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¿Quién es quién en las presidenciales chilenas? Perfil, apoyos y estrategias de cada candidato

Las elecciones de este 21 de noviembre en Chile serán las más trascendentales en la historia política reciente de la nación. Con esta cita se cierra el ciclo político iniciado con el estallido social de 2019, el plebiscito de octubre de 2020, las elecciones constituyentes y municipales de mayo del 2021 y las actuales presidenciales y legislativas. Dos años intensos y convulsos que alterarán con toda seguridad la política chilena como la conocíamos hasta ahora.

El domingo más de 15 millones de personas están llamados a las urnas para elegir los 155 diputados que conforman el Congreso Nacional y a 27 de los 50 senadores de la Cámara Alta. Pero la elección que concentra toda la atención es la crucial primera vuelta de las presidenciales, donde siete candidatos aspiran a suceder a Sebastián Piñera, lo que marcará el fin del bipartidismo que ha caracterizado la política nacional chilena tras 16 años de alternancia en el gobierno de la izquierda moderada de Michelle Bachelet (2006-10 y 2014-18) y el conservador Piñera (2010-14 y 2018-2022).

Pero lo que hace clave esta elección es la coyuntura política que vive Chile, que desde 2019 vive un intenso proceso de movilizaciones detonado por una subida del precio del billete de metro en Santiago pero que pronto escaló hasta impugnar completamente el sistema político actual, hijo de la transición pactada tras la retirada de Pinochet en 1990. Una denuncia que tomó forma a través de la reclamación de una nueva Constitución que retirase definitivamente la aprobada por el dictador en 1980 y que aún continua en vigor con algunas modificaciones.

La Convención Constituyente, el impacto de la pandemia en la esfera económica y social, el singular sistema de pensiones privado del país, la migración -que ha crecido en los últimos años-, los conflictos mapuches en el sur del país y la inestabilidad política se han convertido en los principales ejes de una campaña electoral bronca y marcada por la polarización y la volatilidad electoral. ¿Pero quién es quién en esta elección? Aquí os contamos los perfiles, estrategias y apoyos de los siete aspirantes a llegar al Palacio presidencial de la Moneda.

Promedio de encuestas para las elecciones presidenciales hasta el 7 de noviembre, fecha en la que ley electoral prohibió la difusión de nuevos estudios demoscópicos.

Para ampliar: Protestas y Estado de excepción en Chile, octubre de 2019

Sebastián Sichel – El oficialismo sin apoyos en sus filas

Sebastián Sichel es el candidato oficialista impulsado por el ejecutivo saliente. Pese a ser un independiente sus aspiraciones fueron apoyadas desde un principio, por no decir incluso perpetrada, por el entorno del gobierno de Piñera al ser un candidato fresco y joven que podía amortiguar el desgaste de la derecha chilena. Sichel se declara como de centro, apartidista y liberal demócrata y ha ostentado distintas posiciones de poder dentro del gobierno chileno: primero Ministro de Desarrollo Social y posteriormente, Presidente del Banco del Estado. Cargos que sin duda han publicitado su figura como candidato.

Aunque, hasta hace poco, el candidato pertenecía a la socialdemocracia católica chilena, desde el 2017 apoya públicamente a Piñera, lo que desde 2018 le ha permitido obtener las posiciones antes mencionadas. Este apoyo a Piñera le ha permitido también, presentarse como independiente a las primarias legales de la coalición de derechas Chile Vamos (ahora renombrado, Chile Podemos Más), las cuales ganó con mayoría simple. Esta formación agrupa cuatro partidos que son la Unión Democrática Independiente (UDI), Renovación Nacional (RN), Evolución Política (EVO) y Partido Regionalista Independiente Democrático (PRI).

Sebastián Sichel, candidato oficialista, arrastra el desgaste del gobierno de Piñera y ve como gran parte de su electorado se decanta por Kast.

