Ucrania vuelve a estar en las portadas de los medios de comunicación. Los tambores de guerra suenan en el este de Europa, Rusia ha desplegado miles de soldados y material militar cerca de la frontera ucraniana mientras pone sobre la mesa un nuevo reordenamiento de seguridad en Europa. La OTAN ha respondido con la amenaza de sanciones (incluida una desconexión del sistema de pago internacional SWIFT), un mayor despliegue militar y el envío de armas a Ucrania. Europa, como es habitual se muestra dividida entre los estados miembros que buscan “desescalar” la situación, los que mantienen una posición hostil a Rusia, o los que directamente han mantenido un perfil bajo.
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Hablar de una reorganización del orden seguridad europeo…sin Europa
A mediados de diciembre, Rusia puso sobre la mesa de la OTAN, y más específicamente sobre la de Estados Unidos, un acuerdo para “garantizar la seguridad de la Federación rusa”. Se trata, a rasgos generales de una reforma del concierto de seguridad europeo, ya que supone establecer claramente esferas de influencia (que Ucrania y Georgia no entren nunca en la OTAN). El artículo 4 del borrador establece el límite de actuación en los países que formaban parte de la asociación en 1997, antes de la entrada de Europa del Este en el espacio occidental, mencionando que ninguno de ellos podrá desplegar fuerzas o armamento en ningún otro país de Europa.
Las reuniones más importantes se han producido entre Estados Unidos y Rusia, pero ¿y Europa? La UE no ha tenido un papel preponderante en esta crisis, y ha quedado “marginada” de la mesa de los grandes. Esto es debido principalmente a que la UE no es una potencia militar, geopolítica ni goza de una política exterior unitaria. Las instituciones europeas tampoco tienen las competencias para poner en marcha una política europea y de seguridad, por tanto, es muy difícil que puedan acudir a este tipo de reuniones. Recordemos que la Unión está compuesta por 27 estados miembros cuyos intereses a veces son divergentes. Por otra parte, cabe mencionar que Rusia ha querido hablar directamente con Washington, ya que no considera a los países europeos interlocutores válidos, por lo que se ha comentado, y por su papel en los acuerdos de Minks y Normandía. Estos acuerdos “daban por cerrado” el conflicto en el Donbás, Alemania y Francia eran los garantes de dichos acuerdos, pero no solo no se han cumplido, sino que han sido un fracaso.
En ese sentido, mientras Europa no desarrolle una política de seguridad y exterior mínimamente unitaria, es de esperar que las grandes potencias hablen o tomen decisiones que afecten a los intereses europeos. Los estados europeos dependen del abrazo protector de Washington para su seguridad, eso en definitiva significa supeditar tu política exterior a un tercero. Además, una vez más se demuestra que ante una potencial crisis, Europa tiene prácticamente cero herramientas de disuasión. La Autonomía estratégica nuevamente ha sido puesta en entredicho.
División de los países europeos respecto a Ucrania
En este punto, es importante analizar la respuesta y postura de los distintos estados miembros de la Unión Europea (o al menos de los más importantes). Como era de esperar, la reacción europea ha estado marcada por la división de opiniones. De fondo cabe recordar que Europa está sumida en una crisis energética y en un contexto de subida del precio de los hidrocarburos, con una dependencia del suministro ruso.
Por una parte, tenemos a Alemania, con un gobierno tripartito recién salido de las urnas. Los Verdes, partido pro-OTAN y con un discurso hostil hacia Rusia y China, son quienes ostentan la cartera de Exteriores. A los pocos meses de asumir el cargo, los ministros verdes han cargado contra el Nord Stream II calificándolo de “error geopolítico”. Su postura les ha valido una reprimenda de miembros del SPD (socialdemócratas), de la misma CDU y de grandes empresarios alemanes. Alemania tiene muchos intereses económicos en Rusia, y sobre todo tiene una dependencia energética importante.
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El SPD, además, cabe recordarlo, ha tenido y tiene como política, buscar un mayor entendimiento con Moscú. De hecho, antes de ser elegido canciller, Olaf Scholz, declaró que buscaba una nueva “Ostpolitik”, en referencia a la política alemana de apaciguamiento con el Este del excanciller Willy Brandt durante la Guerra Fría. Tras esto, los Verdes suavizaron su postura, Berlín, de hecho, ha descartado el envío de armas a Ucrania, ofreciendo un hospital de campaña y la llegada de cascos militares.
