Resumen
En los últimos meses hemos asistido a la perpetración de una serie de atentados en diferentes partes del mundo cuyo denominador común es que la autoría fue de ciudadanos originarios de las repúblicas de Asia Central. Lo que demuestra el riesgo potencial creciente de los grupos islámicos radicales procedentes de la región, a pesar de que en sus países de origen constituyan una amenaza relativamente pequeña debido a la vigilancia masiva y a su persecución por parte de gobiernos autoritarios. No obstante, es muy significativa la capacidad de estos grupos para exportar la yihad a otras regiones distantes del planeta. El presente artículo pretende ofrecer una visión panorámica del problema así como de su origen y causas que lo motivan.
Introducción
La región de Asia Central es una gran desconocida para el público en general, incluso en círculos académicos y especializados no abundan los informes y documentos que traten sobre la problemática en la región. Nos estamos refiriendo a los llamados países “estanes”, a caballo entre los gigantes de Rusia y China. Se trata de una extensa región de más de 4 millones de kilómetros cuadrados en las que coexisten cinco naciones: Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán, que constituyen inmensas llanuras y Kirguizistán y Tayikistán, que son dos pequeños estados muy montañosos. En cuanto a recursos naturales se refiere, mientras que las extensas estepas de Turkmenistán y Kazajistán están plagadas de minerales y combustibles fósiles, los pequeños estados montañosos de Kirguistán y Tayikistán carecen de este tipo de recursos. Uzbekistán por el contrario, posee reservas medianas de gas al mismo tiempo que ostenta un alto índice de pobreza.
La población de esta región se concentra en dos áreas principalmente: norte de Kazajstán (zona de la capital, Astaná) y el Valle de Fergana (confluencia de Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizistán), que es por otro lado la zona más fértil de la región de Asia Central. No es de extrañar por tanto que éste sea un “punto caliente” en la región debido a su composición multiétnica y a su carácter estratégico. Étnica y lingüísticamente el panorama no es más sencillo; mientras que kazajos, uzbecos, kirguises, turcomanos y uigures se consideran pueblos túrquicos, lo que hace referencia a una caracterización lingüística y no étnica, los tayikos son en cambio pueblos de lengua persa. Se da igualmente la circunstancia de que las diferentes etnias de la región trascienden las fronteras demarcadas, incluso se extienden a otros estados del área como Afganistán o China. Rodean a este conjunto de estados grandes potencias regionales como Rusia al norte, China e India al sureste e Irán al suroeste. Tampoco resulta un hecho desdeñable que tres estados (Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán) compartan frontera al sur con Afganistán.
Como decía, poco o nada había llegado a conocimiento del público en general hasta los recientes atentados del metro de San Petesburgo del 3 de abril, cometidos por un uzbeko procedente de Kirguizistán y ostentando la ciudadanía rusa, el atentado de Estocolmo de 7 abril, cometido por un ciudadano uzbeco o anteriormente, el tiroteo en el Club Reina de Estambul, protagonizado también por otro nacional de Uzbekistán. A nadie se le escapa ya la importante presencia de combatientes extranjeros de etnia uigur en el conflicto sirio, protagonizando alguna de las más importantes acciones armadas rebeldes de la guerra.
¿Existe una amenaza real y cierta del yihadismo originario de la región? En caso de respuesta afirmativa ¿Cuál es su alcance real? Los gobiernos de la región no dudan en presentar el yihadismo como una gran amenaza tanto para su propia existencia como para el mundo en general. Hasta el momento, dichos argumentos han sido acogidos efusivamente por las grandes potencias como Rusia, China y también por Estados Unidos y la Unión Europea. Conviene analizar la relevancia de dicha amenaza así como el origen de la misma.
Origen del yihadismo en Asia Central
Para comprender mejor los orígenes y posterior expansión del yihadismo en Asia Central, no podemos dejar de mencionar a la Red Haqqani como actor armado no estatal catalizador de algunos de los grupos extremistas más importantes de esta área geográfica. Este grupo fue fundado por el veterano líder islamista pastún Jalaluddin Haqqani, procedente de la formación extremista Hibz-i-Islami (Partido Islámico), natural de la región de Loya Patkia. Recordar que esta última milicia islamista fue fundada por el yihadista hoy “rehabilitado” internacionalmente Gulbudin Hekmatkyar. En 1976, Jalaluddin se traslada a Pakistán para recibir formación y adiestramiento para combatir al gobierno afgano de Mohammed Daud Khan quien meses antes dió un golpe a su primo el rey, y tomó el liderazgo con un pequeño aperturismo democrático a caballo entre los intereses de Estados Unidos y la Unión Soviética.
