El 26 de septiembre de 2022, tras detectarse un drástico descenso de presión en el Nord Stream 2 (NS2), un F-16 danés descubrió una fuga en la tubería A del NS2 a la altura de la isla danesa de Bornholm. En los tres días siguientes se le añadieron otras tres fugas. El resultado final fue que tanto las tuberías A y B del Nord Stream (NS) como la tubería A del NS2 quedaron inutilizadas. Las estaciones sísmicas de la zona detectaron movimientos característicos de explosiones bajo el agua, descartando la posibilidad un terremoto. El 18 de noviembre, las autoridades suecas confirmaron que se trató indudablemente de un sabotaje con explosivos, de los cuales se encontraron varios restos en el lecho marino.
La construcción del proyecto NS2 ya trajo serias tensiones que involucraron no sólo a Berlín y Moscú, sino también a la Unión Europea, a Ucrania e incluso a Estados Unidos. El proyecto tenía como objetivo duplicar el tránsito de gas entre Alemania y Rusia a través de dos gasoductos que recorrerían el Báltico, de forma similar a los del NS, que entraron en servicio en 2011. En conjunto, ambos proyectos combinados habrían transportado unos 110 mil millones de metros cúbicos de gas al año, siendo una de las principales vías de tránsito de gas a la UE. Aunque para septiembre de 2021 ya se finalizó la construcción del NS2, este nunca llegaría a cumplir su función. En febrero de 2022, en las vísperas del asalto ruso contra Ucrania, el canciller Olaf Scholz anunció la suspensión de los permisos de a la Nord Stream 2 AG para operar los gasoductos en territorio alemán. A ello se le sumó un descenso en el tránsito de gas en el NS a partir de julio de 2022, lo que culminaría con un parón indefinido del suministro anunciado por Gazprom a principios de septiembre, debido a daños detectados que “no permitían el funcionamiento seguro”.
Hasta la fecha, debido a la falta de conclusiones sobre la autoría del sabotaje, y con la confidencialidad que mantienen las investigaciones oficiales, han proliferado las especulaciones entre potencias, fomentadas tanto por medios de comunicación como por representantes de Estado. Estas acusaciones aumentan la polémica en torno a una cuestión ya de por sí sumamente controversial, lo que hace más difícil diferenciar la verdad de los rumores, fake news y conspiraciones. Sin embargo, ¿cuál es la información oficial por el momento?
“Los gasoductos han sido objeto de un grave sabotaje”
Las cuatro fugas se descubrieron entre el 26 y el 29 de septiembre, estando presentes en tres de las cuatro tuberías de los NS y NS2 y afectando a las aguas territoriales danesas y suecas. Inmediatamente, Suecia, Dinamarca y Alemania comenzaron sus investigaciones al respecto, y si bien colaboran estrechamente entre sí, la propuesta alemana de llevar a cabo un equipo de investigación conjunto fue rechazada por Suecia, alegando Estocolmo “dudas de cara a la confidencialidad”. Por su parte, la empresa Nord Stream AG comenzó en octubre su propia investigación sobre el terreno únicamente en aguas suecas, pues no obtuvo permiso para operar en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Dinamarca. Rusia también está realizando sus propias pesquisas, aunque sus propuestas de colaboración con Dinamarca y Suecia han sido rechazadas hasta la fecha, lo que el Ministerio de Exteriores ruso interpreta como una muestra de que tienen miedo de que Rusia descubra la verdad, ya que “la mayoría del mundo hará responsable a Occidente de todo lo que ha estado haciendo y ha hecho durante décadas”. Por su parte, Rusia tampoco comparte sus datos con el resto de investigaciones.
A partir de los enormes daños en las tuberías y a los movimientos sísmicos detectados en el lecho marino, se calcula que han sido necesarios explosivos de gran potencia, calculados en “cientos de kilos de explosivos”. Se ha reportado en un tramo una ruptura de hasta 250 metros de largo, y en algunas secciones “faltan 50 metros de tubería”. Todo indica a que la explosión se produjo por fuera de los gasoductos, probado ello también con la recogida de numeroso residuo explosivo por las autoridades suecas, las cuales no han revelado de qué tipo de explosivos. Con todas estas pruebas, el 18 de noviembre el Servicio de Inteligencia Sueco confirmó que se trata de un claro acto de sabotaje.