Pero este apoyo en las primarias se ha disipado con el paso del tiempo, llegando a la recta final con cada vez menos fuerza. A lo largo de estos meses, desde que fue elegido candidato, ha sufrido acusaciones de diferentes tipos, la principal una acusación de financiación irregular de su candidatura para diputado en 2009. A lo que el candidato reaccionó a través de su cuenta de Twitter con un comunicado donde certifica: “Nunca tuve conocimiento de ninguno de los hechos denunciados y jamás solicité ningún aporte” e indicando que la financiación de su campaña y los gastos electorales “estuvo a cargo del Partido Demócrata Cristiano”. Estas noticias, unidas al desgaste de su espacio político y del presidente Piñera -salpicado en los Pandora Papers- y cuya pérdida de popularidad afecta directamente a Sichel, provocaron que los apoyos de varios miembros de la coalición comenzaran a resquebrajarse. Parlamentarios y buena parte de su base electoral han terminado apoyando a José Antonio Kast, presentado como un candidato fuerte, más radical y conservador.

Una de sus principales bazas está siendo su programa, utilizado como arma política. Hemos podido ver al candidato expresarse con seguridad al hablar de su plan de gobierno ubicándose como un “buen gestor” frente a otros inexpertos candidatos. El programa tiene como medidas estrella la reforma de pensiones y la sanidad, temas novedosos respecto a los anteriores programas de la coalición, prometiendo cambios en un sistema privatizado. También promete favorecer al emprendedor y a la pequeña empresa, que considera imprescindibles para el futuro económico del país.

Por último hemos de recordar también que Sichel mantiene un importante apoyo burocrático principalmente del poderoso aparato de los partidos de la coalición, que hasta una supuesta segunda vuelta, seguirán a su lado. El votante de derecha se encuentra dividido entre Kast y Sichel y aún existe una amplia bolsa de indecisos que podrían ser fundamentales en las elecciones. En el último debate, acontecido este lunes, la buena participación de Sichel podría reportarle un aumento de apoyos tras arrinconar a Kast haciendo gala de su “experiencia de gestión”, lo que podría ser un halo de esperanza para el candidato oficialista.

Yasna Provoste: el impotente legado de la ex-Concertación

La senadora democristiana Yasna Provoste representa al histórico espacio del centroizquierda chileno. Su candidatura se reivindica como heredera de los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia, la amplia coalición electoral de partidos moderados que agrupó desde los 90 hasta 2013 una amalgama de fuerzas desde el Partido Socialista al Partido Demócrata Cristiano -al que pertenece la propia Provoste-. Esta coalición se mantuvo en el poder ininterrumpidamente durante dos décadas, con los gobiernos de Miguel Patricio Aylwin Azócar (1990-94), Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000), Ricardo Lagos-Escobar (2000-2006) y Michelle Bachelet; veinte años de gobierno respaldados por un crecimiento económico relativamente sostenido que dio a Chile una situación económica “privilegiada” respecto al resto de vecinos latinoamericanos.

Provoste tiene una dilatada experiencia política, siendo actualmente presidenta del Senado, donde tiene un asiento por su Atacama natal. Antes fue diputada y Ministra de tres carteras distintas durante el primer gobierno de Bachelet. Su último cargo en el ejecutivo fue al frente del Ministerio de Educación, del que fue destituida por el Congreso por irregularidades en la adjudicación de subvenciones escolares. Pese a todo Provoste consiguió imponerse en las elecciones primarias de su espacio electoral, donde compitió con la candidata del Partido Socialista, Paula Narváez y del Partido Radical, Carlos Maldonado.

La senadora democristiana y candidata presidencial Yasna Provoste.

Ambas fuerzas forman parte de la coalición electoral que busca llevar a Provoste a la Moneda, el llamado Nuevo Pacto Social. Un nombre lo suficientemente explícito por sí mismo para dar una idea del programa moderado del que hace gala la formación; que se presenta como garantía de un gobierno estable, progresista y de progreso a imitación de los ocurrido en los 90.

