Las recientes elecciones generales celebradas en Japón han supuesto una nueva victoria para el Partido Liberal Democrático, que desde hace unos 60 años ha sido la principal formación que ha gobernado el país. En contra de las predicciones iniciales, el malestar por la gestión del Covid-19 no se ha materializado en estos comicios, en parte porque la oposición no ha logrado capitalizar ese estado de opinión.
De la era Abe a la crisis del Covid-19
Tras casi una década de Abenomics, 2020 estaba llamado a ser el gran año de Japón con los Juegos Olímpicos de Tokio como gran escaparate del país. Cuando Shinzo Abe volvió a asumir el puesto de primer ministro a finales de 2012 lo hizo en un contexto crítico, tras el tsunami de 2011, la crisis nuclear de Fukushima y los persistentes efectos de la crisis económica de 2008. La nueva administración prometió implementar cambios, sobre todo en materia económica, que permitieran volver a la senda del crecimiento y el empleo. Los Juegos Olímpicos de 2020 debían servir como escaparate del nuevo rumbo de Japón bajo Abe, como ya ocurriera con los juegos de 1964, que mostraron al mundo el nuevo país surgido de la posguerra.
Pero, en contra de lo esperado, el año 2020 pasaría la historia por el estallido de la pandemia provocada por el Covid-19. Ante la extensión del virus fuera de China, el gobierno de Tokio optó por cerrar las fronteras y limitar la llegada de extranjeros. Si bien la situación sanitaria en el país no fue tan grave como sí lo llegó a ser en Estados Unidos o España, la crisis del Covid acabaría teniendo serias implicaciones en la economía y en la política niponas. El desgate que sobrevino por la gestión de la pandemia y el resurgimiento de una antigua enfermedad llevarían a Shinzo Abe a presentar su dimisión en agosto de 2020, siendo sucedido por su jefe de gabinete, Yoshihide Suga. El ascenso de Suga al cargo de primer ministro vino acompañado de una buena valoración por el público japonés, a pesar de que el contexto no fuera el mejor.
Efectivamente, el contexto no era el más propicio y durante los siguientes meses el gabinete Suga hubo de enfrentarse a un sinfín de problemas. La apuesta de reanimar la economía mediante la reactivación del turismo interior terminó volviéndose en contra del gobierno, pues coincidió con el aumento de contagios en el resto del país. Las distintas restricciones que impusieron las autoridades fueron percibidas con malestar por la población, que las consideró confusas o poco efectivas. La voluntad gubernamental de mantener la celebración de los Juegos Olímpicos y posponerlos al verano de 2021 tampoco contó con la comprensión de muchos japoneses. La opinión pública nipona se había alejado definitivamente del gran evento deportivo, alejado de la realidad de entonces.
Las críticas contra la gestión del gabinete Suga acabaron abriéndose hueco dentro de sus propias filas. En unas elecciones locales celebradas en Yokohama en el mes de agosto, una de las principales urbes de Japón, el candidato de la oposición ganó los comicios. El estrepitoso fracaso del candidato del PLD fue interpretado por muchos como una muestra del malestar existente entre la población ante la gestión gubernamental de la pandemia. Más aún, la derrota fue un baldón para el propio primer ministro, que es miembro del parlamento por el distrito electoral de Kanagawa; la capital de la prefectura de Kanagawa es, precisamente, Yokohama. Ante aquella situación, Yoshihide Suga presentó su dimisión a comienzos de septiembre. Se iniciaba entonces la cuenta atrás para la sucesión en el partido del gobierno, de cara a las próximas elecciones generales.
Campaña electoral
De las primarias organizadas por el Partido Liberal Democrático, en las que llegaron a competir hasta cuatro candidatos, salió elegido Fumio Kishida. En un contexto en que las encuestas arrojaban altas cotas de abstención o indecisión, la elección de Kishida, un político veterano con perfil centrista, dejó entrever la apuesta del aparato por un candidato «de la casa».
El nuevo líder del PLD no se puede decir que empezara con buen pie. Kishida había prometido durante las primarias un “nuevo modelo de capitalismo japonés”, una propuesta que inicialmente generó mucha expectación puesto que suponía una revisión de la política económica que ha regido en el país durante las últimas décadas. No obstante, tras la inquietud que generó entre las altas finanzas niponas esta propuesta, Kishida revisó públicamente su postura. Este rápido cambio de parecer fue objeto de muchas críticas por las consecuencias que podría tener de cara a las elecciones generales. De hecho, por aquellas fechas el PLD sufrió una importante derrota en unos comicios para elegir al representante de la prefectura de Shizuoka por la Cámara Alta. No faltaron los que vieron en esto mal presagio, de forma análoga a lo que ya le había ocurrido a Yoshihide Suga.
Consciente de este estado de cosas, desde hace meses la oposición ha tratado de organizarse para tratar de rentabilizar al máximo la suma de votos, buscando constituir un partido unificado. En este sentido, cabe señalar que en agosto de 2020 la fracción mayoritaria del Partido Democrático Popular (Kokumin-minshutō) acordó unirse con el Partido Constitucional Democrático (PCD). Unos meses después, en noviembre, el histórico Partido Socialdemócrata también acordó una fusión con el PCD. A pesar de que la mayor parte de los cuadros de estas formaciones se pasaron a las filas “constitucionales”, lo que podría haber constituido un movimiento de cierto peso político se vio eclipsado por la fuerte oposición que ofrecieron algunas fracciones minoritarias a estos movimientos y el consiguiente fracaso en conseguir una formación opositora unificada.
