Cuando la Guerra Fría y la política internacional pasaron al tablero de ajedrez.
Arte, ciencia y deporte como lo definía el campeón mundial Anatoly Karpov, el ajedrez es una de las disciplinas más complejas del mundo así como uno de los juegos más antiguos de la Historia de la humanidad. Nacido en Asia y con 1500 años de historia si contamos desde la aparición de sus primeras variantes, este juego siempre ha estado muy relacionado con la política mundial a lo largo de la Historia.
Como apunta Leontxo García, ajedrecista y uno de los periodistas especializados más famosos de España, “el considerado como el mejor jugador del mundo, proviene del país que en ese momento es líder mundial, ya sea por motivos culturales, económicos o militares”. Las sociedades más poderosas siempre han sido las que más fácil lo han tenido para poder dedicar parte de sus esfuerzos no sólo a lo bélico, sino a lo intelectual y lo artístico, debido a su dominio. Es por eso que muchos ven en el ajedrez un sinónimo de prosperidad, una prueba de superioridad intelectual respecto a los demás países y, por lo tanto, de que ciertas sociedades o estados son mejores que otros. Como ocurrió en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 donde Hitler pretendía mostrar al mundo las capacidades del Tercer Reich mediante la actuación de sus atletas, el juego de los escaques también se convirtió en símbolo de la superioridad de la Unión Soviética durante la segunda mitad del siglo XX.
La cuna del ajedrez: la URSS
La pasión por este deporte en esta región se remonta a tiempos de los Romanov con Pedro I el Grande o Catalina II, pero fueron los bolcheviques los que extendieron su práctica. Tras la Revolución rusa de 1917, Lenin decide promover este juego bajo el lema “el ajedrez para las masas” al considerarlo uno de los mejores juegos de estrategia. La fuerte iniciativa estatal soviética sumada a otros factores como las difíciles condiciones climáticas o la idiosincrasia de las sociedades del Este, tuvieron como resultado el auge del ajedrez dentro de la URSS.
Contrario a lo que se piensa, aunque fue jugado por 5 millones de jugadores federados y tuvo 50 millones de practicantes amateur, no fue declarado deporte nacional pero sí fue mayor pasatiempo dentro de la Unión Soviética y uno de los símbolos de la eficiencia del modelo soviético.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el bloque soviético se postuló como una de las facciones más poderosas del mundo. Sin embargo, si en la arena internacional sí que encontraron rival al oeste del Telón de Acero, sobre el tablero de ajedrez eran imbatibles… hasta que llegó Fischer.
The Match of the Century: Fischer vs Spassky
Durante la Guerra Fría, Washington se dio cuenta de que arrebatarle el título mundial a la URSS supondría un duro golpe para Moscú y tendría una gran repercusión propagandística a favor de los americanos. Así, el conflicto que se materializaba en la ciudad de Berlín, en la carrera al espacio o en la producción de armamento, pasó también a las blancas y negras.
En 1972 se jugó el Campeonato mundial de ajedrez en Reikiavik, territorio neutral por aquel entonces. Los soviéticos, que llevaban siendo campeones ininterrumpidos desde 1948, estaban omnipresentes: Korchnói, Petrosian, Spassky o Taimánov eran alguno de los nombres que cargaban con el peso y el prestigio de una nación entera ante el mundo del ajedrez. Es por eso que cuando un joven estadounidense derrota de manera aplastante por 6-0 a Mark Taimánov, uno de los buques insignias de la URSS, saltaron todas las alarmas en Moscú.
Bobby Fischer, de 29 años, autodidacta y prepotente (todo lo opuesto a los valores soviéticos), ya era conocido mundialmente por ser la persona más joven en alzarse con el título de campeón de los Estados Unidos con tan solo 14 años, consiguiendo el grado de Gran Maestro. Sin embargo, no era considerado un rival a batir fuera de los EE.UU.: Europa y, sobre todo, la URSS seguían estando a años luz de los americanos.
Con su victoria sobre Taimánov todo esto cambió, y tanto el Kremlin como los propios americanos (en especial el secretario de Estado, Henry Kissinger, quien llamó a Fischer para explicarle todo lo que estaba en juego en aquel torneo) se dieron cuenta de la magnitud de lo sucedido. Fischer se postuló como una amenaza ante la hegemonía ajedrecística soviética.
En semifinales volvió a repetir el 6-0 contra el danés Bent Larsen y se abrió paso a la final donde jugaría contra el actual campeón mundial Boris Spassky. Dos jugadores, dos bloques, y un solo ganador. En juego, mucho más que un título: el prestigio de ambas naciones ante la opinión pública mundial.
El encuentro se estableció al mejor de 24 juegos y duró siete semanas, tras las cuales Fischer se alzó con el campeonato mundial al ganar 7 partidas, empatar 11 y perder otras 3. Esto supuso un duro golpe para los soviéticos y fue visto como una premonición de lo que pasaría años después con la caída de la URSS y la victoria del bloque Occidental. En aquel torneo, el ajedrez pasó a un segundo plano en favor de las tensiones que se vivían en aquella época y que inundaban todos los ámbitos de la realidad.
