Consideraciones históricas previas
El domino español del Sáhara, cuyo control se hizo efectivo tras la “Guerra de África” de 1859-60, fue ratificado en reparto colonial de la Conferencia de Berlín (1885), donde “el Sáhara español” fue delimitado artificialmente con una extensión de 266.000 km2, en su mayoría de inhóspito desierto.
Las fronteras saharauis, tiradas “a escuadra y cartabón”, estaban pobladas en su inmensa mayoría por tribus nómadas cuyas raíces se localizan varios siglos atrás, con la emigración en el s. X a.C. del norte al noroeste de África de los Sanhaja, antecesores de los bereberes y quienes se convertirían al islam varios siglos después; posteriormente, en el s. XV d.C., entrarían en contacto con los Beni Hassan, un pueblo árabe beduino procedente de Yemen. La fusión de ambos grupos junto con un importante número de emigrantes del sur de África representa los orígenes saharauis.
El dominio colonial español, cuya duración sobrepasó el siglo, estuvo marcado por la explotación de recursos naturales, sobre todo tras el descubrimiento en 1963 de una de las mayores reservas mundiales de fosfatos, aproximadamente el 40% del total mundial.
Pero en la segunda mitad del s. XX, el fin del colonialismo avanzaría de manera determinante con la resolución 1514 de la Asamblea General de Naciones Unidas, en la que se alentaba a impulsar la “descolonización y el derecho de autodeterminación“. Lo que en el caso saharaui se concretó años más tarde en la Resolución 2229, que les otorgaba el inalienable derecho a la autodeterminación. El abandono del ejército español, con una dictadura convaleciente, permitió la proclamación el 27 de febrero de 1976 de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) por parte del movimiento de liberación nacional Frente POLISARIO.
Paralelamente, el rey de Marruecos, Hassan II, reclamó la soberanía del Sáhara Occidental al haber sido gobernados sus territorios por distintas dinastías que habían reinado en Marruecos. Bajo esta premisa, se organizó la Marcha Verde, ocupación marroquí del territorio saharaui por decenas de miles de civiles y militares. Alcanzándose posteriormente los “Acuerdos tripartitos de Madrid”, que transferían la administración del Sáhara Occidental de manera temporal a una entidad tripartita formada por España, Mauritania y Marruecos.
La guerra por el Sáhara Occidental enfrentó al Ejército de Liberación Saharaui y a las tropas marroquís y mauritanas (en 1979 Mauritania abandona el conflicto y reconoce la RASD) desde 1975 hasta la firma en 1991 de un cada vez más frágil alto el fuego. El fin del conflicto suponía la constitución de una Misión de las Naciones Unidas (MINURSO) que garantizase la celebración de un referéndum de autodeterminación previsto para 1992, medida aprobada en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en su resolución 690.
Desde entonces, Marruecos torpedeó la celebración del referéndum con la necesaria connivencia de EEUU y Francia, quienes han trasladado el bloqueo alauí a las Naciones Unidas, cuya misión, la MINURSO, es la única delegación activa sin capacidad de velar por el cumplimiento de los Derechos Humanos. Desde entonces, el conflicto saharaui se encuentra estancado en un delicado escenario regional e internacional.
Desde el punto de vista del Derecho Internacional, la ocupación marroquí que se hace efectiva durante la guerra se sustenta bajo dos premisas falsas: La reivindicación territorial y los Acuerdos de Madrid.
En primer lugar, la reclamación de soberanía invocada por Marruecos carece de legitimidad, pues el reino alauí acudió a la Corte Internacional de Justicia para que esta ratificase su derecho sobre el Sáhara; al respecto y por unanimidad, la CIJ dictaminó en la opinión consultiva del 16 de octubre de 1975 que:
“(…) la Corte llegó a la conclusión de que los elementos e informaciones puestos a su disposición no demostraban la existencia de ningún vínculo de soberanía territorial entre el territorio del Sáhara Occidental, por una parte, y el Reino de Marruecos o el complejo mauritano, por la otra. Por lo tanto, la Corte no comprobó que existieran vínculos jurídicos capaces de modificar la aplicación de la resolución 1514 (XV) en lo que se refiere a la descolonización del Sahara Occidental y, en particular, a la aplicación del principio de la libre determinación mediante la expresión libre y auténtica de la voluntad de las poblaciones del territorio.”
