El veterano diplomático Gustavo Machín (La Habana, 1959) recibe al equipo de Descifrando la Guerra en la amplía Embajada de Cuba en Madrid. Machín, que otorga con esta su última entrevista en el cargo, hace gala de su cercanía y facilidad de palabra. “Mejor cambiamos el lado” afirma en referencia a la disposición de las cámaras, “la última entrevista fue en este mismo sitio y así variamos un poco” se justifica. En su vuelta a Cuba continuará trabajando para el Ministerio de Exteriores pero por ahora se confiesa ocupado en cerrar todos los flecos de estos últimos días de “trabajo frenético”.
Néstor Prieto: Vuelves a La Habana tras cuatro años en España, esta es tú última entrevista como Embajador, y por tanto la primera pregunta se hace obligatoria. ¿Cuál es la valoración tras cuatro años al frente de una de las delegaciones diplomáticas sin duda más importantes para Cuba; un peso pasado para entrar en Europa y con los lazos culturales que unen a ambos países?
Gustavo Machín: Primero que nada, agradecer esta oportunidad. Después de cuatro años regreso a Cuba cumpliendo mi misión diplomática aquí. Tienes razón, España es un país al que nos unen fuertes raíces familiares, culturales, históricas… yo diría de todo tipo. Nuestros vínculos con España son muy fuertes, tanto que llegan al campo familiar e histórico. Creo que podemos vanagloriarnos de que Cuba y España pueden exhibir una historia de buenas relaciones. Inclusive independientemente del color político del gobierno en el poder, al menos desde el triunfo de la revolución. Salvo un periodo, yo diría oscuro dentro de esta realidad, que fueron unos años de gobierno del presidente Aznar que promovió una posición común hacia Cuba que era injerencista que no respetaba la soberanía y la independencia cubana. Realmente fue un periodo donde las relaciones con España no fluyeron como siempre han fluido.
Para mí el balance de estos cuatro años es que trabajamos fuerte y creo que pudimos avanzar mucho más las relaciones bilaterales. Y sobre todo trabajamos fuertemente en la consolidación de estos vínculos. Yo creo que si hacemos ese balance ambas partes podemos estar satisfechas. Ha sido un periodo de gran efervescencia donde hemos ampliado los vínculos en todos los sectores porque existe la voluntad probada de ambos países en profundizar y consolidar los vínculos bilaterales. Y en el caso de Cuba existe algo que se llama política de Estado, una política que se basa en esos elementos que ya hemos comentado; las raíces históricas, culturales, familiares, económicas, comerciales, de cooperación… esas raíces son tan profundas que siempre ha primado en la relación bilateral una política de Estado. Regreso a Cuba satisfecho del Estado de las relaciones bilaterales porque se han sentado las bases para continuar ampliando. Debo también decir que los vínculos entre ambos pueblos también se han consolidado y eso es tanto o más importante. He tenido posibilidad de visitar 16 de las 17 comunidades autónomas y en todas he tenido posibilidad de compartir con la sociedad civil española los altos niveles de comunicación lo que a mí me refleja que existe esa relación sólida entre ambos países.
Aun cuando existen determinados partidos que desde la oposición tratan de enrarecer esos vínculos, yo creo que en la práctica esa relación tan profunda y sólida, supera cualquier interés partidista o más minoritario.
N.P.: De hecho, es significativo que usted públicamente ha dicho y denunciado que hay algunos sectores políticos y sociales que consideran a Cuba un motivo más de “política interna” que de política externa. El gobierno cubano también lo señala respecto a EEUU. Y aquí en España hemos visto como recientemente hay varios grupos que han tenido un posicionamiento muy vehemente respecto a Cuba. Desde la Embajada se señalaba que debe primar la no intromisión en asuntos internos y que además no es propio de un país con relaciones estratégicas como España…
G.M.: Las relaciones bilaterales se tienen que basar en el respeto a la igualdad, a la independencia y la soberanía. Si no hay respeto no puede haber buenas relaciones. En Cuba hemos luchado mucho por ello y es una esencia. Te podría decir que es un principio, pero el término esencia te da un sentido mucho más amplio de porque es importante para nosotros.
Afortunadamente las relaciones a nivel de gobierno son muy respetuosas en los asuntos políticos y diplomáticos. Incluso somos capaces de discutir nuestras diferencias desde esa base del respeto. Yo a veces digo que las relaciones durante la época colonial eran de padre a hijo, pero desde nuestra independencia la situación ha evolucionado a ser una relación entre hermanos. Hermanos que se respetan, que son capaces de discutir sin tapujos; España puede tener sus criterios sobre su país, como yo también los tengo como sobre España, pero yo como diplomática no puedo ir publicitando mis diferencias. Yo tengo los canales y hay que destacar que funcionan.
