La guerra en Ucrania ha dejado muchas dudas sobre el futuro de Rusia como actor en el mundo. Muchos analistas han augurado la inevitabilidad del país de reorganizar su diplomacia hacia el eje asiático donde existen potencias emergentes no alineadas que se han mostrado mucho más neutrales a los eventos marcados por la invasión. El Kremlin no sólo ha perdido compradores en Europa, se han esfumado subvenciones, capital humano y técnico para el desarrollo de sus grandes proyectos, algo que tendrá que suplir o sufrir. Uno de los grandes horizontes de aspiraciones futuras que deberá afrontar es, sin duda, en el Ártico. Este flaco se está convirtiendo no solo en su principal activo económico, sino también en su imagen nacional del siglo XXI de la mano de un conservadurismo ortodoxo expandido por la antigua esfera soviética. ¿Cuáles son las posibles opciones de esta “Rusia ártica” en Asia para completar (o rescatar de los escombros) el nuevo proyecto ruso?
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