Pero las posibilidades de quien hereda el que fuese espacio político mayoritario de Chile son escasas. Pocas encuestas la sitúan por encima del 10% de intención de voto y ninguna le otorga el 15%. Provoste arrastra el desgaste de ser identificada como parte estructural del sistema que el estallido social denunciaba. La crisis constituyente asocia por igual a los gobiernos conservadores y de centroizquierda como responsables de la situación del país. Incluso buena parte de las bases del Partido Socialista intentaron presionar a la cúpula para que su formación se desentendiese de sus aliados históricos y formase una alianza con la “izquierda alternativa” que ha conseguido canalizar buena parte del descontento.

Provoste pierde votos presa de una tendencia centrífuga del espectro político pues, aunque ha endurecido su tono en materias como aborto, pensiones o escuchar las reclamaciones de la calle, la mayoría del electorado ha migrado hacia la candidatura a su izquierda, la encabezada por Gabriel Boric. De esta tendencia ya dieron fe las elecciones a Convención Constituyente, donde por primera vez la “izquierda alternativa” de Apruebo Dignidad superó la coalición oficialista de centroizquierda por 28 asientos frente a 25. 

José Antonio Kast: La nueva derecha chilena 

Jose Antonio Kast es el candidato más controvertido y que ahora mismo se encuentra como favorito en la mayoría de las encuestas, pasando a una previsible segunda vuelta contra el candidato de izquierdas Gabriel Boric. Exmiembro de UDI, la derecha conservadora tradicional, se desvinculó del partido en 2016 después de más de 16 años de militancia y de 15 años como diputado. A partir de este momento comenzó su carrera en solitario, obteniendo, en su candidatura como independiente en la primera vuelta de las elecciones de 2018, un 7,93% del total de votos. Su resultado fue una sorpresa, ya que muchas encuestas no auguraban un porcentaje tan alto para el abogado de origen alemán. 

Desde ese momento comenzaría su campaña hacia las siguientes elecciones y su popularidad iría en aumento. Su figura está envuelta en polémica por su simpatía política hacia Jair Bolsonaro, Donald Trump o Alberto Fujimori. Con quienes comparte aspectos de su discurso; su programa político es abiertamente contrario al matrimonio igualitario, el aborto o la protección de colectivos LGBTI y movimientos feministas. También su postura frente a la inmigración es clara, abogando por medidas más restrictivas en cuanto a la entrada de inmigrantes en la zona norte del país. Estos postulados confrontan en muchos casos con la derecha tradicional de la UDI.

Su perfil duro y su proclama de “ley y orden” han calado entre importantes sectores de la población que se muestran temerosos y contrarios a la ola de movilizaciones -que asocian a una creciente inseguridad- y el cambio que representa. La “tibieza” de la derecha tradicional, desgastada por su labor de gobierno, y el crecimiento de la izquierda alternativa ha posicionado a Kast como el “único candidato” que realmente puede frenar el avance del comunismo. Una dicotomía, la de orden frente al caos o libertad frente a comunismo, que ha conseguido introducir en la campaña electoral.

José Antonio Kast lidera las encuestas de opinión y aspira a concentrar en torno a su candidatura el conjunto de apoyos de la derecha chilena en una eventual segunda vuetla.

Sus declaraciones y el hábil uso de las redes sociales, donde expande su mensaje, son parte importante de su estrategia política. También destaca su presencia y fluidez en los medios de comunicación, donde ha sido colaborador asiduo. El candidato difunde su mensaje con declaraciones como: “Si Pinochet estuviera vivo, votaría por mí”. Este tipo de mensajes favorece que las elecciones se polaricen, situando al candidato, declarado anticomunista, como enemigo directo de Boric (apoyado PCCh). Esto permite a Kast hacer ver que existen solo dos figuras claras en el espacio político, dos polos por los que decantarse, desplazando así a los candidatos más cercanos al centro político hacia los porcentajes más bajos. De ahí que el candidato oficialista, Sebastián Sichel, haya bajado tanto en sus proyecciones y que muchos miembros de los partidos más conservadores, que apoyaban al Sichel, hayan declarado que apoyaran individualmente a la candidatura de Kast como opción más competitiva para frenar a la “izquierda radical”.  

