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Tercer referéndum de independencia en Nueva Caledonia: duelo, boicot y geoestrategia

El próximo domingo se celebra el tercer referéndum de independencia en Nueva Caledonia, un territorio de ultramar de soberanía francesa desde 1853. El plebiscito se enmarca dentro de los compromisos establecidos en el Acuerdo de Numea (1998) que puso fin al conflicto político-militar entre los indígenas neocaledonios y las fuerzas francesas.

Para ampliar: Nueva Caledonia todavía podría convertirse en un nuevo Estado

Cabe destacar, asimismo, que la votación forma parte del proceso de descolonización, amparado por las Naciones Unidas, que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XX. El organismo internacional estableció que el derecho a la autodeterminación de los pueblos debía culminar con un plebiscito en el que la población local pudiese decidir si quería o no formar un Estado independiente. Los últimos ejemplos fueron los referéndums de descolonización llevados a cabo en Comoras (1974) y en Yibuti (1977) por la propia Francia. Actualmente existe una lista de territorios no autónomos en la que figuran todos los territorios que todavía están pendientes de descolonización. Nueva Caledonia se encuentra en esa lista junto a otros territorios como el Sáhara Occidental o las Islas Malvinas.

Un hombre sostiene una bandera de Nueva Caledonia. Fuente: Théo Rouby / AFP

En los dos primeros referendos -2018 y 2020- el continuar perteneciendo a Francia recibió la mayoría de los votos, pero el apoyo a la independencia aumentó del 43.3% al 46.7%. Si bien los independentistas no obtuvieron la victoria, argumentaron que esta dinámica ascendente reflejaba que el movimiento estaba a “dos palmos” de abrir una “nueva etapa” hacia la separación del Estado francés.

No obstante, la pandemia parece haber obstaculizado sus objetivos. El Frente de Liberación Nacional Canaco Socialista (FLNKS), una coalición que agrupa a los principales partidos independentistas, y otras fuerzas secesionistas han llamado a la “no participación” en el plebiscito si no se aplaza hasta después de las elecciones francesas que se celebrarán en 2022. El FLNKS también ha amenazado con no reconocer el resultado y no participar en las conversaciones sobre el futuro del territorio con las autoridades galas. Asimismo, el Partido de Liberación de Kanak (Palika) ha denunciado que la votación es una “provocación política”, una “farsa electoral” y “similar a una declaración de guerra”.

El principal motivo que esgrimen los independentistas reside en que no han podido llevar a cabo una campaña a favor del Sí debido a que más del 60% de las muertes por coronavirus se han producido entre la comunidad indígena. En las sociedades melanesias, los rituales tradicionales se consideran sagrados y muchos han preferido finalizar las ceremonias de duelo -que pueden durar varias semanas- aprovechando que se están aliviando las medidas sanitarias adoptadas por la pandemia. Asimismo, el Senado de Kanak, que reúne a los principales líderes indígenas, ha declarado un periodo de luto de un año en memoria de los fallecidos. “No estamos de humor para hacer campaña. Es muy difícil para nosotros. Nunca pensamos que podría ser así. Todo el país está de luto, sobre todo canacos y oceánicos. Usamos Messenger, videos de Facebook, pero no ha venido ninguna familia, no hay reuniones. Nos quedamos en casa. Es muy difícil para nosotros”, lamenta una mujer canaca a The Guardian.

Los indígenas también denuncian que París rompió su promesa de no programar el referéndum entre septiembre de 2021 y abril de 2022 para evitar la interferencia política provocada por las elecciones francesas. Las autoridades galas defienden que el 12 de diciembre es un punto intermedio entre las exigencias de las dos fuerzas sociales: los leales quieren que se celebrase cuanto antes para no perder su mayoría y los independentistas buscan aplazarlo para tener más oportunidades de ganar.  

Un episodio similar ocurrió en 1987, cuando el FLNKS también promovió un boicot al referéndum de independencia porque Francia no permitió la entrada de observadores internacionales de la ONU. La consecuente inestabilidad provocó un conflicto que se saldó con más de 200 muertos. Cabe recordar, asimismo, que en la actualidad se vive una tensa calma en el territorio de ultramar agravada por las desigualdades sociales que puede verse reflejada en la distribución geográfica: la mayor parte de los europeos viven en el sur de la isla, la región más próspera, mientras que los indígenas residen en las zonas más pobres del norte. París ha enviado más de 1.100 agentes de policía acompañados por un contingente de personal militar para intentar mantener el orden el día de la votación y ha prohibido la venta de gasolina en bidones por temor a que puedan ser utilizados como artefactos incendiarios.

