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Papel mojado serbo-kosovar

Kosovoserbia
Tren con mensajes de “Kosovo es Serbia” en Mitrovica, 2017. Fuente: AP.

Escrito por Alejandro López.

El 4 de septiembre de 2020 se produjo una reunión que acabó con una firma, para muchos histórica, en Washington DC pero que podría quedar, de nuevo, en papel mojado. Las prisas de la administración norteamericanas, aquejadas desde Europa, para cerrar un éxito diplomático más previo a las elecciones presidenciales de noviembre de 2020, podría no haber logrado el éxito esperado.

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Con los sucesivos cambios gubernamentales en Kosovo durante el año, se estabilizó la situación sobre el ala nacionalista tradicional, ya que se veía a los nuevos nacionalistas de Kurti como una corriente desestabilizadora del statu quo en el marco de llegar a un arreglo con Serbia, imposible en otras circunstancias. Una vez soslayado el bache de los aranceles, la llegada al gobierno de Avdullah Hoti ha favorecido la postura negociadora del presidente Hashim Thaçi. Serbia, por su parte, ha salido de un proceso electoral cuestionado por la baja participación, donde Aleksandar Vučić arrasó y no se obtuvo prácticamente representación opositora. Así fue toda vez que los ánimos internos ya no podían volverse en contra de los líderes mediante un posible acuerdo visto como una claudicación ante un rival cuya postura de partida se antojaba, en todo caso, irreconciliable.

De hecho aquí reside el fracaso de los anteriores acuerdos menores: sin solución política, no es posible implantar los acuerdos diplomáticos, comerciales y, en definitiva, económicos. No se puede comenzar a construir la casa por el tejado. En enero de 2020, Serbia y Kosovo acordaron restablecer el puente aéreo entre Belgrado y Pristina, tras más de 20 años de incomunicación salvo por autobús. Y en febrero se firmó la restauración adicional de enlaces ferroviarios entre las capitales, así como por carretera. Este punto es más relevante de lo que pueda parecer puesto que la relación entre los dos territorios ha sido muy tensa en cuanto a vías de comunicación. En 2017, Kosovo interrumpió la llegada de la conexión ferroviaria con Mitrovica por el uso de un tren serbio con mensajes favorables a la pertenencia kosovar al Estado serbio. La importancia de Mitrovica se comentará más tarde.

Desde enero se buscó la conexión entre las dos capitales: Belgrado y Pristina. Pero la falta de reconocimiento soberano implicaba el conflicto aduanero. Si una persona ingresa en Serbia y posteriormente va a la región kosovar puede regresar porque dispone de visado serbio, pero no ocurre lo mismo si se produce el ingreso por Kosovo, ya que Serbia no reconoce la frontera internacional. La liberación de visados con la Unión Europea es una demanda de Kosovo, que el presidente Thaçi recuperó en mayo de 2020 para poder entrar en los países miembros sin necesidad de visado. Serbia y Kosovo también acordaron la validación de los títulos profesionales, como los de carácter superior universitario, de manera mutua. De nuevo, al no haber un arreglo político que reconociera los documentos de identidad o certificados, no se implantó de manera efectiva. La normalización de lazos económicos, que quiso comenzar con estos gestos bienintencionados, naufragó.

Tras varias conversaciones amparadas por la Unión Europea y el retraso de la reunión en Estados Unidos ante la aparición en escena del Tribunal Especial de La Haya para Kosovo, llegó la reunión en la Casa Blanca en el comienzo de septiembre. La dirección nada coordinada de las negociaciones entre el intermediario europeo y el americano ha terminado por desdibujar la dirección de la normalización de lazos diplomáticos, el reconocimiento mutuo y el posible intercambio de territorios. El objetivo era mucho menos ambicioso: la normalización de las relaciones económicas. Pero, como se menciona, la implantación de unos acuerdos económicos sin un mínimo arreglo político y diplomático se antoja quimérica.

