En septiembre de 2020 el político conservador Yoshihide Suga llegó a la presidencia del gobierno nipón, en sustitución de Shinzo Abe. Su llegada al cargo se vio acompañada de una buena imagen, con un perfil continuista y gestor. Sin embargo, los crecientes problemas que atraviesa Japón han dejado en entredicho la imagen del gobierno Suga ante la opinión pública japonesa.
Una llegada por sorpresa
En agosto de 2020 se anunció que Shinzo Abe dimitiría como primer ministro de Japón debido a que sufría una colitis ulcerosa, volviendo a repetirse la situación que ya le había llevado a dejar el cargo como primer ministro en 2007. La noticia cogió por sorpresa a muchos. No tardó en comentarse que su posible sucesor podría ser el secretario jefe del gabinete, Yoshihide Suga, con un perfil claramente continuista respecto a la etapa Abe. Tras obtener un claro triunfo en las primarias del Partido Liberal Democrático, fue elegido presidente de la formación y unos días después asumió el cargo de primer ministro.
En contraste con su mediático antecesor, Yoshihide Suga es un personaje casi desconocido en Occidente. En la primavera de 2019 fue el rostro que anunció en público el nombre que adoptaría la nueva era japonesa con motivo de la coronación del emperador Naruhito. Suga, nacido en 1948 en el seno de una familia de granjeros del norte de Japón, constituye lo que podría llamarse un político hecho a sí mismo.
A diferencia de otros pesos pesados del Partido Liberal Democrático, Suga no procede de una larga dinastía política ni realizó estudios en centros elitistas. Asistió a la universidad de Hosei en Tokio, mucho más barata que otras, al tiempo que trabajaba para costearse sus estudios. Carente de contactos y lazos con miembros históricos del partido, su ascenso en el partido fue fruto de su propio esfuerzo, logrando ser elegido miembro de la Cámara de Representantes en 1996. Shinzo Abe contó con él en todos sus gabinetes, ostentando el cargo de secretario jefe del gobierno entre 2012 y 2020.
Un contexto complejo
En el momento en que el gabinete Suga asumió sus funciones, en septiembre de 2020, la situación interna de Japón no pasaba por ser la mejor. La gestión del Covid 19 había comenzado a erosionar la imagen pública de Shinzo Abe, en un contexto en que Japón impuso restricciones de entrada a los extranjeros para así tratar de contener la pandemia. Y entre medias, los Juegos Olímpicos de Tokio, que debieron ser pospuestos por un año. A esto se sumaba la contracción que sufrió la economía nipona durante el segundo tercio de 2020, con el país inmerso en una recesión.
Haciendo valer su perfil continuista, Suga abogó por mantener la línea de actuación de su antecesor, especialmente en materia económica. Como algún analista llegó a señalar, los «Abenomics» se convirtieron en «Suganomics», en línea con mantener un gasto público moderado. A pesar de las dudas cada vez mayores, el gobierno también apostó por mantener la celebración de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, sobre esta cuestión no han faltado los titubeos y cambios de decisiones, al punto de haberse acordado finalmente que no asistiera público a los recintos deportivos.
Durante los años previos a las Olimpiadas el país se había estado preparando para poner al día las infraestructuras turísticas de cara a lo que se preveía un año 2020 con muchos visitantes en Japón. Pero una vez iniciada la crisis del Covid 19, con restricciones fronterizas para los extranjeros, el sector turístico se tambaleaba. Debido a ello, el gabinete Suga sacó un plan de estímulo del turismo nacional, para intentar paliar los daños que la pandemia estaba provocando en la economía nipona.El denominado programa «GoTo», que ofrecía grandes descuentos para viajes nacionales, buscaba ser un balón de oxígeno para las maltrechas economías de ámbito local y regional.
En el plano internacional, la llegada de Yoshihide Suga a la jefatura del gobierno vino a coincidir con la victoria del candidato demócrata Joe Biden en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Las autoridades de Tokio no tardaron en mostrar una mayor sintonía con la nueva administración norteamericana. En este sentido, en marzo de 2021 representantes de EEUU y Japón coincidieron en advertir a China con responder a sus “coerciones y agresiones” en la región de Asia-Pacífico.
Críticas y caída de la popularidad
Aunque para finales de 2020 la situación sanitaria de Japón era mucho mejor que otros países afectados por la pandemia, el malestar entre la población ante la gestión gubernamental se había incrementado. Las recomendaciones de las autoridades de no realizar viajes no esenciales entraban en contradicción con la promoción del turismo nacional. De hecho, muchos japoneses culparon de la extensión del virus por el interior del país al programa GoTo, que acabó siendo cancelado antes de acabar 2020. A todo esto se sumaron varios escándalos protagonizados por políticos y personajes famosos que fueron pillados en público incumpliendo las recomendaciones sanitarias.
Todo ello se tradujo en un hundimiento de la imagen de Suga y su gobierno entre el público japonés. Si los índices de aprobación del gabinete eran de un 74% en septiembre, para finales de noviembre la cifra se había reducido hasta un 42%. En este estado de opinión también converge la postura contraria de numerosos japoneses a que se mantenga la celebración de los previstos Juegos Olímpicos de Tokio.
Forzado por el agravamiento de la situación sanitaria y las crecientes críticas, a comienzos de 2021 el gobierno nipón declaró el estado de emergencia para la zona de Tokio y alrededores. No hay que olvidar que la capital y su superpoblada área han constituido la principal zona de infección. Aunque la cuestión de los daños que provocaba la pandemia en la economía nipona ha predominado en el debate público, las consecuencias del virus han ido más allá de lo económico. En febrero de 2021 se hizo público que durante el año anterior la tasa de suicidios se había incrementado de forma considerable, especialmente entre las mujeres, con una subida de casi el 15%. Esto suponía una ruptura de la tendencia que había experimentado el país en años anteriores.
Al margen del hundimiento de la imagen del gobierno entre el público, Suga también debe hacer frente a una oposición reorganizada. Tras la disolución del Partido Democrático, en 2014, durante varios años no ha habido una formación principal que hiciera frente a Shinzo Abe. En su lugar, surgieron varios grupos que rivalizaban entre sí por copar el espacio dejado por antiguo Partido Democrático. Esta situación se mantuvo hasta que en septiembre de 2020 algunas formaciones alcanzaron un acuerdo mediante el cual se unificaban en el nuevo Partido Democrático Constitucional de Japón, que asumió el rol de principal partido de la oposición.
Ya en septiembre de 2020 no faltaron los analistas que señalaron que el gobierno Suga sería más un gabinete de transición hasta la elección de un nuevo líder dentro del Partido Liberal Democrático. En la Dieta el partido gubernamental goza de una clara mayoría parlamentaria, lo que se presenta como una garantía de cierta estabilidad política, al menos durante algún tiempo. Sin embargo, con la imagen pública de Suga en caída libre y un contexto cada vez más adverso, aumentan las dudas respecto al futuro.
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