Hay algunos partidos de derecha que están utilizando el tema de Cuba en su labor de oposición. Lo sé, lo conozco y me sorprende como Cuba puede ser considerado parte de la política interna, yo tenía noción de que pasaba en otros países, o en otro país; pero estos cuatro años me han servido para darme cuenta de que sí. Esos vínculos también generan una fuerte carga emotiva, y todos sabemos que las emociones a veces van de un extremo a otro. Tenemos quien nos quiere mucho y quienes no nos quieren tanto por decirlo de alguna manera. Yo espero que quien quiera que tenga el poder del gobierno en España se respete esa política de Estado. Entiendo que la oposición está usando este tema para atacar el gobierno y se ha hecho sobre la base de la manipulación y la mentira, no me complace, pero siempre apelo al sentido de Estado y a los principios del Derecho Internacional por encima de cualquier interés.
N.P.: Comentabas que la política de Cuba hacía España es una política de Estado ¿La política de España hacia Cuba es también una política de Estado?
G.M.: Sí, yo diría que sí.
N.P.: ¿Se sobrepone a los intereses partidistas?
G.M.: La historia, al menos la relación desde 1959, han demostrado que hay una política de Estado hacia Cuba.
N.P.: Usted hablaba de que para Cuba España siempre ha sido una prioridad, ¿diría que para España Cuba es una prioridad dentro de su agenda en América Latina y el Caribe o echan en falta una política más proactiva?
G.M.: Que pregunta más interesante. Yo como diplomático soy muy cauto a la hora de emitir criterios sobre el país en el que estamos acreditados. Yo no sé si conceptualmente Cuba es una prioridad, pero si te puedo decir que los hechos si demuestran que a España le interesan los vínculos con mi país. Durante mi periodo como Embajador visitó Cuba el presidente del gobierno español después de 28 años; y por primera vez en la historia, desde que Colón llegó a Cuba en 1492 hasta la fecha, un rey de España ha estado en Cuba. Yo no te puedo decir si somos o no una prioridad, pero los hechos demuestran que la voluntad expresa de España y el gobierno español de consolidar los vínculos es una realidad. Es lo que te puedo transmitir.
N.P.: Lo entiendo perfectamente, aunque si es cierto y lo digo como paréntesis, pero yo creo que España con los vínculos históricos que tiene con América Latina tiene una relación que no se corresponde con toda la “influencia” que debería tener. Me gustaría detenerme en otra faceta clave rebasando el ámbito español, jugaste un papel destacado en EEUU no solo durante el periodo previo a la normalización sino durante las negociaciones y el establecimiento de las relaciones bilaterales. ¿Cómo se gestó ese proceso? A fuego lento y con la penumbra que requieren este tipo de gestiones, pero tuviste un papel destacado sobre el que se habla bastante poco.
G.M.: (Ríe) Nosotros hablamos bastante poco sobre ese proceso, nos atenemos a los hechos. La novela que hay detrás de ello, por decirlo de manera más coloquial, no nos interesa. Yo por mi papel en la Cancillería, como Subdirector general para EEUU, tuve la oportunidad de ser parte del proceso hacia la normalización de las relaciones que se anunció el 17 de diciembre de 2014. También a partir de esa posición participé en el restablecimiento de relaciones diplomáticas, la reapertura de embajadas y los 22 acuerdos bilaterales firmados. Yo simplemente fui uno más, pero sin duda como diplomático cubano el haber sido parte de ese proceso es parte de mi acerbo. Lo fundamental de esto fue que demostramos que fue posible que entre dos países distintos y con profundas diferencias se puede tener una relación civilizada. Porque sin olvidar nuestras diferencias fuimos capaces de poner en el centro aquello en lo que teníamos intereses comunes. Es por ello que en un año y medio firmamos 22 acuerdos bilaterales, lo que quiere decir que a pesar de las diferencias se puede avanzar. Eso da la idea de cuán importante son las relaciones para ambos países. Como países vecinos que somos nos permitió lidiar con temas de gran importancia para los dos países como pueden ser: narcotráfico, trata de personas, enfermedades vegetales y animales, terrorismo, delitos transnacionales, protección natural, desastres naturales… Hay una cantidad de temas que debemos y tenemos la obligación de lidiar.
