El candidato opositor Sergio Garrido se impuso con 172.497 votos (55,36%) al excanciller y exministro Jorge Arreza, que quedó en los 128.583 sufragios (41,27%). Desde la llegada de Hugo Chávez al poder el Estado de Barinas, su tierra natal, siempre había sido gobernado por miembros de su familia.
En el occidente venezolano se estira caprichoso a lo largo del mapa el estado de Barinas. Unos 35.000km2, mayoritariamente de llano, donde viven cerca 900.000 personas. El undécimo estado más poblado de los 23 que componen el país. Cifras, a priori, no demasiado elocuentes. Pero allí tenía lugar el domingo 9 de enero de 2022 la única cita electoral programada este año en Venezuela, una repetición para la elección de gobernador cuyo resultado va a condicionar la vida política nacional al menos a corto y medio plazo.
Barinas, nota disonante del 21N
La “megaelección” del 21 de noviembre de 2021, donde se eligieron gobernadores, consejos federales y alcaldías, marcaba un hito importante en la política venezolana. Era la primera vez desde hacía casi una década en la que el conjunto de la oposición participa en los comicios y no llamaba a su boicot. Una decisión que agrietó aún más las fisuras entre facciones opositoras pero que se saldó con una “satisfacción parcial” por imponerse en cuatro Estados y 120 municipios. El oficialismo por su parte también valoró positivamente la noche electoral por la “vuelta de la oposición al camino democrático”. Además, retenían la mayoría de gobernaciones aunque perdía cerca un centenar de alcaldías que en 2017 ganaron con facilidad por la falta de contrincantes.
El 21N reforzaba el proceso negociador, que desde hacía meses había comenzado en México entre gobierno y oposición, y vino acompañado de una renovación del Consejo Nacional Electoral (CNE) y la llegada de observadores internacionales -destacando la misión de la UE-. Señales que invitaban a un cierto optimismo tras años de cronificación de la crisis política.
Pero la jornada electoral, que se había desarrollado en ambiente de calma general y denuncias menores, quedó trastocada por los resultados de Barinas. El CNE dio en sus primeros informes una victoria por apenas unos cientos de votos al chavismo. La oposición, con el candidato Freddy Superlano a la cabeza, aseguró haber ganado las elecciones y confirmó que no reconocería un resultado que no fuese en esa dirección. El conteo se prolongó durante días y con el avance del escrutinio la oposición se situó en cabeza. En este contexto, el extravío de tres actas y la denuncia de que Superlano se había presentado a las elecciones estando inhabilitado para ejercer de cargo público hicieron que la Justicia dictaminase tres semanas después de la votación que habría una repetición el 9 de enero.
Aunque Superlano y su candidatura, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), denunció que se trataba de “maniobras de la justicia para evitar la derrota del chavismo”, confirmaron que participarían en la repetición electoral y llamaron a otros grupos de la oposición a unirse en una única lista. El llamado fue exitoso, y varios nombres decayeron sus aspiraciones en favor de Sergio Garrido, nuevo designado por la MUD. Este elemento fue clave en su victoria, pues el 21N hubo varías listas de oposición abiertamente enfrentadas entre sí. La otra candidatura con más peso tras la MUD, Alianza Democrática (AD), es fuertemente criticada por haber abandonado la estrategia de confrontación de Guaidó, habiendo participado en las legislativas de 2020. Pero la repetición electoral pudo más que las luchas intestinas y quien fuese candidato de AD por Barinas, Rafael Rosales Peña (que quedó en tercera posición), apoyó públicamente al candidato Sergio Garrido.
El chavismo también movió ficha y evitó que el hasta entonces gobernador, Argenis Chávez, repitiese candidatura. Algo que no gustó al hermano del expresidente, quien fue invisible durante toda la campaña según sus palabras “por decisión del comando”, llamando a votar a la ciudadanía “por el candidato de su preferencia”, algo que generó malestar en las bases chavistas.
