Moldavia está dando mucho de qué hablar últimamente, y es que en el último año el país se ha convertido en un campo de batalla –aún más– entre aquellos que quieren afianzar su posición en el camino hacia la Unión Europea y aquellos que quieren alejarla de ésta y dirigirla, de nuevo, hacia la esfera de influencia rusa. El actual gobierno liderado por Maia Sandu, y su Partido de Acción y Solidaridad encabeza la opción europeísta. La formación liberal proeuropea está adscrita al Partido Popular Europeo –como observador– y desde 2021 controla por mayoría el Parlamento de Moldavia.
Las relaciones Unión Europea – Moldavia
Desde la invasión rusa a Ucrania el pasado año las relaciones entre Chisináu y Bruselas se han acentuado. Empezando por la solicitud de reconocimiento como candidato a la adhesión a la Unión Europea que se realizó en marzo de 2022, lo cual le fue concedido en junio del mismo año, ha aumentado la cooperación en diversos ámbitos, desde la economía a la seguridad, pasando por un intensificado apoyo político.
Algunos ejemplos incluyen el establecimiento el pasado 24 de abril de una misión civil en Moldavia (MCUE Moldavia) por la UE, en el marco de la Política Común de Seguridad y Defensa (PESC). Esta misión pretendería reforzar los ámbitos de la gestión de crisis, las amenazas híbridas, la ciberseguridad o la lucha contra la manipulación de información e injerencia por parte de agentes extranjeros.
En este apoyo también se cuenta una ayuda de 150 millones de euros en forma de préstamos y subvenciones para mitigar los efectos de la agresión militar rusa contra Ucrania, acuerdos alrededor de Frontex o la extensión de la liberalización del comercio. En materia de seguridad, se han comprometido casi 90 millones de euros en el periodo 2022-23 para la compra de equipamiento militar no letal y mejorar la infraestructura civil militar. Estas interrelaciones muestran el interés que tienen tanto Bruselas como el gobierno moldavo en la asociación pero, ¿cómo de firme es la posición del ejecutivo? y, ¿cuál es la situación interna del país?
Dos proyectos de país para Moldavia
Como otros países en el mundo postsoviético, en Moldavia confluye una tendencia occidentalista y otra rusófila. Haciendo una cronología electoral del país podemos ver que al igual que en los casos de Georgia o Ucrania se han intercalado gobiernos que se inclinaban a un lado u a otro de la geografía. En términos recientes, en Moldavia de 2009 a 2016 hubo diferentes presidentes pro-occidentales, para en 2016 pasar a uno prorruso, Igor Dodon, y en 2020 volver a cambiar de tendencia con la actual incumbente Maia Sandu. De forma análoga, aunque en diferentes tiempos, se ha visto esta dinámica en los sucesivos gabinetes gubernamentales.
Antes de proseguir con el análisis hay que mencionar uno de los principales puntos de división entre ambas posturas políticas. Este es el caso de la relación con Rumanía, que sirve como campo en el que las perspectivas chocan y que ha sido objeto de evoluciones recientes. Por una parte, los occidentalistas ven con buenos ojos un mayor acercamiento con Bucarest, ya que es comprendido como “Europa”, con todo lo que conlleva, mientras que los prorrusos prefieren mantener las distancias y una clara identidad propia moldava que aleje al país de la Unión Europea y no la una al destino de Rumanía.
Esta confrontación se ha avivado recientemente, con el cambio en marzo de este año de la denominación del idioma oficial del país de moldavo a rumano. Aunque el lenguaje que se utiliza en Moldavia y Rumanía difiere poco el uno del otro, se trataba de un elemento identitario diferenciador. La oposición prorrusa y las regiones díscolas –tanto Transnistria como Gagauzia– entienden esta modificación como un paso importante en una eventual reunificación con Rumanía. A pesar de que es un camino que cuenta con un minoritario pero importante apoyo popular, no es una senda que quiera seguir el gobierno moldavo. Además, una posible futura adhesión a la Unión Europea disminuiría previsiblemente el apoyo a esta postura dado que una de las principales razones que se han esgrimido tradicionalmente para la reunificación es la ineficacia e ineptitud del gobierno moldavo.