En segundo lugar, los acuerdos tripartidos sobre los que apoyó Marruecos su entrada en el Sáhara fueron declarados nulos por Naciones Unidas, recordando a España que sigue siendo potencia administradora de iure y clasificando al Sáhara como el último territorio de África pendiente de descolonización.
Para ampliar sobre la evolución histórica del conflicto.
El conflicto saharaui, cuestión de estrategias
La guerra supuso la separación en dos del territorio saharaui, donde Marruecos es de facto potencia administradora de dos tercios del total (la zona oeste con salida al mar Atlántico). Mientras que el Polisario consiguió mantener un tercio del territorio, en su mayoría desierto, además de la administración efectiva sobre una pequeña parte de territorio en suelo argelino, en Tiduf (frontera entre Argelia y el Sáhara), donde se asentaron los campamentos de refugiados que huyeron de la ocupación y que aún siguen siendo el hogar de unos 200.000 saharauis.
Así, 44 años después de la retirada española y la declaración de independencia de la RASD, el conflicto saharaui se ha estancado sin perspectivas claras de futuro. La vía promovida por la ONU para la celebración del referéndum puede “darse por muerta” tras tres décadas de infructuosa espera. Una opción que nunca fue verdaderamente asumida por Marruecos y que bloqueó sopesar cualquier otro escenario en el caso del Frente Polisario.
Ambas partes saben imposible que un referéndum pueda celebrarse en la coyuntura actual, lo que ha impulsado a Marruecos y al Frente Polisario ha cambiar sus estrategias en el conflicto. En un momento donde acontecimientos que se sucedan los próximos años podrían ser determinantes para el futuro del Sáhara.
El Frente Polisario: Entre el fantasma de las armas y el tensionamiento a la ONU.
Tras la Marcha Verde, la localidad de Tirifati, ubicada al noroeste Sahára, se convirtió en parada obligatoria para los miles de refugiados saharauis que huían de la ocupación marroquí. El uso de violencia por parte de las fuerzas armadas alauitas generó un exilio masivo donde decenas de miles de saharauis partieron en caravanas hacia el interior del desierto. Esta ciudad, caracterizada por su paisaje duro y árido, conocido en árabe como ḥammāda (meseta desértica y pedregosa), fue escenario en 1976 del bombardeo de la Real Fuerza Aérea de Marruecos sobre las columnas de migrantes, causando una matanza cuyas cifras siguen siendo discutidas por la historiografía.
Tras esto, la ciudad, que durante el colonialismo español albergó un cuartel de la Legión, cambiaría hasta cuatro veces de manos durante la guerra saharaui-marroquí, quedando finalmente bajo el dominio del Frente Polisario en 1979. Desde entonces, el enclave ocupa una de las mayores bases militares de la RASD y se encuentra a escasos 80km de la segunda construcción defensiva más grande del planeta: el muro (“de la vergüenza”) construido por Marruecos con asesoramiento israelí y que divide los denominados territorios liberados de los ocupados tras la Marcha Verde.
Estos hechos otorgan a Tirifati un simbolismo que el Polisario ha querido poner en valor celebrando allí su XV Congreso en diciembre de 2019, toda “una declaración de intenciones” en palabras de los propios organizadores. En lo que es una evidencia más del cambio de línea emprendido de manera tímida hace varios Congresos, pero que pasa a concretarse de manera más contundente en este.
El Congreso se saldó con una dirección continuista, reeligiendo a Brahim Ghali, que afrontaba su primer Congreso en el poder tras sustituir al histórico líder Mohamed Abdelaziz (héroe de guerra y Secretario General del Polisario hasta su muerte en 2016). La elección de Ghali, única candidatura presentada, contó con el respaldo del 86,10% de los delegados.