Tras varios días de debate el PSUV nombró a Jorge Arreaza, excanciller y por entonces Ministro de Industria, candidato a la gobernación de Barinas. La decisión se dio en un ambiente tenso de disputas internas; era la primera vez que alguien sin el apellido Chávez aspiraba a dirigir el estado natal del expresidente. La apuesta de Arreaza se consideró por la prensa como una decisión personal de Maduro. El excanciller, que había nacido y crecido en Caracas, era un peso pesado en el PSUV, ostentando distintas carteras en los últimos compases de la presidencia de Chávez y siendo vicepresidente de Maduro durante tres años. Su figura, más de estadista que de agitador de masas, había dirigido la diplomacia venezolana en los años más difíciles para el chavismo, obteniendo pese a ello éxitos notables. Su degradación, de Canciller a Ministro de Industria en agosto de 2021, y su envío a Barinas en enero de 2022 generan dudas sobre el papel que seguirá jugando en el oficialismo.
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El valor simbólico de Barinas
Esta región llanera es considerada la “cuna de la revolución” por ser el Estado natal del expresidente Hugo Chávez, que nació en el municipio de Sabanetas en julio de 1954. También en Barinas ganó su primera elección el espacio político que impulsó el expresidente, el Movimiento V República (MVR), que aunque estuvo presente en varias coaliciones triunfantes en las elecciones regionales de noviembre de 1998 tan solo consiguió que un militante de su organización llegase al poder. Se trataba de Hugo de los Reyes Chávez, padre de Hugo Chávez y gobernador entre 1998-2008, una década tras la que fue sustituido en el cargo por sus hijos Adán (2008-2017) y Argenis Chávez (2017-2021), ambos hermanos del exmandatario.
La maquinaria electoral chavista, ya transformada del MVR al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), había retenido sin dificultades significativas esta gobernación durante más de dos décadas. Pero Barinas no era ajena a la coyuntura nacional; la crisis política y económica desmovilizó una parte significativa del electorado chavista en los últimos años. El voto barinés al PSUV quedó estancado por encima de los 100.000 votos, una cifra que era suficiente en un contexto de boicot e hiperfragmentación opositora, pero que en la repetición electoral de este 9E se ha mostrado insuficiente. Aunque Jorge Arreaza mejoró el resultado de noviembre en cerca de 30.000 votos, la unidad opositora consiguió movilizar más; obteniendo 170.000 sufragios, una cifra cercana a los mejores registros del chavismo en este estado.
Hay dos aspectos claves que habrían hechos posible la victoria de Garrido. En primer lugar, la oposición buscó hacer de la repetición electoral una suerte de plebiscito contra el chavismo, considerando el resultado más como una impugnación al gobierno de Maduro que como la elección de un gobernador. Este factor parece haber sido clave para movilizar a un sector desafecto con el gobierno que no votó el 21N pero sí lo hizo este domingo; ello explicaría el aumento de la participación al 52%, cerca de siete puntos más.
El segundo elemento fue el carácter unitario que logró la candidatura. Los sectores tradicionalmente enfrentados alcanzaron un acuerdo que a escala nacional se ha demostrado varias veces imposibles. Enterradas, al menos temporalmente, las hachas de guerra Sergio Garrido fue respaldado por todo el espectro opositor, desde Juan Guaidó a Henrique Capriles -enfrentados entre sí-, pasando por figuras de la oposición moderada de AD -cuyos votantes del 21N han tenido una transferencia de voto casi total este 9E-.
El oficialismo por su parte realizó un gran despliegue humano y en recursos. Varios ministros, alcaldes y figuras prominentes del PSUV, con Diosdado Cabello -vicepresidente del partido- al frente, fueron parte activa del comando de Arreaza. La oposición denuncio el uso “clientelista” de los recursos estatales, un reclamo que tuvo eco en el propio CNE, cuyo rector lamentó en redes sociales que “los mecanismos de fiscalización y penalización disponibles para el CNE son insuficientes para controlar una acción concertada del Estado, en campaña electoral, como la que se ha evidenciado en Barinas”.
Durante toda la semana ambos candidatos se mostraron confiados en la victoria. La jornada electoral fue limpia y todos los ojos quedaron puestos en el CNE, que horas después del cierre de los colegios electorales seguía sin ofrecer resultados consolidados. De hecho, el reconocimiento de la victoria opositora vino por boca del propio Arreaza, que admitió su derrota vía Twitter: “Barinas querida. La información que recibimos de nuestras estructuras del Psuv, indican que, aunque aumentamos en votación, no hemos logrado el objetivo. Agradezco de corazón a nuestra heroica militancia. Seguiremos protegiendo al pueblo barinés desde todos los espacios.” Dijo en la red social.
