Primera parte – Segunda parte
Anteriormente se habló de las dinámicas de los grupos salafistas-yihadistas en la Franja de Gaza, su relación con HAMAS, y las posibles nuevas amenazas que podrían representar para Israel. Esta segunda entrega hablará de las mismas dinámicas, pero en la península del Sinaí, y los retos que representan tanto para Egipto como Israel. Primeramente, se hablará del inicio de este conflicto, durante la Primavera Árabe, hasta la entrada del Estado Islámico en el escenario. Luego, se mencionarán los problemas que esto representa para Egipto, debido a la insurgencia. Finalmente, se hablará de la manera que esto afecta a Israel.
Historia del Conflicto
La Primavera Árabe: El comienzo
En enero de 2011 Egipto vio llegar las protestas que ocurrían en otros países árabes como Túnez. Las manifestaciones dieron como resultado el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak. Con la caída del mandatario, en Egipto surgió un vacío de poder, que derivó en caos. Este fue aprovechado por beduinos radicales para atacar a las fuerzas de seguridad. La geografía y la ubicación del Sinaí contribuyeron a que el Estado egipcio tuviera dificultades para controlarla en su totalidad. Con este escenario, los grupos radicales yihadistas no tardaron en aprovechar el momento y convertirse en los principales actores del conflicto.
El Gobierno egipcio respondió lanzando tres operaciones contra estos grupos entre 2011 y 2014, aunque luego vendrían más. La primera operación se llamó Operación Águila, y fue efectuada en 2011, a raíz de un ataque transfronterizo que mató a ocho soldados israelíes y seis soldados egipcios. La segunda, denominada Operación Sinaí, fue la respuesta a un ataque que cobró la vida de dieciséis soldados egipcios. La tercera operación fue lanzada apenas llegó el general Abdel Fattah al-Sissi al poder, como forma de responder al incremento de ataques a partir de julio de 2013. Esta operación se llamó Tormenta del Desierto (no confundir con la Guerra del Golfo de 1991).
El éxito de estos operativos ha sido sometido a debate. El Ejército Egipcio ha reportado constantemente arrestos o muertes de los yihadistas. Sin embargo, la realidad mostraba que esta amenaza iba en ascenso. El incremento de la inseguridad llevó al Ejército a intervenir para neutralizarla. A su vez, la insurgencia aumentaba conforme más unidades militares eran desplegadas. En Operación Águila, se desplegaron mil efectivos la zona. Estos se incrementaron en la Operación Sinaí, en un número no especificado. No hay cifras claras acerca de las muertes de los militares en estos tres operativos. Sin embargo, los números apuntan a que han muerto 2.030 elementos de seguridad egipcios a lo largo del conflicto. No obstante, el Gobierno egipcio no ha sido claro en cuanto a este asunto.
Con las revueltas de la Primavera Árabe en 2011 las instituciones de policía y el Ejército se vieron debilitadas de manera considerable. Se quemaron estaciones policiales a manos de beduinos descontentos, lo que llevó a huelga a Oficiales de la Policía, en protesta por las condiciones laborales. Los miembros del personal de mantenimiento de paz de la Fuerza Multinacional de Paz y Observadores, desplegados en 1982 para supervisar el cumplimiento de los Acuerdos de Camp David, tampoco se salvaron de los ataques beduinos. Con frecuencia fueron secuestrados y atacados. Un ejemplo de esto fue en marzo de 2012, cuando beduinos armados y miembros tribales rodearon un campamento de la Fuerza Multinacional de Paz y Observadores. Seis meses después se registró un incidente similar, cuando otro campamento fue atacado por hombres que portaban rifles y lanzagranadas.
Es en este contexto de caos, que los grupos salafistas-yihadistas vieron en el Sinaí un santuario perfecto para ellos. Esto se agravó a raíz del derrocamiento del Gobierno de Morsi en julio de 2013, cuando el líder de al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri, llamó a librar la Yihad en contra del gobierno de al-Sissi. Se calculaba que eran dos mil milicianos en la península, aunque las fuerzas de seguridad egipcias afirmaron que el número era seis veces mayor. Entre estos elementos; había beduinos radicalizados, palestinos, traficantes convertidos en terroristas, salafistas egipcios; y combatientes extranjeros que provenían de Libia, el Magreb y Europa.
