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Por Alejandro López.
Somalia se acercaba a un punto de no retorno. Las negociaciones entre las regiones y el gobierno federal habían fracasado en lo que formaba parte ya de una difícilmente trazable cadena de conversaciones. Jubalandia y Puntlandia aseguraban que el gobierno federal tenía grabado con anterioridad el mensaje del fracaso negociador mientras el Presidente Farmaajo y los suyos culpaban a los líderes de las dos regiones del naufragio ante su falta de cesión. Entre las cuestiones prioritarias seguían la formación de los comités electorales, la cuestión de la elección de los representantes de Somalilandia, la de la seguridad en las elecciones y la de la presencia militar federal en Gedo, Jubalandia. Pero nada de eso importaba ya.
La sesión
El Congreso –Cámara Baja- volvía a tratar de reunirse el día 12 de abril tras el fracaso anterior con los parlamentarios que boicotearon la sesión, ya suspendidos. En esta ocasión sobre la mesa estaba directamente el tratamiento de asuntos electorales, lo cual causó grandes suspicacias en los cada vez mayores sectores opositores. Ese día, sería el Comandante de la Policía de Mogadiscio, Sadik John, el que suspendería la jornada parlamentaria para evitar el debate de cualquier posible extensión de los mandatos. El Comandante fue inmediatamente destituido de su puesto para situar a un miembro más afín a las autoridades.
El líder del Congreso, Mohamed Mursal, se había mostrado a favor de la extensión de los mandatos presidencial y parlamentario. Finalmente, el día 12 de abril se aprobaba en el Congreso la extensión por 2 años tras su debate parlamentario: 149 votos a favor, 1 voto en contra y 3 abstenciones. Se desataba un caos jurídico que poco importaba y los actores nacionales se tensaban de cara a su futura respuesta. Eran los actores internacionales los que no contemplaban el fracaso que tanto tiempo llevaban auspiciando. Y es que con la extensión también moría el acuerdo del 17 de septiembre de 2020. El nuevo proceso buscaría recuperar el espíritu original del sufragio universal, renunciando a las elecciones censitarias para los líderes de los clanes, que era la fórmula consensuada tras los acuerdos de 2020.
La extensión
¿Pero qué se aprobó exactamente? El Congreso no tiene capacidad por sí solo para aprobar leyes, ya que sus proposiciones de moción o proyecto de ley deben pasar por el Senado y ser firmados por el Presidente. Así que, dado que el Congreso pretendía puentear al Senado –contrario a la extensión-, la firma del Presidente llegaría sobre una resolución, tal y como se dijo, en torno a “cuestiones electorales”. En su articulado se especificaba que se le concedía un mandato de 2 años a la Comisión Electoral para organizar unas elecciones populares. Es decir, el artículo 5 de la resolución hacía mención al trascendental paso hacia el sufragio universal, lo cual en la práctica finalizaba la vigencia de los acuerdos del 17 de septiembre de 2020. La trampa residía en el vínculo necesario que el artículo 8 hacía otorgando a las instituciones federales autoridad completa en sus funciones durante ese periodo. Por lo tanto, el ejecutivo arrastraría la extensión a causa de la otorgada a la Comisión Electoral para concertar elecciones populares. Pero no solo se beneficiaría el gobierno, cuyo mandato expiró en febrero de 2021, sino al propio parlamento como institución federal. El legislativo se concedía a sí mismo una extensión de un mandato expirado en diciembre de 2020, cuando no tuvieron lugar las elecciones parlamentarias con carácter censitario. Pero claramente Farmaajo volvió a ir un paso por delante de sus adversarios al situar el sufragio universal como escudo de su extensión, ya que todos sus detractores estarían automáticamente en contra apoyando un acuerdo para un proceso censitario.
Es cierto que la Constitución de 2012 reconoce este poder al Congreso del Pueblo del Parlamento Federal, es decir a la Cámara Baja (Artículo 47), sin mencionar al Senado, pero algunos detractores consideran que una disposición transitoria de la Constitución estableció enmiendas para que las decisiones sobre sistemas electorales deban legislarse bajo acuerdo federal-regional (Anexo C, Artículo 6).