Con la toma del poder de los comunistas y bajo el gobierno de Mohammed Najibullah, el líder de los Haqqani se integra en las filas Muyahidin financiadas por la presidencia USA de Jimmy Carter quienes perdieron su influencia sobre el pais tras el asesinato de Daud Khan. Y bajo el programa de la Operación Ciclón logra el control de los territorios de Loya Patkia, además de incrementar su poder dentro de su propia tribu (Zadran). En esta época, es destacable el apoyo recibido por su grupo por parte de los servicios de inteligencia pakistaníes (ISI), así como la ingente cantidad de fondos recibidos desde Estados Unidos y Arabia Saudí para combatir a los soviéticos en Afganistán. Es en este contexto cuando en los años 80 traba relación con el líder yihadista Osama Bin Laden. De hecho, cuando nace la red de Al Qaeda en 1988, ésta fue supervisada por el propio Haqqani, que además tenía abiertas oficinas de captación de fondos en el Golfo Pérsico. Ya en los años 90, con la caída del régimen de Najibullah, los talibanes y su líder el mulá Omar, actuaron con gran pragmatismo y se alinearon con la red Haqqani debido al fuerte respaldo que tenía. Después del 11S y la invasión norteamericana, Haqqani se ve forzado a huir a Pakistán y volver a la insurgencia, delegando Jalaluddin sus principales funciones en su hijo y sucesor Sirajuddin. Este junto con su hermano menor Badruddin continuará la lucha armada, que en 2007 se revela ya como la principal amenaza para las tropas de ocupación de la Coalición Internacional. Por entonces, el grupo terrorista empezó a facilitar la entrada de combatientes extranjeros árabes, uzbecos, chechenos, turcos… La red comenzó a desplegar toda una serie de atentados terroristas, lo que motivó su inclusión en la lista de organizaciones terroristas en el año 2012 por el Departamento de Estado de Estados Unidos.
Este grupo nacido en torno a la figura de un clan familiar de etnia pastún, tiene una estructura piramidal fuertemente jerarquizada, se ha constituido en un importante catalizador para la extensión del yihadismo por otros países de la región. Es sobradamente conocida la relación con el Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU) y su escisión Unión de la Yihad Islámica (IJU). No son pocos los combatientes yihadistas uzbekos que han pasado por esta red.
Expansión por la región
Ya hemos visto como la mecha del yihadismo prendió en Afganistán y de ahí, a través de las relaciones con diferentes grupos y el trasiego de combatientes, se extendió a otros países del área geográfica. Resulta trascendental para que se creen las condiciones políticas y socio económicas perfectas que permitan que estos movimientos tomen impulso, la desintegración de la Unión Soviética. Así, al resurgimiento del islam en la región, se le une la aparición de movimientos islámicos de carácter político cuyo objetivo es desbancar a los regímenes post-soviéticos, a los que considera ilegítimos.
El principal grupo yihadista de la zona es el Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU – Oʻzbekiston islomiy harakati) cuyo predecesor había sido el Movimiento Adolat (Justicia), que a su vez había nacido en la ciudad uzbeka de Namangan, en el extremo norte del valle de Fergana. El movimiento surgió en los años 90, como respuesta a la caótica y convulsa situación existente después de la caída de la Unión Soviética.
En esta área del Valle de Fergana, la caída del comunismo golpeó de manera especial a una clase de “nuevos pobres” procedentes de los antiguos sectores de la industria y la construcción así como a jóvenes desempleados. Paralelamente a este proceso, se produce una quiebra del estado protector así como el auge exponencial de los grupos criminales y especuladores que las autoridades no pueden (o no quieren) combatir, así como la desaparición de cualquier objetivo ideológico. Gran parte de estas masas de jóvenes desencantados, influenciados por jóvenes mullahs se organizan en una milicia islamista llamada Adolat. Esta milicia será el germen posteriormente del ya mencionado IMU, fundado por Tahir Yuldashev y el anterior paracaidista soviético Juma Namangani, ambos de etnia uzbeca. El objetivo de este grupo es derrocar el régimen del presidente Islam Karimov y crear un Estado Islámico bajo los dictados de la shariah. El IMU opera desde sus bases de Tayikistán y norte de Afganistán, en territorios controlados por los talibanes, con quienes mantenían muy buenas relaciones. La organización estaba conformada por militantes tayikos, uzbekos y uigures, formados en madrasas paquistaníes.
