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El eterno retorno de la guerra industrial

Proyectiles de artillería de 155mm. Fuente: CNN

Ucrania utiliza más munición de la que es capaz de producir la OTAN. Esas fueron las palabras del Secretario General de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, alertando de la incapacidad para seguir el ritmo de envíos militares a Kiev. Los arsenales occidentales se han ido vaciando paulatinamente a medida que avanza el conflicto y el envío de ayuda al ejército ucraniano se incrementa. Mientras que no se divisa un final a el corto plazo, la industria militar occidental se enfrenta a un gran desafío para aumentar sus capacidades y seguir sosteniendo el esfuerzo de guerra de Ucrania.

Los arsenales de Occidente se vacían en Ucrania

“Un año de guerra en Ucrania ha dejado los arsenales europeos secos”, así titulaba el Financial Times un artículo sobre las dificultades de Europa para seguir manteniendo los envíos de ayuda militar a Kiev al ritmo que requiere la guerra. Las fábricas europeas tienen muchas dificultades para suministrar la munición que Ucrania necesita para usar en una semana. Con el objetivo de intentar paliar esta situación, se están formando coaliciones de países para realizar compras conjuntas de munición y armas y de este modo dar un cierto margen de seguridad a las empresas dedicadas a defensa. 

El ritmo de consumo de la guerra en Ucrania está siendo muy elevado. Dado que es un conflicto de alta intensidad, la cantidad de munición que se utiliza es enorme en comparación con conflictos de menor calado a los que está acostumbrado Occidente. Según varios reportes, en un solo día de guerra el ejército ucraniano y ruso lanzan alrededor de 30.000 proyectiles, es decir, 200.000 a la semana y casi un millón al mes. Todos estos datos sin contar la cantidad de balas, granadas u otras municiones utilizadas. Básicamente, la cantidad diaria de proyectiles de artillería disparados en Ucrania corresponde al número de proyectiles que produce la industria militar europea en un mes.

A esa situación se une el hecho de que se ha suministrado prácticamente todo el material soviético posible a Ucrania, un equipamiento que el ejército ucraniano sabe manejar. En la actualidad, lo que se proporciona es mayoritariamente suministros OTAN que los ucranianos deben aprender a utilizar. Pero incluso el material militar europeo se está acabando. Dinamarca ha enviado a Ucrania todos sus sistemas de artillería Caesar, mientras que Estonia se ha quedado sin artillería de calibre 155mm. En ese sentido, también se puede mencionar la polémica en torno a los tanques Leopard II. Finalmente el paquete incluirá muchos menos de los prometidos debido a la falta de carros aptos para el combate, munición y repuestos.

Ucrania ha derivado en una guerra industrial, en la cual el bando que consiga disponer de más recursos y capacidades a la hora de producir material militar tendrá una enorme ventaja en el campo de batalla. En teoría, Occidente dispone de muchos más recursos que Rusia para esa tarea. Sin embargo, el problema es que hace décadas que los países de este bloque no se han preparado para una guerra de estas características. Tras la caída de la Unión Soviética, dada la ausencia de una gran potencia enemiga, Europa redujo drásticamente el presupuesto en defensa y los ejércitos, más reducidos, se especializaron en operaciones rápidas, de contrainsurgencia. Las nuevas amenazas ya no serían Estados fuertes, sino, por ejemplo, grupos yihadistas. En ese sentido, el ejército británico –supuestamente uno de los mejores ejércitos de Europa– se quedaría sin munición en unos días en el contexto de la Guerra de Ucrania.

Evidentemente, Estados Unidos, como hegemón mundial, ha mantenido unas Fuerzas Armadas con amplias capacidades, pero eso no quiere decir que esté también preparado para este tipo de conflicto.  Durante la Guerra de Iraq de 2003, los estadounidenses empezaron a quedarse sin munición para sus armas pequeñas. Washington entonces tuvo que recurrir a Reino Unido e Israel para el suministro. En un momento dado de la guerra, asimismo, se vio obligado a echar mano de las reservas de munición de Vietnam e incluso de las de la Segunda Guerra Mundial para alimentar el esfuerzo bélico.

