Escrito por Alejandro López.
Con el fin de la II Guerra Mundial, comenzó a conformarse la Europa de bloques que posteriormente protagonizaría parte de la Guerra Fría. Sin embargo, las grandes negociaciones se centraron en Polonia, Alemania y el trazo de fronteras en países aliados como Rumanía, Checoslovaquia y Yugoslavia. Albania quedó gobernada por los partisanos de Enver Hoxha, aplicando medidas de corte comunista, de entre las que destacaba la reforma agraria.
El país estaba fuertemente dividido ideológicamente entre grupos nacionalistas en la búsqueda de la Gran Albania y señoríos dispersos tradicionalistas de corte casi feudal, solo unificados por la monarquía del Rey Zog I, que tomó la decisión de transformar la República en Monarquía tras la I Guerra Mundial. Zog I buscaba lograr una Albania más fuerte y consolidar el Estado para frenar las aspiraciones territoriales de anexión por Grecia o Yugoslavia. Las aspiraciones sobre Albania venían sucediéndose desde el origen del país en su independencia del Imperio Otomano, con intereses de Grecia, Italia y la futura Yugoslavia. La victoria de los partisanos al final de la guerra facilitó su capacidad militar de cara a vencer a los sectores tradicionalistas. La reforma agraria eliminó en 1945 ese anacronismo feudal de la faz del siglo XX albanés, colectivizando las tierras anteriormente concentradas en las pocas manos de que disponían los terratenientes albaneses. Por si fuera poco, esa ordenación territorial implicaba el arraigo de tradiciones culturales extraordinariamente conservadoras y sostenidas por la aristocracia.
¿Pero qué alternativa había a los partisanos?
El Rey Zog I había fracasado durante la II Guerra Mundial. Desde que conformó la monarquía que unificara el mando tradicional de Albania, el entreguismo a la aristocracia italiana fue completo. Tal fue así hasta el punto de que Mussolini decidió oficializar tal situación tomando Albania y fue anexionada por la fuerza a Italia, siguiendo la tendencia al expansionismo pangermano de Hitler. El Rey Zog I quedó en el exilio y los partisanos se convirtieron en la única resistencia potente al fascismo. El régimen de Hoxha se construyó con el mérito de esa victoria frente a la ocupación alemana. Por todo ello, la comunidad internacional occidental no pudo apoyar una alternativa republicana burguesa, ya que dicha institución fue abolida por el propio Zog I, ni una monárquica en su persona dado el fracaso del Rey.
Operación en Albania
Reino Unido puso en marcha su inteligencia desde los Servicios Secretos para desestabilizar la Albania socialista, ya dentro de la óptica anticomunista de la Europa de posguerra donde no tardó en explotar la Guerra Fría, especialmente cuanto más cerca del caos político alemán. Además Albania, que ya de por sí era uno de los países más pobres de Europa, había quedado fuertemente dañada en la II Guerra Mundial y suponía un conato de influencia soviética en el Mediterráneo.
Nos encontramos en los años 40 del siglo pasado. Reino Unido proyecta el lanzamiento de varias unidades paracaidistas en la región de Mati, en la Albania central, bastión monárquico tradicionalista de donde provenía Zog I. El ex Rey ya había tratado de realizar varias incursiones en el norte desde 1940 en el marco de la guerra pero naufragaron. Estas unidades subversivas causarían una revuelta popular de grandes proporciones por el favor de la región al elemento tradicionalista. Reino Unido apoyaría estas protestas mediante lanzamientos aéreos y el objetivo era que este germen ascendiera al rango de Guerra Civil. Para este propósito, se implicó al Ejecutivo de Operaciones Especiales (SOE) del MI6, el Servicio Secreto británico.
Reino Unido contactó con los Estados Unidos de América para la financiación de la operación y la asistencia mediante el uso de bases militares. Se produjo una reunión en Washington DC con personal del MI6, el Ministerio de Exteriores y especialistas en los Balcanes, junto a los encargados de la contraparte en la inteligencia norteamericana. Junto a ellos estaba Kim Philby, el enlace del MI6 para el operativo conjunto con Washington en relación al FBI y la CIA. Contaban con el beneplácito oral del Presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman; así como del Primer Ministro británico laborista, Clement Attlee.