El movimiento resultó muy diezmado en el año 2001-02, durante la invasión norteamericana de Afganistán, replegándose hacia el Waziristán en las áreas tribales de Pakistán. En el año 2015, el grupo juró lealtad al Estado Islámico en la persona de su Emir Usman Ghazi, lo que le valió la enemistad frontal de los talibanes, que lo han llevado casi a la extinción.
En el año 2002 se produce una escisión en el IMU y nace así la Unión de la Jihad Islámica (IJU – Ittihad al-Jihad al-Islami), asentada en la región fronteriza con Afganistán del norte de Waziristán (Pakistán). Esta organización está afiliada a Al Qaeda y los talibanes. Han llevado a cabo algunos atentados en territorio uzbeco. Se nutre fundamentalmente de ciudadanos turcos y europeos conversos al islam, particularmente de países de habla germana.
El IJU aboga por una línea más internacional y apoya la yihad global, sin olvidar la lucha en sus países de origen de Asia Central. Ambas organizaciones, no obstante, consideran Asia Central más como fuente de nuevos reclutas que como teatro para la lucha armada o emprender acciones terroristas.
El revulsivo de Siria
La guerra de Siria (y anteriormente la de Iraq) ha marcado un importante punto de inflexión en la evolución de terrorismo de corte islamista y con respecto a Asia Central, no iba a ser una excepción. A partir del año 2013, se produce un importante éxodo de voluntarios combatientes extranjeros hacia el país árabe, destacando la participación de organizaciones como Partido Islámico del Turkestán, Jammat Imam Bukhari (Katibat Imam al Bukhari), Katibat Seyfullah, o Katibat Tawhid wal Jihad, todos ellos vinculados a Jabhat Fatah al-Sham (anteriomente frente Al-Nusra / Al Qaeda).
Otros grupos como Jammat Sabiri se han alineado con el Estado Islámico. Al respecto, destacar el papel fundamental desarrollado por algunos elementos veteranos de IMU / IJU en la formación y desarrollo de estos grupos. Grupos que se nutren de militantes nacionales de países de Asia Central y que, por otro lado, han participado en algunas de las operaciones más importantes y complejas del conflicto como la exitosa ruptura del cerco de Alepo en Agosto de 2016. Otros datos resultan significativos como por ejemplo que los nacionales de un país pequeño como Tayikistán sean los primeros en protagonizar atentados suicidas en Siria por delante incluso de Arabia Saudí. Llama la atención la cantidad de combatientes extranjeros procedentes de las repúblicas de Asia Central que se encuentran luchando en Siria, en relación al tamaño y escasa población de los países de esta región.
La aparición del Estado Islámico ha supuesto de igual modo un fuerte aliciente y polo de atracción para combatientes radicales de todo el mundo. Según algunas fuentes como Crisis Group, se estima que entre 2000 y 4000 combatientes han sido reclutados en Asia Central para combatir en Siria e Irak. Otros estudios como el de Serik Beissembayev para el Central Asia Program, indica que la mayoría de los condenados por yihadismo en Kazajistán hasta 2014 son personas relacionadas con el mundo de la criminalidad y que participan de una cultura de violencia, más que influidos por algún tipo de ideología religiosa radical. En cuanto a números absolutos de participantes, el país más activo en este sentido es Uzbekistán. Numerosos ciudadanos uzbecos de Uzbekistán y del área del Valle de Fergana en Kirguizistán se han enrolado en los diferentes grupos extremistas que combaten en Siria en una cifra superior a los 500 que el gobierno uzbeco reconoce.
Como indicaba, algunos de los grupos más destacados son el Partido Islámico del Turkestán (o TIP por sus iniciales en inglés), movimiento islamista radical separatista, originario de la región del oeste de china de Xinjiang, de base étnica Uyghur aunque miembros de otras etnias centroasiáticas engrosan también sus filas. Reprimido con dureza en su país de origen, ha encontrado en el conflicto sirio el ecosistema perfecto para su asentamiento y desarrollo. Su actual líder es Ibrahim Mansour.