Acuerdo

El acuerdo se firmó, no sin polémica. La normalización económica consistía básicamente en recuperar y ampliar lo ya acordado previamente para su implantación real, pero sin abordar los problemas que impidieron su materialización exitosa en su momento.

Serbia y Kosovo retomarían el acuerdo de febrero para conseguir la conexión Belgrado-Pristina por carretera y ferrocarril, pero ampliándolo con la creación de un estudio de viabilidad conjunto para valorar la conexión ferroviaria con un puerto en el Mar Adriático. Además, el acuerdo incluye los trayectos desde Pristina hasta la localidad fronteriza serbia de Merdare –donde se instalará un punto de cruce conjunto- y desde Pristina hasta Niš, la tercera ciudad de Serbia. Todos ellos con participación estadounidense. El acuerdo aparte de retomar iniciativas ya firmadas entre las partes a lo largo del año, asegura la incorporación de los Estados Unidos a las mismas, mediante unos memorándum de entendimiento para participar en la financiación de las infraestructuras y para compartir información sobre pasajeros del transporte aéreo. De modo que Kosovo y Serbia conservan las ideas ya previstas pero es Estados Unidos quien se suma a la “normalización económica”.

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El presidente serbio, Aleksandar Vučić, visita la presa del Lago Gazivode en el norte de Kosovo, 2018. Fuente: Djordje Savic/EPA-EFE.

Siguiendo con cuestiones de movilidad, en el acuerdo se explicita que ambos países formarán parte de la Mini Zona Schengen. Esta zona de cooperación económica, educativa y de libre tránsito recuerda a la gran zona europea firmada en el pueblo de Schengen, Luxemburgo; pero solo está formada por Albania, Serbia y Macedonia del Norte. Como se ve, Serbia ya era miembro de la misma y es que, de hecho, fue creada en octubre de 2019 en la Vojvodina serbia. Por lo tanto, es Kosovo quien obtiene un gran éxito diplomático con esta incorporación a nivel de tránsito, dados los graves problemas de movilidad que adolecía en cuanto a visados.

A nivel energético, también hay agitación en el acuerdo. Llegó un revulsivo en abril de 2020 con el acuerdo entre la Red Europea de Gestores de Transporte de Energía (ENTSO) y el operador eléctrico de Kosovo (KOSTT) en el que se aprobaba su independencia jurisdiccional y su entrada en la red. Esta incorporación terminó el conflicto con Serbia, que reclamaba la competencia de gestión eléctrica en la región, en favor de Kosovo y su nuevo control de un sector estratégico. El presidente Vučić contemplaba este punto como parte de la soberanía y ligaba su posible solución a un final en la negociación que se venía llevando a cabo desde 2015, o al menos al establecimiento de la Asociación de Municipios Serbios. Sin embargo, la votación llevada a cabo por los miembros de la ENTSO fue contundente: 22 votos a favor, 4 abstenciones y 3 países –que además no reconocen a Kosovo- votando en contra (España, Eslovaquia y Bosnia-Herzegovina). La mediación estadounidense y alemana fue de gran importancia, en parte por la inversión que realizó Alemania. Las autoridades gestoras desde Pristina se unieron así al Bloque de Control Kosovo-Albania, conformando un centro económico en el sector dentro de los Balcanes. Serbia perdió aquí una mano más con la que negociar en la partida.

