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El pacifismo en Japón: una reforma constitucional latente

Los miembros de la unidad de infantería de las Fuerzas de Autodefensa de Japón marchan durante la ceremonia anual de las SDF en la base de Asaka, Japón. Fuente:  Kim Kyung Hoon / Reuters

El rechazo histórico del belicismo por parte de la sociedad japonesa continúa siendo condicionado por un contexto geopolítico cambiante. Tras el último lanzamiento de un misil balístico por parte de Corea del Norte, la activación del sistema de alarma del Estado de Japón ha puesto de nuevo en peligro la seguridad del Indo-Pacífico. Un sentimiento generalizado de incertidumbre ha inundado el conjunto de la población nipona, haciendo resurgir la propuesta de reforma constitucional militarista promovida por el Partido Liberal Democrático (PLD) japonés.  

La cultura pacifista es un aspecto inherente del Estado de Japón dotado de reconocimiento constitucional. Durante los últimos años, el pacifismo en Japón ha sufrido las consecuencias de un contexto regional e internacional cambiantes, destacando principalmente el auge del poder militar chino y el continuo desarrollo militar norcoreano debido a su transcendencia en la evolución de este pensamiento a nivel estatal.

La geopolítica global actual reúne las premisas clave para el retorno de tendencias militaristas. El futuro de la política exterior japonesa continúa siendo marcado por el militarismo promovido por el PLD, y en especial, por figuras tales como Shinzo Abe o Fumio Kishida. En consecuencia, un nuevo foco de debate emerge en la esfera política tras la revitalización del poder militar japonés.

El pacifismo en Japón

La desolación prevaleciente tras el fin de la Segunda Guerra Mundial determinó el futuro posicionamiento del Estado de Japón en la esfera internacional. La difusa línea entre víctima y ejecutor se vio redefinida por la imposición de un modelo parlamentario, al mismo tiempo complementado por una constitución garante de la tan esperada renuncia bélica. En definitiva, dichas reformas fueron mayoritariamente aceptadas por la opinión pública a pesar del carácter ineludible que disponían.

La ocupación estadounidense se vio directamente ligada a la delimitación del nuevo sistema, de ahí que el período de postguerra fuese transcendental en la formación del Estado japonés actual. La predeterminación de su política interior fue estrictamente marcada por el abandono por parte del pueblo japonés de su derecho soberano al ejercicio del uso de la fuerza como medio resolutivo de conflicto. Posteriormente, el estallido de la Guerra Fría llevó a condicionar este principio debido a la creación de las Fuerzas de Autodefensa, finalmente transformándose, de facto, en las Fuerzas Armadas del país.

El rearme parcial aprobado por Estados Unidos hizo que este conflicto de intereses resultase en la bipolarización de la sociedad japonesa, siendo ésta traducida en la oposición entre una juventud reluctante al dominio estadounidense y el resto de las generaciones que aún se sentían responsables de las consecuencias del expansionismo.

El carácter intrínseco del pacifismo en la sociedad nipona se ve reflejado en la presencia de distintos factores normativos, capaces de formar un comportamiento estatal único. El pacifismo constitucional ha sido una herramienta clave en la definición tanto de la vida social como política, siendo esta caracterizada por una postura de profundo rechazo hacia la figura belicista encarnada por el ejército. Por consiguiente, el reajuste de la política exterior de Japón evidencia la necesidad de una mayor movilización social a nivel nacional en el caso de proseguir con una reforma de tal magnitud.

La situación geopolítica del Este Asiático se ve repercutida por las acciones de algunos de los países que lo conforman. Durante la última década se han producido numerosos cambios, notablemente promovidos por un reequilibrio de fuerzas. En consecuencia, la aparición de nuevas variantes de seguridad y defensa condicionan la durabilidad de esta postura pasiva-pacifista, reconocida como principio constitucional en el Artículo 9 de la Constitución Japonesa de 1947.