Si bien el Polisario sigue reclamando “el simple cumplimiento del cumplimiento del Derecho Internacional”, saben que el actual statu-quo y estancamiento del conflicto beneficia a Marruecos, cuya ocupación no corre peligro en caso de mantenerse el escenario actual. El Polisario apela al Derecho Internacional como proclama más que como opción real de solución al conflicto.
“La actual situación de estancamiento resultante de la sistemática política intransigente y obstruccionista de Marruecos no tiene justificación alguna, es estéril e inútil, y refleja el fracaso de la ONU en hacer valer sus decisiones y resoluciones”, denunció Ghali, que añadió que al Polisario “no le queda otra disyuntiva que la de replantear su compromiso con el proceso de paz en su conjunto”.
El Polisario afronta una, cada vez mayor, frustración política y social tras 29 años de espera del célebre referéndum, opción a la que se abrazó de manera “incuestionable” durante décadas. El hastío es especialmente palpable entre la juventud, jóvenes nacidos en los campos de refugiados o en los territorios ocupados y que consideran “obsoletos” los métodos usados hasta ahora para la resolución del conflicto.
La opción bélica cobra fuerza año tras año entre una población desesperada por la falta de perspectivas. Si bien es cierto que el Ejercito saharaui goza de un inquebrantable apoyo y admiración en el conjunto de la sociedad -y que ha experimentado un importante crecimiento cuantitativo en los últimos años, especialmente por el reclutamiento juvenil-, el desequilibrio militar hace poco probable que sea una opción real para el Polisario. Enfrente, Marruecos ejerce un severo control de los territorios ocupados, habiéndose reportado multitud de violaciones de DDHH, con una militarización plena. Se estima que podría haber hasta unos 100.000 efectivos alauitas desplegados de manera permanente en los territorios bajo su dominio; unas diez veces más del total del ejercito saharaui.
Además, el apoyo y asesoramiento militar de Francia, Israel y EEUU con Marruecos evapora las opciones del Polisario en un escenario de escalada bélica con apoyo internacional y donde el apoyo de sus inestimables aliados argelinos y sudafricanos sería a todas luces insuficiente.
Vía internacional
El trabajo fundamental del Polisario se centra por tanto en buscar en el escenario internacional alianzas que le permitan tanto desgastar a Marruecos, valiéndose de la legitimidad internacional que les respalda; como aumentar la presión sobre Naciones Unidas para desatascar la vía referéndum.
En entrevista presencial con Descifrando la Guerra, Bachir Mustafa Sayed, actual Ministro de Asuntos Políticos y exministro de Asuntos Exteriores, asegura que “los cuatro grandes aliados con los que cuenta el Polisario son: el derecho internacional, que respalda nuestra causa; la categoría de territorio no autónomo de la ONU, que legitima la acción del Polisario y su visibilidad como único representante del pueblo saharaui; el reconocimiento de un gran número de Estados, especialmente el caso de la Unión Africana; y el inestimable apoyo de Argelia”.
La estrategia saharaui pasa por conjugar esos cuatro elementos para articular “redes de apoyo internacional” que puedan forzar un cambio de posición de Naciones Unidas, donde el veto francés y estadounidense impide nuevas soluciones. En este sentido, una de las principales apuestas pasa por reforzar el trabajo en la Unión Africana (UA).
Esta organización, que agrupa 55 Estados africanos, y cuya capacidad de trabajo e influencia internacional es creciente, ha sido una de las salvaguardas de la RASD. La UA persigue entre otros fines la “erradicación de los vestigios coloniales” y la defensa del derecho de autodeterminación de los pueblos, lo que permitió a la RASD su entrada como Estado miembro de pleno derecho en 1984 en la OUA (Organización para la Unidad Africana), el antecedente de la UA.