Sin embargo, la disputa energética se orienta hacia la propiedad de las centrales eléctricas de Kosovo. Pero entre todos los contenciosos a este respecto, resalta uno por encima de todos: el del sistema hidroeléctrico. El lago Gazivode es el que concentra el suministro de agua y energía hidráulica del embalse para un tercio de la población de Kosovo, para la región de la disputada Mitrovica y para el complejo minero de Trepca, también en Mitrovica. El caso de la ciudad de Mitrovica es particular ya que se encuentra dividida en dos por los sectores serbokosovares y albanokosovares. Este recuerdo de Sarajevo se plasma en toda una región completa: el norte de Kosovo, de mayoría serbia. De hecho este sí era uno de los puntos más relevantes en las conversaciones de formalización de fronteras que el caído Primer Ministro Albin Kurti denunció se estaba gestando en secreto y hablaba de una posible tutela de la OTAN sobre este estratégico complejo hidroeléctrico. Otra de las posibilidades contempladas era la anexión a Serbia de la región de Kosovo al norte del río Ibar, dividiendo Mitrovica según la línea geográfica fluvial. La especulación llevaba a contemplar el corte de agua del embalse como un arma en manos de Serbia, ya que Kosovo no controla el norte de su propio territorio y los municipios de la región al norte del río Ibar –en el que se materializa la presa del Gazivode- son de mayoría serbokosovar. Finalmente, el acuerdo firmado en septiembre de 2020 no resuelve esta cuestión, a pesar de que, a diferencia de otros puntos del acuerdo, sí resulta de crucial relevancia en el contencioso administrativo. El acuerdo contempla la realización de un estudio de viabilidad para acabar compartiendo el lago, con la colaboración del Departamento de Energía de Estados Unidos, mientras se conmina a la búsqueda de una diversificación en las fuentes energéticas.

Des-Acuerdo

Pero los ya de por sí vagos pasos avanzados con este acuerdo, acentúan el papel del mismo como una comparsa electoral para Donald Trump cuando se echa un vistazo a las demás cuestiones firmadas, de altísimo interés geopolítico para un único actor de los presentes en la firma: Estados Unidos. Serbia y Kosovo se comprometen a prohibir la entrada de proveedores “no confiables” en la conformación de la red de 5G de sus países y a eliminar de manera oportuna a los que ya pudieran estar presentes en la región. Esta fijación con la red de telecomunicaciones puede parecer un punto menor de baja política en unas negociaciones de gran calado diplomático como las pretendidas, pero se entienden cuando se enmarcan en la campaña que Donald Trump está realizando contra Huawei y otros actores por todo el mundo para evitar el acceso a información sensible y al desarrollo de sectores estratégicos por parte de China. Este punto es especialmente conflictivo, de nuevo, para Serbia. Porque el país ortodoxo ha desarrollado una especial relación con China en los últimos años en asuntos comerciales, que ha despuntado durante la crisis del COVID-19, pero que se materializa en infraestructuras como el ferrocarril de la línea Niš-Preševo, suponiendo la única vía en el sur de Serbia que no requiere paso por Kosovo en dirección a Macedonia del Norte. Las relaciones con China podrían verse perjudicadas si se aplicase una prohibición contra empresas chinas por las telecomunicaciones. Por otra parte, las dos partes aceptan designar al grupo libanés Hezbollah como organización terrorista así como luchar contra su actividad. Dos asuntos de gran interés para Trump pero que poco tienen que ver con la cuestión kosovar.

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El presidente serbio, Aleksandar Vučić, revisa el documento en la reunión en Washington DC ante el anuncio de que Serbia había aceptado trasladar la embajada en Israel a Jerusalén.

Del mismo modo ocurre con la polémica firma de un aparentemente confuso Vučić sobre el traslado de la embajada serbia en Israel desde la ciudad de Tel Aviv a la de Jerusalén, apoyando de facto la capitalidad israelí en la disputada ciudad cisjordana. En el texto se da un plazo hasta el 1 de julio de 2021 para el traslado de la sede diplomática. Pero desde el entorno de Vučić se ha declarado a prensa israelí que la embajada no se moverá de Tel Aviv si Israel reconoce la independencia de Kosovo. Parece verídico que no se estaba llegando a un acuerdo beneficioso para Serbia. La normalización de lazos se estaba produciendo ante los ojos de todos pero no con Kosovo sino con Israel, uno de los países fuertes que aún no reconocían a la antigua provincia yugoslava. Israel y Kosovo se reconocían mutuamente, ganando aliados internacionales que no vienen nada mal a ninguno de ellos. Mientras tanto, Serbia perdía un fuerte apoyo en la soberanía por Kosovo y de paso se metía en el atolladero árabe en mitad del acuerdo por la normalización entre Israel y Emiratos Árabes que ha revuelto la región. Y la Unión Europea no quería verse salpicada porque Estados Unidos arrastrase a dos de los candidatos potenciales u oficiales de su patio trasero hacia Israel cuando ningún país de la unión llegó a trasladarse a Jerusalén, a pesar del amago interrumpido de Rumanía y República Checa. “No hay ningún Estado miembro de la UE con una embajada en Jerusalén. Cualquier medida diplomática que pueda poner en tela de juicio la posición común de la Unión Europea sobre Jerusalén es motivo de grave preocupación y pesar”, son declaraciones del portavoz de la Comisión Europea ante la intención de Serbia y Kosovo de situar su embajada en la ciudad santa mientras mantienen una postura candidata a entrar a la Unión Europea.

