El 8 de junio de 2022 el embajador chino en Camboya, Wang Wentian, asistió a un evento que se organizó en la base naval de Ream para anunciar que China ayudará a modernizar sus instalaciones en los próximos dos años. La noticia podría haber pasado inadvertida si no fuera porque pocos días antes el medio estadounidense The Washigton Post informó que el Ejército Popular de Liberación (EPL) utilizará de forma exclusiva la parte norte de la base, de aproximadamente 0.3 kilómetros cuadrados, como un puesto de avanzada. Si bien funcionarios chinos y camboyanos aseguraron en la ceremonia que el proyecto “no sirve a ningún interés que sea una amenaza para la región”, la noticia ha generado una gran preocupación en los países occidentales y del Sudeste Asiático.
Esta inquietud se incrementa si tenemos en cuenta que Pekín firmó en abril de 2022 un acuerdo con las Islas Salomón que permitirá el despliegue de fuerzas de seguridad chinas para “promover la estabilidad social y la paz a largo plazo”. La rúbrica es percibida como un primer paso para que China establezca una presencia militar permanente en el Pacífico Sur. Estados Unidos advirtió que “responderán en consecuencia” si esto acaba sucediendo, dado que tendría importantes “implicaciones en la seguridad regional”.
Estos temores se basan, al menos hasta la fecha, en especulaciones. No obstante, los últimos movimientos en las Islas Salomón y Camboya evidencian que China ambiciona aumentar su influencia en la arquitectura de seguridad imperante en Asia-Pacífico. La estructura regional se caracteriza por estar dividida en dos jerarquías: una económica liderada por China y otra relacionada con la seguridad encabezada por Estados Unidos. Después de la II Guerra Mundial –contienda que puso fin a las ambiciones imperialistas niponas– Washington consiguió consolidar un papel casi hegemónico que le facilitó forjar una profunda influencia sobre las dinámicas regionales. No solo se convirtió en el principal garante de seguridad de países como Filipinas, Japón, Corea del Sur, Tailandia o Australia, sino que también se consolidó como una importante fuente de redes comerciales, inversiones y transferencias tecnológicas.
El vertiginoso crecimiento experimentado por China en las últimas cuatro décadas ha socavado de forma progresiva el monopolio ejercido por Estados Unidos. El gigante asiático es en la actualidad el principal socio comercial de más de una docena de países y lidera numerosas iniciativas –especialmente relevantes son la Nueva Ruta de la Seda (BRI) o la Asociación Económica Integral Regional (RCEP)– que profundizan su rol como centro económico. Pekín, como hemos mencionado, busca incrementar el peso en la jerarquía que todavía domina Estados Unidos y materializar tres objetivos principales.
Para ampliar: La estructura dual de la región Asia-Pacífico y la competición sino-estadounidense
En primer lugar, anhela proyectar su poder naval más allá de los mares cercanos con la finalidad de reducir la dependencia de Estados Unidos para mantener seguras las líneas marítimas de comunicación. Dada la creciente rivalidad que se está gestando entre ambos países y teniendo en cuenta que el 90% del comercio chino con el exterior se realiza por mar, Pekín precisa de una armada que pueda proteger por sí misma los intereses nacionales en el extranjero. En este sentido se pronunció el Libro Blanco de Defensa publicado en 2019 señalando que es necesario “desarrollar instalaciones logísticas en el extranjero” con el objetivo de “proteger los intereses de China (…) y abordar las deficiencias en las operaciones en el extranjero”
El EPL hasta ahora ha hecho uso de algunos de los 96 puertos comerciales que las empresas chinas controlan parcial o completamente para labores de reabastecimiento y operaciones en largas distancias. En 2017, por ejemplo, una flotilla compuesta por tres buques de guerra hizo una parada estratégica en el puerto griego del Pireo, controlado en un 61% por China Ocean Shipping Company (COSCO), después de realizar misiones de escolta en el golfo de Adén y en las aguas cercanas a la cosa somalí.
Sin embargo, estos nodos son poco útiles si estalla un conflicto bélico porque los países anfitriones podrían prohibir la entrada de los buques de guerra chinos. En este contexto, es más que previsible que China busque establecer una red de bases navales para asegurar sus intereses. Camboya –que se sitúa cerca de importantes rutas marítimas que atraviesan el mar del Sur de China– y las islas Salomón –en pleno corazón del Pacífico Sur– podrían facilitar a Pekín la consolidación de una poderosa armada de aguas azules. No obstante, todo apunta a que tales movimientos forman parte de un plan estratégico mucho más ambicioso. De acuerdo con un informe elaborado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, China también estaría interesada en ubicar instalaciones militares en Myanmar, Tailandia, Singapur, Indonesia, Pakistán, Sri Lanka, Emiratos Árabes Unidos, Seychelles, Kenia o Tanzania.