En 2017, un periódico turco, Meydan,puso de manifiesto las conexiones entre un contratista Uigur llamado Nurali en el distrito de Zeytinburnu de Estambul, que distribuía pasaportes turcos a ciudadanos chinos de Xinjiang para viajar a Siria. Existen fundadas sospechas para pensar que han contado con la colaboración de los servicios de inteligencia turcos. El grupo controla la localidad Jisr al Shoghur, en la provincia de Idlib, Siria. También opera en el área de al-Zambaqi cerca de la frontera con Turquía. Su fuerza estimada en Siria es de entre 10.000-20.000 personas incluyendo familias enteras.
Los dos principales grupos formados por militantes uzbecos son Katibat Tawhid wal Jihad y Jammat Imam Bukhari (Katibat Imam al Bukhari). El primero también conocido como “Jannat Oshiqlari” (Loving Paradise), se encuentra liderado por un ciudadano uzbeco llamado Abu Saloh, tiene su área de operaciones en las provincias de Aleppo e Idlib. El segundo, la brigada Imam Bukhari, se encontraba liderada por el jeque Salahuddin el uzbeco, con importantes conexiones con la red Haqqani de Afganistán, hasta su asesinato en el noroeste de la provincia de Idlib a principios de 2017. Este grupo tiene fluidas relaciones con el resto de grupos vistos anteriormente y opera en las áreas de Alepo e Idlib, preparando a futuros combatientes en campos de entrenamiento, incluso desde temprana edad.
Por último, imprescindible hacer mención al grupo Malhama Tactical, el primer consorcio privado yihadista que sigue el modelo de otras empresas privadas de mercenarios como BlackWater, formada por militares bien entrenados de etnia uzbeca. El líder del grupo es un yihadista uzbeco de apenas 24 años cuyo nombre de guerra es Abu Rofiq. Este consorcio ha prestado sus “servicios” para diferentes grupos yihadistas que participan en la guerra siria, en la región de Alepo-Idlib, desarrollando fundamentalmente labores de entrenamiento y utilizando con gran eficacia y habilidad las redes sociales. Podría suponer un punto de inflexión en las tácticas y estrategias de combate yihadistas y una amenaza más que relevante para el futuro.
Análisis de la cuestión
Muy al contrario de las tesis sostenidas por las repúblicas de Asia Central, el trasiego de combatientes yihadistas no ha generado amenazas adicionales a la región. Es más, en el corto y medio plazo incluso ha sido beneficiosa esta partida ya que algunos de los elementos más peligrosos y radicalizados han sido alejados o incluso han muerto en combate.
Es indudable que la región asiste a un momento de reislamización o auge del islam, aunque a menudo la escala y dimensiones de este proceso son magnificadas. La persecución de los grupos islamistas en la región en ocasiones, no sólo no ayuda a resolver el problema de los militantes radicales sino que tiende a acrecentarlo. Las causas del auge del radicalismo están más cercanas a la quiebra del estado protector, al deterioro de las condiciones socio-económicas, la ineficacia del aparato estatal, la corrupción y la falta de capacidad (voluntad) del estado en combatir los lucrativos tráficos ilícitos de la región. Tampoco existen políticas específicas diseñadas y planificadas para atajar el problema.
Las cinco repúblicas tratan de reforzar su legitimidad religiosa y promueven un islam oficial y controlado con el objetivo de desvirtuar un islam al margen del poder y con capacidad para desafiar a la autoridad establecida. No obstante, los regímenes centroasiáticos tienden a responder a la disidencia política o religiosa de una manera expeditiva, desproporcionada, vulnerando incluso los derechos humanos, lo que nos lleva nuevamente a preguntarnos si este tipo de políticas agravan más que atajan el problema y, en todo caso, atribuyen sin quererlo a estos grupos radicales un papel de oposición política, imposible de dirigir por otros cauces.
