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Fumio Kishida, nuevo líder del Partido Liberal Democrático japonés

Fumio Kishida, derecha, celebrando su victoria con Yoshihide Suga. Fuente: Carl Court / Pool

Fumio Kishida se ha convertido en el nuevo presidente del Partido Liberal Democrático (PLD) de Japón tras ganar los comicios internos de la formación en la segunda vuelta. Kishida también se convertirá en el primer ministro al menos hasta las elecciones generales que se celebrarán el próximo mes de noviembre. No obstante, debido al rol hegemónico del PLD en la política nipona, es previsible que gobierne el país en la próxima legislatura con mayoría absoluta en la Dieta junto con su socio de coalición, el Komeito.

La disputada carrera por el liderazgo del partido es un reflejo de los retos a los que Kishida tendrá que hacer frente. Responder a los intereses de las facciones del PLD y de la militancia -grupos cada vez más alejados-, reactivar la economía post-covid, reenganchar a un electorado decepcionado por la respuesta del gobierno a la pandemia o gestionar las amenazas que suponen Corea del Norte y China son solo algunos ejemplos.

Caída de Yoshihide Suga

En el otoño de 2019 el entonces flamante primer ministro Yoshihide Suga se estrenaba en el cargo con unos buenos índices de aprobación entre los ciudadanos nipones. Sucedía en el puesto al conservador Shinzo Abe, que había presentado su dimisión semanas por cuestiones médicas. Sin embargo, desde el comienzo de la crisis del Covid-19 la economía de Japón se ha visto muy afectada por la pandemia, lo que ha supuesto un continuo desgaste para el gobierno. Esto, sumado a las restricciones y a una política un tanto confusa por parte de las autoridades, ha disparado el malestar entre la población. Además, el empeño del gobierno por mantener la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio, retrasados por un año, chocó con la voluntad de muchos japoneses de que estos debían cancelarse.

En retrospectiva, la pandemia no se ha cebado con Japón de la misma forma que sí ha ocurrido en otros países, como Estados Unidos o España. No obstante, no faltan los que señalan que tanto la gestión como la política comunicativa del gabinete no han estado a la altura durante el último año y medio. Esa falta de conexión entre el gobierno Suga y la población japonesa se ha visto acrecentada por la decisión gubernamental de mantener contra viento y marea la celebración de los Juegos de Tokio. Así las cosas, cuando la incidencia de casos de coronavirus aumentó exponencialmente tras el comienzo de las Olimpiadas, muchos vieron confirmados sus temores.

Hace unas semanas saltaron las primeras alarmas en la dirección del Partido Liberal Democrático, actualmente en el gobierno. En unas elecciones locales celebradas en Yokohama en el mes de agosto, una de las principales urbes de Japón, el candidato de la oposición ganó los comicios. El estrepitoso fracaso del candidato del PLD fue interpretado por muchos como una muestra del malestar existente entre la población ante la gestión gubernamental de la pandemia. Más aún, la derrota fue un baldón para el propio primer ministro, que es miembro del parlamento por el distrito electoral de Kanagawa; la capital de la prefectura de Kanagawa es, precisamente, Yokohama.

Una mujer sostiene una pancarta en frente del logo de los Juegos Olímpicos pidiendo la cancelación del evento. Fuente: Issei Kato / Reuters

Tras apenas un año al frente del gobierno, y con unos índices de popularidad por los suelos, a principios de septiembre el primer ministro anunciaba su intención de no presentarse a la reelección para el cargo en las próximas elecciones generales que se celebrarán en noviembre. Esto en la práctica suponía su renuncia al cargo, aunque el propio Suga declaró que prefería centrarse en la gestión contra la pandemia. Se daba así inicio a la carrera por su sucesión.

Los candidatos a la presidencia del PLD

Aunque fueron muchos los comentarios sobre quién sería el posible sucesor de Suga, finalmente hasta cuatro perfiles anunciaron su candidatura: dos hombres y dos mujeres. Todos ellos tuvieron que hacer valer sus influencias y poner de acuerdo a las distintas facciones que componen el Partido Liberal Democrático. Tras un año y medio de pandemia las aguas no estaban precisamente calmadas en el seno del PLD, y no faltaban quienes señalaban más allá de Yoshihide Suga. Asimismo, la figura de Shinzo Abe seguía presente en el escenario, a pesar de su retirada de la primera línea.