Philby había sido un agente de los Servicios Secretos británicos desde la II Guerra Mundial, cuando en 1940 entró al MI6. Llegó ese mismo año a la sección del SOE cuando fue absorbida la Sección D del MI6 donde trabajaba. Con lo que no contaba la trama albanesa era con que Kim Philby realmente era un agente doble que trabajaba filtrando información para la Unión Soviética. La URSS de Stalin recibió filtraciones clave sobre las comunicaciones alemanas obtenidas por el MI6, pero prácticamente no logró encontrar a los agentes que pudiera haber infiltrados en Moscú. Sin embargo, gracias a esta información la Unión Soviética supo de las intenciones de Japón de atacar el Sudeste Asiático en lugar del frente oriental soviético como quería la Alemania de Hitler. Por ello los soviéticos pudieron replegar las tropas a otros frentes y pudieron conocer la Operación Barbarroja de Alemania para invadir la URSS. Philby finalmente se exilió en la Unión Soviética en 1963.
El propio Philby reconoció que los hombres enviados para desestabilizar Albania y causar una Guerra Civil desde el Servicio Secreto británico debían ser derrotados para cumplir con los intereses de la Unión Soviética. Y no se arrepentía de su derrota, incluso si eso implicaba la muerte de sus agentes. Poco tiempo antes se había planeado una infiltración similar en varios grupos de armenios y georgianos de origen soviético en la diáspora turca, que nunca llegó a término.
No fue complicado para los servicios de inteligencia congregar un operativo de albaneses en la diáspora de Turquía, Italia o Grecia. Se testaron varios grupos entre los antiguos sectores nacionalistas y los monárquicos, recibiendo entrenamiento en Libia. Se realizaron lanzamientos desde 1947 hasta 1949, pero no consiguieron movilizar a la población de la Albania central en la región de Mati para la organización de una revuelta sustancial. Se produjeron varios sabotajes en minas y campos petrolíferos, pero no trascendieron. La CIA finalmente desalentó la operación. Albania había sido fortificada militarmente por el régimen socialista de Hoxha, así como por la influencia soviética en sus jóvenes fuerzas armadas. Entre 1949 y 1951, con la presencia de Kim Philby en Washington, fue sencilla la interceptación de los subversivos por parte de las fuerzas albanesas pero en ese año fue enviado de vuelta a Londres y los estadounidenses tomaron las riendas.
Surgió otra operación viable para la desestabilización injerencista de la Albania comunista. Precisamente en una reunión de una recién nacida OTAN en 1949 con el propósito de establecer una Defensa conjunta y combatir la influencia del comunismo, especialmente en Europa, surgió la vía de provocar una contrarrevolución en Albania. El Secretario de Exteriores británico apostó por una restauración monárquica de Zog I pero los contactos, una vez más, naufragaron por la negativa a nombrarle líder en situación de interinidad en el exilio.
Ese año Estados Unidos había facilitado la organización de un grupo anticomunista unificado con una amalgama de sensibilidades opositoras al Primer Ministro, Enver Hoxha, conforme a lo acordado con Reino Unido. La actividad del grupo, con experiencia en la II Guerra Mundial, facilitó el desarrolló del paramilitarismo en Albania, llegando desde Malta –dominio británico hasta 1964-. La llegada de dos pequeños contingentes tuvo lugar sobre un área cercana a donde la Unión Soviética tenía intereses por infraestructuras de carácter militar, pero la mitad fue eliminada por las fuerzas de seguridad albanesas. El resto del contingente se retiró a Grecia. En los siguientes años hubo varias incursiones más de albaneses entrenados por los británicos en Reino Unido, Malta o Alemania Occidental –la RFA no es unificada por Reino Unido, Estados Unidos y Francia hasta 1949-. Las intentonas se sucedieron por parte de albaneses bajo coordinación italiana o, directamente, para recopilar información para nuevos intentos por parte de agentes británicos, estadounidenses, italianos y griegos; en repetidas ocasiones todos ellos. El último intento tuvo lugar donde todo comenzó, en Mati, donde un grupo de albaneses fracasó en 1952 al tratar de mandar una señal a bases en Chipre –dominio británico hasta 1960, aunque mantiene dos territorios hasta la actualidad-. El paramilitarismo y los colaboracionistas fueron eliminados por las fuerzas comunistas. Para 1954, Estados Unidos reubicó a los albaneses restantes a su territorio o a Reino Unido, cerrando las instalaciones para tal fin de que disponían en la RFA y en Grecia.
