciente de la delicada situación de Farmaajo tras el incremento de la presión con respecto a la reunión de Dhusamareb, pero proponía que se realizara en otro punto fuera de Puntlandia, como la capital somalí, Mogadiscio.

Jubalandia enseguida mostró su apoyo a la propuesta de Puntlandia sobre una reunión en Mogadiscio. Pero ambas regiones insistían en modificar el formato que fracasó en Dhusamareb, y que Farmaajo no quiso aplicar, con la inclusión de observadores internacionales y de miembros de la oposición. Algunos de ellos también solicitaban la presencia de representantes parlamentarios. El líder de la Cámara Alta también mostró su apoyo a la postura de Puntlandia. Como se ha comentado, Farmaajo no quería este formato y la invitación se circunscribía a los cinco Estados federados, el representante de Benadir –Mogadiscio-, el Presidente y el Primer Ministro. La oposición fue la siguiente en apoyar la propuesta de Puntlandia pero añadió la exigencia de que Farmaajo asistiera en calidad de candidato y no como Presidente. Parecía impensable que ambas posiciones enconadas pudieran converger en una cumbre verdaderamente satisfactoria. Si la de Dhusamareb fue un fracaso a pesar de contar solo con las regiones, en esta ocasión debía ceder Farmaajo o podría encontrarse una cumbre donde ni siquiera asistieran regiones como Puntlandia y Jubalandia.

Ante la presión internacional, parecía que finalmente Farmaajo habría cedido y aceptado la convocatoria en Mogadiscio, lo que evidenciaría la imposibilidad para gobernar contra el resto de actores políticos somalíes si se lo propusiera. Esta información fue publicada por el ex Ministro de Seguridad del antecesor de Farmaajo, el ex Presidente Hassan Sheikh Mohamed. Pero no fue así. Parece que no había gran interés dado que ni siquiera había acuerdo en la localización del encuentro para conversar. En cualquier caso, la cita seguía poniendo presión sobre las regiones que competían con él por el discurso político ya que supondría una revalorización de su papel como coordinador del proceso y de su efectiva situación como Presidente en el cargo. Pero aunque se hubieran pospuesto los contactos, el Ministro de Exteriores aseguró el 17 de febrero para TRT que se había alcanzado un acuerdo para desbloquear el contencioso electoral y se cerraría con las regiones en las siguientes 48 horas.

La reunión que no llega

El gobierno federal en el último momento aceptó y anunció una cumbre los días 18 y 19 en Mogadiscio, lo cual vino en consonancia con los cada vez mayores rumores de acuerdo con las regiones. El comité técnico mixto del gobierno central y los miembros federales había situado una serie de puntos como centro de las disputas a resolver. Sin embargo, la oposición seguía sin estar invitada a estos encuentros y las regiones no confirmaron ese acuerdo. No parecía que hubiera visos de producirse.

Los primeros habían convocado una manifestación que prometía ser masiva para protestar contra Farmaajo y su permanencia en el poder fuera de su mandato democrático de 4 años. El gobierno federal hizo coincidir su renovada vocación de acuerdo con una nueva norma que prohibía las reuniones públicas no esenciales, escudándose en la pandemia de COVID-19, lo cual incluía la agitada convocatoria de Mogadiscio para el viernes 19 de febrero. La oposición, lejos de amilanarse, mantuvo su llamado para la cita y acusó a Farmaajo de “estancar” el proceso de reconciliación. En la vanguardia de esta convocatoria se volvió a situar el líder opositor del Consejo de Candidatos Presidenciales, Sheikh Sharif. La oposición subió el tono con respecto al control que Farmaajo estaría ejerciendo desde la Agencia de Seguridad e Inteligencia Nacional para controlar la disidencia.

Los desmentidos de los diversos acuerdos seguirían llegando: el día 18 de febrero el Presidente de la Cámara Alta desmintió que hubiera acuerdo sobre la elección de parlamentarios por Somalilandia (46/275 en la Cámara Baja y 11/54 en la Cámara Alta), calificando la información de “noticias falsas difundidas por Farmaajo” al tiempo que desde Somalilandia se producían críticas por la pretensión de controlar dicha designación desde Mogadiscio. Esos días no trascendió el contenido de ningún acuerdo a pesar de las continuas filtraciones parciales de que, efectivamente, se había producido tal hecho.

El rally de Mogadiscio

Por su parte, los candidatos opositores Sheikh Sharif, Hassan Sheikh Mohamed, Abdelrahman Abdishakur y Hassan Kheire visitaron Mogadiscio, realizaron su propia reunión paralela y visitaron la zona de la ciudad donde había sido convocada la protesta del día 19. El mediático paseo llegó firme al monumento por el Soldado Desconocido, Daljirka Daahsoon. “Mañana será un día histórico. Esta es una manifestación pacífica”, decía el ex Presidente Sheik Sharif. Según Garowe Online, habría habido diferencias de opinión entre el Presidente Farmaajo y el Primer Ministro Roble sobre el proceder con respecto a la manifestación opositora, con Roble apostando por permitirla y garantizar su seguridad frente a la negativa de Farmaajo.