La situación generó la retirada de la organización de Marruecos, lo que a medio y largo plazo ha debilitado sus lazos con otros países africanos. Desde la entrada en la OUA de la RASD, la mayoría de países africanos han reconocido la reivindicación saharaui. Aunque una minoría de Estados aliados de Marruecos como Zaire (actual República Democrática del Congo) intentasen boicotear la presencia saharaui, la RASD ha permaneció como Estado miembro de la OUA y fue miembro fundador de la UA.
La gran importancia de la UA, especialmente para los propios países del continente, demostró el éxito político de la RASD. No obstante, el fracaso marroquí de la política de “silla vacía” en los 80 y 90 fue revertido en los últimos años con Mohamed VI, quien aprovechó y potenció las redes económicas, diplomáticas y religiosas de Marruecos para ganarse apoyo internacional que le permitiesen ingresar en la UA y trabajar por la expulsión y erosión de la RASD desde dentro. Algo que finalmente cristalizó con la entrada marroquí en 2017, más de tres décadas después de su salida.
Algo que Mohamed VI evidenció en la carta donde solicitaba su ingreso: “Es difícil de admitir que una nación perenne y ancestral sea comparada a una entidad que no dispone de ningún atributo de soberanía”. Cuestionando el planteamiento hasta entonces mantenido por la UA “en contradicción evidente con la legalidad internacional”. “Porque ese pretendido Estado no es miembro de la ONU, ni de la Organización de la Cooperación Islámica, ni de la Liga de Estado Árabes, ni de ninguna otra institución regional o internacional”, aseveró el monarca.
La respuesta saharaui pasa por intensificar sus alianzas regionales con Argelia, su gran aliado y cuyo apoyo económico e internacional son indispensables, además de con Sudáfrica y Nigeria, quienes podrían incrementar su apoyo institucional y en el plano internacional.
Fuera del continente, la diplomacia saharaui ha conseguido importantes avances en Europa, donde se ha constituido, por primera vez en la historia, un intergrupo de 120 eurodiputados con cierta, aunque escasa, influencia sobre la posición la UE. Por otro lado, apoyo en América Latina es relevante, con el apoyo activo de Venezuela, Nicaragua y Cuba (quien desarrolla desde hace décadas brigadas médicas y educacionales). Pero a los ya estables apoyos “progresistas”, se ha sumado recientemente México, donde López Obrador invitó al presidente saharaui Brahim Gali a su investidura, intensificándose de manera notable las relaciones diplomáticas entre ambos Estados.
Por otro lado, pese al estancamiento internacional del referéndum, la RASD está agudizando la batalla la arena judicial internacional contra Marruecos. Apoyándose en las citadas resoluciones favorables, el Polisario ha judicializado el expolio económico que Marruecos hace de los recursos saharauis como fosfatos y caladeros de pescado.
Las ricas aguas del océano Atlántico que bañan el Sáhara Occidental son también motivo de disputa con el reino norteafricano. La ocupación marroquí, efectiva sobre toda la costa saharaui, se ha traducido en la explotación de las mismas; donde se encuentran grandes caladeros y una gran riqueza mineral. No obstante, hasta este 2020 Marruecos no había incluido dichas aguas en su delimitación marítima. Lo que no solo genera conflictos con el Polisario, que asegura reclamará en todas las instancias judiciales, sino también con España, solapándose las aguas marroquís con las canarias.
La judicialización de la explotación marítima obtuvo el fallo favorable del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) por el que se prohibía alcanzar un acuerdo UE-Marruecos en materia pesquera que afectase a las aguas saharauis, donde se realiza más del 90% de las capturas. Pese al varapalo judicial inicial, el acuerdo se firmó en contra de lo dictaminado por el TJUE, lo que haría el nuevo recurso susceptible de una futura judicialización. En total, el anterior acuerdo, con vigencia entre 2014-2018, supuso unos ingresos de 430 millones de euros a las arcas marroquís.
Para ampliar sobre la disputa del Atlántico Norte
En cuanto a la explotación de fosfatos por parte de Marruecos, la estrategia saharaui ha sido sustancialmente más efectiva. Las denuncias del Polisario han conseguido la salida de la mayoría de empresas internacionales de transporte de fosfato. Pasando de veinte en 2016 a cuatro en el 2019. Así lo explicaba a DlG el Jefe de la autoridad del Petróleo y minerales Ghali Zbeir, quien destacaba que, de las cuatro compañías restantes, dos son india y china.