Su formación política, el Partido Republicano -fundado en 2019- evidencia la simpatía del candidato hacia sus homólogos norteamericanos; su logo también generó fuertes discrepancias por su similitud al utilizado por el partido Avanzada Nacional, el cual apoyó a Pinochet de manera férrea durante sus años en el poder. En todo caso, el nombre oficial de su candidatura presidencial es el Frente Social Cristiano, a través del cual se ha autoproclamado “auténtica oposición al gobierno de Piñera”, atacando desde posiciones más conservadoras al ejecutivo de Chile Vamos.

Los vínculos familiares de la familia Kast con la dictadura de Pinochet y el nazismo también persiguen al candidato. Su padre, Michel Kast fue teniente del ejército nazi, jugando un papel destacado durante la Segunda Guerra Mundial y emigrando a Chile al término de la misma. Una vez en el país la familia Kast comenzaría a tener un papel influyente en la dictadura pinochetista; el hermano del ahora candidato presidencial fue Ministro de Estado y presidente del Banco Central; dos de sus hijos -Pablo y Felipe- han sido respectivamente diputado y senador por la coalición oficialista Chile Vamos. Sus declaraciones sobre la dictadura, evitando condenarla o afirmando que no hubo presos políticos le ha valido una oposición total del resto de candidatos; aunque finalmente ha intentado marcar distancias asegurando que efectivamente “fue un gobierno autoritario”.

También se ha de mencionar que otra parte importante de los apoyos de Kast vienen dados por su política económica. Al contrario que otros de los políticos antes mencionados, Kast es abiertamente favorable a las políticas neoliberales y el apoyo a la empresa privada. Un discurso con el que se identifica parte de la población y especialmente sectores económicos del país, especialmente ahora que la crisis económica derivada de la pandemia, lo que ha sumido al país en una tendencia inflacionaria. En este campo, de nuevo Boric y Kast polarizan el debate con dos propuestas antagónicas; el discurso de la libertad económica frente a una mayor intervención estatal. 

Gabriel Boric: Entre lo posible y lo necesario

El espacio electoral que desde hace meses se postula como favorito en los comicios, antes incluso de que se eligiese a su candidato, es Apruebo Dignidad. Coalición del Frente Amplio y Chile Digno, que a su vez agrupan distintas fuerzas políticas como Convergencia Social y el Partido Comunista de Chile (PCCh).

Este espacio ha crecido aupado por el ciclo de movilización social iniciado en 2019, donde Apruebo Dignidad fue parte activa. En todo caso es falso hacer una asociación entre el estallido social y el apoyo electoral a esta candidatura pues, aunque jugasen un papel activo, el movimiento trascendió la representación y capacidad de movilización de cualquier partido político, congregando una amplia masa de distintos grupos socioeconómicos y tendencias partidistas. En todo caso esta agrupación, amplia y heterogénea, consiguió canalizar buena parte de las aspiraciones generadas, viendo su apoyo multiplicado en las elecciones a la Convención Constituyente y en menor medida en las municipales.

En el seno de la coalición la candidatura presidencial se disputó entre el diputado Gabriel Boric, del Frete Amplio, y Daniel Jadue, acalde del populoso municipio Recoleta por el Partido Comunista. Pese a que el líder comunista figuraba como favorito desde hacía meses las primarias voltearon el resultado y dieron a Boric una sorpresiva victoria de un espacio político en alza que, salvo catástrofe, pasará con toda probabilidad a segunda vuelta.

Gabriel Boric aspira a movilizar electoralmente el estallido social de 2019. Falta por ver si su moderación discursiva amplia la base de apoyos o desmoviliza a los electores más críticos.

El candidato frenteamplista mostró sus diferencias con Jadue asegurando que “no se puede gobernar sólo con quienes piensen exactamente igual que tú, Daniel”. Una máxima que ha repetido como un mantra durante toda la campaña ante las durísimas acusaciones a las que se ha visto sometido por parte de casi todo el espectro político; con mayor o menor intensidad desde Kast a Provoste se ha intentado asociar un eventual gobierno de Boric con inestabilidad, inexperiencia y cronificación de la tensión social.