Pero esto no es todo. Kosovo, a priori potencial beneficiario del acuerdo en lo que a Israel se refiere, estaba poniendo su estrategia diplomática en peligro. Turquía advirtió a Kosovo sobre la apertura de una embajada en Jerusalén, calificando la decisión de “decepcionante” al venir de un Estado mayoritariamente musulmán –que además sería el primer país musulmán del mundo en situar su embajada en Jerusalén- y dijo que se trataría de una “clara violación del derecho internacional”. Para Kosovo, Turquía es un fuerte aliado en la región, ampliando la influencia musulmana hasta Europa por Bosnia y Albania, en contraposición a las potencias regionales ortodoxas de los Balcanes como Serbia y Grecia. Además, Kosovo y Serbia se convertirían en el tercer y cuarto Estado a nivel mundial que trasladan su embajada a Jerusalén, solo detrás de Estados Unidos y Guatemala, a la espera de la materialización del traslado de Honduras. Un avispero para nada auspiciado por la comunidad internacional. Por su parte, Serbia también salió de la reunión con más rencillas de las que llegó. La portavoz del gobierno de Rusia, María Zajárova, publicó un comentario en redes sobre la posición de Vučić en la reunión con Trump que encendió a la delegación serbia. Rusia es la mayor aliada de Serbia hoy en día, informada de cada paso que se da en las cuestiones exteriores con respecto a Montenegro, Kosovo, la Unión Europea o Estados Unidos. El comentario sentó muy mal y el propio Ministro de Defensa de Serbia lo calificó de “ofensivo”, al tiempo que reivindicaba la posición serbia en favor de Rusia en todo momento, sin atacar al pueblo ruso ni en el contexto de la reunión con Trump y Hoti. El Presidente Putin y el Ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, han tenido que ofrecer una disculpa a Vučić.

Por tanto, el acuerdo ofrece pocas certezas para la normalización de las relaciones económicas entre Serbia y Kosovo, pero sí bastantes para los intereses de Estados Unidos e Israel. Se contemplan varios puntos más que sí abordan las cuestiones balcánicas, como son el compromiso a respetar las resoluciones judiciales sobre la Iglesia ortodoxa –no sin enmarcarlo en un respeto religioso que redunde en la restitución de bienes a los judíos afectados por el holocausto-, el compromiso para colaborar en la identificación de desaparecidos tras la Guerra de Kosovo y avanzar en la cooperación sobre los refugiados y los desplazados.

Eso sí, Serbia paralizará su campaña para el des-reconocimiento internacional de Kosovo durante un año, mientras que Kosovo dejará de solicitar su entrada en organizaciones internacionales como la que realizó en 2019 para ingresar en la Interpol y que motivó la crisis arancelaria. A pesar de todo, ambas partes han firmado un acuerdo con Estados Unidos que, de facto, es un acuerdo entre sí. Pero sobre el papel sigue sin darse un reconocimiento de Kosovo como un Estado con el que establecer una negociación bilateral. Quizá el punto más importante vuelve a quedar marginado con la firma de una moratoria. Una moratoria que deja el contencioso político como una comparsa. Papel mojado.

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