Esta no fue la única vez que Bobby Fischer vivió los efectos de la política internacional en el ajedrez: el contexto político de los noventa marcaría el resto de su vida hasta su muerte. Desaparecido del panorama internacional en el cenit de su carrera, tras su victoria en 1972, regresó al ajedrez en 1992 para jugar la revancha contra Spassky en la República Federal de Yugoslavia. Esta república se encontraba bajo sanciones económicas americanas, y el gobierno de los Estados Unidos emitió una orden de búsqueda y captura contra el excampeón mundial. En 2004, fue detenido en Tokio y, tras obtener la nacionalidad islandesa, el gobierno nipón le autorizó viajar a ese país en el que moriría en 2008.
Recuperar el honor: Karpov vs. Korchnói
Tras lo sucedido en 1972, Anatoly Karpov consiguió el título de campeón en 1975 al renunciar Fischer a su defensa en el mundial de aquel año. Karpov, rey del ajedrez con solo 24 años, de padres obreros, originario de los Urales y miembro del partido comunista, era el arquetipo soviético y contaba con el respaldo del Kremlin. Se había postulado como el orgullo nacional y cualquiera que le desafiase, estaba desafiando a todo un país. Por eso cuando se enfrentó a Korchnói en la final del Torneo Mundial de 1978, los 64 escaques volvieron a ser, una vez más, el campo de batalla de la Guerra Fría.
Perteneciente al bloque soviético aunque nacido en Polonia, católico, de actitud crítica con la URSS y considerablemente más mayor que su rival, Viktor Korchnói nunca había contado con el beneplácito del poder ruso debido a su historial, y Moscú siempre había hecho lo posible para truncar la carrera del ajedrecista y promocionar a otras figuras en su lugar. Aprovechado un torneo en Ámsterdam en 1976 desertó de la Unión Soviética y se nacionalizó suizo, ganándose así el apodo con el que pasaría a la historia: el apátrida. Cuando ganó el Torneo de aspirantes que le daba derecho a jugar la final contra Karpov, la noticia tuvo una gran difusión: un exsoviético sería el encargado de jugar contra la URSS.
La ciudad de Baguio, en Filipinas, fue la elegida para el encuentro. La partida duró 3 meses, del 18 de julio al 18 de octubre, y sobre las mesas no descansaban las características banderas que indicaban la nacionalidad de cada uno. La propuesta de Korchnói de jugar para Suiza fue rechazada por Moscú y se zanjó la disputa eliminando los estandartes de ambos jugadores, aunque resultara demasiado obvio quiénes estaban detrás y qué es lo que estaba en juego, lo mismo que en 1972: el prestigio y el honor de toda una nación. El encuentro se disputo a partidas ilimitadas consiguiendo la victoria el primero que lograra ganar 6 veces al rival. Tras 32 partidas y habiendo perdido 5, empatado 21 y ganado 6, Anatoly Karpov se impuso al apátrida y se alzó como campeón del mundo, volviendo a poner a la URSS en el trono del ajedrez mundial.
El fin de la vieja guardia: Kaspárov vs Karpov
Garry Kaspárov, nacido en Bakú, Azerbayán, tenía tan solo 15 años cuando Anatoly Karpov se proclamó campeón del mundo en 1978. Ya con esa edad, era uno de los mejores alumnos de la escuela de Botvinnik, padre de la escuela rusa de ajedrez, y había clasificado para el Campeonato de la URSS. Tras un ascenso meteórico durante su adolescencia, el Ogro de Bakú se postuló como el rival a batir de Karpov en el Campeonato mundial de 1984, donde el contexto político, esta vez de dentro de la URSS, volvió a eclipsar a jugadores y piezas.
Tras la muerte de Leónidas Brezhnev en 1983 y el breve continuismo de Andropov y Cherchenko, Gorbachov asciende al poder y empieza una época de cambio para la URSS: fueron los años de la glasnost y la perestroika. Kaspárov, debido a su influencia dentro la Unión Soviética y su afinidad ideológica con el nuevo régimen, fue nombrado embajador cultural de la perestroika por Gorbachov y se convirtió en una de las figuras que más respaldaba este nuevo rumbo del bloque comunista. En contraposición, Karpov seguía personificando el modelo tradicional soviético, un modelo en vías de extinción pero al que millones de personas seguían apelando en las calles y, lo más importante, dentro del Kremlin. Recuperar el campeonato del mundo que Fischer les había arrebatado, ser campeón del mundo de 1975 a 1985 y su victoria contra Korchnói, habían hecho de Anatoly un símbolo de una vieja guardia que todavía albergaba un gran peso dentro de las instituciones de la Unión Soviética. El tablero de ajedrez volvió a ser el escenario de la disputa política entre tradición y cambio que vivía la URSS.
