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El Tablero Ucraniano (III): Ucrania vendida

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Soldado ucraniano en Lviv con un sistema de misil anti-tanque NLAW suministrado por los británicos. Fuente: Reuters.

Por Alejandro López.

En este punto es de imperioso orden examinar el peso efectivo de las respuestas occidentales a la estrategia de Rusia, así como el apoyo a Ucrania, para entender el cálculo de dicho compromiso de opciones ruso frente a una guerra.

¿Hacia un apoyo militar a Ucrania?

Desde el comienzo de las advertencias occidentales sobre una inminente invasión rusa de Ucrania, se cerraron filas internas en la OTAN sobre una cuestión peliaguda: no habría intervención militar de la OTAN en Ucrania bajo ningún concepto. El riesgo de mostrar la desunión política, el riesgo de un enfrentamiento directo con Rusia y el riesgo de mostrar un nuevo episodio de debilidad como el de Afganistán no valían la pena por un país que dejó de ser estratégico para Occidente poco después del éxito del Maidán. La OTAN y EEUU descartaron, por lo tanto, inmediatamente el posible envío de tropas de la organización atlántica a Ucrania. En la segunda de las llamadas de diciembre, Joe Biden reafirmó dicha posibilidad asegurando que tampoco desplegarían armamento ofensivo en Ucrania.

El envío de armas se estaba gestando, sin embargo, gracias al apoyo de los bálticos y Polonia, quien se acercó notablemente a Reino Unido. A pesar de los tropiezos pasados entre Polonia y Ucrania a causa de la glorificación del nazismo, la cuestión rusa les unió decididamente en torno al Reino Unido. Polonia valoraba la posibilidad de dar apoyo militar de algún tipo a Ucrania mientras Reino unido enviaba a Ucrania 30 efectivos de entrenamiento para el manejo de misiles anti-tanque NLAW, que ellos mismos les habían hecho llegar. Sin embargo el envío de fuerzas especiales, como ocurría con Canadá y anunciaba República Checa –para ejercicios con unidades de élite ucranianas en febrero y el envío de artillería-, era de carácter cosmético. El armamento que le estaba llegando a Ucrania era antiguo o, en el mejor de los casos, ineficaz frente a lo que Jens Stoltenberg (Secretario General de la OTAN) anunciaba que estaba movilizando Rusia: “artillería, unidades blindadas, tropas listas para el combate, equipos de guerra electrónica y muchos otros tipos de capacidades militares”. Estados Unidos sí ofrecía algún armamento de mejor calidad por vía báltica pero se centró desde el primer momento en consensuar y anunciar con ánimo disuasivo una respuesta que debía ser demoledora y rupturista con sanciones en caso de invasión, dado que en el campo de batalla los ucranianos estarían probablemente solos. De hecho la tensión sirvió para que Estados Unidos enviase armamento también de forma directa a Ucrania, no solo a través de terceros, con hasta 3 paquetes de cientos de misiles anti-tanque Javelin y sistemas anti-búnker en el mes de enero. También planeaban el envío de 5 helicópteros Mi-17, dando salida al material estadounidense del Programa de Excedentes de Defensa. La Unión Europea, por su parte, también envió ayudas económicas valoradas en 1.200 millones de euros mientras Reino Unido prestaba 2.300 millones de dólares (1.700 millones de libras) para que Ucrania mejorase la infraestructura naval y comprase buques.

¿Hacia una crisis del gas?

Una vez descartada la intervención militar de la OTAN, estaba claro que el nivel de las sanciones debía ser de unas dimensiones históricas, como se anunció durante el mes de diciembre. En esta campaña, Joe Biden buscaba involucrar a los europeos, punta de lanza para dañar los intereses rusos en el continente, y apartados durante las conversaciones de enero tras el fracaso de Normandía en diciembre. Se contemplaban dos puntos considerados “botón nuclear” para las relaciones con Rusia: la suspensión del Nord Stream 2 y la exclusión de Rusia del sistema de pagos financieros SWIFT.

