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Shinzō Abe, repaso de una era [2012-2020]

La segunda etapa de Shinzō Abe como primer ministro de Japón (2012-2020) se ha coronado como uno de los períodos de gobierno más largos en la historia reciente de Japón. Durante estos años el país ha atravesado una etapa de estabilidad política y económica, si bien la crisis del Covid-19 se ha erigido como un importante obstáculo. En el siguiente artículo hacemos un repaso del gobierno Abe y de sus principales hitos durante sus ocho años de gestión.

La vuelta al poder

El 16 de diciembre de 2012 el Partido Liberal Democrático obtenía una resonante victoria en las elecciones generales que se celebraron aquel día. Atrás quedaba la breve experiencia de gobierno que había liderado el opositor Partido Democrático, que en tres años había visto caer a tres gabinetes y una sucesión casi infinita de problemas. En aquel contexto, Shinzō Abe se convertía en primer ministro con una sólida mayoría parlamentaria y con una oposición muy dividida. También contaba con el apoyo interno de su partido, el «Jimintō» o Partido Liberal Democrático en español.

Shinzō Abe [2012]

Abe ya había sido primer ministro entre 2006 y 2007, si bien en aquel momento varios tropiezos políticos y una enfermedad le obligaron a retirarse de la primera línea política. Nuevamente en el gobierno, en 2012 la situación interna e internacional habían dado un importante giro respecto a su última estancia en el poder. Al igual que buena parte de los países industrializados, Japón atravesaba una importante crisis económica y todavía arrastraba los efectos del terremoto de Tōhoku y del accidente nuclear de Fukushima. En el plano internacional, China ya se había consolidado como una potencia de primer orden, con una influencia cada vez mayor en Asia y el Pacífico. Los ensayos nucleares de Corea del Norte también resonaban cada vez en la palestra internacional, causando una especial preocupación a Japón por su cercanía y las alianzas niponas.

Política interna

Una de las prioridades del gobierno Abe fue la economía, y en concreto, la implementación de las llamadas Abenomics, que tenían tres líneas de actuación: política monetaria, política fiscal y reforma estructural. Al tiempo que el gobierno promulgaba una política de ayudas y estímulos fiscales, el Banco de Japón realizó importantes inyecciones de dinero para con ello reactivar la economía nacional a través de incentivar el consumo interno y las exportaciones. Aunque hubo detractores de esta política, dado que dicha iniciativa se desarrollaba en base a generar más deuda, sus defensores argumentaban la importancia de evitar que Japón cayera en una profunda deflación.

Al contrario que las dos primeras líneas de actuación, las reformas estructurales siempre adolecieron de un planteamiento claro y de un desarrollo firme. Se llegó a plantear una mayor liberalización en la economía para potenciar las inversiones privadas, aunque esto solo se materializó en el sector energético. Ello supuso la ruptura de históricos monopolios (muchos de propiedad pública) y la abolición de controles de precios. A pesar de las reticencias de muchos japoneses a la energía nuclear, el gobierno apostó decididamente por la inversión y desarrollo de esta fuente de energía. También se llegó a abogar por una mayor participación de la mujer en el ámbito laboral y se lanzaron promesas de alcanzar una mayor paridad (30%) en los puestos directivos, si bien los avances en este ámbito fueron pocos y lentos.

Una escena de los Juegos Olímpicos de Tokio [1964]

Como escaparate del Japón de la era Abe el gobierno nipón se decidió a organizar los Juegos Olímpicos de 2020 y la Exposición Universal de 2025, cuyas candidaturas de Tokio y Osaka finalmente resultaron ganadoras. Este plan ya tenía un precedente: los juegos olímpicos de Tokio’64 y la Exposición Universal de Osaka’70. En el pasado ambos eventos ya habían permitido internacionalizar la imagen de un Japón moderno y reconstruido tras la Segunda Guerra Mundial.

En política interna una medida bastante relevante que se ha acometido, y que sin embargo ha pasado relativamente desapercibida, ha sido la reforma emprendida en el ámbito de seguridad nacional. En este sentido, destaca la creación en 2013 del Consejo de Seguridad Nacional –de clara inspiración norteamericana– con la intención de mejorar la coordinación entre las fuerzas de seguridad y los organismos de inteligencia.

Shinzō Abe, persona muy cercana al grupo ultraconservador y revisionista Nippon Kaigi, abogó desde muy pronto por revisar el artículo 9 de la Constitución japonesa. Tal y como señala el propio texto, el Japón renunciar al recurso de la guerra como instrumento de su política exterior:

Aspirando  sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden,  el  pueblo  japonés  renuncia  para  siempre a  la  guerra  como  derecho  soberano  de  la  nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de  solución  en  disputas  internacionales.

Con  el  objeto  de  llevar  a  cabo  el  deseo expresado  en  el  párrafo  precedente,  no  se mantendrán  en  lo  sucesivo  fuerzas  de  tierra, mar  o  aire  como  tampoco  otro  potencial  bélico. El  derecho  de  beligerancia  del  estado  no  será reconocido.