Sheikh Sharif, ex Presidente de Somalia, en Daljirka Daahsoon alentando a la protesta contra el gobierno federal el día 18 de febrero, rodeado de los otros miembros opositores. Fuente: Ilyas Ali Hassan.

La situación comenzó a descontrolarse cuando el que fuera Ministro de Defensa de Sheikh Sharif entre 2009 y 2010 durante el régimen de los tribunales islámicos, Yusuf Inda Adde, envió a sus tropas a tomar la Daljirka Daahsoon. Mientras el ex Ministro de Defensa declaraba como “ilegítimo” al gobierno de Farmaajo, éste continuaba desplegando las fuerzas armadas que controlaba sobre la capital. Unas horas después se produjo un tiroteo en la zona, por cierto, circundante de donde se alojaban los expresidentes opositores. Poco después, era uno de los colaboradores del opositor Hassan Sheikh Mohamed, el ex Ministro de Interior entre 2015 y 2017, Abdirizak Omar Mohamed, el que alertaba de que el detonante había sido un ataque militar contra el hotel donde se alojaban, produciéndose el choque con las fuerzas de seguridad de los líderes opositores. Poco después reafirmarían esta versión los propios Hassan Sheikh Mohamed y Sheikh Sharif acusando a las fuerzas del gobierno del ataque sobre el hotel donde se encontraban. El Ministerio de Información alegó que las acciones fueron en repulsa de un ataque miliciano previo como el que se ha comentado.

Parece plausible que ambas acciones fueran en la dirección de tratar de tomar Daljirka Daahsoon para asegurar o evitar, respectivamente, la posibilidad de llevar a término la manifestación del día 19 más que ningún intento de subvertir el orden por parte de Inda Adde ni de atentar contra los expresidentes.

La mañana del día 19 de febrero comenzó diferente a lo previsto: la zona monumental había sido reforzada. Un grupo de manifestantes donde se encontraba el candidato Hassan Kheire, ex Primer Ministro, se movilizó en la zona del aeropuerto de Mogadiscio. Pero la concentración fue disuelta a tiros por las fuerzas armadas gubernamentales. El candidato Hassan Sheikh Mohamed calificó los actos como un “golpe de Estado orquestado por el ex Presidente [Farmaajo]” mientras que Hassan Kheire lo calificó de “intento de asesinato”. Los gobiernos de Jubalandia y Puntlandia no dudaron en unirse a las condenas por la violencia ejercida desde el gobierno federal y su uso de las Fuerzas Armadas contra civiles desarmados. Sin embargo, el gobierno federal respondió condenando los ataques a las fuerzas armadas por parte de los equipos de seguridad de los opositores –lo que habría provocado bajo su pretexto el ataque al hotel donde se alojaban-. Mientras tanto, el resto de reacciones internacionales llamaban al diálogo y condenaban la violencia generalizada: la IGAD, el Consejo de Cooperación del Golfo, la Unión Africana, la Unión Europea o Estados Unidos –quien además ya había advertido a sus ciudadanos sobre la no exposición pública esos días-. Pero dentro del Golfo Pérsico, los países árabes se mostraron distantes, ya que mientras Catar expresaba su preocupación y llamaba al diálogo y la desescalada, Emiratos Árabes calificaba a Farmaajo como “gobierno interino”, por lo que no estaba en consonancia con su plenitud de funciones de derecho. Es importante señalar los fuertes vínculos del gobierno somalí con Turquía, que solo llamó a “evitar” la violencia entre las partes. La cuestión emiratí sobre la interinidad siguió tensándose hasta lanzarse acusaciones desde el gobierno federal somalí contra Emiratos Árabes por “violar el derecho internacional” y sembrar violencia, atraso social o crisis de desplazados en Somalia para ser “como Yemen y Libia”.

Para saber más: Somalia, el puesto avanzado de Turquía en África.

Otras personalidades políticas del país salieron a solicitar una investigación por la violencia del día 19, como el ex Primer Ministro Omar Abdirashid Sharmarke –el último PM del gobierno de Hassan Sheikh Mohamed entre 2014 y 2017-, predecesor del también opositor Hassan Kheire, el ex PM de Farmaajo entre 2017 y 2020 dispersado a tiros en la manifestación contra quien, precisamente, le nombró Primer Ministro. Pero en general la oposición mantuvo su campaña de protestas contra el gobierno.

La reunión llega a medio gas

Mientras tanto, el Ministerio de Exteriores somalí acusó a la oposición de buscar un “camino a la ilegalidad y la insurrección armada”, al tiempo que se anunciaba que Puntlandia y Jubalandia no estarían presentes en los contactos. De nuevo, la tensionada situación política de Somalia apuntaba hacia contactos por unas elecciones parciales, en tan solo HirShabelle, Suroeste, Galmudug y Benadir. Este escenario sería un fracaso mayúsculo y abriría crisis profundas con el exterior por las negativas de sus socios a aceptar la parcialidad, así como crisis en el interior por la renuncia a la cohesión regional.