Al debilitamiento de las instituciones se le sumaron el flujo de armas provenientes de Libia tras la caída de Gadafi, y la liberación de yihadista de prisiones egipcias. Por último, pero no menos importante, el surgimiento de los grupos radicales fue tanto causa como consecuencia de esta inestabilidad. En este contexto surgió el grupo salafista Ansar Beit al-Maqdis (Partidarios de la Casa Santa/Jerusalén), en enero de 2011. Sin embargo, el grupo se dio a conocer hasta agosto, con un ataque a la ciudad israelí de Eilat, que mató a ocho guardias fronterizos israelíes. Si bien el grupo tomó inspiración de al-Qaeda, nunca se afilió de manera formal. Ansar Beit al-Maqdis tuvo varias facilidades para escoger de dónde reclutar. Sumó a sus filas a gente de Egipto, tanto de la Península como de la parte continental del país. También alistó a personas originarias de Libia, de Gaza, la Península Arábiga, y África Oriental. Además, veteranos de otros escenarios de Yihad, como Afganistán, Bosnia, Iraq, y más tarde Siria, se unieron a Ansar Beit al-Maqdis. Los beduinos radicalizados que fueron reclutados representaron una ventaja para la organización, debido a que estas tribus conocen el terreno y controlan las rutas de tráfico. Las rutas representan para estos grupos un recurso importante para obtener influencia, así como para sus enfrentamientos contra las autoridades egipcias e israelíes.
La narrativa de Ansar Beit al-Maqdis se sustentaba sobre tres pilares: el primero fue atacar objetivos israelíes, tanto civiles como militares; el segundo era ir contra los intereses de Israel en Egipto; y el tercero era sabotear las relaciones entre Egipto e Israel. Además de esto, la retórica incluía la protección de las comunidades en el Sinaí y sus intereses. Esto cambió con el golpe de estado de julio de 2013 contra Mohammed Morsi. La retórica antiisraelí pasó a un segundo plano, y se abandonó una visión que abogaba por el cuidado de la gente del Sinaí, para adoptar una que no la consideraba en absoluto. Durante este periodo, los beduinos fueron blanco de Ansar Beit al-Maqdis, que los acusaba de espiar para el MOSSAD israelí.
Mohamed Morsi adoptó una estrategia blanda hacia la insurgencia en el Sinaí, lo que provocó que se le percibiese débil ante los yihadistas. Las constantes muertes de soldados parecían respaldar esto, complicando que el presidente islamista lograra convencer a los militares de apartarse del enfoque agresivo hacia los insurgentes. Parte de la estrategia adoptada por su gobierno hacia la insurrección en el Sinaí fue la asignación de recursos para el desarrollo y la infraestructura de la península, reformas económicas, como las leyes de terratenientes, y el diálogo con los líderes tribales.
Durante el mes de junio de 2013, había habido una aparente calma en el Sinaí respecto a los ataques contra las estaciones de policía. El golpe de estado que ocurrió al mes siguiente cambió esto de manera repentina. Los militares habían estado preparándose para las protestas, como las ocurridas el 30 de junio. Ya preveían que los grupos radicales tanto del Sinaí como de Gaza buscarían tomar parte en las protestas. Por lo tanto, el Ejército selló los túneles en la frontera con Gaza, el cruce fronterizo con Rafah, y cortó el acceso a través del canal de Suez vía el Sinaí. Solamente diez túneles permanecieron en condiciones operativas. La agitación que se desató fue una ventaja para los yihadistas, ya que la violencia aumentó de manera exponencial. Los militares acusaron al presidente egipcio de estar detrás de la violencia. Murieron cuarenta y cuatro personas, Treinta y tres de ellas policías, murieron en el mes que siguió al derrocamiento del presidente islamista.
El derrocamiento de Morsi convirtió a Ansar Beit al-Maqdis en una opción atractiva para los beduinos radicales y para los miembros de los Hermanos Musulmanes. Estos últimos se pasaron a la vía armada convencidos del fracaso de la vía democrática para llegar al poder, y que combatir era la única forma de recuperar sus derechos perdidos.
Por su parte, el gobierno de al-Sissi se apresuró a lanzar una ofensiva contra la insurgencia en el Sinaí que, si bien causó contratiempos en Ansar Beit al-Maqdis, no fue suficiente para derrotarlo en su totalidad. El despliegue ordenado fue el mayor nunca antes visto desde la guerra del Yom Kippur, aunque ninguno de los dos bandos avanzó o retrocedió. El único resultado obtenido fue un incremento de la represión estatal, lo que se tradujo en un incremento del apoyo popular hacia Ansar Beit al-Maqdis.
