Escrito por Alejandro López.
La historia que hoy nos ocupa está protagonizada por una multinacional financiera, destacadamente exitosa, con un crecimiento sostenido y de gran calibre durante las dos primeras décadas del siglo. Con respaldo de los fondos de capital riesgo, surgió en Munich esta empresa como procesador de pagos de tarjetas de crédito. Se trata de Wirecard, una fintech alemana con desarrollo de un sistema de tarjetas, pagos online y una sección bancaria, que acabó destacando en los índices DAX30 de la Bolsa de Fráncfort, llegando a situarse como la primera fintech de Europa y con una capitalización de mercado superior al Deutsche Bank.
El escándalo Wirecard
La historia de éxito de la empresa alemana se sustentaba en la compra de otras pequeñas empresas y la apertura de sedes que habrían facilitado su expansión, como pareció ocurrir con la apertura de su negocio bancario y la autorización de Visa y Mastercard en el negocio de la gestión en los pagos con tarjeta. Los antecedentes se sostenían en acusaciones de blanqueo de capitales y compras de menor valor del anunciado en Asia, asociadas a inversores de venta en corto plazo. Desde 2008 se fueron sucediendo las acusaciones, despejadas por la directiva de Markus Braun, quien había logrado el ascenso de Wirecard desde 2002. El año 2019 supuso el principio del fin de Wirecard. El medio británico Financial Times comenzó a publicar una serie de informaciones sobre las cuentas de la empresa que destaparían supuestas irregularidades en el negocio en Asia-Pacífico. La financiera inicialmente rechazó las acusaciones y las combatió hasta que se abrió una investigación contra el periodista de Financial Times que lo había publicado. Se anunció una auditoría externa y se buscó limpiar la imagen de la entidad, pero algo salió mal.
A finales de 2019, siguieron las filtraciones sobre las cuentas de Wirecard y, ya en abril de 2020, la auditora KPMG negó haber recibido información suficiente para desestimar la manipulación de las cuentas que Wirecard negó en marzo como conclusión de dicha auditoría. En junio fue un registro policial el que terminó de apuntalar el hundimiento bursátil de la alemana, por presuntas manipulaciones en declaraciones de cuatro miembros de la junta directiva a los inversores. Pero una nueva auditoría declaró intentos de engañar a los auditores por parte de la empresa mediante pruebas falsas para salvar un agujero del 25% de las cuentas. Efectivamente, habían desaparecido €1.900 millones. Los dos bancos de Filipinas donde se suponía estaba el montante, negaron su existencia. De hecho, el banco BDO Unibank afirmó que la compañía alemana no era siquiera cliente suyo. El director ejecutivo, Markus Braun, renunció a su cargo y posteriormente fue detenido en el mes de junio. La salida de su director se saldó con una caída del 62% tras posponerse nuevamente la publicación de las cuentas de 2019, seguido de otro desplome del 34% con el anuncio de una dirección interina. La empresa había vivido el derrumbe de su valor bursátil y quebró.
Conexión singapurense
Desde 2011, Wirecard había puesto en marcha una campaña de compra de compañías de pagos en Asia-Pacífico. Con ellas, de carácter aparentemente desconocido, situó un importante centro de operaciones en Singapur. En octubre de 2015, se adquiere una empresa más grande de gestión de pagos en India por €340 millones, una de las más importantes operaciones. También se anunció su entrada en América con la compra del sector de tarjetas de Citygroup en 2016, que acabaría por concederle las operaciones de la norteamericana en 11 países asiáticos. Se asentó así la posición mediática de Wirecard en Asia-Pacífico, con epicentro en Singapur.
