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¿Hacia una tercera fase de la guerra en Ucrania?

Ataque ruso contra un edificio residencial de Zaporiyia
Ataque ruso contra un edificio residencial de Zaporiyia. Fuente: Reuters / Stringer

Las sucesivas victorias militares ucranianas y el mismo desarrollo de la guerra han hecho que Rusia se replantee su estrategia. Ante los reveses sufridos, Moscú ha decidido escalar la guerra, primero anunciando la movilización parcial, para después organizar los referéndums y anexión de Donestk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón. El ejército ruso también ha pasado a una fase más destructiva con ataques masivos contra territorio ucraniano, teniendo como objetivo la infraestructura crítica y en particular la red eléctrica de Ucrania. Entre rumores de la entrada de Bielorrusia en el conflicto y la próxima intervención de los reservistas, parece evidente que todavía quedan muchos meses de guerra por delante.

Para ampliar: Cobertura de la guerra ruso-ucraniana

Movilización parcial y anexión

Pocos días después del colapso ruso en Járkov, el presidente Vladimir Putin anunció el comienzo de una movilización parcial en el país. El ministro de Defensa, Serguei Shoigu, ofreció la cifra de 300.000 movilizados, todos ellos con experiencia militar previa. A continuación, Moscú anunciaría la celebración de unos referéndums para la anexión con Rusia en los óblast ocupados de Donestk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón. Las votaciones se realizarían entre el 23 y el 27 de septiembre y daría como resultado una amplia mayoría a favor de la anexión. Estos anuncios y actos rusos podrían marcar el comienzo de una nueva lógica en la guerra en Ucrania: los objetivos estratégicos no se están consiguiendo y es necesario escalar la situación para cambiar la tendencia en el campo de batalla.

Para ampliar: El colapso ruso en Járkov

La cuestión es que Rusia está perdiendo la guerra en estos momentos. Si bien no quiere decir que este vaya a ser el resultado final, Moscú hasta la fecha no está consiguiendo sus principales objetivos militares y políticos. El plan A, una operación rápida de unos pocos días para llegar a Kiev y cambiar el régimen ucraniano fracasó estrepitosamente. El plan B, que buscaba la conquista del Donbás, tuvo éxitos parciales ya que solo se consiguió controlar completamente el óblast de Lugansk. A esto le siguieron meses de estancamiento del frente hasta que los ucranianos llevaron a cabo la contraofensiva del sur y la de Járkov. Además, en el sur el ejército ucraniano ha roto el frente en varios puntos, amenazando la ciudad de Jersón. Si bien es cierto que la guerra en este frente es diferente, ya que la defensa rusa está mejor organizada y los ucranianos están sufriendo bajas considerables. En Donestk, los ucranianos también han realizado avances importantes, capturando el importante enclave de Limán. De momento los rusos solo retroceden, con la excepción de Donestk donde realizan pequeños avances.

La movilización y sobre todo la anexión de los territorios ucranianos cambia la lógica de la guerra para Rusia. Ahora, desde la perspectiva de Moscú, las fuerzas rusas no están luchando en una región ucraniana, sino en territorio nacional. Por otro lado, con el uso de reservistas se intenta paliar la inferioridad numérica que estaba sufriendo el ejército ruso en Ucrania y de esta manera intentar revertir la tendencia en el campo de batalla. La movilización parcial evidentemente no asegura nada y es posible que veamos contestación interna si la situación no cambia en el frente y las pérdidas humanas y económicas siguen haciendo mella en la sociedad rusa.

Rusia no puede permitirse perder esta guerra ¿Por qué? Porque estamos hablando de un conflicto bélico de alta intensidad en la cual Moscú se juega su papel como gran potencia. Pero no solo eso. Por todo lo que representa esta guerra, ante una derrota no sería descartable un colapso del régimen de Vladimir Putin y por ende del propio país y del espacio post soviético. En el Kremlin son conscientes del riesgo que supone un fracaso en Ucrania.

