Corea del Sur se ha coronado en 2021 como la economía más innovadora a nivel mundial, según el Índice de Innovación elaborado por Bloomberg. El país asiático es uno de los estados que más invierte en investigación y desarrollo (I+D) en relación con su PIB, empleando el 4.5% del mismo en este sector en 2018. Al mismo tiempo, ocupa el puesto 23 en el ranking del Índice de Desarrollo Humano (IDH), se ha convertido en la duodécima mayor economía global y su PIB per cápita en 2020 fue de 27.659 euros.
No obstante, Corea del Sur ha atravesado periodos de decadencia y declive. Tras finalizar la guerra de Corea (1950-1953), era uno de los países más pobres del mundo y principalmente rural. En 1960, por ejemplo, su renta per capita era similar a la de Haití. Asimismo, cabe recordar que Seúl tuvo que hacer frente a varios golpes de estado que provocaron numerosas tensiones sociales, un fuerte descenso del PIB y la subida de la inflación, así como a las crisis económicas de 1997 y 2008.
Pese a la adversidad, Corea del Sur ha sabido encauzar la situación y ha experimentado en los últimos años uno de los mayores progresos económicos, conocido como “el milagro del río Han”, convirtiéndose en uno de los 4 tigres asiáticos.
Periodo de decadencia: la guerra de Corea
El pueblo coreano comparte una historia ininterrumpida en la península coreana que se remonta miles de años atrás. La relación de Corea con poderosos vecinos como China y Japón ha condicionado tradicionalmente su destino.
La historia reciente de Corea del Sur, se remonta al siglo XIX. A finales de XIX, la pretensión japonesa de tomar Corea volvió a reaparecer. Tras las guerras sino-japonesa y ruso-japonesa, Corea del Sur quedó bajo control del imperio japonés desde 1910 hasta 1945. Durante este período, Tokio sustituyó a los funcionarios-eruditos yangban coreanos por una élite gobernante nipona e industrializó la parte norte de la península, mientras que el Sur se mantuvo agrícola.
Tras la IIºGM y la rendición de Japón, la península de Corea quedó dividida en dos por el paralelo 38º, si bien se presuponía que, tras el consenso en las elecciones de 1948, la península formaría un gobierno conjunto. El consiguiente fracaso acrecentó la división ideológica entre ambos bandos, provocando que en 1950 estallara la guerra de Corea (1950-53).
Tras finalizar la contienda se acordó un alto al fuego y se estableció el paralelo 38 como línea divisoria entre Corea del Norte y Corea del Sur. En los años posteriores, Seúl era un país corrupto, inestable y dependiente de las ayudas de Occidente. En 1960, una revuelta estudiantil provocó la dimisión del presidente Sygman Rhee tras perder el apoyo popular debido a la corrupción y el gobierno del presidente electo Yun Bo-seon, por su parte, no logró el suficiente respaldo para poder ofrecer a la población un plan de desarrollo económico. Esta inestabilidad culminaría con el golpe de estado de Park Chung-hee en 1961.
El milagro del río Han
Durante el mandato del general Park Chung-hee la economía surcoreana cambió drásticamente. El ejecutivo surcoreano priorizó la protección de industrias clave, un fuerte aperturismo al comercio internacional en otros sectores y potenciar la educación. Cabe mencionar que se redujeron las barreras a las importaciones de bienes necesarias para que las industrias del acero, petroquímica, automovilística, maquinaria pesada, electrónica y construcción naval pudieran fabricar sus propios productos.
Según Nathaniel Lane, las políticas para proteger a la naciente industria química e industria pesada durante seis años fueron fundamentales. “Corea copió esta política de Japón”. Park Chung-hee también incentivó la creación de los chaebol, conglomerados industriales donde las empresas tecnológicas del país compartían un espacio común y cooperaban para lograr economías de escala. Estas corporaciones se ubicaban dentro de recintos especializados, muchos de ellos a las orillas del río Han.