El propio Abe apoyó la candidatura de Sanae Takaichi, antigua ministra de Asuntos Internos y Comunicaciones, con posturas conservadoras y abiertamente neo-liberales. Es una admiradora firme de Margaret Thatcher y en el pasado protagonizó varias polémicas por sus opiniones nacionalistas. Acude regularmente al Santuario Yasukuni, un controvertido monumento en Tokio que honra a los muertos de las guerras de Japón, incluidos los 14 criminales de guerra de Clase A de la Segunda Guerra Mundial que están enterrados allí.

Takaichi se identifica en lo político más con la línea de actuación del gobierno de Shinzo Abe, tanto en materia económica como en política exterior. Llegó a declarar su intención de continuar y complementar la estrategia “Abenomics” con nuevas iniciativas bajo el nombre de “Sanaenomics”, al tiempo que era partidaria de revisar la política de Defensa frente a ciertos vecinos. Aunque contaba con aliados en el seno del aparato, su candidatura “continuista” también le restó posibles apoyos entre la militancia.

Seiko Noda era la otra mujer que se postuló para la presidencia del PLD, pero sus posibilidades de ganar siempre fueron remotas. Crítica de Shinzo Abe, la ex ministra de Asuntos Internos e Igualdad abogaba por abordar de raíz los problemas demográficos que atraviesa el país y por proteger los derechos de la mujer y otros colectivos. “Me gustaría crear una política para el próximo Japón para que las mujeres, los niños, los ancianos y las personas discapacitadas que no han sido actores principales puedan sentir que vale la pena vivir la vida en esta sociedad”, declaró Noda durante la campaña.

Cabe mencionar que la política nipona es extremadamente conservadora y que el factor de género pudo lastrar sus candidaturas. Solo el 10% de los integrantes de la Cámara Baja son legisladoras, lo que coloca a Japón en el puesto 147 de empoderamiento político de la mujer, según el índice elaborado por World Economic Forum.

El candidato que mayor simpatía generó entre la militancia fue Taro Kono, un reformista dentro del PLD considerado un virtuoso en el manejo de las redes sociales y, por tanto, con un perfil mucho más mediático que los otros candidatos. Parte su creciente popularidad se debe quizás a que ha sido el ministro a cargo de la vacunación contra el Covid-19. No obstante, muchos legisladores del partido veían con escepticismo su candidatura debido a su voluntad de reformar las pensiones y eliminar gradualmente la producción de energía nuclear, así como por mantener una postura más suave frente a China y complaciente con Corea del Sur respecto a las “mujeres de consuelo”.

Los cuatro candidatos para la presidencia del PLD. De izquierda a derecha, Taro Kono, Fumio Kishida, Sanae Takaichi y Seiko Noda. Fuente: Eugene Hoshiko / Pool

Por último, Fumio Kishida, con un perfil centrista que contaba con importantes apoyos en el seno del partido. Veterano de la cartera de exteriores, en su haber tiene los avances diplomáticos con Rusia, organizar la visita de Barack Obama a Hiroshima y la mejora de relaciones con Corea del Sur en relación al conflicto de las esclavas sexuales. Como novedad, destaca su reciente declaración de romper con la línea de actuación neoliberal en el campo económico. Recibió el apoyo de Abe y Takaichi en la segunda vuelta de los comicios para evitar la victoria de Taro Kono.

Perfil de Fumio Kishida

Las elecciones del PLD fueron un reflejo de la división existente entre los legisladores y la militancia del partido. En la primera ronda, con un total de 764 votos disponibles divididos a partes iguales entre los dos grupos, Kishida obtuvo 256, Kono 255, Takaichi 188 y Noda 63. De esta forma, sin una mayoría, los comicios fueron a una segunda vuelta entre los dos candidatos más respaldados, pero con una gran diferencia que decantó la balanza. La representación de los miembros de base disminuyó a 47 papeletas, uno por prefectura, para evitar un nuevo empate técnico. Como consecuencia, Kishida, gracias al apoyo mayoritario entre los parlamentarios, consiguió una holgada victoria 257 a 170 frente a un Kono que obtuvo el 90% de los votos de la militancia.