Conexión india
En 2018 se inicia una investigación en la sede de Singapur sobre posibles desvíos de dinero fraudulentamente hacia India. Sin embargo, el proceso queda paralizado. Ante la publicación de la información en Financial Times, comienza una acusación legal contra el medio por acusar a la fintech de manipulación de mercado. Al blanqueo de dinero se une la acusación de falsificación de las cuentas, en el contexto de las transacciones presuntamente ilícitas desde Singapur y Hong Kong, con destino a empresas de La India. Entre los destinatarios oficiales se encuentran, por ejemplo, empresas de Malasia y Singapur que habrían conectado con una filial indonesia de Wirecard. Éstas negaron conocer a la financiera alemana ni dedicarse a la venta de software ni tener clientes en Indonesia. Ese dinero se estaba desviando en realidad a las filiales de Wirecard en La India. Lo mismo se supone que ocurrió tras una ampliación de capital de la filial en la ciudad china de Hong Kong.
Conexión filipina
En febrero de 2019, la policía de Singapur irrumpe en la sede como parte de la investigación, por lo que el regulador alemán prohíbe la venta en corto de acciones de Wirecard durante dos meses, evitando la especulación bursátil. A la demanda contra Financial Times se suma una nueva contra las autoridades de Singapur. Y es que las nuevas publicaciones apuntan a la subcontratación de la mitad del negocio de la empresa en otras que inflan el balance de la alemana cuando se trata de un simple pago de comisión a Wirecard. Entre los ejemplos, se menciona el caso de una empresa familiar en Filipinas, que no tenía actividad financiera ni conocía a Wirecard. En abril de 2019 se publican nuevas informaciones al respecto, desvelando la subcontratación de tres empresas en Filipinas, Singapur y Emiratos Árabes Unidos, que concentrarían el grueso de las ganancias mundiales atribuidas a Wirecard. Sin embargo, los auditores aprobaron las cuentas de 2018 y dieron validez al montante de €1.900 millones que, en 2020, resultaría fantasma. A pesar de todo, el gobernador del Banco Central de Filipinas asegura que su país no se ha visto perjudicado con la crisis de Wirecard, ya que niega la participación de los bancos nacionales.
Conexión inglesa
A raíz de la investigación sobre los negocios en Emiratos Árabes, Wirecard envió en julio de 2019 una misiva al Financial Times acusando de una colusión de intereses con vendedores a corto en contra de la alemana. En ella se exigía al medio británico que cesara la publicación de informaciones sobre Wirecard, debido a los problemas bursátiles que solían sucederse. La acusación de confluencia de intereses entre el medio y los inversores fue informada a raíz de unos audios grabados en Londres, donde un empresario estaría informando al confidente de otro inversor sobre la inminente publicación de un artículo del Financial Times, con el que podría realizar una venta a corto plazo para ganar 5 millones de libras, a repartir entre ambos a cambio de la información privilegiada. Wirecard lo describió como ataque especulativo mientras el periódico negó cualquier conexión. Un inversor londinense presentó una denuncia contra el medio mientras seguían los rumores de información privilegiada. Wirecard presentó una demanda civil contra el medio por el uso indebido de secretos comerciales y el regulador alemán abrió un proceso penal contra varios periodistas del mismo. Sin embargo, el regulador no logró encontrar ningún inversor nuevo en corto durante 2019 que pudiera responder ante la operación especulativa, tras múltiples operaciones de ese calado entre 2016 y 2018. A pesar de ello, la autoridad financiera de Reino Unido actuó impidiendo que la subsidiaria de Wirecard se deshiciera de ningún activo sin permiso del regulador.
Conexión libia
La grabación londinense habría llegado al entorno de la financiera de la mano de Rami El Obeidi, quien fuera jefe de inteligencia extranjera en el Consejo de Transición Nacional en Libia tras el asesinato del presidente Muamar Gaddafi en 2011. Rami El Obeidi sería accionista de Wirecard y, para demostrar la colusión, contrató a dos empresas de inteligencia en Londres y Manchester. La empresa alemana ha declarado no haber sido consciente de la operación en Inglaterra del antiguo líder libio.