Una gran parte de estas corporaciones poseen una gama bastante diversificada de productos, con grupos empresariales que aglutinan en sus factorías un catálogo de bienes ciertamente heterogéneo. Esto vino acompañado de un control exhaustivo sobre la subida de precios, evitar el sobreendeudamiento, poca tolerancia con la corrupción y una mínima intervención estatal en los mercados.
A la par, el gobierno surcoreano potenció la educación, implementando un programa educativo centrado en la rama científico-tecnológico con la creación de más de una centena de universidades, laboratorios y centros de investigación. Esta política permitió que se exportaran productos manufacturados y así evitar centrar el grueso de las exportaciones en materias primas. Según el ranking PISA, Corea del Sur se posiciona en la actualidad en los primeros puestos a nivel mundial.
Corea del Sur también es negativamente conocida por su entorno profesional y educativo marcado por alto nivel de estrés, en los que es frecuente trabajar o estudiar largas horas hasta la madrugada. Seúl cuenta con la tasa de suicidio más alta del mundo entre la población de 10 a 19 años. El prestigio y el honor de la familia suelen estar ligados al lugar al que los niños van a la universidad, y muchos adolescentes se quitan la vida como consecuencia de este estrés.
A partir de la década de los 60, comenzó a forjarse la industria surcoreana a través de las inversiones de empresas estadounidenses como Fairchild y Motorola. Esta última permitió que los transistores se ensamblaran en Corea del Sur y más tarde se añadirían los circuitos integrados simples para la electrónica de consumo. En 1969, las exportaciones de semiconductores aumentaron a 35 millones de dólares, siendo el 5,6% del total de las exportaciones surcoreanas. A ello, hay que añadir que, a partir de los años 70, empresas japonesas como Sanyo y Toshiba también contribuirían a la rápida expansión de esta industria en el país.
En la segunda mitad de la década de 1970, los chaebols recibían una considerable cantidad de capital gubernamental a través de préstamos, aproximadamente el 60% concedidos por los bancos coreanos con la condición de que las empresas receptoras debían exportar sus productos casi desde el principio y demostrar sus resultados. Esta política tendría repercusiones en el desarrollo industrial de los semiconductores en Corea del Sur.
Tras la muerte de Park Chung-hee en 1979, sus sucesores siguieron potenciando políticas centradas en el crecimiento económico, permitiendo que la economía creciera constantemente. A mediados de la década de 1980 y principios de 1990, la atención del gobierno se centró en las industrias de alta tecnología, como el diseño y la fabricación de semiconductores.
El gran salto de la industria surcoreana de los semiconductores se produciría a partir de la década de 1980. Entre 1981 y 1982, Samsung creó un centro de investigación de semiconductores. La primera y segunda crisis del petróleo y los frecuentes problemas de entrega con los chips importados desde Japón empujaron a la compañía a concentrarse en el potencial económico y estratégico de los semiconductores para su negocio. Por ende, la Samsung comenzó con el desarrollo de las DRAM de 64K, marcando el inicio de la era de los chips VLSI en el país.
En poco tiempo, las empresas surcoreanas se han familiarizado con la innovación incremental de procesos, sobre todo gracias a su larga experiencia en ingeniería inversa, permitiendo a Samsung desarrollar con éxito las DRAM de 64K. Este hito sería un gran salto para la industria surcoreana de semiconductores, permitiendo posicionarla en la vanguardia de la tecnología VLSI. Asimismo, en 1985, se abrió otra ventana de oportunidades. La escalada de conflictos comerciales entre Washington y Tokio después de 1985 provocó que los productores surcoreanos se convirtieran en una importante fuente de suministro para Estados Unidos.
Al mismo tiempo, este espectacular crecimiento económico, conllevaría al surgimiento de una nueva clase media que exigió amplias libertades democráticas y un mejor Estado del bienestar. Tras una larga pugna, en 1987, finalmente se instauraría la democracia en Corea del Sur.
Durante la crisis asiática en 1997 se registraron las caídas bursátiles más altas de la historia del país provocando que las políticas económicas giraran hacia una economía más social. Las bancarrotas de las empresas más débiles hicieron más fuertes a aquellas que podían adquirir todos los productos y manufacturas.