También se extrae de esto otro detalle: el sabotaje no pudo haber sido llevado a cabo por actores no estatales. La profundidad del gaseoducto (a unos 70-80 metros de profundidad en las zonas atacadas) hace extremadamente difícil alcanzar las tuberías. A ello se le añade la inmensa cantidad de material explosivo necesario, así como la perfecta coordinación en su detonación. Y más importante aún, los hechos se dieron en un mar con cuantioso tráfico marítimo y una estrecha vigilancia militar por los Estados con acceso a él. En concreto, los ataques tuvieron lugar extremadamente cerca de Bornholm, isla danesa recelosamente protegida desde el comienzo de la invasión rusa a Ucrania. Sólo las capacidades militares propias de un Estado podrían efectuar una operación de semejante envergadura de manera inadvertida. Las teorías se decantan por el uso de buzos o submarinos para colocar los explosivos, si bien algunas especulaciones mencionan vehículos submarinos no tripulados (UUV por sus siglas en inglés) o helicópteros con capacidad de guerra antisubmarina.
A los Nord Stream no les ha faltado oposición
A la hora de buscar un posible autor de los hechos, no basta únicamente con pensar en aquellas potencias que puedan tener intereses en un sabotaje de los NS y NS2, o que hayan manifestado oposición e indignación ante estos gasoductos, pues son muchos los Estados que se han mostrado contrarios a estos proyectos, y por diversos motivos. Ucrania, por motivos evidentes, ha sido su principal opositora y manifestó ya antes de la agresión rusa sus preocupaciones ante el NS2, temiendo que Berlín estrechase lazos con Moscú, aumentase su dependencia del gas ruso, y que Rusia desviase el tránsito de gas hacia la UE al mar Báltico. Polonia también ha sido especialmente crítica con los gasoductos: en 2006, el entonces ministro de defensa polaco Radosław Sikorski comparó al NS con el pacto Molotov-Ribbentrop entre Alemania y la URSS en 1939. De la misma forma, Polonia ha sido una de las mayores opositoras al NS2, apoyando las sanciones estadounidenses y reclamando a la UE una acción contundente contra el proyecto durante su fase de construcción.
Incluso dentro de Alemania destacó la oposición al proyecto por parte de Los Verdes, formación política que ahora forma parte del gobierno tripartito o Ampelkoalition (coalición semáforo). De este partido forma parte la ministra de exteriores Annalena Baerbock, la cual ha continuado criticando al NS2 incluso una vez en el gobierno como ministra de exteriores. Aún con todo, no se considera probable que ninguno de estos países pudiera o realmente tuviera interés en ejecutar semejante acto de sabotaje. De hecho, las acusaciones, teorías y especulaciones, dependiendo de la ideología y posición del que las declara, remiten a los que se podrían considerar dos sospechosos habituales: Rusia y Estados Unidos.
Rusia: ¿un ataque contra su propio proyecto?
A pesar de que las investigaciones no han nombrado posibles autores, la mayoría de acusaciones por parte de expertos y medios de comunicación occidentales señalan a Rusia como responsable. Los actos coinciden en fecha con la apertura oficial del Gasoducto Báltico, proyecto que une el Europipe II desde Noruega con Polonia.
Rusia posee una considerable presencia militar en el Báltico, destacando el semi-exclave de Kaliningrado, base de la Flota Báltica rusa y con presencia de miles de efectivos estacionados en este óblast ruso. Por lo tanto, a diferencia de otros ejércitos, el ruso sí tendría la capacidad de llevar a cabo una operación de tal complejidad. Para muchos expertos en defensa y seguridad, las características del ataque efectuado apuntan hacia Moscú como culpable; esta acción se correspondería con la idea de guerra híbrida tan asociada con el mandato de Vladimir Putin, aunque en Rusia se suele hacer referencia a ello como “guerra no lineal” o “doctrina Gerasimov“, tomando el nombre del actual Jefe de Estado Mayor ruso, Valery Gerasimov. A esto se le añade que en junio la propia CIA lanzó una advertencia a varios países europeos sobre un posible ataque a los gasoductos, si bien este aviso apenas especificaba las carácterísticas de tal acto.