Diferentes fuentes de debate emergen con motivo de la contrariedad de una opinión pública clave para el desarrollo de políticas de naturaleza militar. La posible evolución de este pensamiento se traduce en un mayor margen de maniobra para los nuevos dirigentes, pese a la prevalencia de actitudes pacifistas. Antagónicamente, la interrelación entre pacifismo, cultura y religión continúa constituyendo una significativa fuerza de oposición política.

Revisión integral del pacifismo oficial

La política exterior de Japón se ha visto reorientada por sucesivas reinterpretaciones de la Constitución. De ahí, la estadía de una opinión pública decisiva para el nuevo desarrollo militarista.

La Constitución Japonesa de 1947 establece las bases del nuevo estado democrático. Entre estas, destaca el previamente mencionado Artículo 9 y la renuncia al belicismo, otorgando de este modo una gran confianza a los organismos internacionales. Dichas instituciones, serían conceptuadas como garantes de la paz anhelada por la sociedad nipona.

Miembros de la Fuerza Terrestre de Autodefensa de Japón en formación durante una revisión en Camp Asaka en Tokio. Fuente: Kiyoshi Ota / Bloomberg

Entretanto, la Constitución integra una política de defensa nacional. Esta última se vio adherida a la Carta Magna tras recibir la aprobación del Gabinete y ser adoptada por el Consejo Nacional de Defensa en 1957. A priori, la mayoría de los objetivos establecidos no precisaban de discordia a excepción de uno.

La cuarta estrategia definida en el plan de defensa, según Kitaoka Shin’ichi, es un elemento clave en el desarrollo militar de Japón debido a la relevancia conferida a la Organización de las Naciones Unidas como garante de la seguridad global. La falta de complejidad que caracteriza dicha política permite crear un amplio margen de interpretación, y de ahí, el continuo cuestionamiento de su delimitación. De hecho, uno de los ejemplos arraigados a dicha estrategia es la participación de fuerzas japonesas en operaciones exteriores.

Un cambio de naturaleza política

No fue hasta la llegada de Junichiro Koizumi al poder, que la naturaleza de la política japonesa se vio profundamente alterada.

Durante el período de posguerra, las reformas de carácter revolucionario se vieron limitadas por el condicionamiento moral de la historia. Algunos autores, tales como Yukiko Nishikawa, cuestionan el pacifismo japonés vinculándolo con el simple acto de preservación de una imagen mantenida desde el fin la Segunda Guerra Mundial. No obstante, la elección de Koizumi como primer ministro en 2001 tuvo una clara transcendencia en la posterioridad política de Japón.

El proyecto de reformas impulsado por Koizumi como representante del PLD poseía un carácter revolucionario, que provocaba el recelo de las generaciones predecesoras. En efecto, los fundamentos constituyentes de su programa son sucintos por la necesidad de cambio frente a un contexto económico decadente. Por consiguiente, tanto la desregularización como la descentralización se vieron impulsadas con el fin de facilitar un mayor crecimiento basado en el principio de subsidiaridad.

Según autores como Komine Takao, la filosofía del primer ministro podría haber llegado a estar basada en interponer las capacidades del sector privado frente a aquellas del público. Sin embargo, para alcanzar este objetivo, una forma alternativa de liderazgo debía ser incorporada: el populismo.

El poder de un líder carismático se vio reflejado en la restructuración no solo del PLD, sino también del Partido Democrático (PD) de la oposición. La convergencia de pensamiento entre los partidos políticos dominantes japoneses ha dado lugar a una imagen nacional más asertiva, especialmente tras la situación de creciente inestabilidad del Indo-Pacífico.

Entre las políticas promovidas por el gobierno de Koizumi, es preciso destacar la reorientación de la política internacional japonesa, siendo esta el principal motor de la imagen del Estado de Japón actual a nivel global. La permuta hacia la priorización de intereses en los ámbitos regional e internacional se vio acompañada por el afianzamiento de la relación bilateral con los Estados Unidos. De ahí, el camino hacia la remilitarización.