Para muchos, Leontxo García entre ellos, la rivalidad entre Kaspárov y Karpov ha sido la mayor en la Historia de todos los deportes. Esta competitividad alcanzó su punto más álgido en el mundial de 1984, donde el azerí y el soviético se enfrentarían en la final por el título mundial. Las reglas de aquel encuentro establecían campeón al primero que llegue a 6 juegos ganados con partidas ilimitadas, y tuvo que ser suspendido tras 48 partidas y 6 meses de duración por el desgaste físico y mental de ambos jugadores. En 1985 y apenas unos meses después de la primera final, se volvió a jugar el encuentro, esta vez, al mejor de 24 partidas en las que Kaspárov se impuso a Karpov por 5 victorias a favor y 3 en contra. Otra vez, y no sería la última, el mundo vio en aquella partida una profecía de lo que pasaría años más tarde: la consolidación de la nueva cúpula del PCUS y el nuevo destino de la URSS que culminaría con la caída del Muro en 1989.
Los dos protagonistas de aquel encuentro continuarían con su rivalidad hasta 2005, cuando Garry Kaspárov anunció su retirada en el torneo de Linares, en Jaén. Así, la rivalidad Karpov-Kaspárov se saldó con 21 victorias, 19 derrotas y 104 empates para el azerí. Un total de 144 partidas entre los que son considerados unos de los mejores jugadores de la historia y en las que, en muchas de ellas, lo que pasaba en el tablero fue relegado a un segundo lugar.
Geopolítica y ajedrez en la actualidad.
La norma no escrita pero por todos conocida de que el ajedrez es política se sigue cumpliendo a día de hoy. Las grandes potencias han producido grandes ajedrecistas a lo largo de la historia y, cumpliendo esta regla de oro, la realidad ajedrecística refleja la realidad internacional y cualquier movimiento dentro de esta tendrá sus efectos sobre el tablero.
Actualmente, Europa y Estados Unidos copan los primeros puestos del ranking internacional de la FIDE con el campeón noruego Magnus Carlsen, el subcampeón estadounidense Fabiano Caruana, y con otros exponentes como el holandés Anish Giri, el americano Hikaru Nakamura o el francés Maxime Vacheir-Lagrave.
Pero, al igual que en la escena internacional, China e India también han irrumpido en el juego de los escaques. Ding Liren es actualmente el número 3 del mundo y uno de los representantes de Pekín junto con Wang Hao y Wei Yi, ambos también en la parte alta de la tabla. La India, por su parte, hizo historia en el año 2000 tras proclamarse campeón Viswanathan “Vishy” Anand, siendo, después de Bobby Fischer, el segundo jugador nacido fuera de uno de los países del bloque soviético en conseguirlo. Harikrishna Pentala o Vidit Santosh Gujrathi también juegan para este país.
Los estados exsoviéticos han perdido la hegemonía sobre el tablero de la que disfrutaban durante la segunda mitad del siglo XX y, al igual que sucedió en ese periodo, su papel se ha visto bastante reducido aunque Moscú sigue siendo el líder indiscutible de este deporte por el peso de su legado histórico. Vladimir Putin, consciente del impacto del ajedrez tanto dentro como fuera de sus fronteras, ha mostrado varias veces su deseo de volver a poner a la tierra de los zares en lo más alto del ajedrez.
Rusia, el estado con más campeones del mundo, también es el país que cuenta con más Grandes Maestros, 256 en total, de los cuales Ian Nepomniachtchi es el número 4 del mundo y Alexander Grischuk el número 6. Otros rusos como Topalov, Karjakin o Dubov, y armenios y azeríes como Aronian y Mamedyarov, ambos en el top 10, siguen reflejando lo que es y lo que fue el ajedrez al otro lado del Telón de Acero.
La relación entre el ajedrez y la política internacional fue, es y será indisoluble. Jugado por grandes personajes a lo largo de los años y en la actualidad, en el tablero de ajedrez se han visto representados algunos de los hechos más importantes de la Historia Contemporánea. Conflictos internacionales, intereses políticos y hostilidades entre grandes personalidades, países y continentes enteros, todo ello, escenificado en 64 casillas.
BIBLIOGRAFÍA:
BENNET, Ronan (2009), “Anatoly Karpov and Garry Kasparov renew epic chess battle”. The Guardian. Disponible en: https://www.theguardian.com/sport/2009/sep/21/karpov-kasparov-chess-rematch-valencia
DOWD, Vincent (2019), “Spassky vs Fischer: How the chess battle became a theatre event”. BBC. Disponible en: https://www.bbc.com/news/entertainment-arts-50599525
International Chess Federation, (2021), Standard Top 100 Players April 2021. Disponible en: https://ratings.fide.com/top.phtml?list=men
International Chess Federation, (2021), Federations Ranking. Disponible en: https://ratings.fide.com/topfed.phtml
MORENO, BLAS, (2017), “Leontxo García: la política internacional sobre un tablero de ajedrez”. El Orden Mundial. Disponible en: https://elordenmundial.com/entrevista-a-leontxo-garcia-la-politica-internacional-sobre-un-tablero-de-ajedrez/
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