Centrándonos en el conflicto de Ucrania, al ritmo de los combates, la fabricación anual de artillería estadounidense solo duraría de dos a tres semanas. En cuanto a los misiles, en tres meses de guerra Rusia utilizó cuatro veces la producción anual estadounidense. También sufrirían las armas anti tanque y anti aéreas como los Javelin y Stingers. Estados Unidos ha mandado a Ucrania aproximadamente 8.000 Javelin, es decir, casi un tercio de su stock. La empresa estadounidense Lockheed Martin produce unos 2.100 Javelin al año, aunque la cantidad se podría aumentar hasta los 4.000. En marzo, Kiev admitió que utilizaba 500 Javelin al día, pero ese número habrá decrecido debido al cambio en el desarrollo de la guerra.

El esfuerzo requerido para poner en marcha una industria de defensa capacitada para enfrentarse a este tipo de guerra es considerable. Estados Unidos está tomando pasos en ese sentido (que veremos más adelante), sin embargo, Europa se enfrenta no solo a una falta de una mayor voluntad política, sino de dificultades como la crisis energética, la fragilidad de las cadenas de suministro y una industria más dividida y con menos capacidades.

Soldados estadounidenses en Iraq. Fuente: AP

La crisis de obuses de la Primera Guerra Mundial

Para continuar con los envíos de armamento a Ucrania, la OTAN se ha visto abocada a desarrollar nuevamente las capacidades de la industria militar, es decir, aumentar la producción y el ritmo. En ese sentido, es interesante visualizar el ejemplo de la Primera Guerra Mundial, cuando en 1915 todos los países beligerantes se encontraban ante una crisis por la falta de suficiente munición para su artillería. Cuando estalló la guerra en 1914, ningún dirigente pensaba que iba a ser un conflicto prolongado, de ahí que los Estados no pusieran en marcha una movilización industrial o acumulasen stocks de municiones. Estaban equivocados, ya que la guerra evolucionó en un conflicto de posiciones necesitando una adaptación de urgencia.

La guerra consume mucho, y más aún cuando es de alta intensidad. El cambio de una contienda de movimientos a una de posiciones tiene como consecuencia que es mucho más difícil traspasar el frente enemigo. De ahí que se necesite mucha más artillería. En septiembre de 1914, el ejército francés disparó más de 50.000 rondas de artillería al día, cuando la producción del mes era de 35.000 proyectiles. El gobierno se dio cuenta que tenía que actuar y cambiar el paradigma. Para ello se aprueba la ley Dalbiez que permitió retirar del frente a 500.000 obreros especializados para aumentar la fabricación de armamento. Asimismo, se lleva a cabo una reorganización del esfuerzo industrial, instando a las fábricas a dedicarse a producir para la guerra en detrimento de la población que sufrió problemas de suministro.

El esfuerzo del Estado francés y el sector industrial dio sus frutos: la producción mensual de proyectiles de artillería pasaría en julio de 1915 a más de 400.000. Esta movilización industrial también ocurre en los demás países beligerantes. En Reino Unido, por ejemplo, se aprueba la Munition of War Act que pone al Estado al mando de la industria militar. En ese sentido, estos antecedentes ponen de valor que, ante una guerra industrial de alta intensidad, el esfuerzo militar va más allá del despliegue de soldados y sistemas. Se trata de una reflexión general sobre la economía en sus dimensiones materiales y humanas.

En busca de soluciones

Evidentemente, los países de la OTAN han percibido el problema que supone el consumo de munición y armas en Ucrania. En un escenario que apunta hacia una guerra prolongada, la capacidad para seguir suministrando material militar es clave, de ahí que muchos Estados miembros de la alianza se hayan propuesto desarrollar sus industrias militares. La empresa alemana de defensa Rheinmetall AG ha invertido más de 10 millones de euros en la producción de munición para el sistema anti aéreo Gepard, de gran utilidad para Kiev. La empresa eslovaca ZVS ha prometido quintuplicar la fabricación de proyectiles de artillería 155mm. También se están forjando alianzas entre países con el objetivo de aumentar las capacidades de producción. Es el caso de Francia y Australia, que han decidido fabricar conjuntamente proyectiles de artillería de 155mm. Mientras tanto, la Unión Europea está desarrollando un mecanismo orientado a la compra conjunta de munición para ser enviada a Ucrania.