Por otro lado, el exdirector de operaciones, el austriaco Jon Marsalek, habría mantenido en 2018 una reunión en el consulado ruso en Munich para tratar la reconstrucción de Libia, tras varios contactos de la Sociedad de Amistad Austriaco-Rusa. Los crecientes contactos en la administración austriaca, le valieron a Marsalek la posibilidad de ofrecer 200.000€ para un informe, que contaría con 120.000€ adicionales del gobierno austriaco. Sin embargo, la intención de apoyar la reconstrucción económica de Libia se diluyó entre la posibilidad de apostar por el control de la migración en la frontera sur de Libia con el Sahel, mediante una fuerza armada de unos 15.000 militantes. En la reunión de 2018 se discutió ofrecer esta posibilidad al GNA de Libia (gobierno de Trípoli) para cerrar el paso a las milicias rivales del este. También se vendería como solución humanitaria para cortar el flujo migratorio masivo desde el Sahel a la Unión Europea. Varios soldados de la empresa militar rusa (PMC) RSB se habrían desplegado para retirar minas en plantas de una empresa de cemento libio, en el este de Libia, cuya propiedad estaría ligada a Marsalek y fondos saudíes y emiratíes; de manera similar a la relación contractual que la PMC Wagner estableció para entrar en República Centroafricana. Es por todas estas relaciones que Marsalek consideraba viable un eventual despliegue militar ruso en la frontera sur de Libia, como señalaba en sus planes, aunque nunca llegó a salir del papel.
Conexión rusa
La excentricidad de los escándalos del que fuera director de operaciones de Wirecard, Jon Marsalek, llegó hasta una reunión donde aprovechó sus contactos en Londres para promocionar documentos secretos que tendría en su poder desde los servicios secretos. Entre ellos se encontraría la fórmula del Novichok, el agente nervioso con el que Reino Unido acusaba a Rusia de envenenar a ciertas personalidades. En 2018 tuvo lugar la intoxicación del ex espía Sergei Skripal y su hija, que sobrevivieron. El mismo veneno sería utilizado en 2020 para acusar a Rusia de envenenar al activista opositor Alekséi Navalny. La importancia del asunto radica en que la documentación era secreta como parte de la investigación que en 2018 llevaba a cabo la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), detallando cómo se llevaron a cabo los análisis toxicológicos y cómo Rusia hablaba del origen de la dosis en un centro militar británico. Varias agencias de inteligencia estarían interesadas en la posible conexión de Marsalek con Rusia. Según reportes del Financial Times, en su entorno mencionan el viaje que realizó a Palmira, en Siria, de la mano del ejército ruso tras la expulsión de ISIS del desierto sirio en 2016.
Conexión austriaca
La fuerte personalidad del exdirector de operaciones y la situación libia no fueron las únicas en las que la corporación financiera influyó en procesos políticos. El director Marcus Braun es también procedente de Austria y mantiene vínculos familiares en la ciudad de Viena, por lo que tuvo gran interés en la política nacional. En 2012 ayudó a financiar un partido político liberal y eurofederalista, Neos, con más de 100.000€, así como ha financiado con más de 70.000€ la campaña de 2017 del canciller Sebastian Kurz, del Partido Popular Austriaco (conservador y democristiano), cuyo think-tank también asesoró. Pero también se han agitado los titulares en Austria ante la filtración de que la Sociedad de Amistad Austriaco-Rusa había estado recibiendo documentos de Jon Marsalek, obtenidos de manera ilícita del Ministerio de Interior de Austria y que habrían llegado al partido de extrema derecha, Partido de la Libertad de Austria (FPÖ).
Conexión emiratí
Siguiendo con las experiencias de Filipinas y Singapur, volvió a publicarse sobre las ganancias atribuidas a Wirecard en Emiratos Árabes en octubre de 2019. En estas nuevas líneas se repetía el patrón de clientes inexistentes y ganancias infladas en el balance de Wirecard tanto en Dubái, Emiratos Árabes, como en Dublín, Irlanda. De hecho, la empresa asociada de Dubái contribuyó con la mitad del balance de Wirecard a nivel mundial en el año 2016. Según la investigación del Financial Times, la empresa subsidiaria en Dubái, Al Alam, que supuestamente procesaba las transacciones de 34 de los clientes más importantes de Wirecard en todo el mundo, resultó ser un bluf. No disponía apenas de empleados y no existía ningún registro de relación con Visa ni Mastercard. Además, la mayoría de las empresas clientes de la empresa emiratí no existían o no mantenían relación contractual con ella –algunas ni siquiera conocían su existencia-. Entre ellas, se encuentran algunas sociedades estadounidenses de peso, que aseguran no ser clientes de la empresa emiratí.