En un primer momento salieron cada vez más países asegurando que la respuesta sería unitaria, rompiendo la exclusión que se estaba haciendo de los europeos y haciendo respetar su soberanía, con Suecia y Finlandia a la cabeza poniendo su entrada en la OTAN como posibilidad potencialmente disuasoria. Una entrada de Finlandia en la OTAN sería un hecho fuertemente conturbador en Europa del Este, quedando la OTAN a las puertas de la región de Leningrado, lo cual supondría reincidir en el escenario de la crisis de los misiles ucraniana desde el norte. El Báltico se volvió un punto caliente con el refuerzo militar de Suecia en Gotland y el anuncio de Dinamarca del envío de una fragata y 4 aviones de combate.

El primero de los puntos con fuerza disuasoria realmente preocupante, el gasoducto Nord Stream 2, es uno de los objetivos clásicos de Estados Unidos durante este siglo. Washington ha buscado desde el principio su paralización ya que permitiría a Rusia evitar los vitales pasos energéticos de Polonia (Yamal-Europa) y Ucrania para suministrar a Europa de gas, haciendo a su vez más dependiente a estos países de Moscú y menos del gas licuado estadounidense. Pero los ánimos bloqueadores chocaron con las autoridades de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, que veían peligrar una de las grandes y escasas inversiones privadas en la región de la antigua RDA. Además, la Administración Merkel se caracterizó por un pragmatismo que les movía hacia una política exterior poco geopolítica y muy comercial. Con la salida de Merkel y la CDU, Exteriores caería del lado de Die Grünen y Annalena Baerbock. Durante el mes de diciembre, el vuelco que Baerbock ya llevaba aplicando meses a la diplomacia alemana se hizo notar en la cuestión rusa y su apuesta por la política de “Más América”, efectivamente, puso en juego el Nord Stream 2 en caso de invasión rusa de Ucrania. Ante la imposibilidad de evitar su finalización, una paralización de su aprobación por el regulador a nivel técnico hizo saltar las alarmas. Baerbock y los verdes empezaron a recibir mensajes públicos de algunos sectores el SPD y el establishment alemán contentos con la política de Merkel del pragmatismo comercial, así como empresarios descontentos con el tono con China, mientras los verdes afrontaban procesos internos por investigaciones judiciales de corrupción. Finalmente, ante el riesgo de que el corte de la infraestructura energética resultase contraproducente, se dio un balonazo al futuro asegurando que no se tomarían decisiones sobre el tema en el primer semestre del año.

¿Hacia una Ucrania vendida?

Olaf Scholz decidió tomar las riendas del asunto ruso y esa tensión interna terminó desautorizando esa dureza de Baerbock, que ya en su visita a Moscú del 17 de enero con Jean-Yves Le Drian –Ministro de Exteriores francés- se mostró más comedida. El SPD tiene algunos sectores que se oponen a la dureza con Rusia y buscan una nueva Ostpolitik de acercamiento al este, así como algunos sectores que se oponen al desplazamiento de las armas nucleares de la OTAN al este de Alemania o incluso a su permanencia en el país. Polonia se ha mostrado dispuesta a acoger esas armas nucleares, lo cual las acercaría aún más a las fronteras rusas. Ucrania en este contexto ha criticado que Alemania haya bloqueado el envío de armas en Europa hacia su territorio, por lo que los anglosajones, los polacos y los bálticos tuvieron que tomar decisiones unilateralmente. Reino Unido apostaría en todo momento por engarzar sus lazos con Polonia y los bálticos, llegando a proponer “nuevos lazos trilaterales con Polonia y Ucrania”, aunque los intereses de los tres países en una confrontación con Rusia serían muy distintos. Ucrania confiaba en que todo ello pudiera servirles para obtener apoyo militar directo, no solo material. De hecho, Ucrania aseguró que podrían pedir “cualquier cosa, incluido [el envío de] soldados a Reino Unido, si la amenaza es real y hay un inicio de operaciones activas”, según su embajador en Londres.