Reunión el 21 de febrero entre el Presidente federal, el Primer Ministro de Somalia y los líderes de Galmudug, HirShabelle, Suroeste y Benadir. Fuente: Villa Somalia.

El día 21 de febrero se produjo la esperada conversación interregional, con cero recorrido político, que solo serviría para apuntalar la crisis constitucional. Por un lado, se reunieron el Presidente Farmaajo, el PM Roble y los líderes de las cuatro regiones concertadas para hablar sobre los puntos que el Comité Técnico Electoral mixto planteó cerrar. Además, el líder de HirShabelle se reunió con el líder de la alianza opositora, Sheikh Sharif.

Por su parte, Jubalandia y Puntlandia subieron de nuevo el tono contra el gobierno central. Los sureños señalaron una serie de demandas. Exigían una disculpa del gobierno federal por los ataques de los días 18 y 19, y es que las dos fechas que pretendían suponer un recuerdo de encuentro y acuerdo acabaron representando un espíritu fratricida. Además, desde Jubalandia se demandaba una nueva localización para un encuentro donde se garantizase la seguridad de las partes, se invitase a todos los actores políticos y se garantizase que se aplicarían los acuerdos. Por último, la exigencia en medio del choque constitucional más importante residía en la exigencia de que Farmaajo estuviera al margen del proceso electoral, al no estar en ejercicio reconocido de su mandato presidencial.

Puntlandia fue más lejos aún. El presidente puntlandés, Said Abdullahi Deni, realizó unas declaraciones que fueron más allá del comunicado de su contraparte de Jubalandia. Deni acusó a Farmaajo de gobernar el país “por la fuerza” e “ilegalmente”, así como tener planeado el bloqueo para perpetuarse en el poder, y alentó a los somalíes a rechazar lo que calificó de “dictadura”, temiendo que el país regresara a una guerra civil. Asimismo, Deni desveló conversaciones que había mantenido en privado con Farmaajo donde éste habría presionado al líder de Puntlandia por tener el control de “dinero, tropas y fuerzas patrióticas que le apoyaban”, apoyando sus declaraciones sobre que el líder se apuntala en el poder por la fuerza. Presentó a Farmaajo como un dictador en el que no se puede confiar porque no quiso ceder para acordar la representación de Gedo, Jubalandia, en las negociaciones mientras el resto de actores sí habrían cedido en algunos aspectos. Por tanto, no podía dirigir ni coordinar el proceso electoral en curso.

Said Abdullahi Deni, Presidente de Puntlandia, en su discurso contra el gobierno federal. Fuente: PLTV / Garowe Online.

En cuanto a la oposición, ya 15 candidatos a la Presidencia se unieron para responder al nuevo desplante el 21 de febrero con una carta enviada directamente al Secretario General de Naciones Unidas, la representante del Reino Unido en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la Unión Africana, la Unión Europea, el Secretario de Estado de Estados Unidos, la IGAD, la Organización de Cooperación Islámica y la Liga Árabe. En ella, los 15 candidatos se dirigían al Consejo de Seguridad de la ONU para pedir una “rápida intervención” pues, según reza, “la legitimidad política de nuestras frágiles instituciones requieren una inmediata transferencia del poder, su salida de la Presidencia, la entrega del poder a un Consejo de Transición Nacional formado por los Presidentes estatales y los líderes de las Cámaras parlamentarias, y el cese de cualquier interferencia en el proceso electoral”. A continuación, se pedía al Consejo de Seguridad de la ONU que investigara las “atrocidades cometidas por el Presidente Farmaajo”, en referencia a las acusaciones que los opositores habían lanzado al gobierno por la responsabilidad de la violencia de los días 18 y 19 de febrero, y ayudara a llevar a los responsables ante la Justicia. La Unión Europea envió a su enviado especial a Puntlandia junto a los embajadores de Italia y Suecia para desbloquear las conversaciones con Deni. Mientras que el líder de Jubalandia se reunió con la UNSOM, la misión de la ONU en Somalia.

El gobierno central lanzó una nueva invitación a los líderes de Jubalandia y Puntlandia para que se unieran a las conversaciones para el acuerdo electoral en base a los puntos propuestos por el comité técnico. Pero la invitación fue más procedimental que con visos a una concertación por ninguna de las partes, básicamente por la imposibilidad de acercar posturas debido a las precondiciones. Y es que una reunión parcial sin las regiones díscolas y sin la oposición no iban a servir para nada más que azuzar el discurso político contra ellos. La oposición, viendo el panorama descoordinado hacia las elecciones, convocó una nueva protesta para el 26 de febrero en Daljirka Daahsoon. Mismo lugar, menor margen de maniobra, mismas intenciones, mayor crispación.

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