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Tensión entre la Unión Europea y Estados Unidos: ¿hacia una guerra comercial?

La ley para la reducción de la inflación de la administración Biden ha generado una importante preocupación en Europa. Tanto Bruselas, como París y Berlín, han criticado abiertamente los subsidios estadounidenses de cara a financiar su transición ecológica. El motivo es simple: Washington va a regar con dinero a su industria promoviendo el Buy American. Esta política deja de lado a la industria europea, ya muy golpeada por la crisis energética. Desde el eje franco-alemán se pide una respuesta contundente. Mientras, en la Unión Europea empieza a surgir el debate sobre el fin de la globalización. ¿Podríamos estar ante una carrera de subsidios y una guerra comercial transatlántica?

La Ley de Reducción de la Inflación indigna en Europa

A mediados de agosto el Congreso estadounidense aprobó la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés). Aunque de menor ambición que el plan Build Back Better, la IRA prevé un fondo de casi 369.000 millones de dólares en créditos fiscales y gastos gubernamentales para combatir el cambio climático en Estados Unidos. Con esta medida se busca reducir las emisiones de CO2 en un 40% de aquí a 2030. Lo que a priori podría haber sido una buena noticia para Europa, ha recibido una respuesta hostil por parte de importantes sectores en el bloque comunitario. El mismo comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, advirtió de que la IRA suponía un “peligro existencial” para la economía europea.

Y es que la IRA establece los subsidios y las rebajas fiscales a las empresas verdes estadounidenses –también estarían dentro Canadá y México– en caso de que la producción y el ensamblaje clave, como las baterías eléctricas de los coches, se realice en Estados Unidos. Es decir, la industria europea quedaría fuera de estos subsidios, lo que ha enfadado profundamente a potencias automovilísticas como Francia y Alemania. En ese sentido, la IRA ha sido vista en Bruselas como una “bofetada en la cara” y un “cambio en las reglas del juego”.

Durante semanas, las críticas en Europa hacia la política de Washington se han hecho sentir sobre todo en Francia. El mismo Ministro de Economía, Bruno Le Maire, ha llegado a comparar la actitud “proteccionista” estadounidense con la de China. Y es que esta virulencia europea se explica en la percepción que hay en ciertos círculos en Bruselas de que Estados Unidos se está aprovechando de la guerra de Ucrania, especialmente gracias a la venta de hidrocarburos a precios altos y la venta de armas. En Bruselas advierten que el doble golpe de los altos precios de la energía, junto con los subsidios estadounidenses, pueden causar un cambio de la opinión pública en Europa en contra del esfuerzo de guerra en Ucrania.

La principal preocupación radica en los efectos que está aparejando la crisis energética en su industria. Los altos precios de la energía están causando que algunas industrias reduzcan su producción, o incluso decidan deslocalizarla a otros países. París ha denunciado en varias ocasiones que Estados Unidos vende su gas a Europa cuatro veces más caro.  De hecho, debido a los precios más bajos, varias industrias europeas están decidiendo cambiar sus inversiones o incluso relocalizar su producción al país norteamericano, algo que inquieta a Europa. Washington ofrece nuevas ventajas competitivas respecto a Europa, que unidas a la IRA, pueden suponer un duro golpe para una industria europea muy dañada.

Más allá de eso, en Bruselas también señalan la situación de la venta de armas. Los arsenales militares occidentales están vaciándose debido a la guerra de Ucrania. Hay que destacar que el conflicto entre Rusia y Ucrania es una guerra de alta intensidad. Debido a la rapidez y la amplitud en la que se usan las municiones, la industria militar occidental debe aumentar su producción si quiere, no solo seguir ayudando a Kiev, sino reponer sus existencias. En este escenario, la industria militar europea sufre por la crisis energética y el debilitamiento de las cadenas de suministro de materias primas, además de otros factores estructurales, mientras que la estadounidense tiene capacidad para aumentar su producción. En Europa ven esto como otra oportunidad de Washington “para hacer negocio” en su venta de armas.

Para ampliar: La industria de defensa europea: un avión que no despega

Esta tensión entre Estados Unidos y la Unión Europea también tiene su explicación en las acciones previas que ha tomado la administración Biden. La retirada caótica de Afganistán fue vista desde Europa como una decisión unilateral, se percibió que desde Washington no contaban con la opinión de sus socios. Además, está el Tratado de AUKUS, por el cual Australia desechaba un acuerdo para la compra de submarinos franceses y pasaba a adquirir submarinos nucleares estadounidenses. Esto fue percibido en París “como una puñalada trapera”. Lo cierto es que este tipo de acciones no deberían ser vistas con sorpresa desde Europa. No solo es lógico que Washington busque sus intereses, aunque sean en detrimento de sus socios, sino que, desde hace años, Estados Unidos ha cambiado su enfoque en detrimento de Europa: está focalizando sus recursos a la región de Asia-Pacífico con el objetivo de contener a China, su principal adversario.