Uzbekistán es clave a la hora de referirse al yihadismo salafista en Asia Central tanto por el activismo que registra como por su vecindad con Afganistán. De hecho, desde esta república se controla la única vía ferroviaria que permite acceder a la frontera septentrional afgana, la que cruza la frontera por el puente de Termez sobre el río Amu Darya y que podría extenderse hacia otras regiones del interior del país. Al hilo de las políticas represivas que citaba anteriormente, de acuerdo con Baulci y Chaudet, entre 1999 y 2005 el gobierno uzbeko detuvo al menos a 8.000 personas acusadas supuestamente por ser islamistas, de los cuales sólo 1.500 fueron posteriormente liberados, mientras que muchos de ellos fallecieron en prisión por malos tratos, tortura y enfermedades.
En el caso de algunos países de la región, especialmente Tayikistán y Uzbekistán, el grado de represión y vigilancia sobre la sociedad probablemente evitará la amenaza de las acciones directas de los radicales islámicos. No obstante, existen toda una serie de factores adicionales que potencialmente pueden llevar a la desestabilización en la zona, convirtiendo a esta región en un polvorín, circunstancia que podría ser aprovechada por los grupos radicales que hemos analizados una ver retornen a sus lugares de origen.
En el ámbito político, los países de la región están dirigidos con mano de hierro por gobernantes provenientes las antiguas élites soviéticas, con vocación de perpetuarse en el poder. Así, el ejemplo de Kazajstán regido por el septuagenario presidente Nursultan Nazarbaev, en el poder desde 1991, donde apenas se permiten los partidos de oposición. La dura represión y la profunda desigualdad social son las notas predominantes. Kirguizistán ha vivido dos revoluciones (2005 y 2010) y es el claro ejemplo de las luchas internas entre actores dirigidos desde Estados Unidos y Rusia. Actualmente, lo preside Almazbek Atambaev, aliado de Rusia. En el país se produjeron graves conflictos interétnicos entre los kirguises y la minoría uzbeca en la región de Osh en el año 2010.
El presidente de Tayikistán Emomali Rahmon, lleva en el cargo desde el año 1992, después del expulsar de la capital Dusambé a una alianza de rebeldes e islamistas. Resulta muy significativo que la mayor parte de los cargos en la administración sean ocupados por ciudadanos originarios de Kulob y Dangara, en la región de Khatlon de donde proviene el presidente. El 98% de la población de este país se confiesa musulmana y es precisamente donde se han tomado medidas más duras para reprimir los radicalismos islamistas.
Turkmenistán estuvo gobernada por el autócrata Saparmyrat Atáyewiç Nyyázow hasta su repentina muerte en 2006. Después, le sucedió Gurbanguly Berdimuhamedow en el cargo. Es un estado en el que hay elevados índices de pobreza pese a la riqueza de sus recursos naturales. Existen igualmente altos índices de corrupción y una estricta vigilancia hacia cualquier disidencia política o religiosa.
Uzbekistán fue regido con mano dura por Islam Karimov hasta su reciente fallecimiento en 2016, a la edad de 78 años. Fue sucedido de manera interina por Nigmatilla Yuldashev. Karimov reprimió en 2005 de manera muy violenta una revuelta popular, lo que se saldó con más de 200 muertos. Llegó a entablar una importante colaboración militar con Estados Unidos, permitiendo incluso la instalación de bases militares en su territorio, fruto de la intervención norteamericana en Afganistán. Posteriormente, se produjo un distanciamiento en esta relación que provocó el cierre de las bases norteamericanas en territorio uzbeco. En el terreno económico, este estado tiene graves disputas con los países orientales colindantes; Kirguistán y Tayikistán a cuenta de la gestión de los recursos hidráulicos que le permiten ser el segundo productor mundial de algodón. En Uzbekistán, la persecución religiosa alcanza importantes cuotas y el país es la sede y origen de uno de los grupos yihadistas más antiguos de la zona como es el IMU.
En el plano de las relaciones internacionales, no se puede dejar de mencionar a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO) y el Tratado de Cooperación de Shangai (SCO); o dicho en otras palabras, el apoyo incondicional de China y Rusia.
La primera es una organización de vocación político-militar entre Rusia y las repúblicas centroasiáticas con la excepción de Uzbekistán. La segunda, tiene una importante faceta en materia de seguridad y lucha contra el terrorismo y aglutina a las cinco repúblicas centroasiáticas sin excepción, junto con Rusia y China. Ambas organizaciones, se enmarcan en la tónica general del área de “coqueteos” por parte de estos pequeños estados con las grandes potencias regionales para obtener beneficios económicos y militares. Es en este contexto donde se puede hablar de una retórica de exageración de la amenaza terrorista interesada.
