“Una conversación entre dos colegas (…) En su cercanía y efectividad, esta relación incluso excede a una alianza”. De esta forma resumió el Kremlin la reunión virtual que mantuvieron Vladimir Putin y Xi Jinping el pasado mes de diciembre. La cita, si bien telemática, demostró que las relaciones entre Rusia y China se encuentran en su mejor momento desde la alianza establecida entre Iósif Stalin y Mao Zedong.
Esta sintonía se volvió a evidenciar cuando Putin se convirtió, el pasado 4 de febrero, en el primer líder en reunirse con Xi de forma presencial desde que estalló la pandemia a principios de 2020. En Beijing, mientras los atletas competían por una medalla en los Juegos Olímpicos de Invierno, ambos mandatarios firmaron la “Declaración Conjunta de la Federación Rusa y la República Popular China sobre las Relaciones Internacionales Entrando en una Nueva Era y el Desarrollo Sostenible Global”, un documento que aborda diversos aspectos sobre las preocupaciones en materia de seguridad y los principios que consideran que han de regir las relaciones entre los estados. En la declaración las dos potencias expresan su apoyo mutuo en cuestiones que enfrentan particularmente a cada una de ellas: Beijing asegura que apoya las propuestas de seguridad presentadas por Rusia respecto a la expansión de la OTAN y Moscú reafirma su adhesión al principio de Una China y se opone a la independencia de Taiwán.
Es la primera vez que China apoya explícitamente a Rusia en sus demandas de seguridad. En 2008 y 2014, cuando sucedieron las crisis de Georgia y Crimea respectivamente, Beijing permaneció en silencio y se abstuvo en las votaciones que se realizaron en las Naciones Unidas para condenar las operaciones de Moscú. Cabe mencionar que en aquella época el gigante asiático todavía no había elaborado la política exterior asertiva que caracteriza el mandato actual de Xi Jinping y que estaba más interesado en proyectar una imagen de potencia responsable para no enfrentarse en exceso a Occidente.
El documento es especialmente relevante debido al contexto actual, marcado por la escalada de tensiones en Ucrania. Rusia ha desplegado cientos de miles de soldados en su flanco occidental, dejando la puerta abierta a una posible operación militar si Estados Unidos y la OTAN no respetan sus demandas de seguridad. Si bien sería un error pensar que la diplomacia no puede resolver la crisis, tampoco se puede descartar por completo que estalle un conflicto bélico. De llegar a este escenario, el Kremlin necesitará el apoyo político y económico de China para mitigar las consecuencias de las sanciones a gran escala que Occidente impondría a Rusia.
Una crisis de tal magnitud y el consecuente enfrentamiento entre Occidente y Rusia podría empujar a este último a acercarse más a China. No obstante, a Beijing no le interesa en absoluto que el Kremlin lleve a cabo una operación militar en Ucrania aunque no afecte directamente a ninguno de sus intereses centrales. De hecho, pese al apoyo público a su vecino del norte durante los Juegos Olímpicos de Invierno, la narrativa del oficialismo chino sigue caracterizándose por la prudencia, sin llegar a aprobar en ningún momento el uso de la fuerza, llamando a todas las partes a desescalar a través de la diplomacia y pidiendo el fin de la “mentalidad de Guerra Fría”.
Hay varios motivos por los que China no se beneficia de una escalada bélica en Ucrania:
- En primer lugar, Beijing deberá realizar un complejo cálculo sobre hasta qué punto apoya o deja de apoyar la operación militar rusa en Ucrania. El gigante asiático siempre se ha opuesto a las intervenciones extranjeras en terceros países -en línea con los “Cinco principios de coexistencia pacífica”- por considerar que suponen una interferencia en los asuntos internos. De hecho, el embajador chino en Kiev, Fan Xianrong, declaró recientemente que “a pesar de que existen algunas diferencias relacionadas con la historia, el régimen, la cultura y otros aspectos, ambas partes [China y Ucrania] siempre se adhieren a los principios de no injerencia en los asuntos internos y al principio de apoyo mutuo de la soberanía y la integridad territorial”. No acercarse a Rusia, en cambio, podría perjudicar los vínculos con su vecino del norte, con quien prefiere seguir manteniendo unas relaciones amistosas. Asimismo, desarrollar una “ambigüedad estratégica” sería muy complicado: Occidente vería cualquier atisbo de acercamiento a Moscú -ayudando a su economía a mitigar las sanciones, por ejemplo- como un apoyo implícito a sus operaciones en Ucrania.