La condena
Esta vez no serían únicamente Puntlandia y Jubalandia las que condenarían el movimiento al calificarlo de “ilegal”. En la región de Galmudug, el Ministro de Seguridad había mostrado su apoyo al Comandante que trató de impedir la sesión en Mogadiscio, alejándose del líder estatal de Galmudug, Qoor Qoor, cercano a Farmaajo. El propio Qoor Qoor se reuniría días después con el líder de HirShabelle, también cercana a Farmaajo, y con los ex presidentes y líderes opositores Sheikh Sharif y Hassan Sheikh Mohamed, para discutir un posible rechazo a la extensión. En principio el líder del Suroeste había apoyado la extensión y, según el gobierno federal, también lo habrían hecho Galmudug –que desmintió haber realizado el comunicado- y HirShabelle –que guardaba silencio-.
También el líder del Senado, Abdi Hashi, consideró el movimiento “inconstitucional”, ya que era irregular que el Congreso aprobase unilateralmente una extensión de un mandato que había requerido mayoría cualificada en Senado y Congreso, extralimitando sus funciones. Además el líder del Senado, representante de Somalilandia, presidía también el principal foro opositor, el Consejo de Salvación Nacional con una quincena de candidatos presidenciales opositores y los líderes de Puntlandia y Jubalandia. De hecho la región de Puntlandia decidió calificar de “ilegal” la extensión del mandato por 49 votos a favor, 1 en contra y 2 abstenciones en su parlamento regional. Además Puntlandia amenazó con “tomar una decisión apropiada” si no se regresaba a la negociación. Somalilandia, independiente de facto desde 1991, calificó de “opresivo y tiránico” al gobierno de Farmaajo, haciendo referencia a Somalia como su “país vecino”.
La situación empeoró con la retórica cruzada entre el gobierno federal de Somalia y los actores internacionales que llevaban tiempo tratando de mediar, con Estados Unidos, Reino Unido o la Unión Europea a la cabeza. EEUU mostró su “decepción” y valoró “aplicar todas las herramientas disponibles, incluidas las sanciones o restricciones de visados” por la extensión del mandato. La Unión Europea y Reino Unido también hablaron de un cambio en la relación con Somalia y valoraban sanciones, pero no se concretó nada. Ante tal choque, Somalia no dudó en reunirse con Rusia o China y en criticar las “injerencias” en la política nacional por las potencias occidentales. Incluso se habrían planeado manifestaciones anti-injerencistas en algunos puntos de Occidente como Londres, Minnesota u Ohio, según Garowe Online. Algunos candidatos opositores como el líder del Partido Wadajir, Abdirahman Abdishakur, cuestionaron por qué la misión de la Unión Africana, la AMISOM, seguía protegiendo a Farmaajo a pesar de la negativa de la Unión Africana a la extensión. También se expresaron esas preocupaciones desde la mesa del Senado. Se pedía consistencia a la Unión Africana con sus decisiones. Pero Farmaajo visitaría la República Democrática del Congo, líder temporal de la Unión Africana, con posibilidad de ofrecer una imagen de legitimidad. Así fue, la reunión con el líder congoleño, Felix Tshisekedi, impulsó los reclamos de coherencia a la Unión Africana por entender que se reconocía la legitimidad de Farmaajo al frente de Somalia. Kenia, sin embargo, declinó reunirse con Farmaajo en la República Democrática del Congo y prefirió encontrarse allí con Egipto, rival directo de Etiopía.
De nuevo resonaba la inminente firma de un importante acuerdo de seguridad entre Etiopía y Eritrea, sobre el que habían acusado a Farmaajo de querer formar parte insistentemente, implicando a Somalia en los choques con Sudán y Egipto. Desde luego esos días se confirmó la sintonía entre Somalia y Eritrea con llamadas frecuentes con el Presidente eritreo, Isaias Afwerki, y los elogios cruzados entre Farmaajo y Abiy Ahmed, líder somalí, con críticas en ambos casos al papel del TPLF de Tigray.