En ese sentido, la administración Biden busca que sus socios transatlánticos se encarguen de su propia defensa. No obstante, a su vez, cada vez que Bruselas ha querido dar pasos en ese sentido, Washington ha puesto palos en las ruedas. En definitiva, lo que busca Estados Unidos es una Europa alineada a sus intereses y política exterior. La invasión rusa de Ucrania supone un inciso en el aceleramiento de dichos planes, pero de fondo las prioridades estadounidenses no están en el continente europeo.

Para ampliar: La competición entre Estados Unidos y China (I): una batalla de muchos frentes y La competición entre Estados Unidos y China (II)

Joe Biden firma la Ley de Reducción de la Inflación. Fuente: Mandel Ngan / AFP via Getty Images)

Un mundo cada vez menos globalizado

La ley estadounidense contra la inflación ha supuesto una convulsión tal en Bruselas que se ha comenzado a cuestionar la defensa férrea de la globalización. La Unión Europea desde hace años ha sido el adalid del libre mercado en el mundo. Desde su perspectiva la globalización ha permitido desarrollar económicamente a Europa. Sin embargo, el contexto actual parece que va en contra de un mundo globalizado, multilateral, basado en reglas y que promueven el libre comercio.

Los subsidios estadounidenses chocan con la idea del libre comercio tradicional, por la cual los Estados no deben permitir ayudas a sus empresas nacionales que les otorguen ventajas competitivas que no estén disponibles para las demás empresas extranjeras. Todo ello fomentaría el proteccionismo y las barreras comerciales, ya que destruiría la justa competitividad. Es lógico, por tanto, que la Unión Europea, como principal potencia comercial, apoye dicha visión.

Tras la caída de la Unión Soviética y el triunfo de la democracia liberal, estas ideas eran la punta de lanza de Occidente y del mundo. De hecho, estaba la creencia que a través del comercio los Estados podrían convertirse en democráticos. De ahí la decisión de incorporar a China como socio comercial y admitirla en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sin embargo, ese deseo no ha ocurrido: Pekín sigue teniendo el mismo sistema, persiguiendo el objetivo de buscar la hegemonía en Asia mientras se desarrolla para ser la principal potencia tecnológica. Todo esto unido a una pulsión nacionalista enfocada en el desarrollo interno y un mercado más cerrado a las empresas extranjeras. Estados Unidos, ante el desafío chino, ha iniciado un camino hacia la desglobalización buscando, tanto dañar la economía de China prohibiendo su acceso a tecnología de alto valor, como intentando relocalizar la industria hacia su territorio.

La Unión Europea se encuentra incómoda en este tipo de sistema internacional. Su apuesta por el libre comercio le ha hecho muy vulnerable a los shocks externos. El ejemplo paradigmático de la situación europea es Alemania, la principal potencia económica de la UE. Berlín durante años se refugió en el manto de seguridad de Washington, su crecimiento económico fue impulsado gracias a las exportaciones a China y la importación de energía barata rusa que hizo desarrollar su industria. Ahora se encuentra en una posición de fuerte vulnerabilidad en un contexto mundial caracterizado por la competición entre potencias y el uso de las interdependencias como “arma de guerra” por enemigos y socios.

Dentro de Europa el debate empieza a formarse sobre la necesidad de tener un enfoque “proteccionista”, es decir, apostar por una respuesta proporcional a Washington y perseguir una estrategia de autonomía y desarrollo de capacidades propias. Sin embargo, también hay defensore de un enfoque más libre mercado como los Vicepresidentes de la Comisión Europea Margrethe Vestager y Valdis Dombrovkis, además de Estados miembros como Países Bajos y la República Checa.

La respuesta europea

Ante la IRA, los países europeos ya están organizando una repuesta, sobre todo capitaneada por París y Berlín. El presidente francés, Emmanuel Macron, instó a realizar la misma política que Estados Unidos, un Buy European. Berlín acogió la idea, sorpresivamente, debido a su tendencia al libre comercio. De hecho, el mismo Ministro de Economía alemán, Robert Habeck, aseguró que estaban trabajando “estrechamente” con funcionarios en Bruselas y París en un plan de subsidios a las empresas que utilicen productos y tecnología europeas.

