Corea del Sur elegirá en 2022 a un nuevo presidente en unos comicios en los que, como de costumbre, la izquierda brilla por su ausencia. Para entender por qué esto sucede, conviene un análisis histórico que ponga el foco sobre el sentir y el accionar anticomunista en el país desde su misma fundación.
Corea del Sur afrontará en marzo de 2022 unas nuevas elecciones presidenciales en las que el Partido Demócrata del Presidente Moon Jae-in parte en desventaja. La pandemia y la crítica a la forma en la que el gobierno de Moon ha tratado de atajar problemas estructurales del modelo surcoreano como los referentes al acceso a la vivienda colocan en una complicada situación al candidato ‘oficialista’. Al gobernador de la provincia de Gyeonggi, Lee Jae-myung, pese a su condición de crítico del gobierno de Moon, le pesan los déficits que un sector del electorado vincula con la actual administración.
El Partido Demócrata puede enmarcarse, a grandes rasgos, dentro del socioliberalismo de corte progresista. Además, sigue la senda de la Política del Sol en sus relaciones con Corea del Norte. Como oponente electoral se encuentra Yoon Seok-youl, un conservador que representa al Partido del Poder Popular (PPP). El PPP es el bloque que agrupa a la mayoría de sectores de la derecha nacional anticomunista, teniendo a sus espaldas presidencias como la del ex CEO de Hyundai Lee Myung-bak o de la de Park Geun-hye, hija del militar Park Chung-hee (bajo cuyo gobierno se forjó la que algunos autores definen como República de los chaebols, grandes conglomerados como Hyundai o Samsung). Yoon ha causado cierta controversia por algunas de sus propuestas como la jornada laboral semanal de 120 horas. Con todo, el ex fiscal parte con franca ventaja en encuestas publicadas por grandes medios surcoreanos como el Chosun Ilbo o TBS.
Una historia sin mano izquierda
Pero, ¿y la izquierda? Quizá lo más acertado sea decir que se encuentra excluida del juego político surcoreano, al margen de expresiones específicas que se dan en algunos ámbitos de socialización del país. Las izquierdas “transformadoras” brillan por su ausencia en Corea del Sur sin que sea fruto de la casualidad. Por el contrario, tiene razón de ser y una necesaria explicación histórica. El modo de acumulación de capital y el formato de reparto de la propiedad que se dio en Corea del Sur desde los años cuarenta hasta nuestros días, tendente con especial fuerza hacia la concentración en pocas manos, pudo ser posible en parte gracias a que quedaron fuera sistemáticamente aquellas organizaciones, líderes y discursos que pretendían poner en cuestión la estructura económica misma del país.
La era de Rhee Syngman (1948-1960) y Park Chung-hee (1961-1979) explica una parte sustancial de semejante exclusión. Aquellos no solo fueron los años en los que se desarrolló la que hoy es una de las más pujantes economías del planeta y tomó forma la actual estructura de clase del país; también fue el período histórico de consolidación de un sentir anticomunista de hondo calado en el país que hasta el día de hoy define el discurso político cotidiano. Tal sentir va bastante más allá de lo meramente simbólico, habiéndose concretado materialmente a lo largo de la historia en sucesos como el de la Masacre de Jeju, en la que bajo mandato del entonces Presidente Rhee Syngman fueron asesinadas alrededor de 50.000 personas en un esfuerzo por erradicar a las fuerzas vivas del Partido del Trabajo de Corea del Sur, vinculado al que ya por aquel entonces era el partido dirigente en Corea del Norte.
Entendido en el marco general de la confrontación con el norte, el anticomunismo ha tenido una especial vigencia desde la misma fundación de la República en 1948, en parte debido a la temprana presencia de antiguos colaboracionistas y terratenientes ─muchos de los cuales llegaron al sur desde el norte como consecuencia de las reformas iniciadas por Kim Il-sung─ en sus órganos de toma de decisión política. Evidentemente, la visión que de la economía, la política y la organización de la vida en común en general tenían los grupos socialistas y comunistas era incompatible con la de aquellos sectores. Mientras unos planteaban el control obrero de la producción y la dirección única del Partido en la política nacional, los otros requerían que los grupos marxistas quedaran afuera para llevar adelante su proyecto económico para el país.
La Ley de Seguridad Nacional
¿Y cómo se concretó este proceso? La herramienta legal que dio forma a la marginalización de la izquierda en Corea del Sur fue la Ley de Seguridad Nacional, instaurada en 1948 y nunca derogada. Habiendo sufrido modificaciones en su contenido y uso a lo largo de la historia en función de los diversos gobiernos del país, lo cierto es que la Ley siempre ejerció como el recurso más eficaz para consolidar un tablero político e institucional en el que la izquierda nunca tuvo lugar.