El Partido Constitucional Democrático tiene una historia corta, si bien sus orígenes son más profundos: es heredero del antiguo Partido Democrático, que estuvo al frente del gobierno nipón entre 2009 y 2012. Su líder, Yukio Edano, es una figura conocida en Japón: durante los días críticos del terremoto y el tsunami que asolaron Japón en 2011 fue el auténtico rostro del gobierno en los medios de comunicación, alcanzando cierta celebridad en redes sociales por lo frecuente de sus intervenciones. Tras un año y medio en que el país ha vivido una importante crisis, el PCD optaba por presentarse como una alternativa al modelo de gobierno que representa el PLD.
Resultados electorales
Las elecciones generales tuvieron lugar el domingo 31 de octubre, coincidiendo con el fin de semana de Halloween. Los comicios contaron con una importante abstención. Solo un 55,9% del electorado japonés acudió a las urnas, una participación baja aunque en línea con lo que viene siendo habitual en los comicios generales desde hace ya una década. A pesar de los pronósticos realizados durante la campaña y del contexto general adverso, los resultados de las elecciones no han supuesto un gran cambio respecto a la situación de hace cuatro años.
El Partido Liberal Democrático ha obtenido 261 escaños en la cámara baja, veintitrés menos que en las elecciones generales de 2017. Especialmente sintomático ha sido el caso del secretario general del partido, Akira Amari, que ha perdido su escaño en su distrito electoral -si bien finalmente ha conseguido revalidar su asiento en el parlamento a través de la representación proporcional-. A pesar de esta pérdida de representantes, lo cierto es que la formación ha obtenido cerca de veinte millones de votos, lo que supone un aumento de 1,4 millones de votos con respecto a hace cuatro años. Esto supone de hecho un espaldarazo por parte de los electores conservadores al proyecto liderado por Kishida.
Mucho más agridulce ha sido el resultado obtenido por el opositor Partido Constitucional Democrático, que no ha logrado capitalizar el malestar de muchos japoneses con la gestión gubernamental. La formación ha logrado obtener 96 escaños, lo que en la práctica supone una subida de 41 diputados con respecto a los resultados de 2017. En esta ocasión ha obtenido cerca de 11,5 millones de votos, si bien en la práctica esto ha supuesto una subida de apenas 400.000 votos respecto al resultado de 2017. Si se tiene en cuenta que durante la pasada legislatura el PCD había logrado formar en la cámara baja un grupo parlamentario de 115 diputados, los resultados de estas elecciones resultan aún más decepcionantes.
De entre los partidos de la oposición quizás el que ha obtenido unos resultados más sobresalientes sea el Ishin, una formación de corte neoliberal y populista que ha obtenido treinta escaños en estos comicios. El Ishin está capitaneado por gente procedente de las filas del PLD, entre los cuales destaca el polémico Ichirō Matsui, actual alcalde de Osaka. De esta forma, el partido logra formar un grupo parlamentario de 41 diputados y se convierte en el tercero más importante de la cámara baja. El partido socio del PLD, el conservador Komeito, ha mejorado ligeramente sus resultados y suma tres escaños más a los 29 que tenía desde 2017. Previsiblemente, ello le permitirá validar nuevamente la coalición de gobierno que mantienen con los liberal-demócratas desde 2012.
El histórico Partido Comunista de Japón (PCJ) mantiene su representación en la cámara baja, aunque empeora sensiblemente sus resultados respecto a los comicios de 2017 tanto en escaños como en votos. Actualmente el PCJ constituye junto al PLD una de las formaciones más antiguas con presencia en el parlamento, lo que le confiere un cierto valor político. Las fracciones minoritarias del Partido Democrático Popular y del Partido Socialdemócrata también han logrado obtener un estrecho margen de representación, aunque condenados a la irrelevancia política. También sobresale la representación minoritaria del Reiwa Shinsengumi, un partido de la izquierda alternativa que está liderado por el actor y antiguo político liberal Tarō Yamamoto.
Hacia una nueva legislatura
Durante la campaña electoral desde algunos ámbitos se llegó a señalar que estas elecciones constituían un examen en el que los japoneses iban a valorar la gestión gubernamental de la pandemia del Covid-19 y la situación que ha derivado.
Si ese ha sido el caso, se puede decir que el gobierno ha superado la prueba y con cierto margen. Kishida ha logrado desterrar las dudas que habían venido surgiendo respecto a las posibilidades que tenía el Partido Liberal Democrático de continuar en el poder. De esta forma consigue garantizar una nueva legislatura de gobierno con posibilidades de éxito, pues las previsiones eran que la coalición de gobierno obtuviera unos resultados muy ajustados. Esta victoria también fortalece su posición como líder del PLD, apenas unas semanas después de su elección para el cargo. No obstante, está por ver el horizonte que se presenta para el gobierno que salga de estos comicios.
La oposición, por su parte, ha obtenido unos magros resultados en un contexto que se consideraba favorable para sus intereses. A pesar de sus tentativas en el tablero político, y de haber mejorado sus resultados electorales, el Partido Constitucional Democrático está todavía muy lejos de tocar el poder. En cuanto al resto de fuerzas de la oposición, estas son demasiado débiles como para tener posibilidades reales de influir en el rumbo de la política nipona. Por otro lado, la elevada abstención electoral evidencia que muchos japoneses desconfían de las actuales opciones políticas, en línea con lo que viene ocurriendo desde hace al menos una década.
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