El objetivo europeo primordial es evitar una fuga de empresas e inversores de alto valor añadido que acaben en Estados Unidos, donde se podrían beneficiar, no solo de un coste de la energía más bajo, sino también del plan de subsidios estadounidense. Es un temor fundamentado, porque varias empresas industriales alemanas están valorando mudarse a Estados Unidos debido a los factores ya mencionados. Desde hace meses, las empresas alemanas se han esforzado por adaptarse a la ausencia del gas barato ruso, han debido reducir su consumo de electricidad, cambiar su energía a petróleo y como último recurso bajar la producción. La situación de la industria europea es grave, y el ejemplo más palmario es Alemania, que podría sufrir la pérdida industrial, económica y la destrucción de miles de empleo.

Por tanto, la Unión Europea ha visto la necesidad de trabajar en su propio plan de subsidios a la industria. Se trataría de un esquema donde invertir grandes cantidades de dinero en tecnologías y sectores estratégicos, según Politico, este instrumento sería una suerte de “Fondo Europeo de Soberanía”. Las autoridades europeas establecerían ciertos requisitos para que las industrias pudieran acceder a los subsidios, en concreto, que utilicen una determinada cantidad de productos, tecnologías o materias primas de origen europeo. Politico pone el ejemplo de una turbina que deba ser fabricada con una cifra concreta de acero y tecnología de la UE. El objetivo, por tanto, es fomentar la industria y el mercado interno europeo ante la acción de externos y de paso invertir en tecnología verde.

Más allá del objetivo de invertir en tecnología verde y proteger a la industria europea, Bruselas también defiende la necesidad del plan de emergencia para evitar una mayor asimetría en los Estados miembros. El caso alemán es nuevamente paradigmático, ya que, ante la crisis energética, Berlín ha anunciado un paquete de ayudas a hogares y empresas valorado en 200.00 millones de euros. Esto ha sido criticado en varias capitales europeas, ya que aseguran que ataca la estabilidad del mercado interior. La cuestión es evitar que cada miembro responda individualmente a los desafíos de la crisis energética. Ya vimos algo parecido en los primeros momentos de la pandemia, siendo un escenario poco deseado, pues la capacidad de Alemania, por ejemplo, es muy superior a la de otros países. Es necesaria una respuesta conjunta que no alimente las desigualdades ya palpables en el proyecto europeo. También teniendo en cuenta que no solo se deben beneficiar de las subvenciones países como Francia y Alemania con industrias ya poderosas, sino intentar crear un fondo que desarrolle las industrias de los demás Estados miembros.

Joe Biden y Emmanuel Macron reunidos en Washington. Fuente: CNN

El escenario de una guerra comercial con EEUU es algo que no desea nadie en Bruselas, pero la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha subrayado la necesidad de una “respuesta robusta a la amenaza que supone la IRA para la industria europea”.

En este contexto tensionado de las relaciones transatlánticas se produjo la visita de Emmanuel Macron, con todo tipo de honores, a la Casa Blanca. El objetivo del presidente francés fue conseguir el acceso a los subsidios estadounidenses para las industrias europeas, además de una bajada del precio del gas. La visita tuvo un balance positivo para París ya que pareció que se conseguía arrancar ciertas concesiones a Joe Biden, que declaró que la IRA tenía “algunos fallos” y que su objetivo no era acaparar empleos ni industrias europeas. En cualquier caso, de momento no ha habido nada concreto ni nuevos pasos para resolver la disputa. De hecho, en Bruselas se han quejado en repetidas ocasiones de que en Washington no se tomaban en serio las preocupaciones europeas respecto a la IRA.

La cuestión principal es que, si bien Estados Unidos cede en algunos aspectos, la Unión Europea necesita un plan de inversiones e industrialización. Como ya se ha mencionado, el mundo actual está regido por la competición entre potencias y Bruselas debe pensar en qué tipo de actor quiere convertirse, ya que su actual funcionamiento no está preparado para un mundo menos globalizado y más tensionado. De esa manera, es necesario crear capacidades propias y limitar la interdependencia con terceros Estados que puedan usarla como arma, ya sea Rusia, China o incluso Estados Unidos. La partida mundial se juega en el terreno de la tecnología, y ahí Europa no parte en cabeza. En ese sentido, debería plantearse un aumento del gasto y unas nuevas reglas fiscales para permitir mayores inversiones en sectores estratégicos. Se trata de buscar la especialización en la producción de alta tecnología con una población muy cualificada en dichos sectores, para importar el resto y almacenar lo necesario ante cualquier disrupción en la cadena de suministro. Nuevamente, el objetivo es crear una sociedad más próspera y cohesionada mientras se aumenta la capacidad para resistir a los shocks externos.

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