El 24 de abril los franceses decidirán quien será el próximo Presidente de Francia. Todo hace pensar que Emmanuel Macron renovará su mandato por cinco años, pero el contexto francés no es el mismo que el de 2017, con un Macron más desgastado, una sociedad más hastiada y una Marine Le Pen más “normalizada” ¿puede ganar Marine Le Pen las presidenciales francesas?
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La desdiabolización de Marine Le Pen
Desde hace ya varios años, la líder de Reagrupamiento Nacional, Marine Le Pen, está en un proceso de desdiabolización, tanto de su partido como de su figura política. Consciente del rechazo que provocaba el Frente Nacional, Le Pen, tras su llegada a la cabeza del partido en 2012 se propuso realizar un lavado de imagen con el objetivo de buscar una mayor normalización de la formación ultraderechista. En 2018, llegaría a cambiar el logo del partido e incluso el nombre, el Frente Nacional pasaría a llamarse Agrupación Nacional, un nombre con una menor connotación negativa y agresiva.
Para ello, Le Pen empezó a purgar a los miembros más alineados con su padre, Jean Marie Le Pen, conocido por sus polémicas declaraciones antisemitas y racistas. En su discurso también hubo cambios, sobre todo en la búsqueda de una mayor ambivalencia en temas sociales, sin hacer cambios fundamentales programáticos en un principio, se buscó que el discurso político fuera más aceptable para el público. Con una posición ambigua sobre cuestiones como la pena de muerte, aborto, o el matrimonio igualitario. Aunque quizá el cambio de rumbo más importante fue el cambio de política respecto a Europa. Para que el partido fuera visto con menos “miedo” por ciertos círculos, Le Pen abandonó de su programa el abandono del euro y la salida de la Unión Europea.
Además, la líder de extrema derecha puso mucho empeño en construir una figura independiente del partido, una mujer común pero capaz de ejercer la tarea de Presidenta de la República. También ha buscado labrarse la imagen de ser una política entrañable poniendo en el foco su amor por los gatos.
Marine Le Pen adoptó un discurso populista con el objetivo de ganar transversalidad en su electorado, ella se autodenominaba la protectora de los franceses frente a las élites intelectuales y políticas. Una estrategia que miraba “mucho más allá de la izquierda y la derecha”, con el foco en la soberanía francesa y la seguridad de su sociedad frente a amenazas externas e internas.
El discurso de Marine Le Pen se ha caracterizado por un patriotismo económico con cierta sensibilidad social, apuntando especialmente a la “Francia de los olvidados”. Reagrupación Nacional se fundamenta en un programa nacionalista etnocéntrico que plantea de facto la exclusión de los extranjeros del sistema social. En esencia, un chovinismo de bienestar. Le Pen también ha buscado granjearse el apoyo de la juventud francesas, consciente de la precariedad de esta, proponiendo ayudas sociales. Le Pen es la favorita entre los jóvenes de 25 y 34 años, también por el voto protesta que representa Reagrupación Nacional.
Gracias a ese discurso la candidata del Reagrupamiento Nacional tiene un núcleo electoral más potente tras años de enarbolar un discurso social. Le Pen goza de solidez en este electorado que se considera perdedor de la globalización, también favorecido por el paisaje político y social francés.
El electorado de Le Pen es trasversal y está vinculado a según qué región francesa, por ejemplo, en el norte, (Pas-de-Calais) es un voto obrero fruto del declive económico de las ciudades por la desindustrialización. En el sur en cambio, Le Pen no es votada por “los olvidados”, en Bouches-du-Rhône su electorado es de clase media urbana caracterizado por tener propiedades inmobiliarias. En ese sentido, Le Pen ha conseguido crear una unión entre estos dos grupos de ciudadanos que sienten que son perdedores de la crisis y que su futuro se augura aún peor. Reagrupamiento Nacional les proporciona una seguridad, un repliegue nacionalista ante la inseguridad económica, social y cultural.
Y es que Le Pen se ve favorecida con el contexto mediático-social y político francés, una campaña que antes de la guerra en Ucrania se marcaba en la seguridad, inmigración e identidad, temas estrella de la extrema derecha. Sobre todo, hay que tener en cuenta la percepción de los franceses; un aumento de la inseguridad, llegada masiva de inmigrantes y declive de Francia. Todo esto fomentado por la agencia mediática y por la actitud del gobierno francés también. Le Pen se proclama en ese sentido como la garantía de devolver a Francia la unidad y la estabilidad.
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En ese clima mediático y social, apareció la figura de Eric Zemmour que puso en marcha una candidatura con un discurso más radical respecto a la inmigración, seguridad e identidad. Zemmour ha conseguido centralizar aún más la imagen de Le Pen. El mejor aliado para la desdiabolización ha sido sin duda el polemista líder del partido Reconquista. Además, con la victoria tan clara sobre su rival en la extrema derecha, Le Pen ha ganado más capital político y quizás un techo de voto más amplio.
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Una Presidencia de Macron antisocial
El momento de 2022, no es el del 2017. Emmanuel Macron asumió la presidencia de Francia con la imagen de un joven centrista liberal y progresista que buscaba renovar el país “más allá de la izquierda y la derecha”. Cinco años después ya queda poco de ese mandatario. La impopularidad de Macron ha crecido considerablemente debido a una política antisocial, un centralismo muy marcado y una respuesta autoritaria y represiva fuerte ante las movilizaciones sociales que han surgido en torno a sus políticas.
