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Geopolítica mínima: semiconductores y tierras raras (II)

Mina de tierras raras Mount Weld, Australia. Fuente: Lynas Corporation / AFP

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Tierras raras

Las fricciones y tensiones comerciales permanentes entre China y EE.UU. (con la participación, cada vez más frecuente, de sus aliados europeos y del Indo-Pacífico) puede llevar Beijing a adoptar represalias que afectarían directa o indirectamente a la cadena de suministro de semiconductores. Y si a China aún le falta mucho para garantizar algún nivel satisfactorio de autosuficiencia en cuanto a la fabricación de chips, sí que dispone de algo tan fundamental como los propios chips para que EE.UU. pueda seguir fabricando cazas F-35 y submarinos de la clase Ohio: tierras raras.

Las tierras raras son un grupo de 17 elementos metálicos con importantes propiedades electromagnéticas situados en la parte baja de la tabla periódica. Son esenciales para la fabricación de casi todo, desde bombillas a discos duros, pasando por varillas nucleares y turbinas eólicas. Al contrario de lo sugiere su nombre, las tierras raras no son particularmente raras. Pueden encontrarse en grandes cantidades en todo el mundo. Pero China no solo las tiene, al igual que Brasil, Vietnam o Australia, sino que detiene el dominio mundial de las operaciones de extracción y refinación. Lo que hace raras a estas tierras es su tratamiento, invariablemente dispendioso, complicado y con elevados riesgos para el medioambiente. En 2010, el 97 % de las tierras raras utilizadas en el mundo venía de China. Era la consumación de los planes de Deng Xiaoping, iniciados a mediados de la década de 1980 y definidos en su conocida frase proferida en 1992 en una visita a Mongolia: “El Medio Oriente tiene petróleo, China tiene tierras raras”. Al fin y al cabo, China es el país con las mayores reservas de tierras raras.

Con relativa frecuencia, China amenaza restringir o prohibir la exportación de tierras raras. Por ejemplo, el recorte de un 37 % que aplicó a sus cuotas de exportación en 2010 -en medio de un conflicto diplomático con Japón por un choque, cerca de las islas Senkaku, entre un buque de la guardia costera japonesa y uno de los barcos pesqueros chinos que integran sus milicias marítimas- suele ser interpretado y citado como ejemplo de la utilización, por parte de China, de herramientas económicas para propósitos geopolíticos. Idéntica metodología fue adoptada por Beijing en mayo de 2019, cuando amenazó a EE.UU., a través de un duro editorial publicado en el “Diario del Pueblo”, de cortar las exportaciones de tierras raras. Días después, China incluyó estos elementos metálicos en el listado de los productos sujetos a una tasa arancelaria del 25 %.

Los rumores más reciente sobre eventuales restricciones a la exportación de tierras raras surgieron en la prensa el pasado mes de febrero de 2021, cuando el Financial Times notició que funcionarios chinos estaban ponderando si una prohibición podría crear obstáculos a la industria de defensa de EE.UU. y Bloomberg avanzó la posibilidad de que China prohibiera la exportación de tecnología relacionada con la refinación de tierras raras por razones de seguridad. En idéntico sentido, el Global Times, un medio propiedad del gobierno chino, anunció que las exportaciones de tierras raras de China a EE.UU. no estaban bajo ninguna restricción, matizando que podrían haberse realizado revisiones sobre tal opción y que siempre podrían tomarse medidas contra empresas extranjeras que dañen los intereses de China.

Dos días después de la publicación de esta noticia, el 19 de febrero de 2021, China anunció que aumentaba en un 27 % su cuota de producción de tierras raras para la primera mitad del año, aliviando las preocupaciones en relación a la escasez de suministro.

Reservas mundiales y producción de tierras raras. Fuente: GPF

La imposición de restricciones a la exportación de tierras raras en 2010, que China levantó en 2015 después de que la Organización Mundial del Comercio deliberara, en 2014, en contra de la imposición de dichas restricciones, obligó a los países afectados, como Australia, a buscar alternativas. Y es, precisamente, de Australia que viene el mayor desafío al dominio mundial de China en cuando a la extracción y refinación de tierras raras. Si hace una década Australia no tenía ninguna mina activa, en la actualidad es el segundo mayor productor del mundo, en parte debido a la importancia que la empresa australiana Lynas va ganando en el mercado: cuenta con una mina en Mount Weld, Australia, y una planta de procesamiento en Malasia. Además, está colaborando con el Pentágono en la instalación de una planta de separación de tierras raras en Texas, aprobada a finales de enero de 2021.

En un informe de marzo de 2021, la Semiconductor Industry Association (SIA) señalaba que China lidera la extracción de 9 de los 17 materiales de tierras raras, y la refinación de 14 de ellos. Si bien desde 2010 viene verificándose una diversificación de las cadenas de suministro, la SIA advierte que, al comercializarse en los mercados de productos básicos (las denominadas “commodities”), las restricciones a las exportaciones de tierras raras que pudiera introducir China afectarían a toda la cadena de suministro, lo que llevaría a la interrupción de la producción mundial de dispositivos electrónicos y, por tanto, a una depresión de la demanda de semiconductores.

Pero, si llega a verificarse alguna interrupción en la cadena de suministro de tierras raras no será por las hipotéticas restricciones que China pueda imponer a su exportación, sino porque la propia China necesita más que nunca de tierras raras para cumplir con sus objetivos tecnológicos y militares. Además, la mayor parte de las exportaciones chinas de tierras raras regresa a China bajo la forma de componentes electrónicos, esto es, semiconductores, que China necesita para mantener en funcionamiento aquellos sectores industriales cuya producción también está destinada a la exportación.

Las cadenas de suministro son el espacio paradigmático de la logística. Y la logística es, por excelencia, una necesidad marcial. Las cadenas de suministro son proyectos políticos que transforman las geografías de producción y distribución, así como las estrategias de seguridad y, claro, la propia guerra. En la reciente novela “2034: A Novel of the Next World War”, escrita por Elliot Ackerman y el Almirante James Stavridis, los mandos del cazaF-35E Lightningque el comandante Chris Wedge Mitchell pilota sobre el estrecho de Ormuz son tomados por un sofisticado sistema de interceptación desarrollado por China. La verdad es que el comandante Wedge no tenía que hacer nada. Los semiconductores fabricados en Taiwán lo hacían por él. El F-35 volaba solo, hasta que descubre que no sabe quién o qué lo pilota. Este episodio, que marca el inicio de la novela, ilustra no solo que el desarrollo tecnológico chino es una amenaza a la supremacía militar de EE.UU., sino que las fuerzas estadounidenses son cada vez más dependientes de la tecnología. En la novela, EE.UU. solo empieza a tener superioridad militar cuando redescubre las antiguas técnicas de combate. Cuando redescubre los fusiles y se olvida de los chips. Al final, la logística siempre prevalece sobre las cadenas de suministro.

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