Poco tiempo después, el gobernador electo -Sergio Garrido-, dio una rueda de prensa flanqueado por el excandidato Superlano y dos diputados opositores de la Asamblea Nacional de 2015 -cuerpo legislativo que aunque ha sido renovado sigue actuando y es el punto de apoyo de Juan Guaidó-. En declaraciones a la prensa Garrido dejó claro el enfoque plebiscitario de la campaña y la unidad opositora, dos claves que explican su triunfo: “Ganó Barinas, ganó Venezuela, ganó la Unidad”.
Al día siguiente, el lunes 10 de enero, ante una multitud de militantes Arreaza hizo balance del resultado y confirmó que el presidente Maduro le pidió “no dejar solo al pueblo de Barinas”. Aseguró que aunque “no hemos logrado los objetivos cuantitativos si hemos logrado los cualitativos” por haber obtenido una “victoria moral” al “reconectar” con las bases sociales. También entonó autocrítica asegurando que la estructura del chavismo debe ser dinámica y no se puede estar “atornillado al puesto”.
La oposición quiere hacer de Barinas un punto de inflexión. Bajo su lógica es una victoria clara y reconocible por el conjunto de la población que serviría de bandera para volver a movilizar al antichavismo. Se termina además con el mito del chavismo invencible y da moral a sus debilitadas filas. Por ahora esto es poco más que una proclama, pero sin duda el valor simbólico de Barinas formará parte de la retórica opositora como un argumento para fomentar la unidad y avivar la confrontación electoral con el gobierno.
Valor estratégico y geopolítico de Barinas
Las elecciones de Barinas, más allá de por su carácter simbólico, tienen importancia por sus consecuencias para la política nacional e internacional. La victoria opositora en la cuna del chavismo infla la moral de una oposición dispersa. A falta de una hoja ruta clara, los sectores moderados ganan peso interno al corroborar la viabilidad de la opción electoral. Abandonar el boicot había costado varias escisiones y reproches, este triunfo -además de recordar a la oposición su mejor desempeño unitario- rebaja las tensiones con el gobierno por celebrarse un proceso electoral con observadores internacionales y traspaso pacífico del poder.
El principal escollo para avanzar en las negociaciones fue la reciente deportación de Alex Saab, colaborador del gobierno de Maduro y acusado por EEUU, donde fue extraditado hace pocos meses. De solventarse esta situación y volver a la mesa de negociación de México ambas partes llegarían con menor tensión y en punto mucho más favorable que hace un año. Si las elecciones han servido para que la oposición gane confianza en el dialogo con el gobierno parece plausible que varios de los puntos defendidos por el chavismo puedan avanzar: relajación de las sanciones norteamericanas, gestión de los fondos confiscados, cooperación internacional etc.
Por otro lado, la posición geográfica de Barinas hace que sea un estado estratégico por ser un corredor natural con Colombia; conecta con el Alto Apure -elevación de gran importancia militar para el Ejército venezolano- y da acceso a la zona andina venezolana. Todo lo anterior ha hecho que Barinas sea también una zona con presencia de grupos guerrilleros, que ven aquí una vía de comunicación alternativa con Colombia; pues aunque no llega a ser frontera está a escasísimos kilómetros. En concreto, según varios analistas, Barinas tendría un papel destacado en el contrabando -especialmente de combustible- y el narcotráfico.
Tanto el gobierno colombiano como varias organizaciones han afirmado que varios grupos operan en suelo venezolano. Una convivencia complicada que parece probada pero que también es puntiaguda para el chavismo, al que le es difícil controlar su porosa frontera y mantener a raya a los grupos irregulares. En marzo de 2021 el Frente Décimo (disidencia de las FARC), con presencia el estado venezolano de Apure, entró en guerra con el Ejército venezolano causando una quincena de bajas. Concretamente, en Barinas, habría presencia de la Segunda Marquetalia, grupo disidente encabezado por Iván Márquez; un informe reciente señaló que en este estado estuvo alojado otra figura icónica de la guerrilla poco antes de ser asesinada, Jesús Santrich.
En todo caso, parece claro que el gobierno central no dejará al azar cuestiones de Defensa e Inteligencia; en Zulia, otro estado fronterizo gobernado por la oposición y con presencia guerrillera, el Ejército ha mantenido sus despliegues sin que el signo político del gobernador haya influido.
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