En julio de 2019 el presidente surcoreano Moon Jae-in nombró a Yoon Suk-yeol como nuevo fiscal general, uno de los cargos más importantes del país. Yoon había ganado mucha popularidad por iniciar meses atrás una investigación contra la ex presidenta conservadora Park Geun-hye que originó su encarcelamiento por abuso de poder, soborno, coacción y filtración de secretos de Estado. “Yoon tiene la confianza de la gente y de los fiscales por su exitosa investigación contra las profundas irregularidades con su excelente liderazgo y determinación”, aseguró un portavoz de la Casa Azul.
Con la elección de Yoon, la administración Moon buscaba impulsar su campaña contra la corrupción, una enfermedad crónica en la política surcoreana que involucra a burócratas, altos funcionarios y los poderosos conglomerados empresariales conocidos como chaebol. Precisamente, meses después de su nombramiento, Yoon también participó en el encarcelamiento de Lee Myung-bak, ex presidente conservador, por malversación y sobornos.
No obstante, la sintonía del gobernante Partido Democrático y Yoon pronto experimentó un rápido deterioro. El fiscal general abrió diligencias contra Cho Kuk, ministro de Justicia y uno de los asesores más cercanos del presidente, provocando una lucha de intereses que empujó a Yoon a dimitir en marzo de 2020 y dar el salto a la política venciendo las primarias del opositor Partido del Poder Popular (PPP). “Lograré un cambio de gobierno sin falta y terminaré con la política de división e ira, corrupción y saqueo”, declaró en su discurso de nombramiento.
Por ahora Yoon ha conseguido el primero de sus objetivos: se convertirá en el próximo presidente surcoreano tras vencer en las elecciones al candidato del Partido Democrático (PD) Lee Jae-myung con el 48.6% de los votos. Si bien su victoria puede suponer, a priori, un cambio sustancial en las políticas domésticas y externas de Corea del Sur, la falta de experiencia en la política, el estrecho resultado de los comicios, el hecho de que la Asamblea Nacional esté controlada por el PD y la incertidumbre que caracteriza el sistema internacional en la actualidad pueden obstaculizar la agenda de Yoon.
“El juego del calamar”
La campaña electoral se ha caracterizado por un nivel sin precedentes de escándalos, acusaciones, insultos y amenazas cruzadas entre los dos principales candidatos y sus seguidores. También se produjo una agresión contra el presidente del PD, Song Young-gil, que fue golpeado varias veces en la cabeza con un martillo por un señor de 70 años que se presentaba a sí mismo como un youtuber. Algunos surcoreanos, analistas y académicos han bautizado la carrera presidencial como “el juego del calamar” en alusión a la exitosa serie de Netflix producida en el país asiático. En este escenario, no obstante, el vencido no pierde la vida, pero si podría suponer su muerte política.
Lee tiene antecedentes penales. Fue declarado culpable de conducir bajo los efectos del alcohol, presentarse como un fiscal del Estado cuando era abogado o interferir en el trabajo de un funcionario público, entre otros delitos. Asimismo, ha sido acusado por el PPP de haber concedido un trato preferencial a la empresa Hwacheon Daeyu para que llevase a cabo un importante proyecto inmobiliario en Seongman durante su mandato como alcalde.
Yoon, por su parte, también ha sido señalado por su participación en el escándalo de Seongman y otros casos de mala praxis como obstrucción a la justicia en una investigación de un fraude financiero llevado a cabo por la compañía Optimus Asset Management, realizar vigilancia de jueces o interferir en las elecciones parlamentarias de 2020. También se ha visto salpicado por otras polémicas como sus supuestos vínculos con el chamanismo, considerar al exdictador Chun Doo-hwan como “bueno en la política” o la amenaza de su mujer de detener a todos los periodistas críticos con Yoon.
Si bien ambos candidatos prometieron que no iniciarían investigaciones motivadas puramente por fines políticos, los antecedentes existentes en Corea del Sur indican que Yoon, como ganador de los comicios, podría procesar a Lee y otros miembros del Partido Democrático. Sin ir más lejos, el actual presidente Moon Jae-in ha purgado y encarcelado a varios opositores, altos funcionarios y empresarios bajo su campaña dirigida a “erradicar los males profundamente arraigados perpetrados por quienes tienen autoridad”, que muchos críticos consideran como un ataque contra los valores democráticos surcoreanos. El propio Yoon participó en muchas de estas investigaciones cuando fue el fiscal general y ya prometió públicamente durante su campaña que luchará contra la corrupción.
Los resultados de los comicios, asimismo, muestran una sociedad profundamente dividida. Por un lado, a nivel demográfico. Tomemos como ejemplo los jóvenes menores de 30 años: los varones, empujados por un creciente movimiento anti-feminista, han votado en masa (58.7%) al Partido del Poder Popular y las mujeres, en cambio, han optado en su mayoría (58%) por el Partido Democrático. Por otro lado, a nivel geográfico. El este ha estado dominado por Yoon y el oeste, especialmente la provincia de Jeolla del Sur, por Lee. El creciente uso de discursos populistas y la confrontación política entre los seguidores de ambas formaciones podría agudizar la polarización social en Corea del Sur, suponiendo un problema añadido para el próximo gobierno de Yoon.