Marruecos: Erosión del Polisario y guerra sucia
“La integridad nacional”
La política marroquí respecto a la cuestión de la “integridad nacional”, como se aborda en el país, ha cambiado notablemente en las últimas décadas. A grandes rasgos, tras una primera fase de conflicto armado desde el 1975 hasta el 1991, Marruecos apostó por contener y bloquear la causa saharaui en el escenario internacional: torpedeando el referéndum del 1992, la propuesta de censo del 1999, limitando la capacidad de control de la MINURSO y apoyándose en Francia y EEUU para vetar iniciativas en el Consejo de Seguridad de la ONU. La gestión de los territorios ocupados se centró entonces en una agresiva política de colonización y asentamiento de población marroquí, inicialmente con la intención de poder falsear el censo ante un posible referéndum.
El bloqueo del referéndum, principal opción del Polisario, consiguió asentar y garantizar su control efectivo sobre los territorios ocupados. Si bien esta política no aisló internacionalmente a la RASD como esperaban, sí ha conseguido abrir un nuevo escenario donde Marruecos ha desplegado una estrategia de erosión y guerra sucia contra la causa saharaui.
La erosión del Polisario en plano nacional e internacional concentra los esfuerzos marroquís. En lo interno, Marruecos ha aplicado una política de guerra sucia contra la población saharaui, introduciendo de manera masiva drogas como el hachís, con especial impacto en la población joven.
“El problema de las drogas nunca ha existido por motivos culturales y religiosos” apuntan desde la administración saharaui, que asegura que en los últimos años las incautaciones de droga se han multiplicado. La situación de la juventud saharaui, con pocas perspectivas laborales y un futuro incierto tras criarse en el exilio, hace que el impacto de las drogas pueda ser “letal”. La acción marroquí “persigue desactivar a los jóvenes saharauis, que además pueden ver en el narcotráfico una forma fácil de ganar dinero, consiguiendo diluir la lucha por nuestra independencia”, apuntan desde la UJSARIO, juventudes del Frente Polisario.
El modelo político marroquí prohíbe expresamente en su Constitución la existencia de partidos o grupos políticos contrarios a la monarquía o a la integridad territorial. La férrea represión dentro del país se acrecienta en los territorios ocupados, donde la persecución sobre la población saharaui es constante y la actividad del Polisario clandestina. “Las violaciones de DDHH son una constante en los territorios ocupados: se han reportado en los últimos años centenares de torturas y detenciones extrajudiciales”, apuntan desde el Polisario. Una de las principales bazas saharauis es el arraigado sentimiento nacionalista entre la población, que mantiene incluso en los territorios ocupados la reivindicación de independencia tras 40 años de ocupación y segregación.
Las protestas de 2010 y 2011 son ejemplo de lo anterior, cuando la población saharaui en los territorios ocupados realizó un levantamiento en lo que parte de la prensa consideró “el inicio de la primavera árabe”. Las movilizaciones contra la ocupación marroquí tuvieron su punto álgido en noviembre de 2010, levantándose un campamento al sureste de El Aaiún (capital del Sáhara ocupado) con unas 8.000 haimas y 25.000 personas. El campamento de Gdeim Izik,“campamento dignidad”, fue respaldado con movilizaciones en otras ciudades del Sáhara ocupado, ante lo que el ejército marroquí decidió expulsar a observadores internacionales y periodistas, bloquear el aeropuerto de El Aaiún y desmantelar violentamente el asentamiento. El resultado fue de más de 2.000 heridos y centenares de detenidos, llegando a juzgarse por vía militar a 24 saharauis. Los detenidos de Gdeim Izik sufrieron torturas según informes de varios organismos internacionales, habiendo estado en huelga de hambre en varias ocasiones.