La situación que vive el país en la actualidad se ha visto exacerbada por la invasión de Rusia a Ucrania. Motivada por esta, Moldavia aceleró sus planes y solicitó la adhesión a la Unión Europea. Esto es un hecho determinante sin precedentes en la pugna entre occidentalistas y prorrusos, y por ello han aumentado las tensiones entre estas ópticas, una pretendiendo afianzar su postura y la otra buscando consolidar una oposición con capacidad para volver a hacerse con el control del Estado y revertir los avances que se han hecho en dirección opuesta a sus intenciones. En esta Moldavia, que en realidad son dos proyectos de país, nos encontramos con que mientras que Chisináu logra la candidatura para la adhesión a la Unión Europea y, recientemente, se convierte en anfitriona de la II Cumbre de la Comunidad Política Europea, en la región de Gagauzia se hace con el poder la candidata del partido Shor, el principal aliado del Kremlin en el país.
En este contexto es importante preguntarnos qué deparará al país próximamente, especialmente de cara a los siguientes comicios. Empezando por las elecciones locales convocadas para el próximo mes de octubre y siguiendo con las presidenciales en 2024 y las elecciones generales en 2025, se van a suceder fechas clave para el país. Ambas perspectivas intentarán llegar reforzadas a estas citas, y hemos de ver cuál es el contexto actual para entender cómo podría ser la situación entonces.
Perspectivas para la política moldava
Hemos de volver atrás al otoño de 2022. En aquellos momentos el tema de discusión era la escasez de energía provocada por la ruptura de suministros con Rusia. La inflación, entre otros factores, afectaba de tal manera a los ciudadanos que se hablaba incluso de si el gobierno sobreviviría políticamente al invierno. Las autoridades estaban sobrepasadas por las crisis, tanto así que la primera ministra Natalia Gavrilita acabó dimitiendo en febrero de este año, tras un breve mandato de cerca de un año y medio en el cual habían abandonado su cargo cinco ministros y viceministros.
Este fue un momento en el que la oposición aprovechó para canalizar este descontento en protestas antigubernamentales. Aunque estas no son algo nuevo, sí que se intensificaron, con picos importantes como la que se dio el pasado 28 de febrero. Estas protestas han sido encabezadas por el partido Shor, una de las principales fuerzas opositoras.
A pesar de que el gobierno en Moldavia ha logrado superar el invierno y las protestas de la oposición, se encuentra debilitado. El pasado 21 de mayo se celebró en Chisináu una manifestación organizada por Maia Sandu y su partido en apoyo a la adhesión a la Unión Europea, que contó con unos 75.000 participantes. Esta muestra de fuerza podría suponer un importante apoyo popular al gobierno, y de hecho así es como Sandu ha querido mostrar el evento públicamente.
La realidad es que, tal y como muestra una encuesta reciente, el apoyo a la adhesión a la Unión Europea sí que tendría un fuerte respaldo, del 63% de la población, mientras que el gobierno del PAS tendría tan solo el visto bueno del 24% de los votantes. Aunque tenga el control del poder, el partido gobernante no es capaz de transmitir confianza a la población. Visto el problema de legitimidad que tiene el gobierno, conviene ahora observar quiénes podrían ser los beneficiados de esta situación.
La oposición prorrusa
Dentro de la pugna por el relato, un elemento clave relacionado con la oposición prorrusa es el asunto de la inclusión de la narrativa del Kremlin del conflicto en Ucrania en el país a través de los medios de comunicación. Es un elemento importante, pero lo cierto es que está reducido a mínimos. Primero, debido a la prohibición de todos los canales rusos en Moldavia, y segundo por la lucha del gobierno moldavo contra tal situación, llegando a cerrar seis canales de televisión acusados de no comunicar correctamente el desarrollo de la guerra en Ucrania, tres de los cuales son propiedad de Ilan Shor, y siendo los otros tres dirigidos por socios suyos.