- Relacionado con el punto anterior, China corre el riesgo de empeorar las relaciones con la Unión Europea y Estados Unidos. Con Bruselas está intentando llevar a cabo un reset después de producirse un congelamiento provocado por las sanciones bilaterales impuestas en marzo de 2021. Tampoco le interesa deteriorar aún más las tensas relaciones con Estados Unidos. Si bien estaría distraída temporalmente haciendo frente al Kremlin, la administración Biden podría endurecer su enfoque hacia China para impedir que el gigante asiático socave su liderazgo e influencia en Asia-Pacífico. Cabe recordar que, mientras Rusia seguía enviando tropas y material a su flanco occidental, el secretario de Estado Antony Blinken viajó a Fiyi y se reunió en Melbourne con los ministros de Exteriores de Japón, India y Australia -los países que componen el QUAD- para reafirmar el compromiso estadounidense con la región. Es decir, China sigue siendo el principal adversario de Washington y seguirá siendo así pase lo que pase en el este de Europa. Esta mentalidad también se pudo ver reflejada en los acontecimientos ocurridos en Afganistán en agosto de 2021. Tras un breve paréntesis mientras se retiraba de Kabul, Estados Unidos firmó poco después el AUKUS con Reino Unido y Australia, un pacto militar orientado a contener el creciente poder del gigante asiático.
- Las sanciones a gran escala que han prometido imponer contra Rusia en caso de dar luz verde a la operación militar podrían afectar a los intereses de las empresas chinas. El comercio bilateral se ha fortalecido notablemente hasta alcanzar los 147.000 millones de dólares, casi tres veces más que los datos registrados en 2014. En este contexto, como explica Chris Miller, profesor de la Universidad Tufts, “si Occidente lleva a cabo sus amenazas más severas, el impacto en China podría ser profundo, en términos económicos, pero también en términos de reputación”. Una vez más, Beijing deberá hacer un complejo calculo y decidir si respeta las sanciones o permite a las compañías estatales continuar haciendo negocios en sectores rusos afectados con las consecuencias que eso puede conllevar. El portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, ya advirtió que disponen de “una variedad de herramientas” que pueden implementar si ven que “las empresas extranjeras, incluidas las de China, hacen todo lo posible para contrarrestar las acciones de control de exportaciones de Estados Unidos, para evadirlas o para sortearlas”.
- Debido al vertiginoso crecimiento que ha experimentado en las últimas cuatro décadas, China tiene intereses por todo el planeta, incluido en Ucrania. En 2019 el gigante asiático superó a Rusia como el mayor socio comercial de la antigua república soviética, con unos intercambios bilaterales que superaron los 14.000 millones de dólares en 2020. Asimismo, Fan Xianrong informó recientemente que China pretende diversificar e incrementar las importaciones -hasta ahora en su mayoría materias primas como mineral de hierro o cereales- y participar activamente en la iniciativa Big Construction del presidente Volodímir Zelenski para mejorar las infraestructuras del país. Asimismo, China ve a Ucrania como un importante suministrador de equipos militares y una posible puerta de entrada a Europa en el marco de la Nueva Ruta de la Seda (BRI por sus siglas en inglés). “Es necesario aprovechar al máximo las ventajas geográficas de Ucrania, ubicada en el centro de Europa”, declaró el embajador chino. No obstante, dados los problemas internos que atraviesa el país, la presencia económica china en Ucrania sigue siendo limitada y una intervención militar rusa no ayudaría a solucionar el problema.
- Por último, 2022 es un año crucial para el Partido Comunista de China. Además de ser la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno, la capital albergará el XX Congreso Nacional del PCCh el próximo mes de octubre. En el cónclave se espera que Xi Jinping asuma su tercer mandato como líder central del Partido, el Estado y el Ejército, acontecimiento que reforzará su poder y elevará su figura al mismo nivel que Mao Zedong y Deng Xiaoping. Asimismo, Beijing deberá hacer frente a la crisis inmobiliaria producida por los problemas de liquidez de Evergrande Group y promover la compleja pero necesaria transición en su modelo de crecimiento mientras lidia con los nuevos brotes de Omicrón. En este contexto, tanto Xi como la élite política china están más centradas en los asuntos domésticos y prefieren no distraerse con acontecimientos externos como una posible operación militar rusa en Ucrania. Según informa el WSJ, el Comité Permanente del Politburó ha debatido durante más de una semana a puerta cerrada hasta qué punto respaldar a Rusia sin que afecte a los intereses nacionales. La extensión “inusualmente extensa” de la discusión demuestra la preocupación existente en Beijing respecto a la crisis ucraniana.
En definitiva, pese al apoyo público mostrado a Moscú respecto a sus demandas de seguridad, China espera que Rusia, Estados Unidos y la OTAN puedan alcanzar una “solución integral de la crisis de Ucrania y los asuntos relevantes a través del diálogo y la negociación” para no verse en la tesitura de tener que elegir un bando y no deteriorar las relaciones con ninguna de las partes involucradas.
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