Por eso más allá de mi persona te diría que la gran enseñanza es que fue posible. Fuimos capaces de lidiar con los temas en común y también sobre nuestras diferencias, tuvimos diálogos sobre temas candentes como Derechos Humanos donde nos transmitíamos nuestras preocupaciones. Hablamos de desarme, de cambio climático, de no proliferación, de migración… Fuimos capaces de entendernos unos a los otros y realmente es lo que debe prevalecer.
N.P.: Hay un elemento importante, y desde luego desde la óptica colectiva, vives también al poco tiempo la ruptura. ¿Las bases eran débiles? ¿No se estaba preparado para un acercamiento? ¿O es que todavía hay una diferencia insalvable entre buena parte de la sociedad y los actores políticos norteamericanos?
G.M.: Yo no creo que haya esa brecha, esos dos años demostró que era posible. El presidente Obama llamó incluso varias veces al Congreso a levantar el bloqueo. Los niveles de aceptación fueron elevadísimos. Pero hay una derecha cubanoamericana que tiene dinero, y en EEUU el dinero tiene mucho poder; muchos hablan de la corrupción del sistema político americano, pero ese es su sistema, dar dinero a un político es libertad de expresión, yo personalmente lo interpretaría de otra manera y en otro país eso se llama corrupción. Pues esa derecha, minoritaria por cierto, promueve una política contra Cuba y siempre han sido los núcleos que se han opuesto a un acercamiento. Lamentablemente todo lo que se hizo se hizo a través de órdenes ejecutivas, y entonces cuando viene otro presidente puede firmar un papel eliminado esas órdenes. Eso fue lo que hizo Trump. Eso es un riesgo que sabíamos que se corría y la parte de EEUU también lo era, porque permitía que el presidente entrante con plumazo elimina todo lo que hizo el anterior. Demostró además que había una cierta obamofobía por parte de Trump. Las bases pueden haber sido débiles porque la forma en la que se hizo era vulnerable, pero yo creo que hay una mayoría en ese país que apoya un cambio de política respecto a Cuba y sabe que la política que se aplica desde hace 60 años es errada y fracasada. Si tomamos en cuenta que la política de EEUU es destruir la revolución cubana y llevamos más de 60 años… es verdad que nos hace la vida más difícil porque el bloqueo afecta a Cuba y a los cubanos, pero hemos demostrado una capacidad de resistencia.
N.P.: Desde la elección de Joe Biden ha habido mucha especulación, y aunque ha habido conversación a varios niveles el enfriamiento para desligarse de Donald Trump parece que ha entrado en barrena después de las protestas en Cuba. Joe Biden parece ratificar ahora una retórica más agresiva de lo que se podía esperar ¿es próximo un cambio de postura?
G.M.: Me es muy difícil hablar en nombre del gobierno de EEUU, no sé qué están pensando. Pero durante la campaña electoral prometió que iba a revertir las medidas adoptadas por Trump contra Cuba; 243 medidas de reforzamiento del bloqueo que afectaron directamente a la población cubana y a los residentes en EEUU. Es una promesa de campaña y tengo que entendido que está recogido incluso en la Convención de los demócratas. Los disturbios, no protestas, fueron el 11 de julio y el tomo el poder el 20 de enero; y ahí hay tiempo.
N.P.: ¿Hay tiempo y hay medidas o solo hay tiempo?
G.M.: Hay tiempo nada más. Biden no revirtió ninguna de esas 243 medidas. Entonces que haya habido unos disturbios en La Habana con una amplia manipulación y que se coja como excusa… te puedo decir que he leído análisis de varios académicos e incluso el New York Times que afirman que es increíble que Biden no solo haya hecho suya la política de Trump sino que esté yendo más allá. Como Cuba diría que siempre hemos mantenido la posición de tener una relación civilizada respetando nuestras diferencias y tratando de buscar los puntos en común. Pero lo cierto es que durante el gobierno de Biden no se ha modificado ni una de las 243 medidas adicionales al bloqueo contra Cuba.
Para ampliar: La influencia de EEUU en el desarrollo de Cuba como nación independiente.