Amenaza nuclear y aumento de la tensión

La escalada retórica ha ido en aumento desde hace semanas. En la boca de los principales líderes mundiales aparecen con más normalidad las palabras “guerra mundial” y “amenaza nuclear”. Putin, junto con varios dirigentes, comenzaron realizando amenazas veladas sobre un posible uso del armamento nuclear en Ucrania en caso de que la seguridad de Rusia quedara amenazada. Esto ha sido respondido por los líderes de la OTAN. El mismo presidente estadounidense, Joe Biden, ha alertado de que el “armagedón nuclear” está más cerca que nunca desde la crisis de los misiles de Cuba. Biden, asimismo, ha asegurado que Putin “no bromea”. En ese sentido, se ha dejado claro desde Occidente que el uso del arma nuclear por parte de Rusia sería respondido, probablemente con un ataque convencional. El alto representante de la Unión Europea, Josep Borrell, por ejemplo, ha declarado que el ejército ruso sería “aniquilado”.

Dron kamikaze iraní usado por Rusia para llevar ataques contra Kiev, el 17 de octubre de 2022
Dron kamikaze iraní usado por Rusia para llevar ataques contra Kiev, el 17 de octubre de 2022. Fuente: Yasuyoshi Chiba / AFP

Kiev, como no podía ser de otra forma, también ha respondido. El presidente ucraniano Volodímir Zelenski, en un foro informal, pidió a la OTAN un “ataque preventivo” contra Rusia para evitar el empleo armamento nuclear. Posteriormente, el líder ucraniano se desdijo, afirmando que hablaba de sanciones y no ataques convencionales. Con el objetivo de rebajar la tensión, el presidente francés, Emmanuel Macron, afirmó en Twitter que no se buscaba una “guerra mundial”, asegurando del mismo modo que París no respondería de la misma manera si Rusia finalmente toma la decisión nuclear. Si bien no hay que descartar este escenario, todavía no estamos en ese punto dado que el ejército ruso puede plantearse un abanico de opciones antes del uso del arma nuclear. La ruptura del tabú nuclear sería una cuestión cuyas consecuencias son impredecibles.

En este contexto de tensión, se produce la solicitud de adhesión acelerada a la OTAN por parte de Ucrania, algo que ha sido visto por Moscú como una línea roja. En el mismo sentido, Zelenski publicó un decreto en el cual incluye la imposibilidad de negociar con Rusia mientras Vladimir Putin permanezca en el poder. A las claras, Kiev no tiene ninguna intención de negociar, lleva la iniciativa militar y la narrativa, y está convencida de que puede ganar la guerra y volver a las fronteras de 1991. Moscú, por otro lado, al anexionarse los cuatro óblast ucranianos, marca también su deseo de continuar con la guerra, además de establecer una línea roja en una futura negociación.

Ataques masivos rusos y ¿entrada de Bielorrusia?

La mañana del 8 de octubre se produjo una gran explosión en el puente de Kerch. Aunque no ha sido reivindicado oficialmente, se puede afirmar que el ataque tuvo la autoría ucraniana. El puente, que une Crimea con Rusia, es uno de los principales símbolos de la anexión de la península por parte de la Federación Rusa. Este puente era, al menos hasta la invasión del sureste de Ucrania durante la guerra de 2022, la única vía de comunicación terrestre entre la península de Crimea y el territorio ruso, teniendo un elevado valor estratégico para el Kremlin. Se trata de un golpe importante ucraniano, tanto simbólico como por su valor estratégico.