La posibilidad de llevar a cabo este paso no solo levantó ampollas entre algunos países vecinos de Japón –por los recuerdos que evocaba del pasado militarista del país–, sino que también encontró el firme rechazo de muchos sectores sociales en Japón. La visita que Shinzō Abe realizó al Santuario Yasukuni en 2013 añadió aún más polémica a esta cuestión. No hay que olvidar que Yasukuni es un templo sintoísta dedicado a honrar la memoria de militares que han dado su vida por Japón, entre los que se incluyen varios criminales de guerra de la II Guerra Mundial.

En 2014 el gobierno logró aprobar una “reinterpretación” del citado artículo, mediante la cual Japón podrá ejercer el llamado derecho de autodefensa colectiva; esto es, el país nipón podría ayudar a naciones aliadas en caso de que estas sean atacadas. Pero, con de esta reinterpretación –cuya aprobación ya fue muy polémica de por sí, incluso entre los japoneses–, el gobierno de Tokio no consiguió sacar adelante una revisión completa del artículo 9. Por el contrario, ha chocado con múltiples dificultades y ni siquiera llegó a convocar un referéndum sobre esta cuestión.

Shinzō Abe durante un discurso en Tokio [2013]

Durante su etapa de gobierno Shinzō Abe no llegó a agotar legislatura y convocó elecciones en dos ocasiones, 2014 y 2017. En ambos comicios el Partido Liberal Democrático mantuvo en líneas generales sus resultados de 2012, lo que pareció dejar entrever un respaldo de una parte importante del electorado japonés a las políticas del primer ministro. No obstante, no hay que olvidar que en todo este período Shinzō Abe y el Jimintō han tenido en frente a una oposición muy fragmentada y débil.

Consecuencia de los malos resultados que cosecharon en las elecciones de 2012 y 2014, el antiguo Partido Democrático acabaría auto-disolviéndose. Durante años varias formaciones resultantes se disputaron su espacio político, sin existir un partido principal de la oposición que desafiara la hegemonía del Jimintō. Por otro lado, la aparición de nuevos partidos de corte derechista no se ha materializado como una amenaza para el Jimintō. En la mayoría de casos, estos han tenido un recorrido corto y accidentado, o su influencia no ha trascendido al ámbito nacional. De todos ellos cabe resaltar al Partido de la Restauración de Japón, liderado por el ultraconservador Shintarō Ishihara, cuya existencia no pasó de los dos años (2012-2014).

A lo largo de sus casi ocho años en el poder Shinzō Abe ha mantenido unos índices de aprobación estables, con una imagen pública consolidada en torno su gestión y estabilidad. Su imagen tampoco se vio afectada excesivamente por los escándalos de corrupción que salieron a la luz en 2018, el conocido como Abegate, a pesar de que afectaban a su figura y a algunas personas de su círculo.

Política exterior

Con anterioridad a 2012, Abe se había hecho notar por mantener posturas de firmeza en política exterior, como ya ocurrió con el caso de los japoneses secuestrados por Corea del Norte. Tras su regreso al poder abogó por mantener una estrecha relación con los Estados Unidos, de forma similar a lo que ha venido siendo la política exterior japonesa durante las últimas décadas. El único hecho imprevisto en los planes de Abe fue la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, en enero de 2017. Si bien las relaciones entre ambos países las han sido por lo general buenas, los postulados de la política comercial estadounidense bajo Trump no han encontrado la misma sintonía en Tokio.

Donald Trump y Abe se estrechan la mano en la Casa Blanca [2017]

En tanto que Japón mantiene un intenso comercio tanto con China como con otros países de Asia, los responsables económicos nipones no han simpatizado con la doctrina comercial proteccionista que ahora impera en Washington. Por el contrario, muchos halcones de la política exterior nipona sí han visto con buenos ojos la línea dura de Trump frente a la creciente hegemonía de Beijing. En la última década China se ha consolidado como un gigante no solo en el ámbito económico, sino también en el plano militar. A este respecto, no hay que olvidar el hecho de que Japón acoge varias bases militares estadounidenses, en especial las instalaciones de la isla de Okinawa.

En ese rol que ha jugado Japón como defensor del libre comercio destacan los acuerdos comerciales que se firmaron con la Unión Europea (UE) en 2018, aprobados tras varios años de negociaciones. Está previsto que, como resultado de los mismos, se cree un gran espacio comercial entre Japón y los países integrantes de la UE. La política de Tokio también fue en esa misma dirección en la región del Pacífico, con la suma del país al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, en 2016.