Más allá de esos esfuerzos más cortoplacistas, en verano, el presidente francés, Emmanuel Macron, anunció un plan de “economía de guerra” con el objetivo de movilizar las industrias de defensa para aumentar la producción y la rapidez. Sin embargo, de momento el plan de Macron son solo palabras. De todas maneras, una de las principales dificultades a las que se enfrenta Europa es la división de sus industrias militares. En vez de intentar realizar esfuerzos y programas conjuntos, cada Estado miembro busca su propio interés nacional. Eso es un gran impedimento a la hora de generar sinergias y economías de escala. El problema nuevamente es de voluntad política y de mala previsión estratégica. Mientras que la economía de guerra rusa lleva funcionando al menos un año, Europa acaba de ponerse en marcha.

Para ampliar: La industria de defensa europea: un avión que no despega

Por su parte, Estados Unidos ha ordenado incrementar un 500% la fabricación de artillería en dos años.  El ejército estadounidense ha declarado que, para esta primavera, su producción mensual de proyectiles de 155mm aumentará de 14.000 a 20.000. El Pentágono ha anunciado una inversión de 2.000 millones de dólares con el objetivo de alcanzar una capacidad de producción de 90.000 proyectiles al mes en un año. Washington está pidiendo a la industria militar que trabaje a pleno rendimiento tanto para seguir el apoyo a Ucrania, como para tener reservas estratégicas. En ese sentido, se trataría de “el esfuerzo de modernización más agresivo en casi 40 años”.

Precisamente la artillería se ha convertido en uno de los puntales de la Guerra de Ucrania. Tanto el ejército ruso como el ucraniano hacen uso en enormes cantidades. Además, en un contexto en el que el frente prácticamente es estático y los soldados se guarnecen en trincheras u otras fortificaciones, la artillería pesada juega un papel fundamental a la hora de debilitar las posiciones enemigas. Desde el pasado verano el ejército ucraniano ha ido retirando sus sistemas de artillería soviéticos por modelos OTAN, que disparan el calibre de 155mm. De ahí el objetivo de la Alianza Atlática de aumentar sustancialmente la producción de este tipo de munición.

Producción de munición de artillería. Fuente: U.S Army

Para ampliar: La batalla de Bajmut

La Guerra de Ucrania ha demostrado que la artillería sigue siendo una herramienta eficaz, ya que, combinada con la digitalización de los mapas y los drones para geolocalizar objetivos, puede ser precisa. En ese sentido, Occidente creía que los misiles guiados –o bombas inteligentes– iban a reducir el número de munición necesaria para destruir los objetivos, pero en un tipo de guerra como la ucraniana, el uso masivo de artillería sigue siendo esencial.

Sin embargo, no va a ser tarea fácil para Estados Unidos volver a desarrollar una industria militar acorde a las necesidades de una guerra como la de Ucrania. Al final de la Segunda Guerra Mundial, había 86 fábricas que producían artillería para el ejército. Actualmente hay 6.  Esas factorías han sido suficientes para proveer al ejército estadounidense durante las últimas guerras que ha librado debido a su característica de baja intensidad y contrainsurgencia.

Estados Unidos tendrá que expandir y construir nuevas fábricas, además de contratar nuevo personal especializado. La cuestión es que ya no hay tantos obreros cualificados para esta labor en el mercado laboral. Muchos de los sistemas de armamento necesitan recursos humanos abundantes porque incluso se construye casi a mano. Además, requiere mucho tiempo formar a obreros especializados. Aparte de ello, está la cuestión de los problemas de las cadenas de suministro, la industria militar requiere múltiples proveedores, que en ocasiones pueden ser de países hostiles. Está el caso de China, que tiene el dominio indiscutible de las tierras raras, materias primas esenciales para la producción del armamento.

Para ampliar: Estados Unidos, China y Ucrania: el dilema de los dos frentes

Llevará años a Estados Unidos conseguir una capacidad industrial militar a gran escala. Ante este escenario, en Washington surge el debate sobre la necesidad de no destinar tantos recursos en Ucrania para emplearlos en su verdadera prioridad: China. Mientras tanto, somos testigos de una militarización de Occidente debido a la percepción de que el nuevo orden mundial de competición entre potencias podría abocar a más conflictos como el de Ucrania.

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