De hecho, la cooperación económica y militar con Rusia y China no obsta para que algunas de estas repúblicas hayan albergado bases militares norteamericanas como la de Manas en Kirguizistán. No obstante, desde el año 2013, los Estados Unidos no tienen presencia militar directa, mientras Rusia tiene tropas desplegadas en Tayikistán y Kirguizistán, por ejemplo. Toda la región se ha convertido en un enorme tablero de ajedrez en el que las potencias juegan a defender sus intereses geoestratégicos. En este sentido, destaca la reciente irrupción en el juego de China como gran actor muy interesado en la puesta en marcha de su macro proyecto de infraestructuras y rutas comerciales de la Nueva Ruta de la Seda, que con origen en el oeste de China, atravesaría todo Asia Central para facilitar los intercambios comerciales hacia Oriente Medio y Europa. Por lo tanto, para China el interés en esta área es crucial.
Conclusiones
Es posible que los gobiernos de Asia Central exageren la amenaza del extremismo islámico de manera interesada para obtener beneficios económicos y reforzar su influencia aunque lo cierto es que el peligro existe.
Resulta muy paradigmático por ejemplo que una de las principales autoridades de la lucha antiterrorista en la región, el coronel Khalimov de Tayikistán, desertara para unirse a las filas del Estado Islámico. Este hecho, dice muy poco en favor de las políticas que se están llevando a cabo en la lucha antiterrorista en la región, al margen de otros males endémicos de la zona como la corrupción, la desigualdad social, la acción de grandes grupos criminales y la represión indiscriminada de la disidencia política y religiosa.
Ya hemos visto como las duras políticas represivas llevadas a cabo por los diferentes gobiernos de las repúblicas centroasiáticas han mantenido de momento alejada la amenaza terrorista y ésta se ha asentado en lugares tan distantes como Siria o Iraq. El riesgo no obstante radica en que otros factores de inestabilidad política, social y económica que concurren en la zona sean aprovechados por estos grupos y especialmente por los combatientes extranjeros retornados para instigar una revuelta. Tampoco es desdeñable la amenaza que supone la inestabilidad imperante en el vecino sur afgano.
En principio, el enorme interés que suscita la región en las grandes potencias mundiales y regionales; Rusia, China y Estados Unidos, parecen crear un clima poco propicio para la desestabilización de ésta área geográfica pero, como ya hemos visto, existen toda una serie de factores de riesgo que combinados, podrían impulsar las ansias de grupos radicales para iniciar una aventura militar, contando incluso con el apoyo de alguna de estas potencias extranjeras que vea gravemente amenazados sus intereses en la zona, que tenga como objetivo derrocar al gobierno instaurado.
Fuentes:
- The Diplomat (2016) “A trafficking-terrorism nexus in Central Asia” Mariya Y. Omelicheva y Lawrence Markowitz.
- International Crisis Group (2015), “Syria Calling: radicalization in Central Asia“
- Baab Al Shams (2017) “La Nueva Cara del Yihadismo en Asia Central“, por Victoria Silva Sánchez.
- Baab Al Shams (2016) “La Rad Haqqani: un peligro potencial inmediato“, por Alberto Venegas Ramos.
- Ieee.es (2016) “La Nueva Ruta de la Seda y el resurgimiento político de China“, por Adrián Vidales García.
- Ieee.es (2016) “La Red Haqqani y la evolución del yihadismo local y transnacional en la región de AF-PAK“, por Luis de la Corte Ibañez.
- OSW (2017) “Exporting Jihad – Islamic Terrorism fron Central Asia“, por Jozef Lang.
- Blog Enajenación Mundial (2016), “Jaysh al-Fatah: el ariete que golpea en Siria“, por Daniel G. Castro.
- Orden Mundial en el S.XXI (2015), “Los Caprichos Fronterizos en el Asia Central“, por Fernando Arancón.
- Global Risks Insights (2017), “Under the Radar: Tajikistan on Track to be the Next Afghanistan“.
- Central Asia Program (2016), “Religious Extremism in Kazakhastan: From Criminal Networks to Jihad“, por Serik BeissemBayev.
- Orden Mundial en el S.XXI (2017), “Tayikistán y la consolidación de la dinastía Rahmon“, por Antonio García Maldonado.
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