A raíz de esta crisis, el gobierno surcoreano comenzó a invertir en la música y las series de televisión como bienes exportables con dos objetivos. Por un lado, el ejecutivo esperaba que este movimiento conllevara un impacto económico positivo. Por otra lado, se esperaba que Corea del Sur se autodefiniera y evitara estar a caballo entre las culturas china y japonesa.
Con la aprobación de la Ley Básica para la Promoción de las Industrias Cultural de 1999, Seúl se comprometió gastar al menos un 1% de su PIB en este sector. En estos años nacerían 3 grandes compañías clave en el mercado del k-pop: YG, JYP y SM. En 2011 fue el año en que las grandes compañías discográficas surcoreanas decidieron organizar un tour europeo con las bandas más populares y el papel de plataformas como YouTube y posteriormente Spotify fueron claves para la consolidación de este poder blando surcoreano.
Por otro lado, durante la década de 2010, comenzaron a surgir PYMES centradas en biotecnología, inteligencia artificial y ciberseguridad. Estas compañías fueron fundadas por una nueva generación de emprendedores, contando con el respaldo de la financiación pública. Estas dinámicas han permitido que en 2012 Corea del Sur superara los peores vaticinios de la crisis de 2008. No obstante, Corea del Sur ha mostrado reticencias hacia los semiconductores chinos y ha entrado en disputas con el gigante asiático.
Los obstáculos económicos de Corea del Sur
En 2019, Seúl tuvo una disputa comercial con Tokio que afectó a los microchips surcoreanos. Japón restringió la exportación de determinados compuestos para fabricar estos dispositivos, afectando fuertemente a la industria tecnológica nacional. Para más inri, a raíz de la pandemia del SARS-CoV.2, las ventas al exterior se deterioraron rápidamente. En abril de 2020, por ejemplo, las exportaciones cayeron un 24,3% y en el segundo trimestre las exportaciones de bienes y servicios disminuyeron un 11,5% y un 22,1% respectivamente.
Pese al impacto económico ocasionado por el SARS-CoV-2, algunos sectores han experimentando un notable crecimiento:
- Las exportaciones de equipos eléctricos, maquinaria y piezas para las tecnologías de la información en el tercer trimestre tuvieron un saldo positivo y en el cuarto aumentaron un 15%.
- Las ventas surcoreanas de vehículos eléctricos se incrementaron un 65,9%, mientras que las de baterías de iones de litio crecieron un 4,3% en el segundo semestre de 2020.
- La buena gestión de Seúl frente a la pandemia se ha trasladado en un importante impulso del sector médico y farmacéutico. Por ejemplo, las exportaciones en materia farmacéutica subieron un 23,3% en 2020.
No obstante, si bien son resultados positivos, el futuro no parece tan halagador. Las crecientes tensiones entre Estados Unidos y la República Popular de China y la paralización de las cadenas de suministro han ocasionado una escasez en la producción de los semiconductores, un sector que representa la quinta parte del grueso total de las exportaciones surcoreanas.
Por ende, Seúl anunció en mayo de 2021 un plan de inversión de 451.000 millones de dólares para los siguientes 9 años dirigido a proporcionar mayores ventajas fiscales para impulsar la competitividad de los fabricantes de chips, mejorar las infraestructuras y asegurar el suministro constante de agua -la fabricación de chips requiere de un alto consumo-.
Corea del Sur también tendrá que hacer frente a otros retos internos y externos clave que podrían marcar su destino en el corto y medio plazo. Por un lado, la tasa de natalidad surcoreana es la más baja del mundo, lo que conlleva un envejecimiento y una reducción poblacional. A esto hay que añadir la ralentización de la economía que atraviesa y una mayor preocupación entorno al empleo, precio de la vivienda y la deslocalización.
Por otro lado, el gobierno surcoreano tiene lidiar con el desafío nuclear que supone Corea del Norte, que sigue enfrentado ideológicamente con su vecino, así como con el problema pendiente de una potencial reunificación.
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