Ciertamente se pueden considerar los NS y NS2 como rusos: los NS son propiedad de Nord Stream AG, un consorcio cuyo accionista mayoritario es Gazprom con un 51% de las acciones. En el caso de los NS2, su propietario es únicamente Nord Stream 2 AG, subsidiaria de Gazprom. Por último, el mayor accionista de Gazprom es el gobierno ruso con un 50.2% de las acciones, y por lo tanto su poseedor es el Estado ruso. Además de esto, el papel de Rusia era al fin y al cabo el exportador y estaba realmente en su poder el continuar suministrando o no gas a Alemania.
Sin embargo, sí existirían ventajas y oportunidades que Rusia podría aprovechar de haber cometido este sabotaje. Ya desde junio se habían visto cortes arbitrarios y reducciones en el suministro de gas que Rusia enviaba a Alemania, lo que ponía a Rusia y a Nord Stream AG en aprietos, pues esto suponía una violación del contrato con sus clientes. El corte indefinido en septiembre por reparaciones en las turbinas fue catalogado como no justificado por la UE y varias compañías, pues según el fabricante de las turbinas esto no era de ningún modo excusa para que el NS no estuviera operativo. En cambio, con la destrucción de los gasoductos NS dicho contrato quedaría anulado por causa de fuerza mayor, y no se podrían tomar acciones legales al respecto.
Otro motivo podría ser intimidar a Occidente en un momento de fuertes tensiones en el Báltico entre Rusia y la OTAN: el Kremlin lograría mostrar la debilidad de la infraestructura submarina de la UE, tratando así de disuadir a la OTAN de involucrarse demasiado en Ucrania. Y todo ello sin que existieran pruebas contra Rusia, pues un fundamento de la guerra híbrida es “cometer acciones que sea plausible negar”. Es innegable además que la falta de transparencia de las investigaciones oficiales beneficia al Kremlin, pues permite la posibilidad de que las especulaciones y fake news afloren, dando lugar a una disruptiva guerra informativa que divide a la sociedad mientras que fomenta la desconfianza entre los miembros de la OTAN.
Finalmente, cabe considerar la futura construcción en 2024 del gasoducto Poder de Siberia II, el cual tendría como objetivo llevar gas desde Rusia hasta China a través de Mongolia, complementando así al ya existente Poder de Siberia que también envía gas a China. La capacidad de tránsito del Poder de Siberia II será de 50 mil millones de metros cúbicos (similar a la capacidad que tenía el NS o NS2). De hecho, días antes de lo sabotajes en los Nord Stream, el ministro de energía ruso Alexander Novak declaró en una entrevista en la cadena Rossiya-1 que este nuevo proyecto será un reemplazo para el NS2 en materia de exportación de gas.
Estados Unidos: un constante opositor a los Nord Stream
Estados Unidos ha sido la otra gran potencia acusada de estar detrás de los sabotajes, con inculpaciones fundamentadas especialmente en la oposición estadounidense al NS2 desde el comienzo del proyecto; en 2017 la administración Trump amenazó con sancionar a entidades vinculadas al NS2 mediante la Ley CAATSA (Countering America’s Adversaries Through Sanctions Act), si bien estas entraron en acción en 2019 con la Ley PEESA (Protecting Europe’s Energy Security Act). Estas acciones fueron especialmente bien recibidas por Polonia y Ucrania. Por su parte, Joe Biden continuó arremetiendo contra el NS2, asegurando a principios de febrero con “poner fin al Nord Stream 2 si Rusia invade Ucrania“. Esta declaración fue anterior a que el canciller alemán suspendiera los permisos de Nord Stream 2 AG.