Rhee Syngman, por ejemplo, la empleó para zafar de la dura oposición que le suponía el dirigente antaño comunista Bong Am Cho, favorable a una reunificación pacífica con el norte. Fue justamente el marco de la Ley lo que permitió a Rhee allanar su ruta de gobierno sin tener que confrontar directamente con su rival. Park Chung-hee no solo se valió de esta herramienta para instalar las dinámicas represivas y de persecución que acompañaron a su régimen político; también sacó adelante en 1961 la Ley Anticomunista, cuyo nombre permite ilustrar con claridad el hondo raigambre del rechazo a lo marxista en el sistema surcoreano. La Ley de Seguridad Nacional, además, ha posibilitado la ilegalización de fuerzas políticas como el Frente Nacional Antiimperialista y Democrático, de inclinación jucheana, o el Partido Progresista Unificado, prohibido hace apenas siete años cuando contaba con más de 10 escaños en la Asamblea Nacional.
Técnicamente, la Ley busca «garantizar la seguridad del Estado y la subsistencia y libertad de los nacionales, regulando las actividades previstas que comprometan la seguridad del Estado». Más allá de esta línea introductoria, algunos incidentes remarcables en las últimas décadas parecen mostrar que la Ley sirve, de hecho, para la censura de aquellas actitudes que sean consideradas como enaltecimiento de Corea del Norte, sus dirigentes o su modelo político-económico, del socialismo en general o incluso de políticas izquierdistas en particular. El sector socioliberal de la política nacional ha tratado en alguna ocasión de limitar el alcance de la Ley, habiendo encontrado la respuesta crítica del sector conservador y vinculado a los chaebols, así como de una porción nada desdeñable del electorado surcoreano.
Como ejemplo, en 2012 el activista pro reunificación Ro Su Hui fue arrestado bajo la Ley por su visita no autorizada a Corea del Norte, generando una profunda polémica en medios nacionales e internacionales; en 2002, a su vez, un recluta fue expulsado del Ejército y sentenciado a dos años de prisión por la posesión de determinados libros. Además, la Ley ha sido empleada para la censura de grupos estudiantiles cercanos a la ideología juche y defensores de una reunificación que instalase el socialismo en el total de la Península, como la organización Hanchongryun. Así, en una suerte de simbiosis, la política, los medios y el ensamblaje legal conforman una realidad en la que se torna especialmente complicada la aparición exitosa de figuras políticas que traigan a colación proyectos de transformación de corte izquierdista.
Un recorrido histórico tan “escorado” tiene su reflejo en la política de nuestros días, por cuanto las dos principales fuerzas que se disputarán la Presidencia de Corea del Sur en 2022 defienden posturas chocantes en lo referente al anticomunismo y al empleo de la Ley de Seguridad Nacional. El Partido Demócrata, en la figura del hoy Presidente Moon Jae-in, recoge el testigo de la famosa Política del Sol. Aunque las relaciones se hayan enfriado en los últimos dos años, es fundamental recordar que Moon logró un hito histórico: pisar tierra norcoreana de la mano de Kim Jong-un y ser recibido por el líder norcoreano en Pyongyang. Además, el partido es heredero de presidencias como la de Roh Moo-hyun, durante la cual se pudo discutir una posible reducción del alcance represivo de la Ley. El PPP, sin embargo, supone la continuación de los postulados anticomunistas más férreos y, según expertos, de la mano del presidenciable Yoon Seok-youl “enfatizará en el fortalecimiento de la alianza con Estados Unidos, será menos comedido al respecto de los abusos a los derechos humanos del régimen de Kim, y será más vociferante en lo que al rol de China en la violación de sanciones por parte de Corea del Norte refiere”.
Descifrando la Guerra depende de las contribuciones de sus seguidores para continuar adelante como un medio independiente que cuente las últimas noticias de la realidad internacional. Si quieres colaborar económicamente con el trabajo de Descifrando la Guerra ponemos a tu disposición las siguientes opciones. Gracias a vuestras aportaciones podemos continuar analizando la geopolítica global con el mayor rigor.
El pago con tarjeta se realiza de forma segura a través de Stripe.
Puedes escoger entre una de las cantidades sugeridas. (Operación exenta de IVA artículo 20.Uno.12ª de la LIVA)
Puedes escoger la cantidad a donar. (Operación exenta de IVA artículo 20.Uno.12ª de la LIVA)
Para comentar debe estar registrado.