Sin embargo, los medios de comunicación no han sido el único objetivo de desestabilización prorrusa. Desde las elecciones en 2021 y la victoria en ellas de las fuerzas pro-europeas, Rusia ha tomado medidas para reforzar sus metas para el país. Estas han sido desatadas en toda su expresión tras la invasión en 2022, alcanzando todos los elementos de la guerra híbrida (DIME): diplomáticos/políticos, inteligencia/informativos, militares y económicos. En algunos campos las maniobras rusas son más eficaces, como en el terreno económico, pero en otros, como en el caso de los medios de comunicación, son limitadas. Otro escenario es el de las ONGs que funcionarían como un lobby prorruso en el país, aunque estas también son muy reducidas, corriendo el riesgo de ser perseguidas por sus conexiones y afinidades. Previo a la invasión de 2022 tan solo la Asociación de Negocios Ruso-Moldova, presidida por Igon Dodon, el líder del Partido Socialista, tenía cierta proyección.
Aunque los esfuerzos de Rusia de aumentar su influencia en el país son contrarrestados en buena medida, lo cierto es que existe un estrato de la población que tradicionalmente siente simpatía por el país eslavo: rusoparlantes nativos, jubilados, ex-migrantes por motivos laborales a Rusia, simpatizantes ideológicos, etcétera. Un caso relevante es el de regiones tradicionalmente prorrusas. Esta es la realidad de Transnistria y Gagauzia. La primera supone un conflicto congelado heredero de la disolución de la Unión Soviética y, aunque esta república autoproclamada carece prácticamente de reconocimiento diplomático internacional, de facto es independiente.
Un caso distinto es el de Gagauzia, que en 1994 llegó a un acuerdo con Moldavia que dotaba a la región de cierta autonomía. Es por ello que, desde entonces, el gobernador electo en Gagauzia forma parte formalmente del gobierno de la nación, además de sus facultades en las competencias autonómicas de la región. Esto es relevante porque el pasado 14 de mayo se hizo con el gobierno de la región la candidata de Shor, como hemos visto el partido prorruso más contestatario.
Una de las primeras medidas de la nueva gobernadora, Evghenia Gutul, ha sido declarar sus intenciones de abrir una representación de Gagauzia en Moscú. En sentido contrario, desde hace años se habla de la apertura de un consulado ruso en Comrat, la capital de la región. Sin embargo, desde Chisinau se ha vetado esta acción, mientras que el permiso ha sido concedido a otro país con importantes intereses en la zona, Turquía. A pesar de que el proceso electoral ha sido cuestionado por las autoridades centrales, estas han decidido no escalar la confrontación, seguramente para no alienar más a los habitantes de esta región. Lo cierto es que si Moldavia quiere integrarse en la Unión Europea, tendrá que tratar seriamente sus problemas territoriales: Transnistria, pero también Gagauzia.
Los principales partidos de la oposición son el Partido Socialista y el Comunista, que forman el Bloque de los Comunistas y los Socialistas, y el partido Shor. Al menos hasta hace poco, ya que este último el 19 de junio de este año ha sido declarado inconstitucional por los tribunales moldavos. Tanto los primeros como el segundo tienen posturas prorrusas, aunque es este último el que había sido relacionado más de cerca con los intereses del Kremlin, debido a su retórica pero también a hechos como las visitas de sus representantes a Moscú o la voluntad de apertura de representaciones regionales en Rusia.
Pero, ¿qué es exactamente el partido Shor? A pesar de su fundación en 1998, es tan solo con las elecciones de 2019 cuando aumenta su notoriedad. El partido está dirigido por Ilan Shor, un oligarca con doble nacionalidad moldava-israelí que ha sido recientemente sancionado por Estados Unidos por sus relaciones con Rusia, y que se encuentra exiliado en Israel. Se encuentra fugado debido a las acusaciones por corrupción que han llevado a la condena que pesa sobre él de 15 años de prisión por fraude y blanqueo de capitales. El 28 de abril, su escaño en el parlamento moldavo le fue retirado.