Las políticas de Yoon
Uno de los primeros desafíos que la nueva administración enfrentará será solucionar las principales preocupaciones de la sociedad surcoreana: el elevado precio de la vivienda, la recuperación pospandemia y la dificultad de encontrar empleo, especialmente los jóvenes.
Yoon ha dado varias pistas sobre cómo actuará cuando asuma la presidencia el próximo mes de mayo. En primer lugar, se ha comprometido a proporcionar hasta 2.5 millones de viviendas, la mitad de ellas en Seúl y alrededores, a personas de entre 20 y 30 años que todavía no disponen de una. En segundo lugar, apuesta por reducir la intervención del estado en la economía, desregularizar el mercado y reforzar el papel de los grandes conglomerados empresariales. Especialmente relevante es que durante la campaña electoral no se haya producido ningún debate sobre reformar el inmenso poder de los chaebol. Yoon, que antes investigaba a los grandes empresarios, es consciente de que necesita a empresas como Samsung, LG, Hyundai o SK Group para seguir siendo uno de los principales polos de innovación del planeta e impulsar el crecimiento económico. “El paradigma económico debe cambiarse por completo, liderado por el sector privado y la innovación, no por el gobierno y sus gastos de endeudamiento. Eliminaré las regulaciones innecesarias y me concentraré en fomentar empresas que puedan liderar la cuarta revolución industrial con IA, etc., para revertir el potencial de crecimiento decreciente de la economía local”, declaró durante su campaña electoral. Por último, también es partidario de liberalizar y flexibilizar el mercado laboral. En julio de 2021 criticó el “excesivo proteccionismo laboral” como un lastre para la creación de empleo y propuso, en su lugar, una mayor desregulación en esta materia, proponiendo incluso introducir la posibilidad de trabajar un tope de 120 horas semanales.
Su campaña también ha destacado por la promesa de eliminar el ministerio de Igualdad al considerar que está “obsoleto” y que el país “no tiene discriminación de género estructural”. Cabe recordar, no obstante, que Corea del Sur cuenta con la mayor brecha salarial de género entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Estos comentarios se produjeron en un contexto marcado por el creciente movimiento social, liderado especialmente por Man on Solidarity, que considera al feminismo como una enfermedad mental, un mal social o el origen de todos los problemas nacionales como la baja natalidad.
Respecto a sus políticas externas, Yoon publicó un artículo en Foreign Affairs en el que mostraba sus principales objetivos. El líder del PPP criticaba con dureza a la administración Moon por guiarse por “una concepción parroquial y miope del interés nacional” y mantener “un enfoque de ambigüedad estratégica sin establecer una posición de principios”. Yoon aboga por endurecer la política hacia Corea del Norte, reforzar la alianza con Estados Unidos, fortalecer las capacidades militares nacionales, “reorganizar la compleja relación con China” y “reconocer la importancia estratégica de normalizar lazos con Japón”. También ambiciona convertir al país en un “Estado central global” que se caracterice por una política exterior activa más allá del Asia Oriental y que promueva “la libertad, la paz y la prosperidad a través de valores democráticos liberales”. En relación a la alianza con Estados Unidos, defiende retrasar la transferencia del OPCON, el despliegue de más sistemas de defensa antimisiles THAAD, participar activamente en los grupos de trabajo del QUAD e incluso permitir el despliegue de armas nucleares para disuadir a Corea del Norte.
No obstante, si bien la forma será completamente diferente a la adoptada por Moon -un tono más conciliador con Estados Unidos y Japón y una retórica más agresiva con China y Corea del Norte-, no está del todo claro que Yoon pueda cumplir con todos sus objetivos de política exterior, principalmente por dos motivos:
- Primero, los funcionarios encargados de desarrollar e implementar las políticas externas han estado tradicionalmente centrados en reforzar los vínculos económicos con otros países debido a que alrededor del 35% del PIB nacional depende de las exportaciones de bienes y servicios. Este factor limita la capacidad de actuación de Seúl y sus objetivos geoestratégicos más amplios. Un ejemplo: el gobierno surcoreano anunció que se uniría a las sanciones occidentales contra Moscú por la invasión de Ucrania, pero al día siguiente solicitó a Estados Unidos una exención en los controles de exportación a Rusia para proteger los intereses de las empresas surcoreanas.
- Segundo, los objetivos de política exterior de Corea del Sur dependen en gran medida de la voluntad de otras potencias globales o regionales. Seúl tiene poco margen de maniobra y debe estar constantemente manteniendo un equilibrio. Para las relaciones inter-coreanas, que incluye la desnuclearización de la península o la declaración de paz, necesita la aceptación de Estados Unidos, China y Corea del Norte. Para mantener conversaciones con el régimen de Kim Jon-un, que percibe a Seúl como un mero títere de Washington, es imprescindible que Pyongyang tenga interés en hablar. Para normalizar las relaciones con Japón, deberá convencer a los nacionalistas de línea dura como Shinzo Abe que lideran el gobernante Partido Liberal Democrático (PLD) nipón. Para un mayor acercamiento a Estados Unidos, tendrá que hacer cálculos para no deteriorar en exceso los vínculos con China, su mayor socio comercial. La administración Moon intentó cambiar esta tendencia estableciendo la Nueva Política del Norte y la Nueva Política del Sur en un intento de diversificar sus relaciones con países como India, Vietnam, Australia, Rusia o Kazajistán. No obstante, los resultados obtenidos hasta la fecha han sido casi exclusivamente económicos.
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