Mientras tanto, Francia está en plena campaña electoral para las presidenciales de abril. Emmanuel Macron durante días eligió apostar por tener un perfil bajo durante la crisis. Ante él tiene a dos candidatos, Marine Le Pen y Eric Zemmour, que defienden la salida del mando único de la OTAN, además de un acercamiento a Rusia. De hecho, Le Pen ha afirmado que cree que las sanciones contra Rusia son “contraproducentes”, destacando que se ha creado una nueva “guerra fría” en la que la UE sigue a los Estados Unidos. Por otro lado, está el líder de la Francia Insumisa, Jean-Luc Melenchon, que es crítico con Estados Unidos y la UE, y la republicana Valérie Pecresse, que tiene que lidiar con su flanco de extrema derecha. La campaña francesa está marcada por el nacionalismo, de ahí que Macron intente evitar que le tachen de “antipatriota” y de ser “seguidista” de Washington.
Otra cuestión destacable que explica la postura de París es el hecho de que Francia está convencida de que el orden global post-1989 se está desmoronando, con el comienzo del mundo multipolar y la intención de Estados Unidos de retirarse (o intentar retirarse) de Europa para centrarse en Asia-Pacífico, es decir, China. De ahí que tenga sentido que el Presidente francés busque tener una reunión con Putin para “desescalar tensiones”. Hay que destacar que a quien más perjudica el conflicto en Ucrania es a Europa, por su dependencia energética de Rusia y su proximidad geográfica, algo que los franceses tienen muy en cuenta.
En ese sentido, según fuentes del Elíseo citadas por Político, París ve “alarmismo” en Londres y Washington, destacando que desean que “se tenga en cuenta la interpretación europea de la crisis antes de acordar un enfoque occidental común”. Esas mismas fuentes aseguran que el Presidente francés piensa que “Washington no consulta ni tiene en cuenta adecuadamente las opiniones de sus aliados”. No está de más recordar la crisis diplomática entre EE. UU y Francia de septiembre a cuenta del Tratado del AUKUS y la cancelación del contrato francés a Australia. El mismo Ministro de Exteriores francés lo calificaría de “puñalada trapera”. En agosto, la respuesta de Estados Unidos a la crisis de Afganistán y la evacuación de Kabul recibió numerosas críticas desde las instituciones europeas, Alemania e incluso Reino Unido. Son hechos que explican la postura de algunos países europeos a la crisis ucraniana.
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También resulta destacable el perfil bajo que ha mostrado Italia, país que ahora mismo está sumido en la elección de un nuevo Presidente de la República. Como detalle interesante, recientemente Vladimir Putin se reunió por videoconferencia con jefes de grandes empresas italianas. Como detalle añadido, el Primer Ministro húngaro Orbán, conocido por sus buenas relaciones con Rusia, anunció una visita a Moscú en medio de las tensiones.
España en este caso ha aprovechado la ambivalencia de los principales estados europeos para mostrar una posición más asertiva. Madrid ha querido mostrarse como un socio fiable de la alianza lanzando mensajes contundentes defendiendo una postura dura hacia Rusia. Hay que tener en cuenta que la cumbre de la OTAN, donde se elegirá a un nuevo Secretario General, se realizará en Madrid, y España quiere dejar una buena impresión. Más allá de eso, está el deseo del gobierno de español de tener unas buenas relaciones con la Administración Biden, ya que hay cuestiones que se espera que se resuelvan. Por una parte, el fin definitivo de los aranceles a los productos españoles, como el aceite de oliva (están suspendidos actualmente), la negociación para la renovación de las bases de Rota y Morón, y por último España busca marcar puntos con Washington y la OTAN en caso de que vuelva a haber problemas con Marruecos. Madrid no depende del gas ruso, lo que hace que tenga más margen de maniobra que por ejemplo Berlín.
Los países bálticos y Polonia han sido los estados miembros que se han mostrado más hostiles a Rusia durante esta crisis, además de haber ofrecido más apoyo a Ucrania, con envío de armas incluido. Suecia ha optado por aumentar el despliegue militar en la isla de Gotland (vital para el control del Báltico), mientras que Finlandia se ha mostrado firme defensor de la libertad de cada país para ingresar en la OTAN. Recordemos que ninguno de estos dos países son miembros de la alianza atlántica. Todos estos estados miembros han demostrado un mayor acercamiento a la OTAN durante la crisis, lo que podría suponer de facto un alejamiento del concepto de autonomía estratégica europea.
Nuevamente una crisis vuelve a coger en fuera de juego a la Unión, Europa seguirá subordinada a Washington mientras su seguridad dependa de Estados Unidos. Esto quiere decir que la Unión seguirá sin estar en la “mesa de los grandes”, donde se toman las decisiones. Europa seguirá siendo un campo de juego, en vez de un jugador sino da un vuelco a su visión y funcionamiento. El abrigo protector de Washington puede ser muy cómodo, pero su dependencia hace que se puedan tomar decisiones que te afecten y no respondan a tus intereses. Eventualmente ese paraguas estadounidense puede desaparecer o verse limitado, lo que dejaría a los estados europeos en una situación muy precaria. Toca reflexionar seriamente sobre el rumbo que desea llevar Europa, el tiempo se va agotando.
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