El peligro de amenaza representado por China y Corea del Norte influencia exponencialmente el desarraigo de actitudes pacifistas en la población. De hecho, un claro ejemplo es el apoyo generalizado de la imposición de sanciones económicas al país norcoreano por parte de la comunidad internacional.

A pesar de la radicalidad de sus reformas, la transformación promovida por Junichiro Koizumi continúa siendo actualmente uno de los elementos demarcadores de la política japonesa. Posteriormente, tras el nombramiento de Shinzo Abe como sucesor del PLD en el año 2006, la política exterior de Japón se ha visto reorientada en sucesivas ocasiones.

El legado de Shinzo Abe

El continuismo promovido por Shinzo Abe ya sea durante su primer mandato, de 2006 a 2007, como en el segundo, de 2012 a 2020, se vio definido por las reinterpretaciones de la Constitución pacifista de posguerra.

El ex-primer ministro Shinzo Abe acompañado de miembros del PLD celebran las elecciones a líder ejecutivo del partido en Tokio. Foto tomada por Kyodo el 8 de septiembre de 2015. Fuente: REUTERS / Kyodo

La condición del PLD japonés como grupo político dominante ha posibilitado el cuestionamiento de la funcionalidad del Artículo 9, llegando a omitir en ocasiones la variante crítica ciudadana. La prohibición constitucional del mantenimiento de fuerzas con potencial bélico contrasta con el militarismo inicialmente promovido por el ex-primer ministro, convirtiéndose este último en la fuente del descontento de una gran parte de la sociedad nipona.

Entre los distintos objetivos de Abe, es pertinente destacar la aprobación de tres proyectos de ley. Entretanto, es necesario recordar que estos cambios no se entienden sin el previo análisis del pacifismo.

Por un lado, el proyecto de Ley de Protección de Secretos Especiales de 2013 fue establecido como la legislación garante de la confidencialidad de informaciones de interés estatal, provocando de este modo la desconfianza de los países aliados. A pesar de la objeción pública, en diciembre de 2013 se llevó a cabo su aprobación. Paralelamente, el ámbito de defensa nacional se vio oficialmente administrado por una nueva institución denominada “Consejo de Seguridad Nacional”, convirtiéndose esta en la primera de la historia democrática japonesa durante ese mismo año.

Sea como fuere, la figura de líder encarnada por Shinzo Abe posibilitó la viabilidad de dichas reformas. No obstante, no fue hasta el Proyecto de Ley de 2015, legitimador del principio de “defensa colectiva”, que alteraría definitivamente la entereza de la Constitución.

La integración del principio de defensa colectiva supuso la legalización de operaciones militares fuera del territorio nipón. En consecuencia, las fuerzas de autodefensa de Japón poseen la capacidad de participar activamente en actividades militares de cooperación bajo dicho principio. Dicho esto, este cambio se vio traducido en una mayor consolidación de la relación bilateral con Estados Unidos, además de un mayor nivel de implicación en la esfera de influencia internacional.

En la actualidad, Japón consta como uno de los diez países del mundo con mayor gasto militar y tiene por objetivo incrementar la inversión hasta un 2% de su PIB en este sector. Según las encuestas llevadas a cabo por Asahi Shimbun, Yomiuri y Nikkei, si llevamos a cabo un análisis comparativo de los resultados es posible percibir que todos muestran una debilitación de la opinión pública respecto al rechazo de esta reforma. Un 56% de votantes japoneses apoyan la necesidad de modificación de la constitución, lo cual supone la mayor tasa de apoyo desde el año 2013. De hecho, si comparamos dicho resultado con los del año 2021, existe un incremento del 11% a favor de la reforma. Dicho esto, la necesidad de adaptación al cambio queda evidenciada.