Conexión irlandesa
Tal y como dibuja la conexión emiratí, la filial de Wirecard, Al Alam, contribuía con una gran parte del balance contable de la empresa madre. Estas ganancias se canalizaban por dos vías. La empresa emiratí, CardSystems Middle East, quedaría reducida a un único empleado en el Burj Khalifa. Pero la segunda vía de la filial es Wirecard UK & Ireland, con sede en Dublín, que tendría apenas una docena de empleados. La empresa Al Alam por esas vías estaría canalizando la mitad de las ganancias antes de impuestos de Wirecard (Ebitda) y una cuarta parte de las ventas del conglomerado. La auditora habría estado llevando a cabo sus investigaciones en base a esa lista de clientes que no eran reales, pues se les habrían facilitado datos adulterados. Es entonces cuando se acepta la presión para que sea KPMG la empresa que audite las cuentas de la financiera, que arrojaría luz en abril de 2020 sobre la falta de documentación para desestimar el fraude contable. Decae así la mayor parte de las ganancias reportadas entre 2016 y 2018. La investigación no podría dar validez a un saldo de €1.000 millones situado presuntamente en Singapur, en base a unos documentos cuyo fideicomisario cortó relación con la empresa al dar comienzo la auditoría. Sin embargo, la auditoría de las secciones irlandesas estuvo realizada por una empresa local y contaban con una exención para no presentar sus cuentas.
Conexión japonesa
Los buenos datos de crecimiento de Wirecard –con el aprobado auditor hasta 2018- facilitaron inversiones, como la que en 2019 se produjo por el grupo tecnológico japonés SoftBank. El valor de la operación dio un balón de oxígeno de €900 millones, pero no de forma directa. La adquisición iba a ser tan compleja como el resto de operaciones, ya que consistía en la compra de bonos que serían convertibles en acciones, mediado por la suiza Credit Suisse. Los bonos se convirtieron en una participación del 6% de Wirecard de manera que la japonesa no tuviera que asumir ningún riesgo financiero. Desde entonces, su calificación por agencias como Moody’s ha rebajado el nivel a bono basura. Sin embargo, SoftBank pudo vender sus bonos tras una reconversión a otros inversores que, tras la caída del gigante de humo y la subasta de sus activos, acabará con una enorme pérdida para los acreedores. Ante la implosión de Wirecard, el grupo SoftBank ha desviado sus ataques contra el auditor que dio su validación a las cuentas de la alemana entre 2016 y 2019.
Conexión mediterránea
Por si fueran poco los problemas de la empresa, sus vínculos laterales siguen dando mucho de qué hablar. El libanés FBME Bank, con actividad principal en Chipre y Tanzania, fue vinculado con Wirecard y mecanismos que facilitaban lavados de dinero, financiación del terrorismo, fraude, crimen organizado, contenido de abuso de menores y el supuesto programa de armas químicas sirio por parte de las autoridades norteamericanas. Un ejecutivo de Mastercard ha sido acusado de lavado de dinero mediante transacciones fantasma con el FBME, negadas por el banco. Sin embargo, este tipo de transacciones de dudosa procedencia son algo común en la investigación contra la financiera alemana, que mantenía fuertes conexiones con transacciones para servidores de pornografía, crimen organizado o servicios de apuestas y juegos en línea. Destaca el caso del casino online CenturionBet con sede en Malta, del que la justicia italiana reveló vínculos con el lavado millonario de dinero para la mafia calabresa ‘Ndrangheta, en Italia. La relación entre Wirecard y esta empresa continuó hasta 2017, cuando Malta suspendió su licencia de juego mientras 30 personas fueron condenadas por vínculos con la mafia. Wirecard debería haber enviado informes sobre las transacciones sospechosas de lavado de dinero a las autoridades.