Emmanuel Macron durante una visita a Nueva Caledonia. Fuente: Théo Rouby / AP

A nivel regional también se han producido varias reacciones. El Grupo Melanesio Punta de Lanza (MSG) -formado por Fiji, Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón, Vanuatu y el FLNKS- ha emitido una declaración ante la ONU mostrando su “profunda preocupación” porque la pandemia no “presenta un entorno propicio para una celebración justa, creíble y transparente del referéndum”. El primer ministro vanuatuense Bob Loughman ha sido el primer mandatario en solicitar formalmente el aplazamiento del plebiscito. La secretaria del MSG ha ido más allá al pedir a los estados miembro y a los líderes que “se comprometen a apoyar la erradicación del colonialismo” que no reconozcan el resultado si se celebra “sin la participación de los indígenas”. La asociación Pacific Elders Voice, que reúne a antiguos líderes de las islas del Pacífico, también ha reclamado al presidente Emmanuel Macron que esté “abierto a la voz del pueblo canaco” mostrando “respeto por sus deseos” para que “la situación no se convierta en violencia”.

Francia, sin embargo, ha preferido continuar con la votación. Esta controvertida decisión ha de analizarse desde un prisma mucho más amplio que tenga en consideración los juegos geoestratégicos y las dinámicas políticas en la metrópoli.

En primer lugar, la alianza militar entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos (AUKUS) ha provocado el empeoramiento de las relaciones entre Canberra y París, así como el debilitamiento de la estrategia para el Indo-Pacífico elaborada por este último. Nueva Caledonia tiene una Zona Económica Exclusiva (ZEE) de más de 1.450.000 kilómetros cuadrados, aproximadamente la mitad del Mar Mediterráneo, convirtiendo a la isla en un actor estratégico en el Pacífico. De esta forma, Francia anhela que las fuerzas leales vuelvan a ser mayoría el domingo para no perder más presencia en la región. En este sentido se pronunció Pierre-Chanel Tutugoro, un destacado político canaco:

“En mi opinión, todo esto refleja el deseo de lucirse el poder francés. Quizás necesiten este programa para indicar que Francia no es pequeña, sino una gran potencia en el Indo-Pacífico. Tal vez estén enviando un mensaje a Australia y Nueva Zelanda, que incluso si no quieren comprar nuestros submarinos, todavía tenemos un papel y el eje Indo-Pacífico promovido por el presidente Macron se mantendrá “.

París también ve con preocupación que una Nueva Caledonia independiente se acerque en exceso a una China interesada en sus grandes reservas de níquel y en aumentar la presencia en el Pacífico. El gigante asiático representó en 2020 el 57% de las exportaciones del territorio de ultramar y ha intentado adquirir participaciones en empresas de extracción de la materia prima. El Instituto de Investigaciones Estratégicas de la Escuela Militar (IRSEM), un organismo vinculado al ministerio de Defensa galo, advirtió en un informe publicado recientemente que Beijing tiene “varias razones para fomentar la independencia (…) infiltrándose en la economía local y acercándose a los líderes tribales” con el objetivo de convertir a la isla en “la piedra angular de su estrategia contra el cerco” establecido por Estados Unidos y aliados.

Sonia Backès, presidenta lealista de la provincia sureña por el partido Les Républicains Calédoniens (LRC), también ha denunciado los planes de China: “Conocemos bien la forma en que trabajan: es poco a poco con pequeñas instalaciones económicas para finalmente generar una dependencia de los fondos y presencia chinos. Y luego esta dependencia genera una forma de chantaje y colonización económica”. Si bien siempre hay una tendencia a sobredimensionar sus ambiciones estratégicas, el gigante asiático estará atento al resultado del referéndum y hará cálculos para garantizar sus intereses en la región.

En segundo lugar, la extrema derecha francesa ha criticado al gobierno de Macron por no conseguir mantener sus territorios de ultramar y disminuir la influencia del país en el Pacífico. Perder Nueva Caledonia cuatro meses antes de las elecciones podría afectar negativamente la imagen del presidente y sus resultados electorales. En este contexto, París intenta mantenerse neutral, pero siempre ha mostrado una clara preferencia a que la isla continúe formando parte de su territorio. Macron declaró antes de la votación de 2018 que “Francia sería menos bonita sin Nueva Caledonia”.

Pase lo que pase el domingo, una gran parte de la población neocaledonia estará insatisfecha. París, que tiene motivos para no aplazar el referéndum, deberá tener cuidado y medir bien sus pasos para no provocar un regreso de la violencia como ocurrió a finales del siglo XX. 

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