Esta fragmentación, según Japan Times, provoca cierto nerviosismo en el seno del PLD. Muchos temen que los miembros de base se sientan decepcionados por la elección de un candidato menos popular en la opinión pública y eso haga perder escaños al partido en las próximas elecciones generales. En este contexto, el primer cometido de Kishida será anunciar un nuevo gabinete y convencer al electorado japonés, en apenas un mes y medio, que sus políticas son las adecuadas para gobernar el país los próximos cuatro años.

Para ello, el líder del PLD defiende un “nuevo modelo de capitalismo japonés”, comprometiéndose durante la campaña a introducir un paquete de estímulo de “decenas de billones de yenes” para que las “actividades socioeconómicas vuelvan casi a la normalidad a principios de 2022” y reactivar la economía tras la pandemia. Del mismo modo, aboga por impulsar la redistribución de la riqueza argumentando que, si bien los ‘Abenomics’ han permitido un “gran logro en el crecimiento”, también han profundizado las desigualdades entre las diferentes clases sociales. “Necesitamos reducir la brecha de ingresos entre las empresas grandes y pequeñas, los hogares de ingresos altos, medios y bajos, así como las grandes ciudades y las áreas regionales”, declaró Kishida.

Este enfoque supondría un cambio respecto a la doctrina neoliberal ‘Abenomics’ adoptada por el antiguo primer ministro Shinzo Abe en 2012. No obstante, Kishida necesitará apoyo político para introducir sus reformas económicas a largo plazo, que en gran medida se cuantificará en base al respaldo que obtenga de Shinzo Abe y Taro Aso, los pesos pesados del PLD, así como a los resultados conseguidos en las elecciones para la Cámara Baja y Alta de este año y 2022, respectivamente.

Estación Shinagawa en Tokio repleta de gente. Fuente: Kevin Coombs / Reuters

Asimismo, entre otros asuntos, Kishida considera necesario incrementar la inversión en ciencia y tecnología para favorecer la innovación o alcanzar las emisiones netas de carbono para 2050, aumentando la producción de energía renovable, reiniciando la actividad de las centrales nucleares inactivas del país y construyendo reactores de fusión nuclear.

Respecto a la política exterior, en línea con el ala más dura del PLD, es partidario de reforzar la alianza con Estados Unidos y reforzar las capacidades militares de Japón para responder ante posibles ataques contra territorio nipón. “¿Podemos proteger la vida de las personas observando en silencio cómo se golpea a Japón? ¿No necesitamos tener la capacidad de bloquear el ataque con misiles del otro lado? Ese es el problema que estoy señalando. La tecnología del otro lado avanza todos los días”, advirtió en una entrevista concedida al Wall Street Journal.

Por otro lado, Kishida considera que Taiwán “será el próximo gran problema” y aboga por fortalecer la cooperación con Taipéi, incluso respaldando su adhesión al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífica (CPTPP, por sus siglas en ingles). También es previsible que mantenga una línea dura frente a China. Durante la campaña expresó su intención de mejorar las capacidades de la Guardia Costera de Japón para hacer frente a las incursiones de buques chinos en las islas Senkaku y apoya la aprobación de una resolución que condene el trato de Beijing contra la minoría étnica Uigur en Xinjiang. No obstante, intentará mantener unas relaciones estables con el gigante asiático, su mayor socio comercial.

En definitiva, de las primarias ha salido un candidato que no es visto como un continuista pero que constituye una apuesta por la línea de actuación tradicional del PLD. Kishida ha estado alejado de la primera línea política desde 2017, por lo que no está ligado ni con los últimos años del gobierno Abe ni con el gabinete Suga. En su haber tiene un cierto prestigio tras su paso por la cartera de Exteriores. Su elección cabría interpretarla como una apuesta de ciertos sectores del partido como un candidato “de los de siempre”, aunque no son pocos los que señalan el riesgo de que no logre convencer a la militancia de base que era más proclive a Taro Kono.  

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