La reacción
Durante los siguientes días de desconcierto y enfrentamiento político, se producirían protestas contra el gobierno y en apoyo del ex Comandante de la Policía de Mogadiscio, Sadik John, que se saldarían con muertes como la de un Comisionado de distrito –presuntamente en un tiroteo de Al-Shabaab-. Se acusaba al gobierno de querer perseguir al ex Comandante y se excavaron trincheras en el distrito.
Farmaajo recibió personalmente las presiones de la comunidad internacional. Los representantes de la ONU y la Unión Europea insistieron en el cambio que se produciría en las relaciones con Somalia si no se volvía al consenso, siguiendo la línea de Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Africana. El Presidente quería evitar una reacción de los cada vez más numerosos opositores y, para ello, necesitaba torpedear la reunión de los líderes del clan Hawiye -que incluía a los 4 candidatos opositores principales-. Con ese propósito empleó los contactos de sus aún aliados Qoor Qoor, líder de Galmudug, y Gudlawe, líder de HirShabelle, con los opositores para proponerles un encuentro con Farmaajo. Sería la primera vez que el líder federal se proponía a una reunión con ellos desde el boicot que le hizo el Presidente a la petición de los opositores al Primer Ministro Roble en su momento de acercamiento en febrero.
Para saber más: Crisis constitucional en Somalia (III): Diplomacia para nadie.
Para empezar, el opositor Abdirahman Abdishakur rechazó de plano la mediación de los líderes regionales al considerarles títeres de Farmaajo y abandonó el encuentro. Los demás declinaron también la pretensión de Farmaajo pero insistieron en convencer a Qoor Qoor y Gudlawe para el rechazo de la extensión presidencial. Y los clanes Hawiye terminaron aprobando una resolución rechazando formalmente la extensión y dejando de reconocer a Farmaajo como Jefe de Estado, con más de 400 delegados presentes. También se volvió a conminar a HirShabelle y Galmudug a cambiar de bando, así como a las fuerzas de la AMISOM y el ejército a permanecer neutrales.
La IGAD y la Unión Africana mostraron su rechazo a la extensión de los mandatos en Somalia por parte del Congreso. Y con la dureza expresada por la Unión Africana, Somalia incrementó la retórica contra sus vecinos acusando directamente a Djibuti y Kenia de haber influido en la decisión de la entidad africana tras la reunión con Felix Tshisekedi, líder congoleño. El Consejo de Seguridad de la ONU apoyó los acuerdos de septiembre de 2020 con la oposición y las regiones, siguiendo la línea de la Unión Africana, que se había ofrecido a una nueva mediación. Sin embargo, el comunicado de la IGAD ofreció ese apoyo a la Unión Africana sin hacer mención a los acuerdos ni a la extensión, tratando en principio de pasar de puntillas por el conflicto.
La rebelión
Las protestas antigubernamentales no se hicieron esperar como en anteriores intentos y algunos sectores de ejército en HirShabelle se rebelaron contra la extensión presidencial y se dirigieron a la capital, Mogadiscio, para tomar algunas zonas apoyando las movilizaciones de centenares de personas. En ese contexto, se dieron intensos combates en varios barrios de Mogadiscio entre los militares contrarios a la extensión y las fuerzas leales al gobierno. Uno de los enfrentamientos tuvo lugar en un barrio del norte de Mogadiscio, desde donde el ex Presidente Hassan Sheikh Mohamed denunció que las fuerzas federales –incluyendo algunas tropas entrenadas por Turquía- habían atacado su residencia, como ocurriera en febrero. También se habría atacado al líder opositor Abdirahman Abdishakur, protegido por el ex Comandante policial Sadik John. Aunque se dijo que las tropas rebeldes terminaron abandonando la capital de vuelta a Media Shabelle, la situación entraba en un clima pre-bélico y seguían controlando algunos distritos de Mogadiscio.
El gobierno, por medio del Ministro de Seguridad, responsabilizó de los ataques a las “milicias armadas” que representaban a las fuerzas leales a la oposición. Y sumó a ellos a ciertas fuerzas extranjeras sin especificar. Pero la oposición, mediante el Consejo de Candidatos Presidenciales, tenía otra postura con respecto al papel de fuerzas extranjeras: lanzó una advertencia a Turquía para que no interfiriera en una guerra y acusó a la AMISOM de apoyar al gobierno a pesar de que la Unión Africana hubiera criticado la extensión que le mantenía en el poder. El Primer Ministro Roble, de perfil mucho más pactista que el resto del gabinete, llamó a retomar la negociación –dada por rota por su ejecutivo- y a que los militares se mantuviesen neutrales sin entrar en política. La comunidad internacional trató de mediar con la oposición por videoconferencia pero finalmente algunos países como Estados Unidos emitieron una alerta a la permanencia en estos puntos de Somalia.