Desgaste internacional
En el plano internacional, Marruecos ha iniciado una campaña para erosionar la soberanía y proyección internacional del Sáhara Occidental. Su alianza con EEUU y Francia le otorga año tras año el bloqueo de posibles resoluciones al conflicto, algo que también se traduce en la connivencia de la Unión Europa, cuya velada equidistancia solo es explicable por los beneficios económicos y migratorios que obtiene de Marruecos.
En el caso español, cuyo papel podría alterar el statu quo actual al ser potencia de iure a ojos de la comunidad internacional, suponía una esperanza para el Frente Polisario tras la conformación de un gobierno de coalición donde el socio menor, Unidas Podemos, incluía en su programa el apoyo decidido a la descolonización efectiva y el derecho de autodeterminación. No obstante, lo cierto es que las relaciones Marruecos-España no han cambiado, habiendo cargado duramente el Polisario por el “silencio cómplice” del nuevo gobierno.
El actual marco internacional favorece a Marruecos por tres elementos esenciales: el factor nacional, pues el paso del tiempo perjudica la causa saharaui tras 40 años de exilio y 40 de colonización marroquí; la debilidad de Argelia, pilar de la RASD y cuya inestabilidad política con la caída de Abdelaziz Buteflika influye decisivamente en la vida del Polisario; y la posición de Naciones Unidas, donde las alianzas marroquís han hecho que el propio Guterres asume que “no hay mucho que esperar” con la actual correlación de fuerzas.
Una prolongación del escenario juega en favor de Marruecos, cuya actuación está centrándose en reducir los apoyos saharauis por dos vías. En primer lugar, proyectando una visión al mundo de soberanía y control del territorio saharaui, organizando grandes eventos deportivos y culturales como la candidatura para la organización del Mundial de Fútbol de 2030, la organización de la Copa Africana de Naciones de Fútbol Sala 2020 en el Aaiún ocupado o la organización del Rally Mónaco-Dakar, eventos con gran impacto internacional que toman lugar en territorios ocupados proyectando internacionalmente la idea de soberanía marroquí.
Pero sin duda, la jugada más devastadora en términos internacionales, está siendo la apertura de consulados por parte de varios países africanos dentro de los territorios ocupados. Una política “que viola las resoluciones de Naciones Unidas y la Carta de la UA” asegura el Ministro saharaui Sayed, pero cuya puesta en marcha no ha sido frenada. Un mazazo para la diplomacia saharaui al ser ya diez los países africanos que ubican delegaciones diplomáticas en territorio ocupado.
El listado, engrosado en marzo de 2020 por Liberia, acoge ya a Djibuti, Burundi, Costa de Marfil, Comoras, Gabón, República Centroafricana, Santo Tomé y Principe, este primer grupo con sede en la ciudad ocupada de El Aaiún; mientras que Gambia y Guinea lo hacen en la ciudad de Dakhla.
Para Bachir Mustafa Sayed, Ministro de Asuntos Políticos esta “agresión a la soberanía saharaui” es un ejemplo de compra de voluntad de terceros Estados por parte de Marruecos, “pues varios de esos Estados ni siquiera tienen en regla sus deudas con la UA”. El movimiento tiene más impacto en el tablero internacional que el estrictamente diplomático, pues en la mayoría de los casos “no hay ningún habitante de esos Estados en los territorios del Sáhara ocupado.” Con ello simplemente se busca desgastar políticamente a la RASD, “no tiene sentido alguno, pues Comoras está abriendo un consulado en el Aaiún sin tener si quiera una embajada en Rabat” apunta Sayed.
La actual coyuntura agita la bomba de relojería saharaui, y la evolución del conflicto permite incluso otear la vía armada como opción de futuro. El desenlace de la causa saharaui no depende ya de Marruecos o del Polisario, sino que el papel que jueguen otros actores internacionales es condición necesaria, no ya para cerrar el conflicto, sino para que pueda simplemente avanzar en una u otra dirección. Sea como fuere, 44 años después, el Sáhara sigue siendo el último territorio no autónomo de un continente que aún sufre las heridas del pasado colonial.
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