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Emmanuel Macron se ha ganado la imagen de un líder alejado de un pueblo al cual menosprecia debido a sus múltiples salidas de tono. Por ejemplo, en septiembre de 2018, Macron fue interpelado por un joven en un acto recalcando la dificultad de acceder al mercado laboral, el Presidente contestó; “atravieso la calle y te encuentro un trabajo”. Anteriormente, en 2017, Macron declararía en un acto que “una estación es un sitio en el que se cruzan personas que triunfan, y personas que no son nadie”, provocando que la izquierda le acusase de “desprecio clasista”. Más allá de esa imagen deteriorada, el mandatario francés se ha ganado la etiqueta de “Presidente de los ricos” por la supresión del impuesto de la solidaridad sobre la fortuna (ISF), un tótem de la izquierda creado por François Miterrand en 1982. El ISF sería sustituido por un impuesto sobre los bienes inmobiliarios, en cuanto a los beneficios que aseguraba Macron por la supresión del ISF para la sociedad, aún se hacen esperar.
El Presidente Macron no es precisamente querido entre la población francesa, incluso podríamos decir que es odiado por una gran parte de la misma, ello se debe a que es visto como un presidente “enamorado de sí mismo” que toma las decisiones en solitario o en un entorno muy opaco. Una Presidencia “jupiteriana” alejada de la sociedad. El mandatario ha ejercido una Presidencia muy personalista tomando las decisiones en un entorno muy cerrado, lo cual implica que todas las críticas han ido dirigidas a su figura.
No ha ayudado a mejorar su figura las actuaciones de la policía en las manifestaciones, durante el movimiento de los chalecos amarillos se pudieron ver múltiples imágenes de mutilaciones por la acción policial (por pelotas de goma, granadas policiales…). 1.700 manifestantes serían heridos, de los cuales 82 sufrirían heridas graves. El gobierno francés añadiría más leña al fuego cuando quiso poner en marcha la ley de seguridad global para proteger a los cuerpos de seguridad del estado, causando mucha polémica y oposición un artículo que multaba a quien difundiera imágenes de las actuaciones policiales bajo pena de multa.
El gobierno francés también ha ayudado a que los marcos de la extrema derecha se normalizaran. Emmanuel Macron realizaría una reforma de su gobierno en 2020 con un claro viraje a la derecha debido a la inclusión de ministros vinculados a los conservadores. Es destacable el Ministro de Interior Gerald Darmanin, halcón de la seguridad, que llegó a acusar a Marine Le Pen de “blanda” por su postura frente al islamismo radical. Además, el gobierno francés ha seguido la ola mediática de centralizar el discurso político en la seguridad, inmigración e identidad. Varios Ministros de hecho han acusado a los insumisos y los verdes de ser “islamoizquierdistas”, una asunción que ha causado mucho rechazo en la izquierda francesa.
Le Pen, en definitiva, se ha visto favorecida por la actitud del ejecutivo francés, tanto en su labor de gobierno, como en el ámbito discursivo. A muchos sectores de la izquierda les resultará muy difícil votar por Emmanuel Macron en segunda vuelta, rechazando la elección entre el “mal mayor y el mal menor”.
Estrategia de Le Pen
De cara a la segunda vuelta de las presidenciales, Marine Le Pen está buscando el voto del hartazgo de la izquierda hacia Macron. La líder de Reagrupación Nacional opone un voto popular que ella encarnaría frente al voto elitista macronista. Le Pen ha vuelto a su línea más populista, como ya se vio en las últimas semanas de la campaña electoral de la primera vuelta en la que atacó las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania sobre los franceses y propuso impuestos especiales para las multinacionales y los gigantes energéticos.
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Durante su discurso del domingo 10 de abril, Marine Le Pen utilizó una retórica de izquierdas y se presentó como la líder de los oprimidos. Ella se autodenomina como defensora del ciudadano común contra “el poder del dinero”, enfatizando que encabeza una lucha por la “solidaridad” y el derecho a “jubilarse con buena salud”.
En una campaña orientada al poder adquisitivo, Marine Le Pen ha puesto sobre la mesa una serie de medidas para aliviar el bolsillo de los franceses. El discurso de Le Pen se ha centrado especialmente en defender una bajada del IVA para los productos básicos y el combustible, así como la supresión de las cotizaciones sociales para las empresas que suban un 10% los salarios más bajos. Con el objetivo de ganarse al electorado más joven (en el cual Le Pen consigue buenos resultados), la líder de Reagrupación Nacional ha prometido bajar el impuesto de la renta para los adultos de esa franja de edad.
Sabedora de las críticas al balance del gobierno de Macron, Le Pen ha atacado profundamente las reformas del gobierno, centrándose sobre todo en la decisión del Presidente de extender la edad de jubilación a los 65 años. Una medida ciertamente muy impopular entre los franceses. Con el objetivo de “democratizar” Francia y de paso atacar el personalismo del Presidente, Le Pen propone como medida estrella el referéndum de iniciativa ciudadana, una de las principales reclamaciones de los chalecos amarillos.
El 24 de abril, se sabrá quien ocupará el Elíseo, sin embargo, hay una fecha clave antes de las elecciones, el debate entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen del 20 de abril. En 2017, Le Pen fue muy criticada por su pobre desempeño en el debate, su equipo es consciente de ello y han asegurado que la líder de extrema derecha llega a esta segunda vuelta mucho mejor preparada, con una campaña fuerte y con muchos votos sin explotar. Parece que Le Pen está más cerca de ganar que nunca, con un hartazgo y enfado más amplio que en 2017, con un Macron más impopular, un ambiente mediático más afín y un frente republicano mucho menos movilizado.
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