El presidente del partido no es el único investigado por crímenes como corrupción o financiación ilegal por potencias extranjeras, sino que las pesquisas se extendían prácticamente por toda la organización, incluyendo acusaciones de pagar directamente a ciudadanos para que acudan a sus protestas. El porqué del aumento de las capacidades de este partido, a pesar de todos los escándalos en los que se ven envueltos, puede tener mucho que ver con los resultados de investigaciones que apuntan a que el Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) habría pasado de apoyar a su ex-socio predilecto en el país, el ex-presidente Igor Dodon y su partido, el Partido Socialista (PSRM) y se estaría centrando en Ilan Shor y el Partido Shor.
Esta era la situación hasta el 19 de junio de 2023. Este día, después de un prolongado proceso judicial, el Tribunal Constitucional de Moldavia decidió su ilegalización, alegando falta de defensa del pluralismo político, del imperio de la ley y de la integridad territorial de Moldavia, elementos indispensables para que un partido pueda ser considerado como constitucional, tal y como defendió el presidente del citado organismo, Nicolae Rosca. Hay que mencionar que Rosca es un ex-dirigente del partido gobernante y abogado de la presidenta Maia Sandu, y que su hija trabaja en la Oficina Presidencial, por lo que desde diferentes ámbitos se ha cuestionado la independencia del poder judicial en esta decisión.
Según el decreto, los diputados electos de Shor podrán mantener sus asientos como independientes, pero no podrán unirse a otras facciones. Esto se aplica de forma análoga al resto de representantes electos del partido, incluida la nueva gobernadora de Gagauzia. La respuesta de la dirección del partido ha sido rotunda en cuanto a no acatar la ilegalización y a comprometerse en seguir “trabajando para sus votantes”, incluido a través de los ayuntamientos que dirigen, en el congreso y en las regiones. De igual forma, a través de su canal de Telegram, Ilan Shor ha advertido de que van a luchar por la vía judicial la decisión. Las noticias del proceso han sido aplaudidas por el PAS, pero aún la Unión Europea no se ha pronunciado al respecto. Queda en el aire cómo afectará el tratamiento del caso por las autoridades moldavas a las negociaciones de adhesión a la Unión Europea.
La Moldavia europeista
Los resultados de los próximos meses en el tablero político, que se medirán en las urnas, serán claves para determinar el futuro de Moldavia y asegurar su camino europeísta. El gobierno de Maia Sandu tomará buena cuenta de esto de cara a profundizar en cambios estructurales en el país. Cambios como el estatus neutral recogido en la Constitución moldava, y que impide unirse a ninguna alianza, como la OTAN.
Si bien el debate público se está intensificando en este sentido, el apoyo a una posible futura inclusión en la OTAN todavía es de tan solo el 26% de la población, además de todas las dificultades técnicas que tendrían que sobrepasarse para llegar a tal situación. En todo caso, si el ejecutivo de Maia Sandu quiere dar pasos hacia tal horizonte, tendrá que certificar un fuerte apoyo popular que nutra sus posturas de legitimidad. La ilegalización de Shor es un hecho sin precedentes en el país que busca servir de ejemplo a otros actores que pretendan expandir el relato prorruso en el país. Está por comprobar cómo responde la población a estos pasos.
Sean cuales sean los puntos sobre los cuales los representantes políticos pro-occidentales quieran incidir, aunque hasta ahora los partidos prorrusos no han logrado aunar un apoyo comparable al de los pro-occidentales, sus capacidades para canalizar el descontento y de influir en la población no se deben descartar. Se deberá seguir de cerca la ilegalización del partido Shor, ya que aunque se hayan proscrito sus estructuras organizativas, su base electoral se mantiene y se buscarán otros formatos para seguir suponiendo una amenaza política. Lo cierto es que si la popularidad de las fuerzas europeístas no se recompone antes de las siguientes elecciones, organizaciones como los ya establecidos Partido Socialista y Partido Comunista, así como el rupturista Shor o sus sucesores, representarán un riesgo más alto para la continuidad de Moldavia en el camino europeo.
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