A los dos días, se produce un ataque masivo ruso sobre todo el territorio ucraniano. En las primeras horas del 10 de octubre, el ejército ruso lanzó un centenar de misiles y drones cuyo principal objetivo era la estructura crítica ucraniana, en concreto la red eléctrica. Los bombardeos se seguirían produciendo, declarando las autoridades de Ucrania que el 30% de la red eléctrica nacional había quedado destrozada. Esta infraestructura es fundamental para el buen funcionamiento de una economía moderna, de ahí que estos ataques sean motivo de preocupación en Kiev. Asimismo, los ataques rusos han golpeado zonas residenciales, la estructura ferroviaria –clave para la logística– e instalaciones militares, en concreto en el oeste de Ucrania, zona donde hacia meses que no se producían bombardeos.

Estos ataques rusos no son fruto de la improvisación tras el ataque del puente de Kerch, sino que estaban siendo planeados desde hace semanas. Se ha producido un giro progresivo de la lógica de la guerra para Moscú fruto de la no consecución de los objetivos estratégicos que se marcaron. En ese sentido, el ministro de Defensa Shoigu y el jefe del Estado Mayor Gerasimov han sido duramente criticados por el ala más dura de Moscú. Eso explica el nombramiento de Serguei Sirovikin como líder de las fuerzas armadas en Ucrania. Sirovikin es especialista en este tipo de estrategia –ataques masivos sobre la infraestructura crítica–, como ya demostró en Siria. Hay que destacar que Sirovikin viene avalado por el líder checheno Ramzán Kadírov y el “presunto líder” del Grupo Wagner Yevgeny Prigozhin, ambos del ala dura. Esto nos hace pensar que puede que estemos ante una nueva fase más destructiva de la guerra de Ucrania.

Mientras tanto, surgen los rumores sobre una posible intervención de Bielorrusia en Ucrania. El debate se ha reavivado tras las declaraciones del presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko acusando a Polonia y Occidente de estar preparando un ataque “terrorista” para desestabilizar el país. Como respuesta, Minsk ha anunciado la creación de una fuerza regional conjunta con Rusia además de declarar el régimen de “operación antiterrorista”. El mismo Lukashenko ha declarado que Bielorrusia aportará 70.000 militares a dicha fuerza regional conjunta. Pero, ¿Minsk de verdad podría entrar en la guerra? Evidentemente no es algo que desee Lukashenko, pero tampoco le conviene que Rusia pierda la guerra.

Vladimir Putin y Aleksandr Lukashenko en una reunión que mantuvieron en abril de 2022, poco antes de la invasión rusa de Ucrania
Vladimir Putin y Aleksandr Lukashenko en una reunión que mantuvieron en abril de 2022, poco antes de la invasión rusa de Ucrania. Fuente: Mikhail Klimentyev

Tras la crisis de 2020, Lukashenko se alineó completamente con Moscú, llegando incluso a liderar la intervención de la CSTO en la revuelta de Kazajistán. Por su propia supervivencia Minsk ha apostado por esta postura y la confrontación con Occidente. En ese sentido, en Ucrania hay varios batallones de opositores bielorrusos, bien entrenados y armados. Ante una eventual victoria ucraniana, no sería extraño que volviesen a su país ya que estos mantienen una agenda propia. Lukashenko es consciente que su destino está fuertemente ligado al de Putin, y que, si Rusia pierde, el siguiente en la lista es él. Habría que ver de todas maneras qué tipo de intervención puede llevar a cabo el ejército bielorruso. Una ofensiva en el norte de Ucrania tendría que ser apoyada por Rusia. También está la posibilidad del hostigamiento a la logística ucraniana, además de fijar sus tropas en el norte mientras los principales combates se dan en otros frentes.

Actualmente, el objetivo ucraniano es seguir con la iniciativa y aprovechar su momentum militar. Sin embargo, con la llegada de los reservistas rusos y la posible entrada de Bielorrusia en la guerra podríamos ver un cambio en la tendencia de la guerra. Es posible que ocurra algo en las semanas que vienen, también por el hecho de que embajadas como la china o la de diversos aliados de Rusia han pedido a sus nacionales que abandonen el país.

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