Desde el comando de campaña se ha optado por una moderación del mensaje asegurando que son la opción de “cambio responsable que las calles han pedido”. En un intento por ampliar la base de apoyos la candidatura ha marcado distancias con Ortega tras las presidenciales, asegurando que lo que necesita Nicaragua son “elecciones libres y no persecución”. También el conflicto político venezolano, que en Chile se deja sentir con un auge de la migración del país, es un tema espinoso donde se evita dar un apoyo explícito al gobierno de Maduro. En todo caso la candidatura sigue llevando como bandera el apoyo a una nueva constitución, la construcción de un “Chile feminista”, el compromiso medioambiental, una profunda reforma tributaria y el refuerzo de los servicios públicos.

Ninguna encuesta ubica a Boric fuera del balotaje, y solo en las últimas semanas de campaña dejó de ocupar el primer puesto en intención de voto tras el espectacular crecimiento de Kast.

Para ampliar: Chile, las protestas del día después. Mayo del 2020.

Eduardo Artés: Candidato por Unión Patriótica

El histórico dirigente comunista Eduardo Artés, de 70 años, repite en la carrera presidencial y aspira a superar el 0,57% de votos cosechado en las presidenciales de 2017. Artés es Secretario General del Partido Comunista Chileno – Acción Proletaria (PCC-AP), una escisión del PCCh nacida al calor del XX Congreso del PCUS, cuando un pequeño grupo de militantes formó esta organización “para denunciar la deriva revisionista del PCCh”.

Con un discurso duro la formación denuncia al conjunto de fuerzas políticas reivindicándose como única fuerza “verdaderamente de izquierdas”, señalando que “Daniel Jadue y Boric pertenecen a organizaciones que han estado en los gobiernos así que tienen la responsabilidad también de lo que ha sucedido”.

Eduardo Artés, Secretario General del minoritario PCC-AP carga contra el conjunto de candidatos y se considera único represente de los intereses de la clase trabajadora.

De hecho, el candidato comunista ha cargado insistentemente contra el presidenciable de Apruebo Dignidad, al que llegó a calificar de “amarillo” o “liberal”. Aunque podría parecer que compiten por un mismo espacio electoral, el desgaste a Boric parece minoritario en esta dirección.

El PCC-UP es parte de la coalición Unión Patriótica, marca con la que concurren a las presidenciales. Aunque las encuestas han llegado a dar un 3% del voto, seis veces más que hace cuatro años, parece altamente improbable que la formación tenga una influencia significativa tanto el 21 de noviembre como en la segunda vuelta electoral.

Marco Enríquez-Ominami: el eterno candidato

El popular político y cineasta Marco Enríquez-Ominami (MEO) competirá por cuarta ocasión consecutiva en elecciones presidenciales. Este televisivo candidato se reivindica como una opción “fresca” dentro del panorama político chileno. Diputado por el Partido Socialista, rompió con esta formación en 2009 tras la negativa de la dirección socialista a celebrar elecciones primarias para elegir su candidato en las elecciones de 2010, donde terminaría participando como candidato independiente con el apoyo de fuerzas ecologistas, progresistas y humanistas, lo que le valió para obtener la tercera posición y un destacable 20,13% del voto.

Ese mismo año impulsa la creación el Partido Progresista (PRO), una fuerza socioliberal que conseguiría cierta representación municipal y legislativa, resultados en los que MEO se apoyaría para volver a lanzar su candidatura para las presidenciales de 2013, donde obtendría algo menos del 11% de apoyos. Por tercera vez en 2017 volvería a presentarse descendiendo sus apoyos esta vez hasta el 5,7%. Salpicado por acusaciones de corrupción anunció su retirada temporal de la vida política, pero reapareció en el último momento para plantear su cuarta candidatura consecutiva.

Marco Enríquez-Ominami repite por cuarta vez en la carrera presidencial. Sus apoyos vienen menguando cita tras cita a la espera de ver su desempeño el próximo día 21.