Mientras algunas fuerzas opositoras se marchaban de la ciudad, las fuerzas federales iban retomando el control de algunos barrios. Aunque otros distritos, sobre todo al norte, seguían viviendo deserciones policiales, entre ellos varios Comandantes, y se temía el mismo cisma dentro de las Fuerzas Armadas. La población civil huía por centenares de los distritos en tensión, donde se construían barricadas, ante el riesgo de un choque militar. El gobierno federal llamó a sus tropas en otros puntos de Galmudug o Jubalandia mientras que la oposición se reagrupaba en las afueras de Mogadiscio.
La distensión
La presión interna y externa amenazaba con desbordar Mogadiscio con una nueva guerra civil. El punto de inflexión en la estrategia de la extensión de los mandatos llegaría el 27 de abril. Las regiones aliadas de Farmaajo, HirShabelle y Galmudug, le abandonaban. En un contundente comunicado conjunto, los gobiernos liderados respectivamente por los Presidentes Gudlawe y Qoor Qoor rechazaban la extensión del mandato presidencial y apostaban por retomar el diálogo donde había quedado. En el acuerdo de septiembre de 2020.
El cambio de posición, tanteado previamente por la mediación internacional y por numerosos actores internos, fue celebrado inmediatamente por Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido, la ONU, la oposición somalí, miembros del Senado y los Estados de Jubalandia y Puntlandia. Así que ante la inevitable corriente aislacionista sobre los que apostaban por superar el acuerdo de 2020, el último sujeto federal cedió: el Estado de Suroeste se sumó al rechazo de la extensión.
Asimismo, el Primer Ministro Roble, parte de ese gobierno que corría hacia 2023, cambió la postura cauta y discreta que había mantenido desde la sesión del Congreso y llamó a negociar con todos los actores implicados. Esto en la práctica implicaba parar esa huida hacia delante que mantenía su ejecutivo. Roble, además, fue uno de los perfiles clave para negociar un alto el fuego con la oposición dada su experiencia negociadora desde el fracaso electoral de febrero. Se evitaba por el momento la confrontación armada generalizada, un caladero donde el yihadismo de Al-Shabaab tenía mucho que pescar.
Ese mismo día 27 de abril, ante la caída de las piezas que Farmaajo había colocado en su tablero personal, anunció que saldría a dar unas declaraciones de gran relevancia. Efectivamente, lejos de marcharse quien había llevado al país a este nivel de tensión para lograr un proceso electoral ventajoso, anunció el naufragio de la vía de la extensión de los mandatos. El día 1 de mayo se presentaría en una sesión extraordinaria en el Congreso para apostar por la distensión. La extensión sería anulada de rebote al aprobar el retorno al acuerdo de septiembre de 2020.
Por lo tanto Farmaajo devolvía a Somalia al punto de partida posterior al 8 de febrero de 2021: seguía sin haber acuerdo, seguía en un limbo legal de interinidad y seguía teniendo que negociar con actores cuyas posiciones estaban enfrentadas. Sin embargo, la supervisión de las nuevas conversaciones a cargo del Primer Ministro Roble traía más esperanzas a la oposición. El primer acuerdo conseguido por Roble antes de su viaje a Arabia Saudí fue la retirada de las tropas opositoras de Mogadiscio tras la crisis. Pero al menos Farmaajo salvaba esta bala y evitaba su caída tras recibir el rechazo de sus aliados. Podría seguir en el poder. Un día más en Villa Somalia.
Actualización: El acuerdo electoral entre el gobierno federal, los Estados regionales, Benadir, el líder del Senado y los observadores de la oposición no tardaría ni unas semanas en llegar una vez Farmaajo dejó a Roble liderar el proceso.
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