En segundo lugar, íntimamente relacionado con el punto anterior, busca socavar el dominio militar estadounidense en Asia. Si bien los informes oficiales indican que “se espera que la situación internacional siga siendo generalmente pacífica”, también apuntan que “existen nuevas amenazas del hegemonismo, la política de fuerza y el neointervencionismo” y señalan a Estados Unidos como el principal responsable del empeoramiento de la “estabilidad global” por aspirar a alcanzar una “superioridad militar absoluta”. Para Pekín la ambición estadounidense se está enfocando principalmente en Asia-Pacífico, donde cuenta con una extensa red de aliados, para contener el crecimiento de China y evitar la reunificación de Taiwán. De hecho, en el mencionado Libro Blanco de Defensa se advierte que “la región se ha convertido en un foco de competencia entre los principales países” y que Washigton “está reforzando el despliegue y la intervención militar”.
Cabe recodar que el gigante asiático está cercado por una barrera natural compuesta por archipiélagos que limitan su proyección de poder naval más allá de la primera cadena de islas, que abarca desde la isla japonesa de Kyuushuu hasta la península de Malaca. Su ubicación geográfica es considerada por la élite como una debilidad. Esta sensación de vulnerabilidad se irá incrementando a medida que Washington aumente sus esfuerzos por establecer misiles terrestres de alcance intermedio –con un rango de hasta 5.000 kilómetros–. Instalar estos sistemas en la primera cadena de islas, según un plan de inversión presentado por el Comando del Indo-Pacífico ante el Congreso, es necesario para poder “revertir las capacidades de anti-acceso y negación aérea (A2/AD) de un adversario [China] que limita la libertad de acción o el acceso a vías fluviales y espacio aéreo vitales”.
Pekín considera que es necesario ampliar la presencia militar en Asia-Pacífico con el objetivo de reforzar sus capacidades frente a Estados Unidos y asegurar su propia seguridad. Una base naval en Camboya aumentaría las operaciones del gigante asiático en el mar Meridional. Tom Shugart, analista en defensa del Center for a New American Security, sugiere que China estaría preparando Ream para desplegar en un futuro sistemas de defensa aérea HQ-9 –activos que ya ha instalado en las islas artificiales que controla en el disputado archipiélago Spratly– y que podrían servir para (a) ampliar la burbuja A2/AD, (b) ejercer un mayor control marítimo y aéreo dentro de la primera cadena de islas y (c) mejorar las capacidades reconocimiento para detectar los movimientos del enemigo. Las Islas Salomón, ubicadas cerca de las líneas de comunicación entre Australia y sus aliados regionales, permitirían incrementar la influencia china en el Pacífico Sur, una región de creciente valor geoestratégico.
En tercer lugar, aspira a aprovechar el vacío diplomático que dejan los países occidentales para asegurar lealtades y forjar una red de países aliados. Camboya es casi un Estado paria más allá de sus vínculos con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Estados Unidos y la Unión Europea se han distanciado del gobierno de Hun Sen debido a su deriva autoritaria y tienen poca influencia política sobre Nom Pen. Algo similar ocurre con las Islas Salomón. En las últimas décadas las sucesivas administraciones estadounidenses han descuidado sus compromisos con los países del Pacífico Sur. Un ejemplo significativo es que la embajada de Estados Unidos en Honiara ha permanecido cerrada desde 1993. China percibe la limitada misión diplomática occidental como una oportunidad idónea dirigida a aumentar su influencia y poder aprovechar la superioridad para sellar asociaciones como las rubricadas con estos dos países. De hecho, Wang Yi, ministro de Relaciones Exteriores, intentó firmar un acuerdo de seguridad regional con 10 naciones del Pacífico durante su gira oficial por la región. Si bien fracasó, Pekín sigue pensando que puede revertir la situación en un futuro cercano.
El tiempo dirá si finalmente China consigue establecer una presencia militar en Camboya y las islas Salomón. También es debatible qué beneficios reales tendría si acaba sucediendo. Más evidente parece el hecho de que Pekín está modificando el pensamiento estratégico que ha mantenido en las últimas cuatro décadas para buscar activamente incrementar su peso en la estructura de seguridad de Asia-Pacífico, y aumentar su capacidad de proyectar fuerza y contrarrestar la presencia estadounidense.
Nota: este artículo fue publicado previamente en el blog del Real Instituto Elcano
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