El Califato se expande al Sinaí
Desde inicios de 2014, hubo acercamientos entre el DAESH y Ansar Beit al-Maqdis, aunque fue esta última quien buscó la lealtad del grupo en el Sinaí. En septiembre de ese mismo año, el Estado Islámico envió un emisario a la península en un segundo intento de ganarse la lealtad de Ansar Beit al-Maqdis. Ya le habían ofrecido antes que, a cambio de su lealtad, les darían armas y dinero. Antes de jurar lealtad a Abu Bakr al-Baghdadi, la organización del Sinaí envió dos representantes a Siria para discutir los vínculos entre ambos grupos. Por su parte, el Estado Islámico ya celebraba los ataques en la península, tierra que definían como “prometedora” para la Yihad. Para noviembre de 2014, Ansar Beit al-Maqdis juraba lealtad a al-Baghdadi, y pasaba a llamarse Wilayat Sayna, o Provincia del Sinaí del Estado Islámico. Esto conllevó que sus ataques se volvieran más complejos y violentos, así como un incremento en sus capacidades. Anteriormente, Ansar Beit al-Maqdis ya apoyaba a sus semejantes en Iraq y Siria. De igual manera, ya llevaba al cabo algunas acciones para identificarse con el DAESH, tales como las decapitaciones en vídeo.
Al convertirse en Wilayat Sayna, el grupo mejoró sus capacidades de combate, lo que resultó letal para la estabilidad de Egipto. Además, replicó métodos que el ISIS llevaba al cabo en sus feudos de Iraq y Siria, tales como el buscar lealtad e influencia de las comunidades tribales mediante matrimonios o captación de las generaciones más jóvenes de las tribus. De esta manera, se ganó la confianza de estas y participó en las dinámicas locales; también creó aparatos de inteligencia.
Otro cambio que llegó con la transición de Ansar Beit al-Maqdis a Provincia del Sinaí fue que ahora buscaba controlar territorio y mostrar ese control. También buscaron la forma de mostrar su afinidad con el Estado Islámico y de dar a entender que pretendían implantar su agenda en Egipto. Una manera fue la incorporación de radicales egipcios que si bien, eran de fuera del Sinaí, eran afines al DAESH. Otra forma de mostrar eso fue con el derribo del avión de pasajeros rusos Metrojet 9268, el 31 de octubre de 2015, en respuesta a los bombardeos rusos en Siria. Fue así como el grupo dejó influenciar su agenda por los eventos que sacudían la región, y de esta manera el Estado Islámico influyó en el Sinaí. El grupo parece enfocarse en el norte de África, especialmente Egipto y Libia. Esto es algo que parece hacer que los beduinos le quiten el apoyo al grupo terrorista, ya que no aprueban las tácticas del ISIS, como las decapitaciones.
Una de las mayores demostraciones de poder de la provincia del Sinaí del Estado Islámico se dio el 3 de julio de 2015 con un asalto a la ciudad de Sheikh Zuweid. Esta acción fue la más icónica de la transición de Ansar Beit al-Maqdis a ISIS, ya que definía un nuevo nivel de cambio en la insurgencia del Sinaí, y un aumento en las capacidades del grupo, con técnicas adquiridas de la organización madre en Iraq y Siria. Esto fue una muestra de su identificación con el Estado Islámico en ambos países mencionados, y de un cambio de enfoque (local a transicional) sobre Israel, Libia y los países occidentales. Egipto respondió al incidente de Sheikh Zuweid con el establecimiento de un mando único al este del canal de Suez, con el general Roshdy Askar al mando. Este militar estuvo a cargo también de coordinar las actividades antiyihadistas del Segundo y Tercer Ejército Egipcio. Desde entonces, el Estado Islámico mantuvo un ritmo constante a la hora de atacar a las fuerzas de seguridad egipcias, que desde 2015 incrementaron sus esfuerzos para combatir al grupo.
También hubo un ligero cambio ideológico en la transición de Ansar Beit al-Maqdis a ISIS, yendo hacia una más radical que se basaba en control de territorio adoptando gradualmente la agenda del Estado Islámico además de un tono antioccidental y antisemita en su propaganda. Además, no dejó pasar la oportunidad para atacar a Israel lanzando cuatro cohetes GRAD hacia Eilat, aunque tres de estos fueron interceptados por el Sistema de la Cúpula de Hierro de Israel. El Sistema de la Cúpula de Hierro es un sistema móvil de defensa aérea diseñada para interceptar y destruir cohetes de corto alcance y proyectiles artilleros destinados al bombardeo de población civil.