Importancia de la operación
Una desestabilización temprana de un país de la órbita soviética, como efectivamente pretendía Reino Unido, podía lograr la caída en cadena de otros países del bloque. Hubo varios momentos de posible contagio en esos escenarios. El primero fue durante la primera década, con una gran volatilidad política potencial dado que el reparto de las áreas de influencia y la reconstrucción sobre una Europa devastada por la guerra estaban recientes y sin gobiernos ni movimientos ideológicos asentados. En algunos casos ni siquiera los Estados estaban consolidados.
Albania era, sin duda, un elemento débil dentro del bloque y de aparente sencilla intervención. Una vez que una pieza rodara, no sería complicado visibilizar a los movimientos opositores derrotados en sus respectivos países, sobre todo pasado el año 1949 que nos ocupa, cuando ya se había producido la ruptura entre la URSS y Yugoslavia. Con el paso del tiempo ocurriría lo mismo con muchos regímenes comunistas como Rumanía, Checoslovaquia y China. El segundo escenario fue, precisamente, el que propició la caída en cadena del Bloque del Este, tras el revisionismo ideológico que redundó en cierto aperturismo económico y descontento poblacional con la gestión de estos gobiernos bajo distintas corrientes del comunismo, en pleno auge de los nacionalismos.
El final que no llegaba
Irónicamente, el Reino Unido no sabía que en realidad no podía contar con Albania como eslabón más débil políticamente del Bloque del Este. Según el político conservador británico Nicholas Bethell, el error de Reino Unido fue subestimar el control del gobierno de Hoxha y creer que las revueltas tendrían un rápido arraigo, cuando realmente los infiltrados pasaban gran parte de su tiempo en misión huyendo y escondiéndose para no ser capturados. Cree también que las intentonas podrían haber sido sofocadas incluso sin la intervención del agente doble Kim Philby. Este también estaba persiguiendo al que sería el régimen más firmemente estalinista, el que no caería por inestabilidad occidental ni por auge del nacionalismo ante el descontento por el revisionismo económico.
La Albania socialista acabaría rompiendo con todos sus aliados por su alejamiento de diversas corrientes socialistas. Hoxha se mantuvo del lado de la URSS ante la ruptura con Yugoslavia acusando a Tito de anticomunista por sus “particularidades de mercado” y apoyó a China en la ruptura sino-soviética ante la desestalinización de Jrushchov. Con la pérdida de la URSS en 1961, perdió también a todos sus socios. Hoxha criticó la intervención en Checoslovaquia, convirtiéndose en una excepción contestataria frente a la URSS al estilo de Ceaușescu en Rumanía. Pero su final no lo firmaron la OTAN ni una contrarrevolución. La pureza ideológica de la que hace gala mantiene a Albania como el país más ateo del mundo desde el calor de la Revolución Cultural china. A la muerte de Mao, Hoxha y China, su única aliada, rompen su idilio diplomático en 1978, a causa de la notoria deriva de Deng Xiaoping. Albania se queda sola, sin recursos y enfrentada a todo el mundo. Después de haber criticado incluso al eurocomunismo por no ser marxista, Albania realiza su transición a una democracia burguesa renunciando al leninismo primero, y al marxismo después, en los turbulentos años 90 para Europa del Este. El nacionalismo resurge como objetivo de Estado, recordando al periodo de entreguerras y las ambiciones sobre Kosovo y partes de Montenegro, Serbia y Macedonia. El comunismo allí cayó dejando un país en ruinas por la autarquía pero de forma menos convulsa que en el resto del mundo. Reino Unido volvía a equivocarse.
Bibliografía
Barres-Baker, MC. 2018. History. Special Operations Executive (SOE). Gloyer, G. Albania, the Bradt Travel Guides.
Jürgen Fisher, B. 1999. Albania at war, 1939-1945. Purdue Research Foundation.
Peters, S. 1985. Kim Philby and the Albanian mission. The New York Times. Disponible en: https://www.nytimes.com/1985/10/13/books/kim-philby-and-the-albanian-mission.html
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