En un detalle también de consumo interno, el Presidente de Croacia, Zoran Milanović, criticó la posibilidad de que Alemania sancionase o bloquease el Nord Stream 2: “Ese precio lo pagamos todos. Europa pagará”. Milanović apostaba por la retirada de Croacia de las fuerzas de la OTAN si se diera un conflicto entre Ucrania y Rusia: “Este enfrentamiento con Rusia no es el más inteligente. […] Ucrania no tiene lugar en la OTAN. Es uno de los países más corruptos del mundo”. La unidad de acción, como se viene diciendo, ni estaba ni se le esperaba. Ante la duda croata, que tendría más dinámicas de choque interno con el PM Plenković, los países más relevantes para ejemplificar esta disonancia eran, de nuevo, Francia y Alemania. París no haría grandes movimientos, con un Macron que debía defender un crucial proceso electoral interno frente a los Le Pen y Zemmour. La primera se mostró en contra de sancionar a Rusia mientras que el segundo se declaraba directamente admirador de Vladimir Putin. Además, los tres políticos mantenían reticencias con la presencia de Francia en el mando militar de la OTAN.

Baerbock reincidió en el punto armamentístico en su visita a Moscú con Le Drian, negando la intención de Berlín de suministrar armas defensivas a Kiev. Liz Truss, la secretaria de Estado para Asuntos Exteriores británica, también anunció su visita a Moscú para el mes de febrero, tras la visita de sus homólogos franceses y alemanes. Estados Unidos a finales de mes anunció su disposición a enviar 8.500 tropas a Europa del Este si era requerido por la OTAN, algo que Estonia ya había señalado con buenos ojos una semana antes, en una cifra de hasta 5.000 militares. Precisamente, según New York Times, EEUU estaba planteando que la presencia militar en el este se ampliase hasta los 5.000 efectivos, barcos y aviones. El Kremlin respondía en palabras de Dmitry Peskov que quienes estaban aumentando la tensión en el Báltico eran precisamente Estonia y Suecia anunciando ese tipo de despliegues, o Estados Unidos poniendo en alerta esas 8.500 tropas. El despliegue tanto de Rusia como de Ucrania en torno a sus fronteras –Ucrania en la línea de contacto del Donbás- creaba un clima bélico que, ante el rechazo retórico ruso a la operación militar, dejaba, según Peskov, a Ucrania “preparándose para [iniciar] una ofensiva”. A su vez la OTAN anunciaba el envío adicional de “barcos y aviones de combate” a diversos puntos de Europa oriental, continuando con la escalada. Cualquiera de los potenciales despliegues, como se ve, se ofrece en multitud de puntos de Europa del Este, menos en uno: en Ucrania. Por lo que en caso de conflicto armado, iniciado por la parte que fuera, Ucrania enfrentaría sola las consecuencias.

¿Hacia una crisis financiera rusa?

A pesar de todo, Volodímir Zelenski seguía asegurando que Ucrania contaba con “socios valiosos que le ayudarán”. Parecía que la opción del SWIFT seguía siendo un fuerte castigo que pudiera servir de disuasión. El precedente iraní fue evitado parcialmente con el desarrollo de sistemas paralelos, que tanto Rusia (SPFS) como China (CIPS) poseían, aunque no con el grado de desarrollo suficiente para una desconexión. De todos modos se esperaba que aumentasen su cooperación tras un anuncio que se realizaría en el marco de los Juegos Olímpicos de Invierno en febrero en Pekín.

Joe Biden ya apuntaba hacia algo que afectara al sistema financiero ruso sin abordar una escalada tal como era el SWIFT: “[Si Rusia invade Ucrania] van a pagarlo, sus bancos no podrán usar dólares”. El futuro líder de la CDU alemana, Friedrich Merz, perfil no sospecho de cercanía al Kremlin, también se mostró directamente en contra del corte del SWIFT a Rusia: “Cuestionar el SWIFT podría ser una bomba nuclear para los mercados de capital y las relaciones de bienes y servicios. […] No deberíamos tocar el SWIFT”. En términos similares se expresó en 2021 el Ministro de Exteriores de Portugal. Sin embargo, Boris Johnson contemplaba la posibilidad como un “arma muy potente” pero que debía contar con la ayuda de Estados Unidos.