N.P.: Hay aspectos muy importantes de la política interna cubana para entender mejor este escenario. Me remitiría al último mes de abril con el VIII Congreso del PCC, que calificaría como uno de los más importantes de la historia reciente de Cuba por varios factores: hubo una apuesta múltiple donde se buscaba actualizar críticamente en distintos sectores económicos, sociales, la política de cuadros del partido… Pero sobre todo la idea que sería transmitir era la del “Congreso de la continuidad”, de la transición histórica entre la guerrilla de Sierra Maestra y la nueva tanda de dirigentes. ¿Hay continuidad en Cuba? ¿Una apuesta consciente por parte de las autoridades de continuar con el grueso del modelo socialista cubano que se ha aplicado hasta la época?
G.M.: Sí, sin duda alguna. Mira a pesar de lo que se dice en Cuba nunca ha habido contradicción generacional, ha habido una convivencia productiva entre quienes la generación histórica que hizo la revolución y los que nacimos después. Primero, nunca hubo contradicción y segundo, en Cuba el proceso de cambio siempre ha estado sucediendo. No es que a partir del Congreso la generación histórica se ha hecho a un lado; el Consejo de Ministros tiene una media de 53 años.
Lo que si supuso el Congreso es que el liderazgo histórico representado en Raúl Castro sucedió en ese momento, pero desde el 2010 yo te podría decir que Cuba está inmerso en un proceso de transformaciones en sus políticas económicas, sociales y de su ordenamiento político y administrativo. Esto no sucedió en abril por decreto, sino que veníamos trabajándolo desde el año 2010. Aquellos que se cuestionan si Cuba es o no una democracia, que es el debate en España, te digo, es verdad nosotros no somos una democracia liberal somos una democracia popular y participativa. Recuerdo que en 2010 antes de implementarse todas esas transformaciones se abrió a debate popular y yo como ciudadano, y no como diplomático, tuve la oportunidad de expresar mi opinión sobre esas políticas. Sí es verdad, en el Congreso de abril la generación histórica cede la antorcha a la nueva generación con un compromiso de todos nosotros, porque desde el momento en el que participamos en el debate y en el debate de la Constitución, la mayoría -el 87%- decidimos que este es el camino que queremos seguir. Es verdad que hay un 13% que no estuvo de acuerdo, pero fue democrático, aplicando los cánones de que democracia es la voluntad de pueblo, y eso no es votar cada cinco años sino ejercer ese poder diariamente, entonces yo creo que es algo que tiene total apoyo de la mayoría de los cubanos.
Para ampliar: El VIII Congreso del PCC, Cuba ante el espejo
N.P.: Sobre esas transformaciones que se han venido dando desde 2010 surge una gran pregunta, que no solo se da en Cuba sino en todo el mundo a partir de los 90. ¿Hacia dónde van esas transformaciones, qué horizonte tiene Cuba? Hay que señalar que hubo un debate intenso en la Constitución de 2018 sobre el uso del término “comunista”. Aunque es un camino singular, que no es el caso chino o el soviético, si es importante preguntar cual ese horizonte.
G.M.: La Revolución cubana es muy singular y autóctona. Yo decía que Cuba tenía un socialismo tropical, sin ánimo de simplificar el término, y con esa frase quiero resaltar lo propia y cubana que es nuestra revolución. Nadie vino a hacernos la Revolución, somos nosotros quienes a pesar de los obstáculos y nuestra relación con nuestro vecino hemos defendido la revolución. Con la Constitución aprobada se habla de que estamos construyendo una “sociedad socialista, próspera, humana, popular y que responde al bienestar de todos nosotros”. Si tú me preguntas hacia dónde va Cuba yo te diría que va hacía allí. Con eso lo que queremos decir es que Cuba no ha abandonado ni va a abandonar su esencia.
Vamos a seguir siendo ese país que lucha por su independencia y soberanía, seguiremos siendo solidarios y que defiende las causas justas de los pueblos, que defiende un orden internacional mucho más respetuoso. Cuba nunca va a renunciar a su esencia, nunca va a abandonar ninguno de los principios que nos ha guiado desde 1959. Eso sí, somos un país que estamos trabajando en la actualización de nuestro sistema; para conseguir ese fin de socialismo próspero tenemos que adaptar nuestro país a la realidad y al contexto en el que vivimos. Eso implica cambios en nuestras concepciones en las políticas económicas, sociales… porque no podemos olvidar que somos un país en desarrollo con carestía de recursos naturales y con un bloqueo de más de 60 años de la primera potencia mundial que nos obstaculiza que podemos avanzar más en esta senda. Pero ten por seguro que Cuba va hacia algo donde no renunciaremos a nuestra esencia; sin renunciar a ellas haremos todo para incrementar el bienestar de nosotros los cubanos.
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