El 18 de agosto de 2020 ha tenido lugar el golpe de estado en Malí que ha acabado con 7 años de gobierno Ibrahim Boubacar Keïta. Este golpe en el país sahelino no ha sido algo repentino y a muchos no les ha sorprendido. Desde el mismo año en que el gobierno llegó al poder, emergido tras un golpe de estado, su popularidad ha caído en picado por su incapacidad para gestionar problemas como el terrorismo, la inseguridad, la disminución de la calidad de vida y la corrupción. Esto llevó a un profundo descontento en la población y en determinados sectores del ejército.
Las últimas elecciones parlamentarias en marzo de 2020 calificadas como fraudulentas, y las condiciones antes mencionadas, fueron el desencadenante de una serie de protestas durante todo el mes de julio que exigían la dimisión del presidente. El gobierno trató de llevar a cabo una serie de medidas y negociar con los manifestantes, pero estos no cesarían las protestas sin que el líder del ejecutivo presentase su dimisión. La CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) estaba haciendo de mediación sin llegar a ningún acuerdo relevante, al mismo tiempo que la tensión en el país iba aumentando.
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El coronel Sadio Camara realizando declaraciones
El 18 de Agosto tenía lugar el golpe de estado dirigido por los militares. El coronel Sadio Camara, uno de los dirigentes del golpe, puso en arresto domiciliario a varios miembros del gobierno y se escucharon enfrentamientos en diversas bases militares cerca de Bamako, la capital del país. Al poco tiempo se podían ver columnas de vehículos militares poner rumbo a la ciudad. Las carreteras a las bases militares fueron cortadas y no se permitía el paso a la prensa o lo civiles.
Al mismo tiempo tenían lugar en la capital manifestaciones espontáneas con las mismas reivindicaciones que hace un mes. Los militares fueron recibidos con vítores en las calles de Bamako. Esto no es extraño ya que ambas partes comparten un mismo objetivo, la destitución del presidente. Tras la llegada de los militares a la capital se comienzan a dar reportes de la detención de más altos cargos del gobierno como el ministro de justicia, defensa o el propio primer ministro. Algunas de sus casas fueron saqueadas e incendiadas por los manifestantes. En esos momentos, los reportes que llegaban a otros países eran confusos, pero las embajadas ya habían puesto en alerta a sus ciudadanos en el país de que no saliesen de sus casas a menos que fuese totalmente necesario.
Manifestaciones espontaneas en la capital
Las organizaciones internacionales tanto a nivel regional como mundial no tardaron en emitir comunicados sobre la situación y todas transmitían el mismo mensaje de consternación por el golpe de estado, el apoyo al gobierno, la petición de liberar al gobierno y restaurar el estado democrático. La preocupación sobre la situación maliense alcanzó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que acordó reunirse de urgencia el 19 de agosto. En el comunicado emitido se apoyaba a la CEDEAO y se instaba a los militares a volver a los cuarteles. En este punto nos vamos a detener en dos actores que son importantes para entender la situación, la CEDEAO y la Unión Africana. Ambas organizaciones son de las que mayor peso tiene a nivel regional y apoyan al presidente maliense.
Durante la época de las protestas la CEDEAO se ofreció a mediar, pero defendía que las elecciones parlamentarias habían sido trasparentes por lo que la presidencia de Keïta era legítima. En el momento del golpe de estado esta instó a restaurar el orden constitucional y exigió a los militares volver a los cuarteles. La Unión Africana es otra organización que ha respaldado al gobierno de Keïta y primera en ejercer presiones para que se restableciese su gobierno. Al día siguiente de dar comienzo el golpe de estado, la organización suspendía la participación de Malí hasta que se restablezca el orden constitucional. La CEDEAO la secundó poco después con medidas aun más severas que incluyeron el despliegue de las fuerzas de la organización, el cierre de fronteras y circulación de dinero de los estados miembros con el país y la suspensión de Malí del proceso de toma de decisiones. No obstante, los militares no han cedido antes estas presiones.
Los diferentes países que operan en el Sahel también han realizado sus propias declaraciones. Estados Unidos condenó el golpe a través de su embajador en el país y por el secretario de Estado Mike Pompeo. La República Popular China rechazó el golpe de estado y pidió que se devolviese el poder el gobierno. No obstante, el primer país en posicionarse fue Francia, apoyando totalmente el gobierno de Keïta. El presidente francés, Emmanuel Macron, no tardó en comenzar a moverse para tratar de sostener el gobierno maliense, llamando en primer lugar a su homólogo en Malí para evaluar la situación y posteriormente mantener conversaciones telefónicas con los presidentes de Costa de Marfil, Senegal y Nigeria.