En diciembre de 2016, el Estado Islámico incrementó su tono sectario e inició una fuerte campaña de persecución contra los cristianos coptos de Egipto, atacando iglesias en El Cairo. Esto se repetiría en abril de 2017, cuando, en Domingo de Ramos, el grupo atacó iglesias en Alejandría y Tanta, ubicadas en el Delta del Nilo. El gobierno de al-Sissi respondió declarando el estado de emergencia durante tres meses. DAESH considera a los coptos como una comunidad beligerante que en secreto ayuda al gobierno egipcio a oprimir a los musulmanes. En febrero de ese mismo año, las amenazas y asesinatos por parte del ISIS provocaron la huida de muchos coptos de la ciudad de el-Arish. Las ramas islámicas heterodoxas también han sido víctimas del Estado Islámico. En noviembre de 2017, el grupo atacó la mezquita sufí al-Rawdah, de la orden Jariri, acusada de servir a la inteligencia egipcia. Este ataque fue el más mortífero en la historia egipcia: cuarenta hombres armados asesinaron a más de trescientas personas. Fue el ataque más letal en la historia egipcia moderna y reveló un cambio de tácticas del grupo extremista. Los atacantes quemaron coches para bloquear las rutas de escape y, además, utilizaron morteros RPG así como armas pequeñas. También lanzaron una segunda ronda de ataques en lo que llegaban las ambulancias para atender a los heridos.
Caos y terrorismo en el Sinaí, golpes letales para Egipto
A la llegada de al-Sissi al poder en 2013, Egipto era uno de los peores lugares en seguridad turística, ocupando el puesto 140 por detrás de Pakistán y Yemen. Ese mismo año, Ansar Beit al-Maqdis se adjudicó la responsabilidad por ataques en el norte y sur del Sinaí, así como en edificios de seguridad en el Cairo, Dakahliya, Ismailiyah y Sharqiyah.
Dieciséis soldados egipcios murieron en un ataque contra un puesto militar cerca de la frontera con Israel y Gaza y los atacantes robaron dos vehículos militares para ir al cruce trilateral fronterizo Kerem Shalom. El primer vehículo atacó una torre de observación israelí y el segundo hizo una brecha en la frontera. Sin encontrar objetivo alguno, fue neutralizado.
Si bien Ansar Beit al-Maqdis afirmaba que su lucha era contra Israel, atacó principalmente la infraestructura estatal egipcia, como puestos de control, estaciones de policía, y el gasoducto entre Egipto e Israel en el norte del Sinaí. Los ataques contra este último fueron enaltecidos por Ayman al-Zawahiri, que los incitó a atacar más. Los motivos para atacarlo fueron buscar la atención mediática, provocar pérdidas económicas en la estructura militar y cortar el flujo de gas para afectar a Jordania, miembro de la coalición internacional contra el Estado Islámico. El yihadismo en el Sinaí trajo escarnio al Ejército egipcio, evidenciando su incapacidad para mostrar soberanía en la península. No solamente eso, sino que los insurgentes amenazaron con movilizar sus ataques a las afueras del norte del Sinaí, como Sharm el-Sheikh y Dahab, así como el Valle del Nilo y el Cairo. La muerte de treinta y tres miembros del personal de seguridad a manos de Ansar Beit al-Maqdis llevó a que el gobierno egipcio declarase el Estado de emergencia en octubre de 2013.
En el verano de 2015, el Estado Islámico atrajo la atención de diversas maneras. Además del asalto contra Sheikh Zuweid, el grupo atacó el consulado italiano, matando a una persona e hiriendo a nueve, siendo este el primer ataque contra una misión extranjera. El entonces primer ministro italiano, Matteo Renzi, respondió al ataque afirmando que el único que podía salvar a Egipto era al-Sissi. Algunos afirman que, con esto, el Estado Islámico pretendía enviar un mensaje de inestabilidad. Por otra parte, el ataque contra Sheikh Zuweid reveló una mejora en las capacidades del grupo, imitando a la organización madre en Iraq y Siria con ataques suicidas y de morteros. Esto fue en parte gracias a la transición de Ansar Beit al-Maqdis a DAESH. Estas nuevas capacidades podían incluso bloquear el canal de Suez. El grupo terrorista tenía ya en sus manos armas rusas antitanque, capaces de hundir un barco e interrumpir el tráfico en el canal.