Un nuevo contexto geopolítico

Desde una perspectiva general, los ejercicios militares de Corea del Norte y las disputas territoriales con Rusia y China constituyen un punto de inflexión para la opinión pública japonesa. La escalada de tensiones con Corea del Norte crece de forma sistemática, mientras que el estallido de la guerra en Ucrania instiga a reconsiderar la disputa territorial por las Islas Kuriles con Rusia. Simultáneamente, las acciones desarrolladas por las fuerzas chinas en las inmediaciones de las islas Senkaku ponen a prueba la alianza entre Estados Unidos y Japón. En definitiva, la reorientación del estado japonés hacia una política de autodefensa precisa de un consenso que, actualmente, continúa siendo tenue frente al pacifismo. Ahora bien, ¿es aún posible defender la inamovilidad de este pensamiento?

El revisionismo estratégico no es indiferente a la esfera de influencia japonesa. El concepto Indo-Pacífico ya fue previamente defendido por Abe en 2013, recogiendo por primera vez las dinámicas estratégicas acontecidas en la región. Como resultado, la escalada de tensiones e incertidumbre reconducen a la necesidad de una mayor participación por parte del Estado de Japón con el fin de lograr la autonomía estratégica que aún no dispone.

A pesar del prometido incremento en gasto militar, el actual primer ministro Fumio Kishida se ha visto inducido a priorizar la revisión de la Estrategia de Seguridad Nacional debido a los estrechos vínculos con Washington y la presión ejercida en sus tres frentes estratégicos. Dichos frentes, se han visto principalmente amenazados por el desarrollo de tecnologías nucleares por parte de Corea del Norte, las aproximaciones de China al estrecho de Taiwán y la suspensión de negociaciones de paz con Rusia. 

Por otro lado, uno de los puntos primarios de la revisión está ligado a la regla del 1% instaurada en 1976, la cual limita los niveles de inversión en este sector. No obstante, dicho cambio no se limitaría al ámbito económico, sino que se extendería también al operativo. En consecuencia, otra de las medidas foco de debate es la integración de capacidades de contraataque por las Fuerzas de Autodefensa japonesas, poniendo así fin a los límites de revitalización militar. En efecto, estas dos reformas otorgarían un mayor margen de maniobra en el desarrollo de medios de defensa dotados de un carácter más ofensivo.

Tras el acuerdo de incremento en gasto militar por parte del primer ministro japonés Fumio Kishida, el presidente de Estados Unidos Joe Biden se compromete a garantizar la protección de Taiwán. Fuente: The Japan Times 

La presencia de una opinión pública todavía reluctante condiciona notablemente la viabilidad de dicha propuesta. Mientras tanto, la dualidad del uso de tecnologías en materia de investigación y desarrollo podría constituir una alternativa a las limitaciones militares actuales, llegando a favorecer sistemáticamente la seguridad económica del país.

Simultáneamente, es pertinente prever un cambio respecto al posicionamiento del resto de países asiáticos. En el caso de la relación sino-japonesa, los ejercicios militares llevados a cabo por el Ejército Popular de Liberación en las inmediaciones de Taiwán amenazan en convertirse en foco de disputa. Dicho esto, las posibilidades de un conflicto directo podrían verse materializadas tras la implementación por parte de las fuerzas niponas de un mayor grado de asertividad.

En definitiva, la alteración del statusquo en el estrecho podría precipitar un nuevo escenario bélico donde las potencias occidentales se verían obligadas a intervenir. De hecho, es preciso resaltar el reciente alineamiento japonés con las directivas profesadas durante la última cumbre de la OTAN, evidenciando de este modo el cambio de posicionamiento. Así y todo, la situación de inseguridad persiste. Un futuro de incertidumbre precede al pacifismo japonés, que, sacudido por la prevalencia de la variante militarista, continúa siendo un valor transcendental en la vida social y política de los ciudadanos japoneses.

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