Su partido ha mantenido un perfil progresista, valga la redundancia, respaldando a Bachelet en su segundo gobierno y formando parte de la oposición a Piñera, coqueteando con una coordinación municipal con el Partido Socialista.

Aunque en todas las elecciones ha justificado su participación por la ausencia de un proceso de primarias único en la izquierda -que siempre ha defendido y utilizado como baza electoral-, su perfil a duras penas ha conseguido hacerse hueco entre Boric y Provoste. El factor novedad que le impulsó en 2009 ha ido desgastándose progresivamente y sus propuestas, a medio camino entre la ex-Concertación pero sin llegar a Apruebo Dignidad, ha hecho que su electorado haya buscado refugio en opciones más competitivas. Las encuestas le ubican en la horquilla del 4-7%, lejos de su techo electoral, aunque su apoyo en segunda vuelta puede ser clave en un escenario de máxima igualdad.

Franco Parisi: El outsider que repite candidatura

Franco Parisi es un ingeniero y profesor de universidad, que actualmente reside en los Estados Unidos. Parisi ya habría sido candidato independiente en 2013, gracias a la recogida de unas 50.000 firmas que le habrían permitido presentarse a las presidenciales, en las cuales consiguió un resultado de 10,98% de los votos. Resultado sorprendente que le valió la fama dentro de la política nacional.

El inaudito caso de Parisi, un candidato fuera del país.

El candidato actúa como outsider, ya que no suma alianzas con ningún otro partido y/o coalición, e incluso, no ha visitado Chile en toda la campaña. En los medios se publicaron las deudas por pensión alimenticia que tiene con la madre de sus hijos, motivo por lo que se asegura que no puede acudir al país. De igual manera, el candidato no se ha separado de sus redes sociales, que es donde transmite su mensaje político siempre cargado de críticas contra las elites chilenas, las ideologías de derechas o izquierdas, la corrupción o el funcionariado. Utiliza la polarización, similar a Kast, pero con temas como los antes referidos, de una manera diferente. De ahí que tenga su propio partido, fundado y presidido por él: el Partido de la Gente.

Con variados mensajes y siendo fiel a su crítica constante a todo lo que atañe al sistema político chileno y sus allegados, Parisi parece haber conseguido de manera singular, llegar a un porcentaje alto de la población. A través de directos donde crea contenido discursivo con otros compañeros, lanza mensajes descritos por algunos como populistas, consiguiendo calar en la población. De hecho, muchas encuestas le sitúan más cercano a Sichel y Provoste, incluso llegando a obtener mayor número de votos que alguno de ellos. 

Conclusiones: todo por decidir

Estas elecciones presidenciales parece que ratificarán el cambio en la política chilena: Nuevos partidos y coaliciones accederían al poder y las antiguas coaliciones que se turnaban en La Moneda (Concertación y Oficialistas) se desgastan impotentes. Las causas de este profundo cambio son varias: el estallido social de 2019, el cansancio y creciente descrédito de partidos e instituciones, corrupción en las fuerzas tradicionales, nueva era del populismo conservador, el impacto de la Convención Constituyente…

Hemos de recordar que en las encuestas ninguno de los aspirantes sobrepasaba con claridad el 30% del voto, por lo que la victoria en primera vuelta parece improbable. Aunque Kast y Boric parecen virtuales vencedores, las últimas encuestas afirman que más de un 20% del electorado está indeciso, por lo que no es descartable vivir alguna sorpresa la noche electoral.

De cumplirse los pronósticos, de una segunda vuelta Kast-Boric la polarización política alcanzaría sus cotas máximas y los antiguos partidos políticos tendrían un papel clave para reforzar las aspiraciones de uno u otro candidato. Parece claro que no se dará el “cordón sanitario” contra Kast que pedía la izquierda; siendo el miedo un factor movilizador clave para ambas partes: “miedo a la volver a los años de Pinochet” y “miedo al comunismo”. Los resultados de este domingo serán un termómetro de cara a las más que previsible segunda vuelta.

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