A la animosidad estadounidense hacia estos gasoductos se unen varios testimonios y acusaciones que incriminarían a Washington. El 27 de septiembre el ahora eurodiputado Radosław Sikorski, el mismo que en 2006 hizo mención al Pacto Molotov-Ribbentrop, publicó en un polémico tweet una imagen de una de las fugas de gas con el mensaje: “Gracias, Estados Unidos”. Aunque se borró rápidamente el mensaje, el resultado fue incendiario, causando discordia en las opiniones públicas de los países de la OTAN. Desde entonces, este tweet ha servido como pilar para la mayoría de argumentos en contra de Estados Unidos, llegando a ser citado por varias personalidades del gobierno ruso. Más desapercibida pasó en noviembre la declaración del primer ministro serbio Aleksandar Vučić, en la cual aseguró que “se sabe quién los saboteó en el [mar] Báltico, pero todos fingimos para no perjudicar los intereses de nuestros países”.
Otra teoría recurrente en los medios de comunicación vinculados al gobierno ruso y bielorruso, así como en medios y agentes detractores de Occidente, fue una publicación del 27 de septiembre en Telegram del canal Ватфор (Vatfor) por su cofundador Oleg Makarov. En ella se recogen capturas que indicarían cómo el 2 de septiembre varias aeronaves sobrevolaban los Nord Stream cerca de Bornholm bajo la misma identificación, entre ellas tres helicópteros MH-60S de la marina estadounidense. Estos helicópteros estarían a su vez vinculados al USS Kearsarge, buque utilizado en los BALTOPS 2022, ejercicios navales que múltiples aliados de la OTAN realizan anualmente en el Báltico. Según la publicación de Telegram, más incriminatorio aún sería cómo en los BALTOPS 2022 se realizaron ejercicios con vehículos submarinos no tripulados, si bien consistieron en probar el despeje y destrucción de minas. Al respecto Deutsche Welle publicó un artículo donde realiza un fact-checking a esta teoría poniendo en perspectiva la ruta de los helicópteros con la de los gasoductos y las fugas. En cualquier caso, los vuelos se produjeron en las ZEE de Dinamarca y Polonia, siendo ambos países miembros de la OTAN.
Por su parte, el gobierno ruso y el Servicio de Inteligencia Exterior (SVR) han declarado tener pruebas de que el sabotaje fue un ataque terrorista de Occidente, si bien estas no han sido aportadas. Aparte de culpar a EEUU, a finales de octubre Rusia también acusó a Reino Unido de estar detrás del ataque, asegurando la intervención de una unidad británica que también estaría entrenando a tropas ucranianas en operaciones anfibias. El Ministerio de Defensa británico respondió a ello argumentando que Rusia estaba recurriendo a falsas y ridículas declaraciones para desviar la atención de su desastrosa invasión de Ucrania.
La incertidumbre alimenta los rumores sobre el posible autor
Por el momento se tiene poca información oficial por parte de las investigaciones oficiales, fomentado ello por lo delicado del asunto. En nombre de la seguridad estatal muchos hallazgos no se documentan, y la colaboración entre los equipos de investigación es reducida. Inevitablemente, el oscurantismo que rodea a los sabotajes es perfecto para especulaciones basadas en más o menos fundamento, bulos y teorías conspirativas. En consecuencia, a pesar de la existencia de fuentes fiables existe una parte del discurso en torno a los Nord Stream especialmente incendiaria y viral, la cual se basa en acusaciones ambiguas, desinformación y tópicos destinados a apelar al miedo y diferencias ideológicas, todo ello en sintonía con el neologismo de “posverdad”.
Lo que es seguro es que este sabotaje ha llamado la atención tanto a Estados como al público general de la vulnerabilidad de las infraestructuras subacuáticas, entre las que figuran oleoductos, gasoductos y cables submarinos de comunicaciones. Aparte de daños a infraestructuras y pérdidas económicas, ataques como el de los Nord Stream pueden ser catastróficos ecológicamente, y existen preocupaciones a que este caso se convierta en un precedente para futuras operaciones similares. Al poco de producirse los sabotajes, el secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg declaró que la OTAN estaba trabajando para aumentar la defensa en este tipo de infraestructura crítica, y que la Alianza Atlántica y los Estados miembros estarían preparados para protegerse los unos a los otros.
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