Rusia ha sido un punto importante de la política exterior de Abe. Aunque ambos países mantienen unas relaciones cordiales y fluidas, el tema de las islas Kuriles sigue sin estar cerrado. Esta cuestión es una herencia de la Segunda Guerra Mundial y de hecho, con posterioridad a 1945, ni siquiera se llegó a firmar un tratado de paz formal entre ambas naciones. Durante los últimos tiempos se han venido manteniendo conversaciones para alcanzar dicho fin, si bien la exigencia nipona de que las islas Iturup, Kunashir, Shikotan y Habomai reviertan a la soberanía de Tokio ha encontrado el rechazo ruso.

Shinzo Abe y Vladimir Putin en Argentina [2018]

Durante los últimos ocho años Japón no ha sido indiferente a la tensión con Corea del Norte, cuyos ensayos con misiles y armas nucleares han sido vistos en Tokio con creciente alarmismo. Abe apoyó públicamente la cumbre celebrada entre Kim Jong-un y Donald Trump en 2018, aunque mantuvo su cautela ante los pasos que Pyongyang pudiera dar. Capítulo aparte merecen las relaciones entre Tokio y Seúl, fluidas en el plano comercial si bien han atravesado un enfriamiento en los últimos tiempos.

Otro aspecto relevante de la política exterior de Tokio durante estos años ha sido la denominada iniciativa «Cool Japan», concebida por el gobierno para explotar y exportar la industria cultura nipona en el exterior. «Cool Japan» ha constituido una apuesta decidida por el llamado soft power («poder blando» en inglés) mediante el cual generar una imagen positiva de Japón en otros países. Alguno de los instrumentos empleados por esta iniciativa han sido la cultura tradicional o la gastronomía, aunque también otro tipo de productos propios de la cultura popular, como el Manga y el Anime.

La crisis del Covid-19, enfermedad y retirada

En noviembre de 2019, tras casi siete años al frente del gobierno, Shinzō Abe se convirtió en el primer ministro japonés que más tiempo había ostentado en el cargo. Desde los tiempos de Eisaku Satō como primer ministro (1964-1972) no había ocurrido algo así, lo que fue exhibido desde el gobierno como un símbolo de estabilidad. De cara a 2020 estaba prevista la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio, que estaban llamados a ser el gran evento del país y también el escaparate al mundo de Japón que superara el recuerdo de la crisis de Fukushima.

Sin embargo, la irrupción del Covid-19 y la posterior pandemia mundial cambiaron completamente el escenario. Desde el comienzo en la gestión gubernamental no sobresalió el liderazgo político de Abe, que mantuvo un perfil bajo, al tiempo que las autoridades dudaban de los pasos a dar. Durante enero y febrero de 2020 la gestión de los contagios en el crucero Diamond Princess fue objeto de numerosas críticas. Más adelante el gobierno –tras muchas presiones de las autoridades locales– se vería obligado a declarar el estado de emergencia en Tokio ante el alarmante crecimiento de infecciones. Finalmente, ante aquel panorama provocado por el Covid-19, se decidió posponer los Juegos Olímpicos hasta el siguiente año.

El aplazamiento de los Juegos Olímpicos se vio acompañado de los primeros datos que mostraban los efectos negativos que el Covid-19 empezaba a tener en la economía japonesa. Todo este cúmulo de adversidades se tradujeron en una caída drástica de la popularidad del gobierno Abe, la cual se vio alimentada en parte por la desconfianza de algunos ciudadanos hacia la gestión gubernamental de la pandemia.

Unos meses después, en agosto, Abe anunció que renunciaría al cargo y se retiraría de la primera línea política debido a una enfermedad que padecía. Desde algunas semanas antes ya habían circulado insistentes rumores sobre su estado de salud. Así, de forma inesperada, terminaba la segunda estancia en el poder de Shinzō Abe. En su lugar, el Jimintō eligió a un candidato de consenso y perfil continuista, Yoshihide Suga, que de hecho ejerció como jefe de gabinete de Abe entre 2012 y 2020.

Shinzō Abe el día en que anunció su dimisión [2020]

Durante los casi ocho años que ha durado el gobierno Abe, Japón ha tenido un período de estabilidad y una cierta bonanza económica. El propio Shinzō Abe  ha disfrutado de una percepción positiva tanto en el interior como en el exterior. Durante sus ocho años en el poder llegó a realizar visitas oficiales a más de 80 países (en algunos casos fueron varias visitas oficiales), algo que tiene pocos precedentes. Sin embargo, está por ver cómo evoluciona su legado ante la actual crisis provocada por la Covid-19, cuyos verdaderos efectos todavía están por ver. Lo que desde luego no ha conseguido revertir Abe es el fuerte envejecimiento que afronta el país de cara al futuro y la elevada deuda que arrastra el país, un 237% del PIB.

Bibliografía

SANTIAGO IGLESIAS, J. A. (2017). «Japón imaginado. El imaginario manganime y la peregrinación mediática en el marco de la estrategia ‘Cool Japan’». Mirai. Estudios Japoneses, n.º 1, Madrid: Ediciones Complutense, pp. 253-262.

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