Conexión alemana
En junio de 2020, la policía entra en Munich por una investigación motivada por el regulador financiero alemán contra los cuatro miembros de la dirección de Wirecard. La reacción fue en cadena. Al poco tiempo, el director, Markus Braun, dimite. Además, se descubre un préstamo, sin conocimiento del regulador ni de la junta directiva, que la rama bancaria de Wirecard le hizo personalmente a Markus Braun en el mismo 2020 por valor de 32 millones de libras esterlinas. Los bancos filipinos negaron la veracidad de los documentos que habían dado validez a los €1.900 millones que se declaran perdidos. La empresa alemana declara que los fondos podrían “no existir”, Braun es detenido y Wirecard se declara insolvente, siendo la primera cotizada en la historia del DAX30 en hacerlo. Sin embargo, trató de sostener gran parte del negocio filial, ya que la operación era de conexión de clientes con redes de pago internacionales operadas por Mastercard y Visa. La auditora previa al desembarco de KPMG era una de las más importantes del sector: la británica Ernst & Young (EY). Sin embargo, terminó bajo investigación por no haber verificado ni siquiera los saldos bancarios en Singapur, confirmando las pruebas facilitadas por Wirecard, quienes aseguraban haber trasladado el dinero desaparecido a Filipinas. Ya son varias las demandas que enfrenta el auditor en Alemania tras fallar la supervisión del gigante cuyo cadáver deja un agujero de €1.900 millones y una deuda de €3.200 millones. Mientras tanto, la liquidación empresarial del gigante quebrado continúa: se ha vendido el negocio británico a una start-up local, así como el brasileño a un operador norteamericano y se baraja continuar con el negocio principal. Los despidos acechan a la mitad de la plantilla en Alemania y los acreedores se reunirán en Munich en noviembre.
El exdirector de operaciones, Jon Marsalek, se había trasladado a Manila, Filipinas; y, ante el estallido de la empresa alemana, voló a China desde la ciudad filipina de Cebú. Sin embargo, según el Secretario de Justicia de Filipinas, nunca llegó a China. Se encontraría en paradero desconocido y en búsqueda y captura tras la orden que publicó la policía de Munich. La rumorología apunta a que presumiblemente se hallaría en Rusia. Por otra parte, Christopher Bauer, la cabeza del procesador de pagos en Filipinas habría fallecido, según fue publicado en el mes de agosto de 2020. El país asiático ha anunciado una investigación sobre el escándalo de Wirecard que involucraría a 57 personas por la falsificación de documentos para vincular a los bancos locales con la financiera alemana.
Como consecuencia del escándalo Wirecard, Alemania se encuentra conmocionada ante el fallo sin paliativos en el organismo regulador. Una medida que tomó fue la paralización de las ventas en corto durante dos meses para evitar los ataques especulativos contra la financiera, con lo cual parecía comprar su versión frente al Financial Times y la teoría de la colusión con los inversores a corto. El partido izquierdista Die Linke criticó lo ocurrido y, en septiembre de 2020, al sumarse los liberales y los verdes, consiguieron sacar adelante una petición en el Bundestag para iniciar una comisión de investigación parlamentaria. Los Verdes quieren llamar a declarar a Angela Merkel y al Ministro de Finanzas socialdemócrata, Olaf Scholz, al encontrarse el organismo regulador bajo su jurisdicción. El interés sobre Angela Merkel vendría desde Die Linke, para aclarar el apoyo público que dio a Wirecard en 2019 ante su próxima entrada en China. El regulador no se centró en la investigación sobre el fraude potencial en las cuentas, así que el gigante fantasma siguió creciendo y arrastrando una deuda milmillonaria que se ha derrumbado.
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