Los países del entorno como Marruecos y Argelia también mostraron su rechazo al golpe y el apoyo al Gobierno. Algunos gobiernos como el de Costa de Marfil ya han comenzado a tomar medidas de presión, como suspender relaciones económicas y financieras con Malí hasta nuevo aviso.
Reunión entre los presidentes de Francia y Malí
Sin embargo, estas declaraciones internacionales fueron desoídas por los militares que, el mismo día del inicio del golpe, arrestaban al presidente y al primer ministro. Horas más tarde, el presidente anunciaba su dimisión en un discurso televisado desde la base militar de Kati, lo que implicaba también la disolución de la Asamblea Nacional. Desde este momento, los militares tomaron el control sin derramar una gota de sangre, según sus fuentes, y formaron el Comité Nacional para la Salvación del pueblo, órgano que aseguraría la transición. Se promulgaron diversas medidas como el cierre de fronteras y el toque de queda. Durante las comparecencias se aseguró la continuidad de la cooperación antiyihadista con otros países y el deseo de una transición pacífica con una pronta celebración de elecciones. Los militares invitaron a los ciudadanos a volver a su vida normal y anunciaron que los funcionarios volverían a sus puestos de trabajo el 20 de agosto.
Las protestas que tuvieron lugar el mes anterior al golpe de estado estuvieron lideradas por el Movimiento “5 de Junio-Agrupación de Fuerzas Patrióticas” (M5-RFP), una coalición opositora al gobierno de Keita. Tras la caída del líder del ejecutivo emitían un comunicado “M5-RFP toma nota del compromiso de abrir una transición política civil según la declaración del Comité Nacional de Salvación del Pueblo, cuya intervención completó la lucha del pueblo maliense por obtener la renuncia de Ibrahim Boubacar Keita y su régimen”
El país se encuentra ante múltiples posibilidades para definir su futuro, sin embargo, arrastra numerosos problemas derivados anteriores gobiernos y a todo esto se suma la influencia que las potencias extranjeras tienen en el país.
Un país clave:
Este rechazo al golpe por parte de potencias regionales y mundiales se puede explicar por la política exterior que ha llevado a cabo Malí desde 2013 y la importancia estratégica y económica del país. Malí es un país que posee grandes reservas de oro y minerales necesarios para la fabricación tecnológica, y países como China tienen importantes intereses en la extracción de estos recursos. Aparte de eso, posee una posición privilegiada y esto puede verse en el elevado número de bases extranjeras que están situadas allí. Estas características van de la mano con la política que ha seguido el gobierno maliense, ya que sus inicios en el poder coincidieron con la entrada del yihadismo en el país.
El Gobierno ha sido favorable a las buenas relaciones con países europeos y grandes potencias debido a que estos traían inversiones y misiones en la lucha contra el terrorismo, y el caso más claro de estas dinámicas es Francia. Es más, una de las cosas que más preocupaba al país galo en el corto plazo era que se diese la suspensión de las misiones antiterroristas. El presidente así lo expresaba en un comunicado: “La lucha contra los grupos terroristas y la defensa de la democracia y el estado de derecho son inseparables. Salir de ella es provocar inestabilidad y debilitar nuestra lucha. No es aceptable.” Las dudas sobre el futuro de las misiones antiterroristas quedaron rápidamente disipadas cuando los militares declararon que estas continuarán con normalidad. Malí lleva sufriendo ataques yihadistas desde el año 2012 y estos grupos han logrando atravesar todo el país hasta llegar a Burkina Faso. El estado en estos momentos no podría permitirse prescindir de las misiones internacionales para contener la amenaza yihadista.
Sin embargo cabe destacar que hay otros países que se beneficiarían en gran medida de la caída del gobierno actual y su reemplazo por uno nuevo. Turquía ha acelerado su política de expansión por África y esto le hace chocar con Francia en el Sahel. Si el gobierno turco logra que el nuevo ejecutivo maliense se posicione a su favor, en detrimento de Francia, esto le daría una gran posición no solo en África sino frente al país europeo con el que compite en otros frentes como el Mediterráneo Oriental. Por otro lado, hay que tener en cuenta que África no es solo el escenario de competición de las potencias regionales sino también de las potencias mundiales. Rusia podría ver en este cambio de gobierno una gran oportunidad para aumentar su presencia en Malí y en la región Sahelina, teniendo una posición privilegiada a nivel estratégico y para la explotación de recursos.
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