El general al-Sissi pretendía pasar a la historia como el hombre que hizo resurgir la economía egipcia y las actividades del Estado Islámico estorbaban a la hora de alcanzar este objetivo. Cabe señalar que la economía egipcia se basa en el turismo, ingresos económicos del canal de Suez y la inversión extranjera directa, y, todos estos, a su vez, dependen de la seguridad. El Estado Islámico perpetró más ataques contra objetivos internacionales además del consulado italiano, una tendencia iniciada en 2014, en el marco de la campaña contra el ISIS en Iraq y Siria. Entre estos ataques se encuentra el derribo del avión de pasajeros rusos Metrojet 9268 donde murieron los 224 tripulantes; el asesinato del estadounidense William Hendrickson en diciembre de 2014; y el secuestro y decapitación del croata Tomislav Salopek en agosto de 2015. Además de una internacionalización de su campaña para vincularse con el DAESH en Iraq y Siria, esto fue una “yihad económica” contra el gobierno egipcio, golpeando sus principales estructuras, especialmente la turística lo que disuadía a los turistas de visitar Egipto.
Problemas para Israel
Desde 2011, gran parte de la violencia se concentró en ciudades fronterizas con Israel, o cercanas a la frontera, como Rafah, el-Arish, y Sheikh Zuweid. Estas ciudades registraron la mayor cantidad de beduinos radicales y bandas de insurgentes. Fue en esta zona donde Ansar Beit al-Maqdis concentró lo principal de sus operaciones. A partir de 2012, Israel se vio atacado por grupos que tenían su base en el Sinaí que costaron docenas de vidas civiles y militares y, además, tuvieron como consecuencia que bajase el turismo israelí a las playas de la península.
Uno de los primeros ataques contra intereses israelíes se dio en 2011, cuando un grupo yihadistas cruzaron la frontera internacional y atacaron un autobús que iba hacia Eilat que dejó ocho víctimas. Además, en una operación multietapa las Fuerzas de Defensa Israelíes se vieron atacadas. Las IDF respondieron persiguiendo a los atacantes pero en el camino mataron a varios guardias fronterizos, culminando en una crisis diplomática entre Israel y Egipto. Este último reaccionó denunciando las acciones de su vecino, la violación de su soberanía e incluso el tratado de paz. Las reacciones llegaron al máximo punto en septiembre de 2011, con protestas fuera de la embajada. Sin embargo, las fuerzas especiales egipcias alcanzaron a rescatar a los israelíes antes de que las cosas empeorasen. El 22 de junio fueron atacados dos vehículos armados de trabajadores israelíes que buscaban completar la cerca fronteriza entre ambos países, dejando una víctima. Posteriormente, el 21 de septiembre, tres miembros de Ansar Beit al-Maqdis atacaron a una unidad israelí desplegada cerca de la frontera.
Desde 2011, los yihadistas han atacado en varias ocasiones el gasoducto que abastece a Israel. Con esto, han provocado que El Cairo no pudiera entregar las cuotas de gas acordadas a su vecino. Ansar Beit al-Maqdis aprovechó el descontento de los beduinos, quienes estaban molestos por no verse beneficiados del tránsito de gas hacia Israel. El grupo yihadista vio en esto una oportunidad para dañar las relaciones entre ambos países. Para abril de 2012, Ansar Beit al-Maqdis ya había perpetrado varios ataques contra el gasoducto, lo que le llevó a la notoriedad internacional. A su vez, Mohammed Morsi canceló el trato por el que su país abastecía de gas durante veinte años a Israel.
El 5 de agosto de 2012 ocurrió la masacre de Rafah, que fue la primera parte de una compleja y planeada operación anti-Israel que fracasó cuando las fuerzas israelíes arrinconaron y destruyeron un vehículo militar egipcio robado que cruzó la frontera internacional. Los yihadistas penetraron la frontera tras matar a dieciséis soldados egipcios y robar dos coches blindados. Israel se apresuró a responder con un ataque aéreo, neutralizando a los atacantes. Esto fue una advertencia al Gobierno egipcio acerca del problema del terrorismo en la zona. Nadie se adjudicó la responsabilidad del incidente, pero Israel respondió cerrando temporalmente el aeropuerto de Eilat.
Un mes más tarde, un soldado israelí fue asesinado, y otro resultó herido cuando hombres armados atacaron un grupo de tropas que protegían a civiles trabajando en el cruce de Nitzana. Ansar Beit al-Maqdis se adjudicó la responsabilidad.