Resultaba extremadamente difícil lograr unidad de acción tanto en la Unión Europea como en la OTAN, por lo que una vez restaurada la autoridad de Scholz en la crisis, Francia sería el siguiente en apostar por una vía alternativa. Con Alemania podrían retomar contactos en el marco de Normandía, los cuales tendrían lugar entre asesores durante la cuarta semana de enero. Dicha reunión fue positiva apostando por un nuevo alto el fuego con pocos visos de credibilidad y un nuevo encuentro en dos semanas, lo cual fue celebrado por Ucrania aunque se negaba a dialogar directamente con las repúblicas del Donbás. Emmanuel Macron también se ofreció a mediar en una reunión entre Putin y Zelenski, como, a su vez, había propuesto anteriormente Erdogan. Zelenski se veía confiado en ser “una gran potencia” y en la utilidad de sus socios, pero Occidente parecía no estar organizado en torno a una vía. Además de Kiev, como se ha señalado, Polonia también criticaba la negativa de Alemania a enviar armas a Ucrania como algo “decepcionante” para el PM Mateusz Morawiecki, mientras Letonia reincidía en que esa política “no [cumplía] los requisitos de la OTAN y la UE” al no permitir el envío de artillería fabricada en Alemania, por ejemplo negando los permisos a Estonia. Posteriormente se mencionaría que Israel también habría bloqueado lo propio por su lado a los bálticos. Los países bálticos seguirían enviando misiles anti-tanque norteamericanos Javelin y sistemas de misiles Stinger. Alemania prefería anunciar que enviaría un hospital de campaña completo a Ucrania en febrero.

Otro de los tableros que usaría la OTAN en la estrategia de contención serían los Balcanes orientales y el Mar Negro, con Rumanía como otro de los centros de acción, compartiendo con Polonia la presencia de elementos clave del escudo antimisiles de la OTAN. Francia sería la que anunciaría el despliegue de sus tropas en Rumanía en el marco de la OTAN, mientras que España apostaría por adelantar el envío de dos fragatas al Mar Negro y ofrecer el despliegue de cazas en Bulgaria. España, sin intereses energéticos ni estratégicos en el este, buscaba así el favor de la OTAN en un contexto en que Joe Biden no deshacía los pasos de Donald Trump en favor de Marruecos, mientras se preparaba para acoger la cumbre de la OTAN en 2022, así como para la renovación de las bases de Rota y Morón. Precisamente Rumanía y Polonia serían los pivotes donde Estados Unidos planteaba su despliegue en caso de invasión rusa. Rumanía consideraba inadmisible y fuera de toda negociación la propuesta del borrador ruso sobre la retirada de fuerzas de la OTAN en los socios post-1997, lo que implicaría el repliegue occidental de Rumanía. Bulgaria mantendría una posición similar. Además, la OTAN realizaría ejercicios en el Mediterráneo (Neptune Strike 22) mientras Rusia los realizaba en el Báltico, en el Mar de Ojotsk y se situaba en torno a las aguas de Irlanda, país que tampoco forma parte de la OTAN. Como se ve, la estrategia occidental no pasa por contener una potencial operación rusa en Ucrania sino hacer despliegues con ánimo disuasorio que aumentan la tensión en el Mar Báltico, el Mar Negro, el Mar Mediterráneo y en países fronterizos de Europa del Este.

La falta de puesta en juego del Nord Stream 2 y, potencialmente, del sistema SWIFT suponía un varapalo para la pretensión de imponer sanciones duras a Rusia o, como Zelenski había sugerido, sanciones preventivas. Las medidas conducidas por los países de la OTAN, salvo alguna excepción poco relevante para el curso de una guerra, iban dirigidas a endurecer el coste de una posible intervención rusa o a proteger los intereses de varios países, entre los que no estaba Ucrania. Así lo demuestran los intentos para buscar que Noruega o Catar garantizasen el suministro de gas a Europa en caso de invasión. Desde Rusia, el segundo portavoz del Senado advirtió de que si se cortaba el SWIFT, Europa no recibiría metales, petróleo ni gas en respuesta. Nadie en Europa parecía ganar con la ruptura de puentes con Rusia, y menos del calibre del Nord Stream 2 o el SWIFT, salvo los que tienen como objetivo precisamente esa ruptura desde antes del pretexto de la crisis ucraniana. Ante esto, Alemania habría pasado a finales de enero a una posición de pedir a sus socios que no se sancione al sector energético en caso de conflicto, según Bloomberg, lo cual contrasta notablemente con la posición de Baerbock en diciembre. Una crisis energética preocupa mucho en Europa, y Alemania en la cuestión es una pieza delicada.

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