La mayoría de los ataques hacia Eilat no han causado bajas, sin embargo, algunas agresiones de Ansar Beit al-Maqdis con misiles antitanque mataron civiles israelíes. En 2013, Israel movió una batería de su Cúpula de Hierro hacia Eilat, en respuesta a una alerta de ataque inminente. Sin embargo, la Cúpula de Hierro no intervino cuando los misiles fueron lanzados. Se piensa que pudo ser porque se temía que se golpeara un avión de pasajeros, o que los misiles no fueran interceptados en territorio israelí. Principalmente, lo que preocupa a Israel es que la violencia no se extienda hacia su territorio, como en 2011. Las consecuencias de esto y las respuestas israelíes casi provocaron la cancelación del tratado de paz. Para evitar que se llegue a esto, Israel buscó la manera de disuadir a los grupos yihadistas de Gaza de buscar un santuario en el Sinaí, ya que suelen utilizar la Península para atacar. Para lograr su objetivo; también pretende detener el tráfico de armas del Sinaí hacia la Franja mediante los túneles. De igual manera, la recolección de inteligencia le permite a Israel detectar complots radicales desde Egipto.
Israel prefiere que Egipto despliegue tropas en el Sinaí antes de que la península se convierta en un santuario del terrorismo internacional. Además, Egipto podría beneficiarse también ya que a largo plazo podría permanecer desplegado en la zona, lo que le llevaría a mantener el control. Como respuesta a los ataques producidos desde 2011, se ha construido una barda para detener incursiones yihadistas y el tráfico de bienes. Además, Israel ha permitido el vuelo de jets egipcios sobre la península. Estos acuerdos dejan en evidencia que los acuerdos de Camp David han pasado a un segundo plano.
Israel vio un incremento en la amenaza a partir de 2014, cuando Ansar Beit al-Maqdis anunció su lealtad al ISIS. Suponía ya un peligro para la seguridad nacional egipcia, y se convirtió también en uno para el aparato de seguridad israelí. Esto viene de la mano con ataques. Se cree que el Estado Islámico recluta a jóvenes egipcios y gazatíes radicalizados, prometiendo la “destrucción de Israel” y la “liberación de Jerusalén”. Esto lo podrían confirmar los reportes de agencias israelíes que menciona que el ISIS está construyendo una red extensa en la frontera, para ampliar sus capacidades y llevar a cabo un ataque espectacular en Israel. Si bien la provincia del Sinaí es hostil a Israel retóricamente hablando, su principal enfoque sigue siendo Egipto. Esto es a pesar del mayor y creciente involucramiento de las fuerzas israelíes en la península.
Entre 2014 y 2016 incrementaron los ataques a Neguev desde Egipto. Esto fue particularmente durante la Operación Plomo Fundido de verano de 2014, cuando Ansar Beit al-Maqdis se adjudicó la responsabilidad de varios cohetes a Israel. Además, diecinueve veces han saboteado o atacado a Israel desde el Sinaí. En 2015 las Fuerzas de Defensa Israelíes elevaron su nivel de alerta, a raíz del derribo del avión ruso Metrojet 9268. De este periodo a 2016, el DAESH planeó una serie de atentados en Neguev, incluyendo la ciudad de Eilat. Israel utilizó drones para evitar esto, posiblemente con aprobación egipcia. Al mismo tiempo, desplegó su Brigada Caracal a la frontera. Esta brigada es un batallón de infantería que desde 2016 combatió a los yihadistas en Egipto, cerca del cruce con Nitzana.
Más recientemente, el nuevo portavoz del Estado Islámico, Abu Hamza al-Quraishi ha llamado a atacar Israel, “probando sus armas en los asentamientos judíos”. Esto tanto desde Siria, como desde el Sinaí.
Es posible que, en vez de instigar ataques contra Israel, la Provincia del Sinaí instigue a que se ataque a HAMAS. Además, mientras dicho grupo islamista se vea ocupado respondiendo a dichas provocaciones, el Estado Islámico podría entonces llevar a cabo ataques contra Israel, eclipsando de esta manera al grupo militante palestino. Esto, de acuerdo con Michael Shkolnik, podría tener un efecto dual, atrayendo primeramente a combatientes extranjeros, que pretendan luchar contra Israel, y dañar las relaciones entre dicho país y Egipto, especialmente en el área de la cooperación, que es piedra angular de la estabilidad entre ambos estados.
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